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El desierto de las cenizas es quizás la clase de yermo más inhóspito y peligroso de Digya, perdiendo solo para el centro de la Anomalía. Sin embargo, dos razas consiguen sobrevivir bien en el sin dificultades: los Carthagross y los Ushinos.

No se sabe muy bien el porque de estos últimos, ya que su fisiología a simple vista no parece estar relacionada con el desierto de cenizas, no poseen cenizas en su composición anatómica y ni tampoco su origen parece relacionarse con el desierto. Sin embargo, en su forma lupina, suelen producir cenizas semejantes a la del desierto en gran cantidad, y no solo eso, como son capaces de "nadar" en las dunas grises del desierto como si fueran tiburones en el agua. 

Como hacen eso? Y porque? Es uno de los misterios que los filósofos de hoy en día tratan de desvelar.

Es un error común pensar que el norte de Digya estaba deshabitado antes de la llegada de los Irongrads y su raza secundaria, los Irongrads de Sangre. La verdad es que antes mismo de las guerras Irongrad, y durante los tiempos de supremacía Jinnin, los Ushinos y los Carthagross ya vivían en esas tierras.

Estos últimos, parias en cualquier civilización antigua de Digya, deberían haber sido presa fácil de los Jinnins. Lo que sucedió en realidad es que, como estos no lograban controlar completamente la mente de un Carthagross, eligieron también rechazarlos en sus ciudades, por ironía del destino.

Eso hizo con que los Carthagross, optando por un camino diferente del de los Ushinos, formaran sus propias comunidades en pequeñas ciudades-estado talladas en la roca de montañas.

Hoy en día, casi todas de esas ciudades están abandonadas, ya que vivir en las ciudades-estado de Irongross es mucho más agradable. Las ruinas, sin embargo, siguen ahí - y a veces, se vuelven hogar de toda clase de ser pintoresco.

Entre la caída del Imperio Irongrad y la ascensión del Imperio Mirtza, hubo un lapso de tiempo en que prácticamente toda la zona norte de Digya, con excepción de Simeón y Akhan, era compuesta por tan solo ciudades estado, muchas veces en estado de guerra constante entre ellos.

La mayoría de esas ciudades estado pertenecían a generales del Imperio Irongrad que, con la anomalía interponiéndose entre ellos y el restante del Imperio, decidieron independizarse y gobernar sus propias ciudades a su modo.

Con los Irongrads de Sangre volviéndose más numerosos, no obstante, hubo inevitable conflicto entre las dos razas. Muchas ciudades-fortaleza fueron construidas en el extremo norte de Digya por los Irongrads de Sangre para enfrentarse a los Irongrads y tomar su territorio. Tuvieron mucho éxito en esta misión, y de ese modo, en la frontera de Mirtza con Irongross, e incluso en la parte más norteña de Mirtza, muchas de las ciudades fueron construidas por Irongrads en el pasado, o construidas por Irongross como barrera.

Aunque a medida que el Imperio Irongrad se vio aislado en su pequeño rincón del continente, muchas de esas ciudades quedaron con su población reducida mientras los Irongross buscaban lugares mas verdes para vivir.

Muchos factores pueden interferir en los resultados de una guerra. A veces, el que está en mayor numero gana, a veces, el que tiene terreno mas favorable. Mirtza, por ejemplo, siempre vencía guerras usando formaciones estratégicas de muros de escudos tanto en el suelo cuando en el cielo, con Guneshadamas voladores, seguidos por oleadas de guerreros con espada en mano. El Conglomerado usaba de tecnologías innovadoras de guerra - fueron ellos los inventores de la catapulta, y creadores de monstruosas torres movibles que usaban para invadir ciudades.

Esta habilidad en innovarse fue lo que creó los primeros éxitos decisivos por parte del Conglomerado en su guerra contra Mirtza, pues tras inventar una lanza capaz de penetrar escudos y bloquear la oleada de guerreros Guneshadamas, la formación "invencible" de Mirtza se vio destrozada nada más comenzaban las batallas.

Algo que ayudaba en crear esta suerte de estrategias era el hecho poco conocido de que el Conglomerado tenía ojos y oídos en todas partes del continente. Quizás, por esta actitud sombría, la acusación de que el Conglomerado había enviado asesinos contra el antiguo rey de Mirtza sonaba tan creíble...

En la mayoría de estados donde el rey se lo compara a una deidad, suele surgir una especie de elitismo, una barrera impasable entre el rey y sus súbditos. Ese era el caso del Antiguo Imperio de Akhan, donde los faraones muchas veces eran vistos como reencarnaciones de los dioses, o en el Imperio Irongrad, con Hamusor el Eterno creando un gran culto a su personalidad a lo largo de las decadas.

En el Conglomerado Neogilgo, casi llegaron a ese punto. Gilgiduk II, visto como la reencarnación de una figura legendaria, también pasó a veces a ser representado, principalmente en monedas y murales, como el dios del sol. Sin embargo, por alguna razón, esa separación entre monarca y súbditos no surgió, quizás porque Gilgiduk II, aun siendo tan famoso y poderoso, en el fondo aun apreciaba el sentimiento de hermandad que había entre los mercenarios.

Aunque reproducir artefactos es un trabajo inmensamente difícil, interpretar que hace cada artefacto es algo sumamente simple para quien tenga el ojo entrenado. Las runas que cubren su superficie siguen cierta lógica, como si fuera una especie de "lenguaje de programación", que indican la función de cada artefacto.

