Partida Rol por web

- Asi es, maese - dijo Baldred inclinando levemente la cabeza y cruzando el brazo derecho por delante del pecho - mi intención nunca fue la de ofenderos. Ofrecí mi ayuda como me enseñó a hacer mi padre con los viajeros. Lo siento si entendió otra cosa. 

Puso después una mano sobre el hombro de Fosco, quién se mantenía erguido a su lado, no convenía seguir hurgando en la vejez del hombre, estaba claro que le molestaba. Le sonrió por debajo del casco. Era una criatura asombrosa, aquel hobbit. Llena de suspicacia y con una lengua mordaz y divertida. 

   Examinas los ropajes del anciano, pero no encuentras nada más que lo que has observado en tu primera impresión, lo único que sacas en claro es que a diferencia del manto, botas, túnica y sombrero con el que se protege de los rigores del camino, su ropa de debajo parece estar limpia. No le ves armas, salvo que cuentes como tal el bastón en el que se apoya.

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   El viejo mira a Fosco unos segundos con una mirada penetrante antes de responderle, murmurando más para sí que para el mediano. - Hobbits... nunca oí hablar de ellos. - Ignora su consulta cuando pregunta por su nombre y gira lentamente la cabeza hacia Allister primero y a Baldred, después.

   - La etiqueta es útil en los salones de los poderosos, tiene aún su utilidad en las tierras salvajes y yermas, desde luego, pero en el camino le será más útil una espada afilada y un brazo fuerte que su corazón.

   Acepto la ayuda, y a cambio, tendréis la mía, pero no te acostumbres joven Baldred, pues no suele ser lo habitual... -

   Mientras habla un fuerte viento empieza a levantarse aunque estaba todo en calma. El polvo del camino os hace entrecerrar los ojos y el aire levanta y hace ondear los ropajes del viejo, veis claramente, aquellos que no lo vieran antes, que tras el grueso manto gris y la túnica grisácea debajo viste ropajes de color blanco, limpios, sin rastro de polvo o barro.

   Y oís graznidos y aleteos.

   No sabéis de donde han salido, pero una bandada, una enorme bandada de grandes cuervos negros aletean alrededor vuestro, pero sin aproximaros a vosotros, en cambio rodean al anciano. Entre el griterío de los cuervos, el polvo levantado por el viento, las plumas de las grandes alas de los cuervos y el viento que os obliga a entrecerrar los ojos, no veis al anciano.

   Luego tan súbitamente como llegaron, desaparecen volando en todas direcciones con gran rapidez y se pierden entre árboles y colinas. Y el viento se calma.

    Y cuando se van viento y cuervos, veis que al anciano no está, ningún rastro de su presencia observáis en el lugar.

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   Reconoces a los grandes cuervos negros, son Crebain de las Tierras Brunas, también conocidas como Dunland, donde habitan los dunlendinos.

   Reconoces a los grandes cuervos negros, son Crebain de las Tierras Brunas, también conocidas como Dunland, donde habitan los montañeses, los dunlendinos.

   Reconoces a los pájaros, son los Crebain (cuyo singular es craban) cuervos negros que habitan en el Bosque de Fangorn y en las Tierras Brunas, hogar de los montañeses dunlendinos, llamados así por los hombres de Númenor, "tez morena". Los has visto en el aviar de Isengard, pues Saruman los usaba a menudo.

   Los pájaros, son Crebain (craban en singular) grandes cuervos negros que habitan tanto en el Bosque de Fangorn, como en las amplias regiones de las Tierras Brunas, hogar de los hombres que por su tez morena fueron llamados dunlendinos por la gente que llegó de Númenor. Saruman los ha usado a menudo, pues parece tener una afinidad especial con ellos. En ocasiones los ha enviado a buscar algo a las desoladas planicies montañosas de Dunland.

Dastar intentar mantener la vista en lo que está pasando, pero la tierra levantada por aquel viento repentino no lo permite. El anciano ha desaparecido y los cuervos también pero el les ha reconocido:

—¡Crebains¡ —grita mientras prepara su arco— esos cuervos son crebains, de las tierras de los dunlendinos. ¡Estén atentos! Alguien que proteja al mediano.

- Dastar, amigo - le tranquilizó con la mano - Algo me dice que esos cuervos no van a hacernos nada. - Baldred tenía una sonrisa en la cara, pero estaba igual de sorprendido que los demás. - ¿Era acaso un hechicero? He oído hablar de ellos, pero nunca había visto los efectos de la magia. 

