Partida Rol por web

Poco después se incorporó Trántero, el padre de Berenice, a vuestra mesa. Encargasteis la comida al posadero y comisteis y bebisteis. Algunos hasta hartaros de una cosa y de otra, otros de forma frugal. Solucionasteis vuestros últimos asuntos en Velarburgo y os pusisteis en camino hacia el oeste, bosque a través.

Galatea encontró el Bosque de Velar extraño, funesto. Siempre había sido un bosque ominoso, plagado de monstruos merodeando en su niebla húmeda, medrando en la oscuridad que proporcionaba el dosel oscuro y denso que se formaba con las ramas de sus árboles antiguos y retorcidos. Ni los druidas habían podido convertirlo en algo armonioso, ni los Velarburgueses habían podido someterlo. Pero aquella tarde parecía especialmente oscuro y letal, como una bestia de fauces arbóreas. El suelo estaba blando y barroso y las hojas caídas durante el invierno formaban una alfombra pulposa, húmeda y putrefacta. Murciélagos-hueso y estirges hambrientas os observaban desde las alturas. Monstruos apenas intuidos olisqueaban vuestro rastro, y agitaban los arbustos a vuestro alrededor. El presagio de algo oscuro flotaba en el aire, como si los árboles cubiertos de musgo acabaran de regresar de una metafórica tumba.

Vuestra llegada a la arboleda del Círculo de los Cedros vino presagiada por los luctuosos aullidos de un lobo. La aflicción de la que estaba preñada aquel sonido rompía el corazón. Áscalon parecía conmovido y comenzó a aullar del mismo modo, con auténtica tristeza. A Galatea se le puso el vello de punta.

Frente a vosotros se alzaba una estatua de madera broncínea que representaba a un hombre con una túnica que se apoyaba en un bastón de madera. Sobre su mano levantada se posaba un pájaro. La cabeza decapitada de la escultura se encontraba dos metros más allá.

Había dos senderos despejados de maleza. Uno se dirigía hacia el noreste, y es de donde provenía el aullido del lobo. El otro pasaba junto a la estatua y se internaba en lo que parecía un círculo de piedras, al sureste.

Estáis en el pin de Selûne.

Caminar por los senderos que marcan las flechas es sencillo. Podéis viajar a pie campo a través, pero se considera terreno difícil (excepto a Galatea, que tiene Zancada Forestal). Por supuesto, podéis volar por encima de los árboles sin penalizador alguno, pero la arboleda es demasiado tupida como para que veáis lo que hay debajo.

Te embargó el fuerte hedor a sangre, muerte y carroña. Y algo más: un olor extraño y desconcertante, dulce como un perfume, pero que te ponía los pelos de punta. El olor dulzón se volvía más fuerte hacia el sendero del sur, donde sabías que estaba el círculo de piedras sagrado de los druidas. El sendero del noreste, de donde proceden los aullidos del lobo, llevaba a un altar a Silvanus.

Galatea había tenido ya la sensación de sentirse como cuando captaba el olor de algo peligroso pero resultaba imposible localizarlo entre la niebla desde que había empezado todo aquello. Pero dicha sensación se había multiplicado por diez nada más pisar Velar, tanto literal como instintivamente.

Solía decirse que para poder pasar por Velar había que respetarlo, pues sólo podía hacerse sí él consideraba que lo hacías... pero la sensación que emanaba de la fronda en aquella ocasión era distinta. Algo iba terriblemente mal. Era como la diferencia entre cruzar por delante de una peligrosa bestia que te observa de forma intimidante o hacerlo delante de una que se eriza y gruñe como si fuera a saltar sobre ti en cualquier momento.

Acarició la cabeza y el cuello de Áscalon para confortarlo cuando este se puso a responder al aullido. Ella misma tuvo que llevarse disimuladamente una mano al rostro para ocultar sus dientes apretados cubriéndose la boca, como si simplemente estuviera pensando. Aquel sonido le transmitía tristeza a unos límites tan absurdos que por un momento no estuvo segura de tener la sensación de que le escocieran los ojos. 

El molesto pensamiento se evaporó cuando captó el hedor en el ambiente. Arrugó el gesto con desagrado y emitió un gruñido

—Huele a muerte—masculló—. A sangre, a... carroña.

Sintió una oleada de sudor frío seguida inmediatamente por una de calor agobiante al ver la estatua; no era una estatua vieja a la que le faltase la cabeza, siempre la había tenido, la había visto mil veces cuando venía de visita. Pero había sido destrozada.

