Partida Rol por web

Esa noche transcurre sin más sobresaltos, y descansais bien recuperando algunas heridas. Está claro que Gina está deseando volver a su aldea, que además queda de camino hacia Suzail. ¿Que haréis al día siguiente?.

Es tu turno, y tu decisión.

(Sigue...)

Turno 38.

Después de comer, y ataviado con la espectacular capa de huargo, (que atrae no pocas miradas), atraviesas las populosas calles principales de la capital para reunirte con el líder de los Dragones Púrpuras, Szhavar. Tu cédula de aventurero firmada te permite el paso al interior del patio de armas, en el que puedes ver a un batallón haciendo maniobras y entrenándose bajo las rojizas luces de la tarde, siguiendo las instrucciones de lo que parece la oficial más grande y de voz más grave y penetrante que has visto jamás.

No te cuesta llegar hasta una de las puertas de acceso al castillo; la que usaste para llegar hasta el despacho del Gobernador la última vez. Sin embargo, un chambelán entrado en años, que muestra una dignificante barba gris y unos ojillos calculadores y muy poco dignos, te detiene acompañado de dos Dragones. Lo recuerdas de haberlo visto en la cola de cortesanos que querían acceder a Szhavar, y que tuvieron que esperar mientras se reunía con tu grupo.

"Vaya, cuanto lo siento", te dice el hombrecillo. "Me temo que no podrás ver al Gobernador. No está. Una urgencia en Arabel, algo relacionado con un dragón negro, le ha hecho ausentarse". Habla con un tonillo que no sabes si identificar como de superioridad, aunque lo que dice después te saca de dudas. "De todas formas, una sola audiencia debería bastar para un grupo de piojosos aventureros. No sé como a nadie se le puede ocurrir recurrir a salvajes vestidos con pieles, en lugar de a nuestras honorables fuerzas".

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"¿Te refieres a alguien como yo?", resuena detrás de tí.

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De repente sucede algo que no habías visto nunca; tanto el hombrecillo como los dos Dragones se arrodillan inmediatamente, cuando la mujer que estaba dando órdenes a las tropas se acerca haciendo resonar su imponente armadura. Te sorprende percibir que esta mujer, sea quien sea, parece todavía más curtida en las lides de la batalla que el mismísimo Szhavar. Cuando te estás planteando si arrodillarte o no hacerlo, la mujer vuelve a tomar la palabra con una seguridad de espanto.

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"No, bárbaro. No te arrodilles si pensbas hacerlo. Tú no eres mi súbdito", dice. "Por eso puedo estar segura de que no has tenido tiempo para ser sobornado como espía por algún noble menor demasiado interesado en los secretos", afirma mirando intencionadamente al tembloroso chambelán. "¡RETIRAOS!", dice con un aspaviento señalando a los tres hombres presentes.

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El carisma que despide esta mujer de impresionantes ojos blancos casi te hace retirarte a tí también, tal es la fuerza de su voluntad. Desde luego, los dos Dragones y el barbudo que te molestó desaparecen a velocidad de vértigo. Después, la joven, (porque te das cuenta de que no es mayor que tú), se permite una sonrisa de suficiencia.

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"Tengo un nombre muy largo", te dice mirándote casi a tu altura, "Pero puedes llamarme Alusair. Soy la Regente del Reino".

Te das cuenta de que esta es la oficial que estaba dando órdenes al batallón del patio de armas.

"Szhavar me habló de tu equipo, y de la misión que os encomendó. Me place conocerte en persona...", dice intentando hacer memoria, "¿Bronas?. ¿Cuales son las noticias sobre nuestra niña noble desaparecida?".

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Pasas unas horas en compañía de la Regente de Cormyr, algo sorprendido de que ningún guardaespaldas permanezca a su lado, cuidando su seguridad. Claro que, por una parte, el lugar está lleno de Dragones Púrpura, y por otro te das cuenta de que la regente podría convertirte cortarte en rodajas de mortadela en seis segundos.

Mientras charlais ella te muestra la plaza norte de los jardines, en los que te sorprende encontrar la vegetación típica de tu tierra. Puedes pasar la palma de tu mano por la rugosa superficie del tronco de un pino soldado, y disfrutar del olor del tomillo verde. Tú decides qué le cuentas de tí, y de tu pricipesca herencia.

