Partida Rol por web

Rotryn le da una sonrisa complaciente.

"Bueno, es verdad que normalmente uno no suele andar con clérigos por la vida, pero también es cierto que dicen que esta ciudad es peligrosa no? Una buena mano, nunca viene mal..." - dice el tiflino.

Wilfer agradece la cerveza y te atiende con cierta divertida curiosidad cuando te pones intrigante, pero en cuanto comprende tus palabras sus ojos se abren como sendos platos, y no por sorpresa ni deseo, y ni siquiera con alegría, sino con una profunda emoción.

—Luirien… —masculla, tras lanzar algún tipo de exclamación en voz baja que no entiendes. Ves que Horyas lo esculla y se gira hacia vosotros.— E-era la tierra de mi familia...

Al escucharle, comprendes su reacción: el gran país que fue Luirien, poblado casi enteramente por hin como tú, y probablemente la tierra natal de toda tu raza, fue tragado por el mar hace casi cien años, en el año 1385 -el Año del Fuego Azul-, durante el cataclismo que cambió la faz del mundo y que llamáis la Plaga de Conjuros. De aquellas tierras se dice que sólo sobrevivieron quienes vivían en las más altas montañas, ahora islas en el Golfo de Luirien. Sólo algunas familias, allí y en la diáspora, siguen fabricando queso de primavera, ahora convertido en un vestigio de un mundo perdido. Quizás la familia de Wilfer fue de las que sobrevivieron, y luego se marcharon de ahí. Quizás por eso levanta la jarra de golpe y te suelta:

—¡Por las verdes llanuras de Luirien!

Un brindis con Horyas, que sonríe y vuelve a lo suyo, y un largo trago después, se inclina hacia ti.

—¿Has oído hablar de la Cofradía? —comienza en voz baja—. Pfff… Igual perteneces a ella —añade riéndose de su propia imprudencia—. Da igual... Es una alianza de los jefazos de los bajos fondos de la ciudad, repartiéndose los negocios, controlando el cotarro. No sé qué lazos tiene Thundreth con ellos, pero los tiene. Todos aquí lo saben. Como mínimo, ella se asegura de que este sea un lugar seguro donde hacer negocios… —De pronto, te mira con avidez:— Y ahora: el queso. ¿Cómo arreglamos eso?

Sirane te mira mal cuando reiteras su intención de «ayudar a la ciudad» y le preguntas por sus asuntos, aunque notas que titubea cuando insinúas que tu deseo es traer justicia «para todos». Es apenas un instante, pues tu insistencia en quedarte y en que se una a vosotros -no parece que vaya a hacerlo, ni por todo el oro del mundo- la hace suspirar, exasperada.

-Haces demasiadas preguntas, Capillas -responde molesta cuando le preguntas por la camarera-. ¿Por qué no se lo preguntas a ella misma? -Pese a todo, parece agotada por el tira y afloja y cede.- Sí, es ella. -Está intranquila.- Mira… Hay gente esperándome...

Se va a ir ya, está incómoda. Notas que ha dejado de mirar al medioorco y al otro tipo, deliberadamente: no quiere enviar señales que den lugar a malentendidos.

La mujer te mira inquisitiva, tratando de averiguar de tus gestos y pintas más de lo que dicen tus escuetas palabras.

—Sí, eso es cierto, es una ciudad peligrosa…

Una voz la llama del otro lado de la barra y ella se aleja para atender a otro cliente. No os será difícil volver a conseguir su atención.

—¡Barbas de Moradin! —exclama Zhork acercándose a ti, en susurros, entusiasmado—. ¡La tenemos! ¡Ohohoho! ¿Qué hacemos ahora? ¿Cómo descubrimos si es de la Cofradía? —Mira a Caedwyr, que aún charla con la medioelfa.— Tenemos la orden... Y tenemos...

No termina la frase. Acaricia su martillo.

