Partida Rol por web

Eran las más de la seis y media de la tarde y las sombras se alargaban sobre Harrowdale Town. La ciudad se encontraba, por órdenes de los Siete Burgueses, en toque de queda. Sus calles estaban desiertas, a excepción de las patrullas de la guardia en estado de alerta. A muy pocas personas les estaba permitido salir de sus casas y moverse por la ciudad. Aventureros como vosotros, que pudieran ayudar en el ataque inminente, o ciudadanos cuyo poder individual pudiera decantar la batalla.

Ellarian Dawnhorn, una elfa lunar que comandaba la guardia de la ciudad, estaba al tanto de la llegada de Galatea, Mara y Savinian. Berenice había enviado al familiar del drow, un búho llamado Oswald, a que le advirtiera de la situación y para citarles a todos en el reservado que habían alquilado en la Lluvia de Estrellas.

El club de aventureros, cuya fama se extendía fuera de las fronteras del Valle hasta Cormyr y Sembia y más allá del Estrecho del Dragón, tenía el mismo aspecto que el conjunto de caserones viejos y lujosos que fue antaño. Seguían en pie, pero estaban unidos por un gran salón de celebraciones, construido en el lugar en que estaban los antiguos patios, cuadras, cocheras y callejones de la manzana. Al atravesar la Puerta Grandiosa, el rimbombante nombre que tenía el acceso principal al edificio, os encontrasteis la sala común, que estaba inusualmente silenciosa y vacía a aquellas horas de la tarde. Aquellos aventureros que estaban en disposición de pelear habían sido reclutados para defender la ciudad por Sheera Gondenleaf, una de los Siete Burgueses y dueña de uno de los más célebres establos en muchas millas a la redonda.

Savinian saludó a la actual propietaria del club, que también era drow, y os guio hasta un reservado en el Ala de Descanso, la única zona de la Lluvia de Estrellas donde no estaba permitido armar jaleo. Se trataba de una habitación rectangular de piedra en cuyo centro había una chimenea de piedra. Las paredes se antojaban tan vacías como frío estaba el hogar. Había una alargada mesa de nogal con media docena de sillas de alto respaldo sobre una alfombra de vivo color carmín. Al fondo había una puerta que daba a una habitación con otras tantas camas hechas.

Era el momento de ponerse al día con los nuevos descubrimientos, y pensar qué hacer a continuación.

Todavía no habían llegado el resto de los Escudos cuando Rya salió de la Casa de Mystra. Caminó hasta la casa familiar con paso ágil, como si aquel día no hubiera comenzado con una masacre en los túneles de Colina Aullante, y le hubieran seguido una tensa escolta a través del Bosque de Velar, un apresurado vuelo a la ciudad, la reunión con los burgueses y la visita a Llewan. Tenía mucho en qué pensar, pero mantenía la mente en estado de claridad. Estaba en Harrowdale Town, y la solución de la más urgente de las crisis que acechaban estaba al alcance de sus manos. No había miedos lejano que la distrajeran.

Encontró a Sésperis dormitando fuera del vallado. Decidió no ir más allá; hubiera querido ver de nuevo a Morann, pero no quería cargarla a ella, ni a los miembros de su familia que no estuviesen navegando el Mar de las Estrellas Fugaces, con problemas que no estaba en su mano solventar. Cuando regresase, lo haría victoriosa y celebrante.

De vuelta a la ciudad, ya bien entrada la tarde, se encontró con sus amigos. Las calles vacías eran ominosas, y se apresuraron, casi sin palabras, hacia el reservado de la Lluvia de Estrellas que había pagado Savinian. El escenario de la reunión que había precedido los acontecimientos que se cernían sobre ellos y el Valle.

Dejamos a los supervivientes de Colina Aullante con las doncellas del Calvero. Los mantendrán a salvo, cuanto menos. ¿Cómo os ha ido por Velarburgo?

En la sala desnuda, Rya observaba un vaso de vino tinto con los brazos cruzados. Antes de beber, rompió el silencio.

Los Burgueses recibieron el recado de la Madre Segadora, dijo, mirando a Galatea. La ciudad estaba así cuando llegamos; creía que los guardias de Ellarian nos iban a recibir a flechazos.

La única razón por la que no habían recibido a los recién llegados con las ballestas amartilladas era que sabían que venían.