En cuanto la avisas de la presencia de orcos, de dos palmadas hace aparecer a un mensajero que parte a toda prisa, con órdenes para que un buen número de Dragones arrasen la fortaleza. Unas horas después, sales de la ciudad hacia la Posada de la Puerta Nocturna con la sensación del deber bien hecho, y una nueva y poderosa aliada.

Comienza a anochecer cuando cruzas el portón, y entonces escuchas el crugir y el temblequear de una coraza, y una voz alarmada que, entre jadeos, se dirige a los guardias presentes. "Tra-traigo infor-ormacion para el co-comandante...".

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Turno 38.

Después de un emocionante periplo que incluye cabras, pastores, aldeanas pechugonas y viejos guías, el heroico Garius llega corriendo agitadamente hasta la puerta de la ciudad, avisando a los guardias que vigilan bajo el rastrillo mientras la luz comienza a desaparecer, dando paso a la oscuridad de la noche.

"Tra-traigo infor-ormacion para el co-comandante".

De repente, el elfo se sorprende al ver salir por el portón a un hombre enorme, que sin duda salvó su vida hace apenas unos días. ¡Bronas!.

Os dejo celebrar el feliz reencuentro; ¿qué es lo que haréis esta noche?. ¡Es vuestro turno, y vuestra decisión!.

(Sigue...)

 Bronas, ataviado con una gran capa blanca con la piel de la cabeza de un wargo como capucha, aparece entre la muchedumbre, sacando un par de palmos a la concurrencia. El chirrido de la coraza, pero sobretodo su tartamudeo, llama la atención del norteño.

- ¡Garius! Celebro ver sirvió de algo llevarme de paseo por las montañas a los wargos y los orcos.- Por lo menos él llegó.

 La mirada del Pielescarcha se posó sobre la sucia coraza, manchada por el camino, casi le cuesta la vida a su propietario el ir por las montañas con ella.

- Ya puedes tomarte un descanso, vengo de hablar con Obarskyr para alertarla de la presencia de los orcos, lo más probable es que esos orcos se reúnan con sus ancestros en breve. Ven, vayamos a tomar unas cervezas y brindemos por seguir vivos y de paso me cuentas tu viaje.

 El descendiente de los gigantes parece de muy buen humor tras esos días entre la espesura, y su blanca capa.

El cintarazo en la cabeza es doloroso, y de inmediato comienza a manar sangre de la herida , aunque por fortuna no es grave. Mucho mas dolorosas son las puyas incesantes de esa maldita mujer , que es la que realmente esta haciendo que me duela la cabeza . Al fin y al cabo parece que no he salido demasiado mal parado para haber cruzado entre varios enemigos.

Rápidamente alzo mis manos en una plegaria para intentar arrebatar al enano de las garras de la muerte.

 La copa le vendría bien a él mismo pensó el ilushkano, recordando el extraño encuentro con la regente de aquel reino de civilizados, como el tres veces maldito Soldeinvierno, o el chambalán mequetrefe al que se quedó mirando con sus gélidos ojos azules, recordando de nuevo para sí que tipejos como ese eran parte del coste de los avances de los que los sureños se vanagloriaban. Cuando llegó Alusair y vio como ese y sus guardaespaldas se arrodillaban. Bronas se giró para ver a la mujer ataviada como una guerrera. Se mantuvo erguido con su capa de piel blanca estudiando aquella mujer, por su porte y movimientos se veía a la legua que aquella armadura le era un atuendo tan habitual como las ropas, era una guerrera y una líder.

 Mantuvo la compostura ante la regente para no mofarse de aquella escoria que era aquel hombrecillo y su escolta. A pesar de que no tenía la menor intención de arrodillarse, como tampoco hiciera semanas atrás con el afeminado sacerdote de Waukeen, asistió con cierto asombro como la mujer despachaba al chambelán dejando bien claro lo que creía de él.

"Tengo un nombre muy largo", te dice mirándote casi a tu altura, "Pero puedes llamarme Alusair. Soy la Regente del Reino".

Te das cuenta de que esta es la oficial que estaba dando órdenes al batallón del patio de armas.

"Szhavar me habló de tu equipo, y de la misión que os encomendó. Me place conocerte en persona...", dice intentando hacer memoria, "¿Bronas? ¿Cuales son las noticias sobre nuestra niña noble desaparecida?".

  Cuando pronunció su nombre simplemente asintió no con cierto asombro más en su mirada. Si bien gran parte de sus vasallos eran tediosos y miserables, los gobernantes de aquel reino era gente capaz.