 Al escuchar las palabras de Baldred, levanté la mano, antes de responder:

 - Yo si que he conocido a unos cuantos, y de hecho yo mismo soy un humilde practicante de las artes mágicas. Dastar tiene razón sobre la identidad y origen de los pájaros, pero no creo que, en principio, sean una amenaza. Creo más bien, al menos que me equivoque, que sea la manera que tiene el anciano de viajar de un sitio a otro. Él no pareció sorprendido ni asustado por la aparición de las aves.

Si esos animales no son peligrosos ni una amenaza no hay que hacerles caso. Es mejor dejarles tranquilos y nosotros sigamos a lo nuestro. 

Efectivamente, son Crebains de las Tierras Brunas. Territorio habitado por los hombres de las colinas... Son animales astutos y de buena vista... No se que relación tendrían con el anciano, pero por lo que he visto, le rodearon a el y después de todo, se dispersaron y el anciano ya no está a la vista...

En cualquier caso a aceptado la ayuda y a cambio ha dicho que nos ofrecia la suya... Todo un galimatías que no comprendo, si tenemos en cuenta que ya no está para ser ayudado, y que no alcanzo a comprender como podrá ayudarnos a nosotros con su propia ausencia.

Pero insisto, mejor seguir camino...

- Algo me dice que no ha sido un encuentro fortuito, y que alguien nos vigila. Quizás sepan de nuestra misión o quieran saber de ella.
Alguien sabe donde estamos ahora mismo, y sin saber sus intenciones lo mejor que podemos hacer es NO quedarnos aquí.

Sigamos el camino con los ojos bien abiertos y el paso ligero.

Mis ojos se abren como platos al ver aparecer la bandada de cuervos, que revolotean alrededor del anciano. Pero tengo que entrecerrarlos debido al viento que de repente se ha levantado y que me mete el polvo y la suciedad en los ojos. El tumulto que se ha formado en un momento es increíble. Me tengo que poner el brazo tapándome la cara y cuando todo parece amainar, el viejo ha desaparecido por arte de magia. Los demás identifican a los cuervos como Crebain de las Tierras Brunas, pero a mi me parecen simples cuervos. Lo extraordinario ha sido la forma de desaparecer del anciano, entre viento y plumas.

-"¡Siiiiii, uauuuuh! Parece que era un mago y nunca había visto uno. Ha sido increíble, a la vez que desconcertante. Digno para relatar en una posada ante un público exigente, ávido de buenas historias. ¿De verdad pensáis que quería algún mal contra nosotros? ¿O que nos estaba espiando? A mi no me ha parecido peligroso, pero sí es verdad que muchas veces las apariencias engañan. ¡Y encima me ha dicho que no sabía qué era un hobbit! ¡Habráse visto!" Dije maravillado.

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   El primer día de viaje transcurre sin más sobresaltos y la compañía se prepara para acampar. La noche transcurre plácida, pero durante la noche un rastreador trasgo observa en la lejanía el campamento y se escabulle sin ser visto... salvo por un cuervo.

   La compañía avanza el segundo día sin encontrar ningún ser vivo, exceptuando a los animales y se prepara para acampar. Mientras tanto el trasgo ha corrido sin descanso y a varias millas de distancia ha llegado donde está el resto de la partida de caza de los trasgos y orcos, mayormente algunos rastreadores y trasgos de las Montañas Nubladas dirigidos, o más bien azuzados, por un orco mayor. Un puñado de cuervos los examina en la lejanía mientras discuten entre ellos si atacar o no a la compañía.

   Mientras oscurece y la compañía monta el campamento, los orcos levantan el suyo, pero cuando están a punto de ponerse en camino se oyen murmullos cuando ven a un anciano plantado en medio del camino, que alza el bastón. Una ventolera se alza y negras nubes de tormenta se arremolinan con electricidad estática, los relámpagos golpean el bastón como atraídos y con un lento movimiento de la mano apunta a los orcos que observan espantados. Una serie de rayos en cadena golpean y carbonizan a los orcos que caen entre alaridos.

   Mientras tanto a gran distancia, Caleb y Baldred se preparan para las guardias y quien hará la primera cuando ambos ven en la oscuridad de la noche en la lejanía el resplandor de los relámpagos que caen sobre una pequeña loma.

   Mientras tanto Saruman sonríe para sí y camina entre los restos de los orcos que han caído bajo los múltiples rayos en cadena que les ha enviado, - eh aquí mi ayuda, jovencitos, ahora tengo cosas que hacer en otros lados, otros sitios... murmura para sí. Luego, se desvanece en la oscuridad dejando sólo un reflejo blanco antes de desparecer.