¡Menudos aventureros más sociables! Ha sido llegar y hacer amigos: en una de las paredes, Rees charla y bebe con un miembro de su propia raza, al que invita a una cerveza y del que arranca un brindis; mientras tanto, Caedwyr sigue charlando con la chica que le reconoció; en cuanto a Zhork y a Rotryn, charlan el uno con el otro mientras la camarera madura se aleja por la barra para atender a otros clientes. Rudos individuos e individuas de toda la puerta se mueven por esta antigua bodega infecta. Notáis como el barco se mece en las aguas apestosas del muelle. El olor de los cuerpos y la bebida y el guiso de pescado impregna hasta la última astilla de estas paredes. Los músicos siguen con esa canción sobre un halfling aventurero. Las apuestas se acumulan altas en las mesas.

Despues del brindis, atiende a los comentarios de Wilfred y asiente. - Conozco la cofradía obviamente - dice esbozando una leve sonrisa.

- Para el queso, al principio de cada dekhana, busca por la zona de sur de éste puerto a Hildigrim Bocastilla, lo conocen por la zona, dile que vienes de mi parte y seguro que os entendéis, y espero que te haga un pequeño descuento de amigo. - dice dándole una palmada en el hombro.

- Y ahora buen amigo, tengo que volver con mis compañeros para cenar y charlar de unos asuntos - dicho ésto pega un trago a la bebida y se despide.

La expresión de Wilfer cuando le mencionas que conoces a la Cofradía es de cierta inquietud, pero tu talante amistoso parece tranquilizarle.

—¿Bocastilla? —te pregunta sorprendido cuando le das tu información—. He oído hablar de él. No sabía que pudiera conseguir... este tipo de cosas. ¡Muy bien! —Te fuerza un último brindis antes de que te vayas.— Pero más te vale que tu amigo me trate bien, ¿eh?

No sabrías decir si eso último lo ha dicho en serio o en broma. Os despedís. Él se queda charlando con Horyas, probablemente contándole la conversación. La música de los halflings ya ha terminado. Tus compañeros siguen donde los dejaste, pero Caedwyr y la chica medioelfa parece que están a punto de despedirse ya. En cuanto a Zhork y a Rotryn, charlan entre ellos junto a la barra. Thundreth no está con ellos, pero sí detrás de la barra.

Rees después de estar un rato hablando con los medianos se despide de ellos y vuelve, atravesando la posada, hacía dónde están sus amigos, cerca de la barra y de la posadera.

- He estado hablando con un compañero de la zona que llevaba mucho tiempo sin ver. - dijo señalando con la cabeza a los medianos.

Acto seguido guiña un ojo a Rotryn y a Zhork.

- .. le comentaba sobre el jaleo que hubo el otro día en el mercado, con todas esas apariciones y la pelea.. - hablaba mirando de reojo Thundreth a ver si parecía sobresaltarse o interesarse por lo que hablaba. Obviamente como él no estuvo, no sabe explicarlo con demasiada exactitud.

- Me comentaba mi buen amigo, que han descubierto algunas personas de las que había detrás de todo esto... pero bueno luego lo comentamos - dijo y se gira hacia la posadera. 

- Otra por favor, ésta se me ha calentado sin darme cuenta - acaba diciendo mirándola a los ojos, en busca de alguna pista.

Sonrío a mi vieja amiga y asiento con la cabeza.

—Comprendo. En fin, espero que podamos hablar más adelante, en un entorno más tranquilo como me propones. Nos alojamos en el Yelmo y la Capa, por cierto, pero si prefieres otro lugar más de tu gusto...

Pienso en darle la mano, o quizá un beso en la mejilla, pero eso podría dar lugar a equívocos, meterla en problemas, o lo que sería peor, quizá me rechace y quede como un imbécil. Pero finalmente decido que tengo que ser algo sincero con ella. Impulsivamente me acerco y bajo la voz para decirle unas últimas palabras.

—Escucha, es cierto que estoy aquí por algo. No te lo puedo decir ahora, pero quiero que sepas que está relacionado con lo que ha sucedido el otro día en el mercado del Amplio. Pese a nuestras «diferencias», que sepas que quiero lo mejor para Puerta de Baldur, y para sus habitantes en general, no solo los patricios, los comerciantes o esos mentecatos del Puño. 

Me aclaro la garganta.