Están al tanto de las desapariciones de aventureros, dijo, mirando esa vez a Savinian. La burguesa Goldenleaf nos ha dicho que hace días que no tienen noticias de las Mantícoras de Arabel. Pero eso es un problema para otro día, ¿eh? Y no es el único, por cierto. Alguien ha atacado a Elminster en su torre. No han podido con él, por supuesto, pero los amigos de Morann en el Valle de la Sombra le han dicho que la torre está en ruinas.

Rya bebió un trago de vino para dejarles procesar las noticias antes de dirigirse al asunto que los había traído a la ciudad.

Los Burgueses no han podido ayudarnos. Han cerrado la ciudad y establecido toque de queda por precaución, y nos dan vía libre para investigar. ¿Tenéis alguna idea? Lo único en lo que he podido pensar son los forasteros que iban con Culdur y Dubrin el otro día. Savi dijo que le daban mala espina, y nos fiamos de él, ¿no?

De ser otra persona, probablemente Galatea habría roto algo de un puñetazo nada más salir de Velarburgo. Y no sería por falta de ganas porque pocas veces se había sentido tan impotente... y la frustración venía de la mano así que en lugar de romper un trozo de la valla en la salida de Velarburgo se limitó a soltar una colorida maldición en élfico seguida de un largo suspiro para intentar traer de nuevo la paz interior. Y sin mediar más palabra inició la travesía.

Había dedicado el viaje entero a darle vueltas a lo que tenían entre manos y la preocupaba la idea de no saber si podría ayudar en condiciones en una situación así. La sola perspectiva le resultaba bastante angustiosa. Harrowdale se presentó con un aspecto totalmente abandonado. Nunca le habían gustado las aglomeraciones de las ciudades pero aquella quietud era siniestra.

Al menos el volver a ver a sus amigos le dio algo de color a la estampa. Una vez en la Lluvia de Estrellas, escuchó lo que Rya tenía que decir, y la alivió en cierto modo que el mensaje de Yvonna hubiera llegado pronto... y que hubiera hecho énfasis en mencionar que sus amigos llegaban para que no les cosieran a flechazos. Todo fuera dicho.

Sin embargo, hubo algo que sí la hizo arquear las cejas.

—¿Elminster?—repitió—. ¿Aquellos orcos que buscaban raptar "cualquier mago" se han venido arriba o qué demonios pasa últimamente en el valle?

Había que ser increíblemente estúpido o increíblemente poderoso para pretender levantar la mano contra aquel mago en concreto. ¿Aunque qué demonios habría empleado nadie para dejar la torre en ruinas? ¿Catapultas? Definitivamente el surrealismo aumentaba por momentos.

Manoteó el aire para volver al tema y responder a la pregunta.

—La Madre Segadora enviará un mensajero en dirección a Lanfroe, Roble Muerto y Velar. Hará todo lo que esté en su mano para proteger Velarburgo y la campiña que... no será mucho si nosotros no hacemos nuestra parte. Pero es la mujer más incombustible que conozco, no dejará que la desesperación la derrote—dijo. Aunque hizo una pausa. Realmente no quería hablar de aquella parte porque sabía lo que podía venir detrás, pero aquello podría suponer privarse de ideas así que cogió aire y cuando siguió hablando el tono de su voz sonaba algo más seco—. Y también encontramos al imbécil de Aedelwulf tomándose una cervecita. Ya sabes, lo típico que haces después de masacrar a un montón de gente la cual te importa una...

Tenía las manos apoyadas sobre la mesa y cerró los puños en ese monento, aunque no se dio cuenta de que estaba empleando demasiada fuerza hasta que notó que se comenzaba a hacer daño con las uñas. No podía evitar que se le revolvieran las tripas tan solo con recordarlo. 

—Por desgracia no podíamos simplemente retorcerle el pescuezo en medio de un lugar público sin esas pruebas que tanto les gustan a las leyes de las ciudades. Y tampoco perder más tiempo así que hicimos que los Jinetes de Velarburgo le tengan un ojo encima. Aunque en teoría debería interesarle mantener el perfil bajo o no podrá seguir escondiéndose detrás de esos lugares públicos.

Sacudió la mano en el aire como quien disipa una molesta nube de humo imaginaria.

—Pero volviendo al... tema que nos ocupa. No sé exactamente a qué te refieres con que los Burgueses no han podido ayudar pero tampoco está mal lo de que tengamos vía libre para investigar con la ciudad cerrada—se cruzó de brazos con un suspiro—. Aunque preferiría no separarnos. En fin, ¿sabéis dónde viven los payasos locales esos de Culdur y Dubrin? Tú idea parece un sitio tan bueno como cualquier otro para empezar, Rya. 