Aquella estatua estaba en la misma arboleda del Círculo y había sido destrozada.

Sabía que llevaban seis semanas sin ver a los druidas, pero aquella visión la había inquietado más de lo que estaba dispuesta a admitir. Eso, y que lo que le transmitía su sentido del olfato no era precisamente tranquilizador. Volvió a ventear el aire instintivamente, buscando algo, cualquier cosa, y terminó mirando con desconfianza en dirección al círculo de piedras.

—Por ahí se va al círculo sagrado de los druidas. Hay un olor raro... —murmuró con la lentitud de alguien que está tratando de analizar algo y ponerlo en palabras a la vez—. Es dulzón, como un perfume. Pero me pone los pelos de punta.

Desvió la vista de nuevo hacia el camino del que procedían los aullidos.

—Y por ahí se va al altar de Silvanus—Aquel sonido empezaba a hacérsele insoportable, para ella era como escuchar los gritos de alguien llorando desconsoladamente y aun así estar ignorándolos. Aparte, ¡era el único rastro de vida audible! Sacudió la cabeza—. Necesito saber qué le pasa.

Donde Kora solía sentirse a gusto era en los pueblos y ciudades, rodeada de sus gentes. Fue entrar en el bosque y su ánimo poco a poco fue decayendo. No entendía cómo podía haber gente que prefiriera vivir en aquel lugar incómodo e inhóspito. La joven iba sobre su caballo y  miraba hacia los altos y viejos árboles mientras intentaba hilar las letras de una nueva canción. Pero sólo le salían palabras funestas y de terror. No tardó en desistir de su labor y centrarse en el nuevamente camino que estaban siguiendo.

Cuando llegaron al círculo las palabras de Galatea encogieron el corazón de la joven bardo. Se bajó del caballo y miró en la dirección de la que venía aquel aullido. Áscalon también había empezado a aullar y Kora sintió como se le ponía el vello de punta. Acarició a Aurum en el cuello y le susurró unas palabras tranquilizadoras que más eran para ella que para el animal. - Tranquilo... No te asustes... -

La joven no tenía los sentidos de Galatea, pero era consciente de que allí había pasado algo muy gordo. La estatua sin cabeza, aquel aullido tan triste, que desgarraba por dentro... Un estremecimiento recorrió su espalda y se volvió a mirar a la elfa. - Vamos a verlo... -

Tal vez para Galatea, que tenía sentidos superiores a los de una mujer humana, y había pasado décadas viviendo en sintonía con la tierra como solo un druida era capaz, el bosque presentaba un aspecto innatural. Para Rya era el mismo Bosque de Velar de siempre. Un lugar siniestro, ominoso, que movía a la suspicacia y la cautela.

Ni siquiera los desgraciados aullidos la conmovieron. La reacción de Áscalon y Galatea fue el único indicio de que no era el normal lamento de un lobo. Sésperis, empero, sí se estremeció entre sus piernas, aunque lo hizo de forma casi imperceptible.

Escuchó con preocupación lo que su amiga tenía que decir. Con el Círculo tan cerca, temía que hubiese sucedido lo peor que podían imaginar.

Te seguimos, respondió.

Berenice quería irse del bosque. Sabía cuando no era bien recibida, la sensación que experimentaba allí era como la que había sentido en Velarburgo, pero mucho más intensa. Al final, sin poder soportarlo, echó a volar con la excusa de sobrevolar la zona y averiguar algo de interés. Pero no veía nada. Sin embargo, agradeció el descanso al estar fuera del bosque.

Los recuerdos de la última visita a un bosque como el Cormanthor todavía le duraban, y las sensaciones que recordaban eran igual de duras y deprimentes que cuando regresó de aquel espacio extradimensional. Intentó no darle demasiadas vueltas a la cabeza, cuando se pudo tranquilizar y respirar aire fresco, se frotó las mejillas y regresó con los demás.

-Sí, tú dinos por dónde tenemos que ir, me encargaré de protegernos.

Seguisteis a Galatea por el sendero del este. Pronto se abrió a un claro despejado de maleza en el que había una estatua. Estaba tallada en piedra, y representaba a un hombre con cuernos de antílope¹. Llevaba una capa de piel, tan hirsuta que el escultor la habían representado con una textura parecida a la corteza de un árbol. Parte de la estatua estaba ennegrecida, como si hubieran arrojado fuego sobre ella, y estaba cubierta por completo por sangre, heces y malignas inscripciones².