—¿Me ayudarás? ¿Por los viejos tiempos? ¿O al menos por conseguir que la situación no empeore en la ciudad? No me voy a meter en tu terreno, al menos eso te lo debo. Aunque solo somos peones, pero trataré de hacer lo que pueda sin que me zarandeen como a una marioneta. Ya me siento como una…

Sonrío, espero que Sirane se ablande, pero es una chica dura y difícil. No se pliega ante nada ni nadie, independiente hasta el final. Y ambiciosa, muy ambiciosa…

—Además, un poco de acción, peligro e intriga siempre son divertidos ¿no crees?

Miro de cuando en vez hacia mis camaradas. Sobre todo aguzo la oreja para escuchar lo que Rees tiene que decir. Mi «amiga» mantiene las distancias con ellos, así que continúo un poco apartado, pero cerca de la barra. Estoy enfrascado en una conversación con la semielfa, en voz baja y con una sonrisa en le cara. De vez en cuando le echo una ojeada a aquel semiorco patibulario del fondo, pero me muestro tranquilo y desesnfadado.

El tiflino se acerca a Caedwyr para comentarle acerca de la persona que buscan, mientras con el brazo rodea al enano y lo "invita" a moverse junto con el, alejándose de las mesas, para acercarse a Caedwyr.

Luego de acercarse al Clérigo/paladín y contarle sobre la mesera, le dice en un susurro casi inaudible:

"Y ahora mi estimado? Tiene algún plan?"

Disimuladamente mira alrededor para fijarse si hay alguien mas que "interesado" en su conversación (haciendo especial hincapié si hay algún "niño" espiándolos.

Sirane escucha atentamente tus últimas palabras en voz baja. Ves como una mueca de curiosidad se dibuja en su rostro cuando mencionas los hechos del Amplio, y una especie de media sonrisa aparece a continuación cuando tratas de atraerla con promesas de acción y peligro...

—El Yelmo y la Capa, ¿eh? —Probablemente haya oído hablar del lugar. Y de su estatus.— Buenas noches, Capillas —se despide mientras comienza a irse—. No te metas en líos.

No te dice nada más. En un instante, se ha ido en dirección al medioorco, que la observa acercarse. A tu espalda suena la voz de Rees. Te parece que está hablando también de los hechos del Amplio.

Mientras Rees se reúne con Rotryn y Zork en la barra y suelta su retahíla de patrañas en busca de alguna reacción de la camarera -Thundreth, ahora lo sabéis-, la conocida de Caedwyr se despide con escuetas palabras de él, quien se queda observando cómo ella se aleja entre las mesas hacia un medioorco que bebe al otro lado del salón.

—¡Marchando otra, amigo! —grita Thundreth cuando Rees le pide otra cerveza.

Mientras la mujer carga otra jarra, Rotryn se acerca a Caedwyr para informarle de sus descubrimiento y tomar una decisión juntos. Zhork, en cambio, elude el tirón de su compañero y se queda junto a Rees, divertido, analizándole con la mirada, consciente de sus intenciones. La maniobra del halfling parece tener éxito.

—A esta invito yo —dice Thundreth cuando aparece con la jarra—, pero… ¿Qué es eso de que han descubierto algo de lo del Amplio? Fueron ciricitas, ¿verdad? —pregunta, refieriéndose a los seguidores de Cyrik. Da un pequeño golpe en la barra.— ¡Putos fanáticos! —susurra.

La artimaña de Rees parece surtir efecto, pero no sólo en Thundreth, sino también en los hombres que charlan en la barra, a vuestra izquierda. Por supuesto, no se giran para atender, pero percibís un cambio en su postura.

En la taberna, muchos son los que miran hacia el clérigo de vez en cuando, pero no hay ningún niño a la vista.

Rees sin dejar su apariencia distraída, se fijo en la manera que decía esa frase y su tonalidad, intentando averiguar intenciones detrás de sus palabras.

- Ah! Muchas gracias señora - dice haciendo una leve reverencia a la posadera al recibir la cerveza. Acto seguido le da un trago largo y con la manga se sacude la espuma. - ¡Qué rica!

- Sí, todo el mundo creía que habían sido esos clérigos locos de Cyrik, pero no entienden porque ahora han decidido liar esa, parece la opción mas plausible, aunque también he oído voces de otro grupo que podría estar detrás de todo eso... ¿la hermandad? No..., era los ¿cofrades? .. ah sí! La Cofradía ¿os suena de algo? - dice introduciendo a sus compañeros a la conversación, aunque esperando una respuesta de Thundreth.