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   Tras este curioso encuentro, el resto del día transcurre sin novedad. Así como la noche, que transcurre plácida. A la mañana siguiente, emprendéis la segunda jornada de vuestro viaje. El viaje transcurre en silencio, sólo acompañado por el ocasional trino de los pájaros y el rumor de los arbustos de algún animal que se escabulle, posiblemente algún conejo, comadreja o similar, no llegáis a verlos. Ni rastro de los cuervos que visteis el día anterior, y para ser exactos, en el cielo no se observa ningún animal sobrevolando salvo quizás de vez en cuando alguno en la lejanía a lo suyo. No encontráis ningún rastro de vida (que no sea la animal y vegetal) ni de civilización.

   Si los cálculos de vuestro guía son correctos, para el día siguiente llegaréis en la tercera jornada llegaréis donde se unen los dos ríos. Una vez allí, debéis cruzar el río y decidir si seguís bordeando por la orilla sur el Celebrant o internaros en las tierras perdiendo de vista el río y el camino. El sol empieza ya a descender y el aire se vuelve más frío, es hora de montar el campamento, Aegon busca un lugar resguardado y os preparáis para descansar.

   El aire es frío, pero aún agradable, lleváis ropas gruesas y petates por lo que no es problema, si no hubiera monturas, el peso sería un problema, pero con los caballos podéis repartir el peso y viajar relativamente ligeros, claro que entre la carga y que algunos van a pie, viajáis como si todos fuerais andando. Después de cenar Caleb y Baldred se preparan para repartirse las guardias nocturnas, la noche es oscura como la boca de un lobo y no se ven las estrellas tapadas por negras nubes, pero no obstante, Dastar ha asegurado que no lloverá ni hoy ni mañana. Y hasta la fecha jamás se ha equivocado en el tiempo que va a hacer al día siguiente.  

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   Mientras preparáis las guardias, quien estará al cargo de que grupo de guardias y como organizar a los demás en la vigilia, ambos, tanto Caleb como Baldred, veis algo en la oscuridad de la noche.

   En la lejanía veis brillar algo, sobre una pequeña elevación, resplandores intermitentes pero... os da la impresión que están demasiado bajos para ser una tormenta y además, aunque tarda más el sonido en llegar, no oís truenos en la lejanía. Y aunque desde esta distancia os es imposible apreciarlos estáis casi seguro de que tampoco está lloviendo. Dastar tiene un don para estas cosas y hubiera presentido la lluvia tan cerca.

   Los pulsos luminosos lejanos duran sólo un rato, al cabo de varios segundos se interrumpen y ya no se ve ningún resplandor más. Os parece y estáis de acuerdo en ello, que estaba a varias millas de distancia. Podrías llegar a esa ubicación varias horas más tarde, posiblemente al atardecer o a punto de anochecer del día de mañana. Aunque posiblemente tengáis que desviaros del camino unos minutos para ver el sitio exacto, no lo sabréis con seguridad hasta que lleguéis allí. Fosco y Aegon de seguro que podrán hallar el sitio exacto.

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-Baldred, mañana al comenzar la jornada deberemos de avisar a los demás sobre esas extrañas luces.
No me da buena espina. Demasiados sucesos extraños, para solo llevar dos jornadas de camino.

Tendremos que extender las guardias, aunque mañana andemos algo cansados, pero mejor será asegurar que no hay movimientos cerca.
Magos solitarios y luces en la noche... parece que toda la condenada region sabe que estamos por aquí.

Podrían ser señales de algún campamento, algún sortilegio , o de alguna trampa para caminantes que buscan resguardo.
En fin mejor dejarlos dormir y avisarles cuando despierte.
Quédate con la ubicación al igual que hare yo.

Así nos aseguramos de no errar la dirección cuando amanezca.

- No creo que sea buena idea desviarse, pero informaremos, honorable Caleb. Seguramente no sea nada, y si lo es puede que queramos estar alejados y no cerca de ello - dijo Baldred poniéndose la mano en el pecho - Puede descansar, señor, yo haré lo que resta de guardia. Me encuentro fresco y creo que agradezco esta ligera brisa en el rostro. 

   La noche transcurre tranquila, silenciosa salvo cuando es interrumpida ocasionalmente por los ruidos de los pequeños animales nocturnos. Amanece y empezáis a levantar el campamento. Es el tercer día, estáis recogiendo los bártulos, desesperezándoos y desayunando.