El lobo que habíais oído aullaba desgarradoramente al altar, pero al fin le llegó vuestro olor porque se dejó de aullar súbitamente y se dio la vuelta para miraros. Desvió la vista de forma casi inmediata, levantó una pata y empezó a lamerse rápida y nerviosamente el hocico.

1: una tirada de Saber (Religión) CD 20 reconoce esta estatua como representación de El Hombre Cornudo, uno de los avatares con los que Silvanus aparece en su forma física.

2: podéis hacer una tirada de Conocimiento de conjuros CD 20 para conocer su propósito.

Si veis algún error u omisión comunicádmelo.

Áscalon: 45/45 (Convicción 2 horas)

Berenice: 45/45 (Convicción 2 horas)

Galatea: 55/55 (Convicción 2 horas)

Kora: 56/56 (Convicción 2 horas)

Rya: 67/67 temporales 12/12 (Armadura luminosa 18 horas, Círculo de protección contra el mal 2 horas, Convicción 2 horas, Falsa vida 9 horas,

Savinian: 49/49 (Armadura de mago 16 horas, Convicción 2 horas)

Sésperis: 45/45 (Convicción 2 horas)

-Esta es una representación de Silvanus en su forma física -comentó, señalando lo obvio-. Uno de sus avatares. ¿Quién le ha podido hacer esto?

Intentó leer las malignas inscripciones que habían pintado encima, pero no pudo entender absolutamente nada.

-No sé lo que pone ahí.

Miró al lobo, ese era tema de Galea, no confiaba en querer curarle y que le diera un mordisco.

Galatea era una hija de Selûne, pero también era druida y respetaba profundamente su unión con el Padre Roble. Al contemplar aquello la invadió una oleada mezcla de tristeza e ira, y apretó los puños con tanta fuerza que se le pusieron los nudillos blancos y los brazos le temblaron.

Ella tampoco identificaba las escrituras pero de lo que sí estaba segura era de que aquello era intolerable, un despropósito, un completo insulto. Sin embargo, la ira se aplacó al ver la reacción nerviosa del lobo. Se agachó para ser menos alta y ofreció el dorso de una mano hacia abajo para que la oliera si quería.

—Tranquilo, somos amigos del Círculo... ¿Estás bien?—dijo como si estuviera hablando con otra persona—. ¿Por qué estás solo?

Probablemente ni él la había olido a ella, ni ella a él debido a la presencia de tantos olores fuertes. Pero un lobo sin manada era extraño... ¿había tenido que huir por alguna razón? ¿o era el compañero de algún miembro del Círculo? Áscalon movió suavemente la cola al ver a un congénere, avanzó un poco y se sentó junto a Galatea.

—¿Sabes qué ha pasado aquí o dónde están los druidas?

Kora también se acercó a la estatua y su ceño se arrugó al ver lo que le habían hecho. Durante un instante se quedó en silencio, contemplando aquellas inscripciones. Sus labios se apretaron en una fina línea y su mirada recorrió toda la estatua antes de volverse a mirar a Berenice. 

- Han lanzado un conjuro de desacralizar, convirtiendo en profano toda esta zona... - Se volvió para mirar también a Rya y a Galatea. - Para restaurar el altar se necesitarían unos diez frascos de agua bendita para limpiarlo bien, y después harían falta dos conjuros de sacralizar - . Un escalofrío recorrió su espalda y volvió a fijar su mirada en la estatua. - ¿Qué habrá pasado con los druidas...? - Preguntó en un susurro, más hablando consigo misma que haciendo la pregunta a sus compañeros. 

El altar, empero, perturbó a Rya profundamente. La maldad que rezumaba era tan densa que tenía la sensación de que, desde donde se había detenido, a varios metros de la estatua, si extendía una mano podría tocarla. Y que tocarla no solo sería repugnante, sino que le dejaría una mancha indeleble en el alma.

Una demostración de poder, aventuró, de dominio. Era una violación. Arrebatar lo más íntimo y recrearse en el dolor y la impotencia de la víctima.

La sospecha de que habían llegado demasiado tarde se hizo fuerte en su mente. No quería pensar en el momento en que se dirigieran hacia el Círculo, pues temía que no encontrarían a nadie con vida.

El lobo volvió a aullar, pero esta vez no era un gemido de dolor y luto, sino una suerte de explicación. Te explicó que estaba solo porque su amigo Dravin había muerto. No le dolía el cuerpo pero sí el corazón. Sin él en el mundo a veces le daban ganas de tumbarse y morirse. El animal estaba tan triste por la muerte de su amigo que es apenas de articular la respuesta a tu última pregunta: muertos, pero después no. Olor dulce, peligro.