Mara asintió con aprobación a lo que oía. Saber que Caden y los demás habían sido recibidos y estarían protegidos era todo un alivio. Y parecía que después del viaje no había estado cruzadas de brazos esperándolas. Ya habían hablado con los líderes de la ciudad, recogido información y tenían un plan de actuación. Que fuesen tan competentes eran buenas noticias. Y en cuanto a buenas noticias no había mucho más. Más bien al contrario. Que los aventureros estuvieran desapareciendo ya era mala señal, pero con todos los ataques y peligros de una y otra clase, no le sorprendía. Pero alguien que se atraviese a ir a por Elminster y destruyese su torre, incluso si no lo hubiera conseguido matarlo a él, tenía que ser alguien poderoso.

Pero aunque todas esas cosas eran preocupantes, no podían ocuparse de ellas ahora. Una cosa después de otra. Si es que sobrevivían a lo que tenían entre manos.

-De eses Culdur y Dubrin y los que iban con ellos sólo sé lo que me habéis contado*, así que vosotros los reconoceréis mejor que yo. Pero puedo acompañaros para cubriros las espaldas si surgen problemas. Quizás podemos hacer circular sus descripciones entre las patrullas, si no lo habéis hecho ya, y ver si los guardas de las puertas o en alguna de las tabernas se acuerdan de alguien como ellos. Aparte de eso, quizás Galatea y Áscalon, o yo misma, podamos encontrar algún rastro de los licántropos por el olfato.

Había dejado que Galatea fuera la que contara lo que había ocurrido en el pueblo. Ella era la que conocía a su grupo, y a Berenice, y quien mejor sabría como dar esas noticias. Lo cierto es que algo le  habían contado sobre la relación entre Berenice y Aedewulf cuando la habían puesto al día de lo que había pasado, aunque no es que lo comprendiera del todo. Mucho menos después de conocer a Wulfy en persona.

Berenice había salido del templo en estado de shock y así llegó al reservado de la Lluvia de estrellas, en estado medio catatónico. Se había dado un baño para limpiarse la sangre y la mugre, se había tomado un té en las cocinas para aliviar dolores y sentirse reconfortada, y se había cambiado la túnica. La armadura seguía llena de pegotes, poco podía hacer por ella hasta que no tuviera más tiempo para sacarle lustre. Nada deso había calmado su desasosiego. 

Saludó de forma mecánica a las demás, como si no hubiese quedado con ellas, como si no las viese, como si ellas no se hubiesen pegado la paliza desde Velarburgo para llegar a tiempo. Fue la mención de Aedelwulf lo que hizo que cayese de la silla y no de forma metafórica.

-¿Qué dices? ¿Aedelwulf estaba Velarburgo? -gimoteó, a punto de que le diera un ataque de ansiedad. No podía con tanta tensión encima-. Mi padre también esta allí. ¿Están seguros? ¿Hay toque de queda como en Harrowdale o no? ¿Qué medidas han tomado para el posible ataque?

Abrió y cerró los puños con mucho nerviosismo encima y muy poca paciencia. El agotamiento mental y físico seguía causando estragos en ella. Se sentía demasiado afectada por todo.

-Tengo que contaros algo pero no sé hasta qué punto es concluyente. Ni yo misma lo sé. Hemos preguntado al Arpa Cantora sobre el inminente ataque de Vakennis y ha respondido con una canción. Dice algo así como... -carraspeó y después abrió su cuaderno de sueños para recitar la letra. 

Si te dijera amor mío,
que temo a la madrugada.
No sé qué estrellas son éstas
que hieren como amenazas
ni sé qué sangra la luna
al filo de su guadaña.

Presiento que tras la noche
vendrá la noche más larga.
Quiero que no me abandones
amor mío, al alba.

Los hijos que no tuvimos
se esconden en las cloacas.
Comen las últimas flores
Parece que adivinaran
que el día que se avecina
viene con hambre atrasada.

Miles de buitres callados
van extendiendo sus alas.
¿No te destroza, amor mío
esta silenciosa danza?
Maldito baile de muertos
polvo de la mañana.

Cerró el librito y se sorbió la nariz, emocionada por la letra.