La posadera ahora se ha apoyado en la barra para hablar con los dos aventureros de baja estatura. Pechos más grandes estarían rebasando el escote, pero no es el caso. A la pregunta de Rees, el único que responde inmediatamente es Zhork, que asiente escuetamente para confirmar el nombre y luego bebe un trago de su jarra.

—Conque la Cofradía… Eso dicen, ¿hm? —musita la mestiza, y lanza una brevísima mirada cómplice hacia los hombres que de vuestra izquierda—. Los ciricitas no necesitan un motivo para atacar, halfling, sólo una oportunidad. Seguro que el Puño ha pillado a un pobre diablo y le ha torturado hasta que confesó cualquier cosa… ¡Umberlee se los lleve! —maldice, y sabéis que no escupe al suelo sólo porque es su local—. Pero, escucha… ¿Cómo supo eso tu amigo? —añade echando un vistazo hacia el halfling que ha hablado con Rees.

Parece que se ha tragado totalmente la historia de Rees con el anzuelo, el sedal y la caña. Además, el interés que le genera el asunto parece ir más allá de la mera curiosidad de tabernera o balduriana afectada, como si aquello fuera importante a un nivel más personal.

A pesar de la información dada con anterioridad, el tiflino se mantiene silencioso: era mas fácil la vida en el mar parece.

Mira a Rees y a la tabernera no con cara de inseguridad, sino como evaluando la situación, y le da un codazo a Caedwyr para que ponga atención:

"Eh mira ese pequeño..." - le susurra muy cerca, para evitar escuchas involuntarias.

Sigue mirando el local y los pasajeros, siguiendo en el rabillo del ojo a los que se encuentran a la izquierda de la tabernera.

- ¿Eh? - dice siguiendo la mirada de la tabernera - Ah no, con Wilfer hablábamos de otros temas - dice soltando una inocente risotada.

- Seguro que es como tu dices, supongo que el Puño lo tendrá resuelto. Aunque sigo dándole vueltas a eso de la "Cofradía" nunca había oído..

Miró a sus compañeros a ver si se le querían unir a la conversación y a portar lo suyo.

Notáis que Zhork quiere aportar, pero que no sabe muy bien cómo hacerlo o por dónde tirar para ayudar a Rees en su representación y, al mismo tiempo, no reventar el clima que ha creado el mediano y que está haciendo que la posadera hable confiada. Así, Zhork sigue bebiendo, escuchando y asintiendo cuando el mago lo requiere.

"...la cofradía dices?" - dice el Tiflino no intentando aparentar mas que extrañeza.

"... no, la verdad no he escuchado mucho del tema, pero tal vez podrías contarnos más, nos acompaña Lady Thundreth, le haría bien tomarse un respiro, no?"

Acto seguido toma a Zhork y Caedwyr , junto con Rees, y se sienta en una mesa cercana donde quepan todos.

"...podríamos decir que ésta es por cuenta nuestra, que recomendación tiene la casa, my lady? - sigue diciendo, dirigiéndose a la dueña.

—Más me gustaría sentarme un rato, mi cornudo amigo, pero el negocio obliga… -dice la tabernera, desestimando la invitación del tiflino y deteniendo su movimiento, pues Rotryn ya empezaba a empujar sutilmente a Zhork y a Caedwyr hacia una mesa.

Sin embargo, aún tras la barra, Thundreth no se aleja de vosotros y atiende a lo que habláis.

—Pero… ¿Realmente no sabéis nada de la Cofradía? —Mira con curiosidad y diversión a los lugareños que tiene cerca, que le sonríen. Sonríe ella misma y os vuelve a mirar.— Pues sí que debéis de ser de lejos… Escuchad: vais a escuchar muchas cosas sobre la Cofradía, especialmente de labios de patricios, burgueses y gente del Puño. No creáis todo lo que os digan. La Cofradía será un atajo de criminales... ¡Pero también lo es el Parlamento! —Los hombres a vuestro alrededor le ríen el chiste con carcajadas.— Al menos la Cofradía se preocupa por la gente sencilla.