El lobo aulló suavemente en dirección a Galatea, y añadió una serie de gañidos alternados entre cortos y más largos, pero esta vez no eran gemidos de dolor y luto, casi parecía que estuviera "explicando" algo.

La druida apretaba los dientes con impotencia. Quería consolar a aquel animal pues entendía su dolor mejor que nadie pero si parecía no querer estar cerca en aquel momento, tampoco lo quería forzar. No obstante, conforme el lobo emitía sonidos, los latidos de su corazón se aceleraban y tubo que volver a taparse la boca con la mano.

«No... »

Cerró los ojos con fuerza para que no empezaran a escocerle de nuevo, sintiendo un estremecimiento espantoso, un escalofrío horrible. Por un momento volvió a ser una niña en medio del caos y la muerte, indefensa, aterrada de no saber qué había pasado con la única familia que tenía. 

«¡No, no, no, no, no!»

Áscalon emitió un lloro y empezó a hociquearle un brazo ansiosamente. Aquello la trajo de nuevo al presente donde se clavó los dedos en la mandíbula, haciendo un esfuerzo colosal por mantener todo aquello bajo control. Acarició a su compañero con el brazo que le estaba empujando, rodeándole el cuello, o apoyándose en él, no lo tenía claro. Y tuvo que soltar un profundo suspiro antes de poder encontrar su propia voz.

—No está herido, lo que le duele es el corazón porque su amigo Dravin ha muerto—silabeó con un temblor de ira ribeteando las palabras—. Dice que el olor dulce es peligro. Y que todos...

Aquello no podía ser real. No la misma pesadilla de nuevo. ¿Cómo demonios había sucedido aquello? ¿Cómo todo un Círculo lleno de druidas había sido arrasado de semejante manera? Se sentía de pronto terriblemente culpable. Tendría que haber visitado más a menudo a su hermana, tendría que haber sido más rápida reuniendo a los demás, tendría... ¡Tenía que quedar alguien!

— ...que "están todos muertos pero después no".

Apretó todavía más la mano en torno a su propia mandíbula y tragó saliva. Le había costado demasiado poner aquello en palabras porque implicaba algo tan abominable para ella y para cualquier druida que deseaba con cada fibra de su ser que no fuera verdad. Deseaba que su intuición se equivocase por una vez.

—No te rindas—le dijo al lobo—. Estoy segura de que a Dravin no le habría gustado verte así. 

Apartó finalmente la mano para apoyarla en el suelo, aferrado un puñado de hierba en el proceso.

—¿Sabes quién ha hecho todo esto? ¿Sabes cómo pasó o dónde fueron? No permitiré que queden impunes.

El lobo gimoteó. Te dijo que su amigo Dravin estaba se había enterado de que varios druidas habían muerto. Los habían matado de uno en uno. Se dirigían a ir a este lugar porque la manada es más fuerte cuando está junta, pero les atacaron antes de que llegaran. Eran hombres con colmillos largos y fríos en las manos, pero había uno que olía a depredador. Él consiguió escapar del ataque pero su amigo Dravin no.

Cuando se recuperó de sus heridas y llegó hasta el lugar donde se reunía la manada, ya estaban todos muertos pero no.

El lobo volvió a gimotear y Galatea lo escuchó con la mandíbula tensa, aunque aquello no la libró de tragar saliva varias veces. Y aun así seguía sintiendo la garganta seca.

—Dice que su amigo Dravin se enteró de que varios druidas habían muerto. Los habían matado de uno en uno—tradujo a sus compañeros en cuanto el animal terminó de emitir sonidos—. Ambos se dirigían aquí porque la manada es más fuerte cuando está junta pero les atacaron antes de que pudieran llegar. Fueron atacados por hombres con colmillos largos y fríos en las manos pero uno de ellos olía a depredador.

¿Había personas normales metidas en aquello? ¿Habían encontrado aliados los malaritas? Los colmillos largos y fríos tenían que ser espadas o dagas, pero si sólo uno de los hombres olía a depredador...

—Él logró escapar pero Dravin no. Cuando se recuperó de sus heridas y consiguió llegar aquí ya estaban todos "muertos pero no".

Apretó de nuevo los dientes. Aquel concepto se le atragantaba en la garganta como una espina mal tragada. Eran demasiadas cosas bullendo en su cabeza como para ordenarlas todas a la vez, así que antes de hablar más prefirió consultar al resto.