-La letra me parecía amorosa en un primer momento, pero después no hablaba de eso. Me daba la sensación de que algo terrible pasaría al amanecer, como si dos amantes se fuesen a separar, como si uno de ellos se marchase para no volver; como si uno estuviese preso y a la mañana siguiente fuesen a ejecutarlo. Ni siquiera sé cómo interpretarla, ¿y si el Arpa nos ha dicho que al amanecer sucederá el ataque?

Se frotó la cara con las manos.

-No sirvo para nada, ni siquiera sé interpretar las señales de Selûne o de Oghma -sollozó, impotente.

A que no han descubierto nada más. Todo lo que saben es lo que les hemos contado, respondió Rya. Si hay pelea en las calles, los guardias de Ellarian estarán allí, y supongo que también algunos aventureros que andaban por aquí.

Aedelwulf bebiendo cerveza en Velarburgo. Se hubiera echado a reír en circunstancias de menor gravedad. Podían haberlo buscado durante decanas por el bosque sin suerte, mientras el maldito licántropo se emborrachaba en la ciudad.

Sabemos donde viven eso dos, dijo. Solo tenemos que ir a sus verles y mirarles para que se rasguen como una costura mal cosida. Pero no son más que matones de poca monta; a los que buscamos son a los forasteros de su pandilla que reconoció Savi.

Berenice no comprendía la canción de Oghma, y Rya tampoco. Por qué los dioses no otorgaban portentos evidentes. Ahí, id just ahí con armas de filo de plata, que hay doce licántropos natos con hambre.

Basta, Bere. Rya tomó a la celestial por los hombros. Todo había empezado con Aedelwulf, y tarde o temprano tendría que acabar con él. Pero hasta ese momento, necesitaban a su amiga entera. Guárdalo y conviértelo en justa ira para los que están haciendo el mal en el Valle.

—No, no es posible detectar a un licántropo por el olfato en forma humana—respondió Galatea a la cuestión implícita de Mara—. Y si lo fuese, seguramente llevarían algo encima que enmascarase el olor. 

El repentino aspaviento de Berenice cayéndose de la silla hizo que por unos segundos se la quedase mirando con un ojo más abierto que otro. Terminó por carraspear.

—Los jinetes van a tener la vista puesta sobre él, están al tanto de quien es—repitió—. Y piensa que sería muy estúpido por su parte hacer cualquier cosa y darnos la excusa que nos permita partirle la cara aun estando en un lugar público.

A ella era a la última persona que le había gustado largarse de allí sin antes romperle un hueso por cada druida o compañero animal que había matado y arrojarlo a una celda para que se pudriera en ella durante el resto de su miserable vida. Pero en aquel momento no había otra cosa que pudieran haber hecho sin poner en peligro algo mayor. Se lo había tenido que tragar.

—Si te sirve de algo, dudo que Kazok tenga nada que ver con que estuviera en Velarburgo—añadió—. No hay ningún malentendido oculto tras aquella huida en las cuevas. Por lo que él mismo dijo fue justo lo que parece: Es el tipo de escoria que mataría a su madre por dinero pero que se larga en cuanto ve un problema.

Agradeció interiormente que Rya pusiera su granito de arena. Ella se sentía demasiado furiosa con el malarita como para ser muy diplomática, le estaba costando lo suyo mantener la calma. Pero intentó quitarle algo de drama al asunto.

—Y no llores por lo que no tienes culpa, Bere. Lo raro sería que entendieras por completo semejante galimatías—suspiró. Estaba claro que hacía hincapié en el alba pero todo lo demás podía significar cualquier cosa sólo con lo que en aquel momento tenían—. Encontraremos el modo de solucionar esto, pero tienes que hacer un esfuerzo por hacer caso a Rya, ¿vale? Recuerda lo que te dije: Está bien tener miedo, el miedo te hace prudente, pero no permitas que te controle o no te dejará ver.

Miró a la paladina y señaló la puerta con la cabeza. Si sabía dónde vivían aquellos tipejos, no tenían tiempo que perder en sujetarlos por los tobillos y agitarlos hasta que cayera algo de información sobre los forasteros misteriosos.

Mara no dijo nada y dejó que los demás tratasen con Berenice. No es que la chica necesitara el consuelo de alguien que prácticamente sólo conocía de vista y que no entendía gran cosa de lo que había pasado. Algo había oído de su relación con el tal Aedewulf, y no es que el concepto de parejas que con el tiempo habían empezado a revelar sus peores facetas fuera algo extraño. Pero normalmente eso no incluía amnesia, amores extradimensionales y maldiciones.