- Bronas de los Pielescarcha, hijo de Borateo, descendiente de Barokys el sometegigantes. Te saludo Alusair, regente de Cormyr.- Dijo golpeando con un gran puño su abultado pecho.- Traigo nuevas, pero no sobre la niña noble, sino de los asaltantes orcos que mataron aquel noble a las puertas de Puerta Nocturna.

 Levantó el saco que contenía la macabra prueba de la presencia de los orcos al noroeste de Suzail.

- Como ya hablamos con Szhavar, no todos somo hábiles en estos trabajos, tras visitar al padre de la niña, el grupo se dividió, unos cuantos decidieron buscara pistas por Suzail, mientras el resto partíamos para seguir el rastro de los incursores antes de que no se enfriara. Las noticias que os traigo es que tenéis a poco más de un día de viaje, a una partida de guerra orca emplazada entre las ruinas de una vieja fortaleza, con ellos hay lobos, ogros y wargos. Desde esa base partieron sus últimas incursiones. Estas son las pruebas de mis palabras.

 Dijo tendiendo el cuerno y el saco. Tras comprobar el contenido Alusair mandó una destacamento de Dragones Púrpuras para aniquilar a los molestos vecinos. Se mostró satisfecha y condujo al norteño hacia un jardín privado con la familiar flora del norte, pero por más grande que pudiera ser, no dejaba de ser un sitio pequeño, un montaje, una parodia de lo que era la vida en el norte. Pero aún así le gustó recordar el olor de los pinos cuando el sol del atardecer los calienta. En ese entorno más informal y próximo, ella preguntó sobre qué hacía un ilushkano tan al sur.

- Estoy poniéndome a prueba a los ojos de Tempus. El dios patrón de los Pielescarcha. Me enfrento a las pruebas que él me presenta para juzgar mi valía para ocupar el sitio de mi padre en el mando de los Pielescarcha. Hace meses que dejé atrás mi patria y voy aprendiendo las costumbres sureñas, de los peligros del mundo y de sus misterios. 

 Tras esas palabras miró a la joven mujer enfundada en metal, buscando en sus ojos cualquier reacción...

- Así lo dictan nuestras tradiciones, pero a parte de este hecho, confieso que me ha resultada una... interesante experiencia, aprendiendo de mis errores y de los demás. He visto en ti gran nobleza y convicción, Alusair, por como tratasteis a ese hombrecillo antes. Eso me motiva a exponerte el siguiente tema. Durante mis vagabundeos por Toril terminé perdido en las cordilleras al este de Cormyr, cruzando sus pasajes gélidos, encontrándome en sus parajes un maldito templo, Ark, un compañero devoto de Selune, nos contó que estaba erguido a un príncipe demonio, los caprichosos dioses hicieron que en aquel momento se cruzara en nuestro camino un noble cormyta, Sebastián Soldeinvierno. Quien nos contó que buscaba ese templo, y lo que aguardaba en su interior.

 El norteño hablaba de forma sincera y franca, con rudeza, pero él era así, un hijo del hielo del norte.

- Debo advertirle del peligro que ese ser representa para vuestra gente Alusair. Juntos decidimos investigar las entrañas de aquel templo maldito, cada cual tenía sus motivación, yo la de superar las pruebas de Tempus, Ark, expulsar el rastro del mal de la faz de Toril, Silbido fama y enriquecerse... pero Sebastián nos ocultó lo que sabía, aquel templo era también una prisión, en su interior está encarcelado un antiguo noble de Cormyr que temeroso de morir de viejo, pactó con el príncipe demonio la vida eterna a cambio de servirle. Un vampiro, aquel sureño, el conde Drago, vendió su alma y sacrificó a quien debió para recibir esa maldición.- La mirada clara y azul de Bronas adquirió una nota de cólera.- Aquel ser existe, allí lo vimos aprisionado por un hechizo. Y Soldeinvierno le hubiera liberado de no estar nosotros ahí para impedirlo. Cuando salimos del templo bajamos juntos hasta las tierras de Cormyr, le faltó tiempo a Soldeinvierno vendernos con mentiras a vuestros Dragones Púrpuras, diciendo que éramos bandidos. Nos apresaron y juzgaron. Pero Soldeinvierno, a pesar de las dudas del oficial de los Dragones Púrpuras, marchó. Temo que con el templo ya ubicado, haya regresado allí con algún otro grupo y la intención de liberar al vampiro para obtener sus deseos. Gente como esa es lo que da mal nombre a los sureños, víctimas de sus pasiones y egoísmo, de esa civilización que es poco más que un nido de sabandijas infectas que oprimen al siervo para levantarse por encima de él.