—¿Algo... que queráis preguntarle?

Berenice anotó las declaraciones del lobo en su cuaderno. Cuando Galatea se volvió a ellos, la sacerdotisa se golpeó la cabeza con la pluma con la que escribía, pensando qué podía preguntarle.

-A lo mejor eso de que "están muertos pero no" se trate de... muertos vivientes. Quizá los mataron y los alzaron de nuevo de entre los muertos con nigromancia. Pero eso el pobre lobo no lo puede saber -murmuró apenada-. ¿Puedes preguntarle si sabe cuántos eran? Podrías preguntarle si entre los criminales vio el símbolo de Malar, una garra. Si olía a depredador, ¿tal vez era un licántropo? No sé, ¿puedes preguntarle por una cueva con un río por aquí cerca? No se me ocurre más. ¿Chicas? -se volvió a Rya y a Kora.

-estaban todos "muertos pero no"

Un escalofrío recorrió la espalda de Kora al escuchar a Galatea. La pregunta que se había formulado en voz alta parecía haber sido respondida... Muertos pero no... La joven se preguntaba lo mismo que Berenice. ¿Qué habría querido decir con aquello? ¿Les habrían levantado tras la muerte...? 

Durante un instante se quedó en silencio, escuchando las propuestas de Berenice. Asintió con un suave gesto de cabeza y se volvió a mirar a Galatea.

- ¿Puedes preguntarle si le suena haber escuchado el nombre de Vakennis...? - Propuso y una pequeña mueca se formó en sus labios. Quizás alguno de los atacantes la nombrara... 

¿Dravin? preguntó Rya. No parecía el nombre de un lobo. No el que un lobo daría a otro lobo, ¿no? ¿Era uno de los druidas del Círculo?

La hechicera sospechaba lo mismo que Berenice. “Muertos pero no” parecía referirse a criaturas no muertas. Un sacrilegio más, y una perversión para quienes estaban, en vida, tan unidos a la tierra. Otro peldaño de la escalera al infierno que habrían descendido los responsables de la profanación del altar.

Negó con la cabeza a la pregunta de Galatea y Berenice. No. Dejémosle tranquilo en su duelo.

—Sí, a esa conclusión ya había llegado yo, Bere—comentó Galatea con amargura—. Solo que intentaba no mencionarlo en voz alta de forma tan directa por aquello de que mi hermana vive en este Círculo y esas cosas...

No tenía sentido pedir tacto si no había así que no dijo nada más. No quería hablar. O no sabía si podía más bien, porque sentía la garganta encogida como si se le hubieran agarrotado las cuerdas vocales. No sabía hasta que punto podía seguir conteniendo todo lo que le inspiraba aquella pesadilla debajo de una fachada estoica sin que ésta se resquebrajase en pedazos.

—O un druida o un guardabosques, no habla de él como otro lobo, era su compañero... —trató de responder a Rya, pero se le fue la voz y terminó sacudiendo la cabeza—. Es igual. Tienes razón, dejémoslo tranquilo.

Se volvió de nuevo hacia el lobo. Era curioso como aquella criatura era el único espíritu afín presente que podía entender cómo se sentía en aquel momento y viceversa.

—Gracias por ayudarnos. Los que te arrebataron a tu compañero pagarán lo que han hecho—le dijo—. Pero tienes que ser fuerte por Dravin, no te rindas. Buscaremos más supervivientes como tú. Pienso devolver este lugar a la normalidad para que la manada pueda volver a reunirse, y recordar a los compañeros caídos.

Se puso en pie de nuevo sacudiéndose las rodillas. Sabía que era un tiro al aire, era dolorosamente consciente de ello, pero en aquel momento necesitaba pensar que el lobo no había sido el único superviviente.

—Reconocer un nombre sin cara o un símbolo en la ropa son conceptos demasiado complicados para él—explicó a sus compañeros el motivo de que no hubiera traducido aquello—. Y cavernas surcadas por arroyos hay por todo el valle desde que se hundió el río. Tampoco nos ayuda mucho eso. 

»No sé si quiero ver lo que sea que nos espera en el círculo de piedras... Pero supongo que no tenemos otra. Eso sí, recordad que ha dicho que el olor dulzón es peligro así que no bajéis la guardia.

«Lo siento... » se escuchó pensar a si misma, como una niña que se disculpara con su abuelo por haber llegado tarde a casa cuando necesitaba que hubiese llegado antes para ayudarlo con algo «Arreglaré esto»

No podía dejar de mirar de soslayo la estatua ultrajada.