Y tampoco es que a ella se le diera muy bien tranquilizar a la gente. Especialmente cuando no se sentía tan segura ella misma de dejar a aquel tipo en Velarburgo. Pero habían hecho todo lo posible por asegurarse de que no tenía ocasión de montar nada y les necesitaban más aquí. Aunque esperaba que Berenice tuviera razón en que había sido un buen hombre, y que aún tuviese algo de bueno dentro. Y no es que realmente esperase "bondad" de alguien que se dedicaba a asesinar por dinero. Sólo esperaba que no estuviese tan mal como para dedicarse a matar gente también cuando no le pagaban.

Terminasteis de hablar y os dirigisteis a la vivienda de Culdur para iniciar vuestras pesquisas. El pescador vivía en un edificio de varias plantas, compartido como era la costumbre con varias familias. Cuando llamasteis a la puerta de su casa, descorrió la mirilla. Ni qué decir tiene que no le gustó ver el careto de Rya, y menos aún que se hubiera traído a sus amigotes.

—¿Qué queréis? —preguntó, con desafío en la voz—. ¡Largaos!

Justa ira. A Berenice eso no le gustaba, no le gustaba la violencia y no le gustaba tener que dar palizas a gente mala porque no entendía otro lenguaje. Hipó mientras asentía hacia Rya y se enguajó las lágrimas. Ni siquiera había dado rienda suelta a toda la frustración que llevaba encima. Quizá era solo frustración imaginaria, en su cabeza bullían los problemas y no podía encontrar solución a nada. Pero ella no era la única que tenía que hallar solución, estaba todo el grupo de los Escudos.

La frase de Galatea solo produjo más dolor en Berenice, pero decidió callar porque de nada servía decir en voz alta que Aedelwulf era un buen hombre cuando las evidencias eran tan claras y manifiestas. Había asesinado a los druidas del Círculo, era un matón a sueldo y estaba haciendo estragos en Velar. Era demasiado triste para ponerse a pensar en aquello. Sorbió la nariz de forma ruidosa y juntó las manos para elevar una plegaria silenciosa a Selûne.

En estas horas tan oscuras, necesito tu ayuda más que nunca.

-Tiene que significar algo. Pero si no soy capaz de entender mis visiones o las profecías del Arpa, ¿qué clase de oráculo soy? Gracias por todo. Sois las mejores amigas que podría tener. Y amigo -añadió hacia Savinian con una sonrisa. 

Cuando dejaron el reservado, Berenice aún estaba sensible y le costaba caminar. Estaba agotada de una forma exagerada, con agujetas por toda la espalda y las piernas.

-Hola, Culdur -dijo Berenice con voz suave y una sonrisa amable. Lucía la túnica blanca con estrellas de plata, aunque la armadura que portaba estaba un poquito sucia. Recogió las alas para no asustar más al hombre-. Nos gustaría hablar contigo, sabemos que hay toque de queda, ¿podemos pasar?

Culdur no había sido amable con ella ni, peor aún, con Morann. Era una sabandija, y Rya lo hubiera apartado de la puerta de un empujón para abrirse paso. No era menos de lo que merecía, la situación era apremiante, y contaban con el beneplácito de las autoridades.

Empero, e quedó cruzada de brazos detrás de Berenice, forzándose a no decir nada para no echar abajo la amable propuesta de su amiga. La cara de pocos era más difícil de disimular, aunque no era muy diferente de la expresión severa que lucía de forma habitual.

Galatea se pellizcó el puente de la nariz. Allá iban una vez más a intentar ser amables con quien no les deseaba nada bueno, aunque igual el hartazgo que sentía se debiera a que había tenido suficiente aquel día de aguantar a completos cretinos.

—Mira, puedes hacer caso a la señorita, dejar que hablemos contigo por las buenas y ya está—suspiró intentando volver a armarse de paciencia—. O puedes seguir con esa actitud nefasta y darle una excusa a Rya para tirarte la puerta encima. ¿Podría ser lo primero, por favor?

No les sobraba el tiempo como para andar perdiéndolo.

Mara no acostumbraba a ser quien se ocupase de las negociaciones cuando trabajaba en equipo, y tampoco lo hizo aquí. Su contribución solía estar en la presentación, apoyo, soporte técnico y buena disposición. Estar allí para tener aspecto de alguien que conocía las técnicas para romper brazos y tenía la disposición para hacerlo con pocos remordimientos, y dar así apoyo a los argumentos de que era mejor ser todos amigos.