Fue gracias a este conocimiento que los Bastemis crearon a la Mente de Thot y los Irongrads, por accidente, crearon a la Anomalia - porque aunque sea simple de interpretar, cualquier mínimo deslice al unir artefactos diferentes siempre tiene consecuencias catastróficas.

Reproducir artefactos es, como ya dicho, inmensamente difícil. Esto se debe a que tanto para confeccionar un artefacto funcional cuanto para reproducir sus runas se requiere métodos tan precisos y delicados que es virtualmente imposible con la tecnología actual a menos que se usen otros artefactos para hacerlo.

Eso explica el tamaño de la sorpresa general que el mundo tuvo cuando los Asesinos de Dioses crearon sus primeros artefactos completamente manufacturados.

Hay una incógnita que rodea la verdadera naturaleza de los Jinnins, una incógnita que mantiene algunos historiadores y filósofos despiertos por la noche.

Históricamente, se sabe que los Jinnins conquistaron toda Digya y esclavizaron sus habitantes, para entonces pasar a sufrir derrotas consecutivas por parte de los Irongrads, los Mirtza y recientemente, por parte del Conglomerado Neogilgo. Nunca se supo que ocurrían en las ciudades Jinnins, por el estado precario de sus habitantes. Nunca se supo porque empezaron a expandirse y que pretendían con ello, sus objetivos siempre quedaron en incógnita.

Aunque se atribuye la derrota de los Jinnins contra los Irongrads a la resistencia natural de estos últimos contra el poder de artefactos, los historiadores se preguntan porque siguieron perdiendo desde entonces contra seres claramente más débiles que ellos, como los Guneshadamas y los humanos Neogilgos.

Todos quieren ignorar la respuesta a esa pregunta, pero esta, al final, siempre termina en lo profundo de la mente de todos.

¿Y si los Jinnins perdieron de propósito? ¿Y si perder hacía parte de sus planes para volver a dominar más tarde? ¿Y que planes son esos? En suma, ¿que pretende Corian?

La inactividad de los Jinnins hace con que muchos se olviden de estas cuestiones, no obstante, siempre que tales seres empiezan a demonstrar alta actividad, una alarma se activa en el inconsciente de todos los que conocen bien la historia de Digya.

Aunque Gilgiduk II es el lider más conocido del Conglomerado Neogilgo, el Conglomerado no es completamente gobernado por el, si no que siguen un modelo de gobierno por estratocracia - un sitio gobernado por generales militares. Por esta razón, cada una de las ciudades Neogilgas es gobernada por un capitán o general, y poseen un concilio formado por otros militares.

Otro dato interesante es que aunque el Conglomerado Neogilgo es conocido por ser el regreso al poder de la antigua Sumatorris, el imperio humano más antiguo, el Conglomerado es compuesto por una pluralidad de razas asombrosa - incluso sus mismos generales no son todos extrictamente humanos.

Regresar de una zona de Anomalía siempre es una experiencia interesante. Uno suele experimentar tantas cosas fuera de este mundo mientras se encuentra en la zona, que al salir, parece que acaba de despertar de un sueño, o una pesadilla, dependiendo de que exactamente vio en la zona.

Puede ser que esto sea solo algo psicológico, o la verdad es que sea la materia de la mente del individuo normalizándose fuera de la zona. Sea lo que sea, es algo que uno no se olvida jamás.

Es un costumbre antiguo en toda Digya edificar construcciones con forma piramidal. Desde monumentos a ciudades enteras, no se sabe como empezó el costumbre y si en Digya la usan por ser una forma geométrica practica, o si tiene algún significado místico por detrás ya hace mucho olvidado.

De todas formas, las ciudades Irongrad y Sumatorrianas son infames por ser edificadas completamente de forma piramidal, con el estilo "zigurat". El punto más alto de la ciudad, además de ser el palacio del rey también sirve de templo a los dioses, por ser el "punto más próximo entre el cielo y la tierra". Con el tiempo, esto hizo con que muchos reyes se confundiesen como siendo ellos mismos los proprios dioses...

Digya es un mundo muy severo, principalmente contra aquellos que intentan saber más de lo que les incumbe. Fue la desesperada busca por los secretos del pasado que hizo con que los Irongrads terminasen causando la Anomalía, y fue por su negligencia que esta se expandió y los tragó.

Más tarde, el Imperio Mirtza trataría de reconquistar las tierras anómalas de los Irongrad, pero seria un trabajo sin frutos - el Creciente Anómalo, como fue llamado, no valía la pena ser retomado.

Y así, muchas de las grandes ciudades del Imperio Irongrad terminarían convertidas en vivienda de animales salvajes o cosas peores.

Desde que La Perdida del Saber cayó sobre los Bastemis, muchas de sus ciudades se vieron abandonadas cuando estos huyeron para los yermos salvajes, bestializados. No obstante, las ciudades y aldeas Bastemi no se verían sin residentes por mucho tiempo, volviéndose refugio de aquellos que escapaban del desierto de las cenizas, de autoridades de Mirtza o incluso aquellos que querían vivir en ciudadelas independientes de cualquier Imperio.

De cualquier manera, el Imperio Mirtza no tardó en expandir sus territorios de forma a controlar también las ciudades abandonadas de Akhan, y tras la llegada de Luzige, muchos Bastemi regresaron a sus antiguas ciudades en ruinas para, poco a poco, retomarlas.