Se colocó detrás de los demás con el ceño fruncido mirando a la puerta desde la que les hablaba el tal Culdur, apoyada con un brazo en la pared y otro en la cadera, aprovechando para flexionar los músculos y que la espada que llevaba al cinto estuviera bien visible.

—Ya estamos hablando —puntualizó Culdur desde la seguridad del otro lado de la puerta—. No veo por qué tengo que dejaros pasar. Y no podéis ir por ahí tirando abajo las puertas de humildes trabajadores. Yo no he hecho nada. ¿Qué diablos queréis?

-Vaya, qué lástima -comentó Berenice, como si realmente sintiera profunda tristeza porque no la dejasen entrar-. Bueno, verás, es que el asunto a tratar es delicado. Sabemos que estuvisteis acosando a mi amiga Rya y a Morann, y eso esta muy, muy mal. Pero no hemos venido a tomar venganza, a pesar de que lo merecéis. Nos interesa saber con quién os juntasteis para eso. Es decir, ¿quiénes eran las personas que estaban con vosotros? Porque eran forasteros de Harrowdale. Y a lo mejor por tu culpa tenemos toque de queda.

Amplió su sonrisa angelical y celestial.

Pff, persuasión 11 T_T

No le voy a echar la puerta encima, se quejó Rya. Incluso sus amigas pensaban que era una bruta, sin duda porque peleaba con una clava inmensa, en lugar de usar espada como era costumbre entre paladines y caballeras.

No hay razón para deslizarle un cojín de plumas bajo las posaderas, Bere. Se le pasó por alto la amenaza velada de la celestial. Cuéntanos toda cosa que te venga a la sesera sobre tus amigos forasteros. Quiénes son, de dónde vienen, por dónde andan, con quiénes los has visto... Cualquiera cosa. Nos es relevante, no a nosotros, sino a todos en la ciudad.

Mara tamborileó con los dedos sobre la pared, impaciente porque empezaran a llegar respuestas de aquel tipo. Esperaba que Berenice hubiese interpretado mal todo el galimatías aquel del arpa. Esperaba que el ataque no fuera al amanecer, y tuvieran más tiempo. Pero no confiaba en ello, las horas que les quedaban no eran muchas, y necesitarían todo el posible para encontrarlos y detenerlos.

-Que conste que yo no tengo problemas éticos, morales o referente a buenos modales en echarle puertas encima a la gente- Aclaró Mara, levantando la mano-. Es decir, no es que lo haga todos los días. De vez en cuando. Si las circunstancias lo requieren. Por si es información relevante en algún momento.

«¿Y acostumbras a tener muchas conversaciones con una puerta en medio?»

No es que fuera muy difícil intuir por qué un "humilde trabajador que no había hecho nada" no quería abrir la puerta cuando alguien a quien había estado molestando se plantaba frente a ella. Pero mientras respondiera, por ella como si lo hacía a la pata coja.

Emitió un sonido rasposo al amortiguar una risita entre dientes cuando escuchó la protesta de Rya y le dio unas palmaditas en el brazo.

—Era una forma de hablar.

Lo cual no quitaba que no tenía nada que objetar a las condiciones de la información relevante de Mara. Rya ya había hecho el resumen importante así que no añadió más de momento.

—¡Pues que Shar te lleve, vieja bruja! —fue lo que le respondió Culdur a Mara.

Gruñó, y habló en murmullos con una voz femenina en el interior de la vivienda.

—¡Está bien, os diré dónde están! Aunque solo sea para que me dejéis a mí y a mi puerta en paz —dijo el pescador, de evidente mal humor—. Iraun y Kelsar tenían una habitación en la Taza Manchada. Maerhul, Lael y Jaorge Un-Ojo, duermen en un barco anclado en el puerto, llamado La Anguila. Quizá Dubrin sepa por dónde se mueven los demás.

»Ya os he dicho lo que sé. Ahora iros… ¡arpías!

Berenice exhaló un suspiro. No le gustaba la ente maleducada. Podías ser un villano y tener buenos modales, pero los que tenían malos modos eran los peores.

-Muy bien, gracias Culdur. No te preocupes, estás seguro en casa. No salgas -hizo una pausa y luego añadió-. Volveremos a rendir cuentas cuando todo esto haya terminado.

Cuando se apartaron de la casa, la celestial miró a las demás.

-¿Nos separamos para investigar o vamos todos juntos? Creo que investigar cualquiera de los dos grupos es igual de válido.