 Finalmente el bárbaro dejó que se plasmara en su rostro, en sus, ojos el desprecio que sentía por esas sanguijuelas.

- Estoy seguro que una regente de un basto reino como Cormyr tiene muchos asuntos que atender, pero te sugiero que no descuides este, Alusair. Esa criatura mezquina de Soldeinvierno es peligrosa.

Turno 39.

Los gritos de Banjeela llamando a la guardia resuenan por los callejones, y los atacantes se miran algo asustados ante el potente chorro de voz de la muchacha, especialmente cuando lanza un ataque de gran sonoridad, pero de escaso efecto. Sin embargo dominan el combate, y deciden quedarse para terminar el trabajo. Cuando llegue la guardia, piensan, ya estarán todos muertos.

El pirata que consiguió superar la defensa divina de Ark lo persigue en su periplo para sanar a su compañero enano, e intenta aprovechar la poca atención que el sacerdote le presta para alcanzarle. El tajo que recibe en el brazo le hace girarse y ver a Barundar y a Banjeela luchando, (esta intentando parecer desvalida y vulnerable para causarle remordimientos), salpicando sangre como un surtidor. Desgraciadamente no puede dedicar su tiempo a sentirse mal por Banjeela, porque el conjuro que estaba invocando se convierte en serpentinas de colores en su cerebro, y aturdido pierde la concentración, y la magia que estaba a punto de lanzar.

Mientras, quizás inconscientemente, la joven bardo presta su brazo para que uno de los piratas la hiera, (muy superficialmente), y poder quejarse después.

Barundar, por su parte, se defiende bien de sus dos atacantes, e incluso lanza un tajo bajo al pirata 1, (que se ha convertido en el pirata 4 porque me equivoqué en la primera tirada de este turno). El pirata estaba herido, así que cae haciendo un molinillo con una herida de hacha en el pecho.

(Sigue...)

Aún se plantea Banjeela si su subconsciente siguió con el plan trazado, y se dejó alcanzar por la cimitarra del pirata a posta. Por otro lado, lo de que le rasgaran la manga de su camisola favorita no le hacía ni pizca de gracia. De hecho eso le dolía más que el rasguño.

Aaaaay...-dijo a destiempo.

Miró a su contrincante con ojos lacrimosos contenidos, y unos pucheritos de estar a punto de estallar a llorar. Si aún conservara la mente fría, usaría esa pose fingida para tratar de despertar en aquel pirata algo de empatía. Quizás piedad. Pero no era fingida. No estaba tratando de manipular a otro hombre más en su historial. Los sentimientos que afloraron en Banjeela eran, por esta vez, sinceros.

No te acerques... tú... bruto... insensible...

Por un instante, la impotencia le pudo y se dejó llevar. Olvidó el látigo y golpeó con la mano libre el pecho de aquel animal, aquella bestia salvaje de la cimitarra y el olor a ron. Y otra. Y otra vez. Una arrítmica cadencia de golpecitos débiles y frágiles. Para cuando el bucanero se le volvía a avalanzar de nuevo, las distancias eran demasiado cortas como para usar el látigo con precisión. La punta de cuero restalló a un lado en el callejón asustando a un gato que pasaba por allí, y que protestó con un maullido de indignación.

La situación acababa de complicarse , el golpe había hecho que uno de mis últimos conjuros se deshiciese en volutas de colores dentro de mi cabeza , lo que hacia que tuviera que plantearme que hacer a continuación. A simple vista el enano estaba bastante mal , y no sabia hasta que punto iba a resistir sin poder curarle , por otro lado , otro golpe me iba a dejar sin ningún conjuro con el que poder ayudarle.

Después de un instante de vacilación me decido por atacar al corsario mientras lanzo una oración para que el enano pueda resistir el tiempo suficiente como para llegar a curarlo. , sujeto con fuerza mi maza y trato de golpear a mi enemigo con un movimiento ascendente desde mi posición.

Cualquiera que vera la situación desde fuera se le caería la cara de vergüenza.

Cuatro aventureros con ya bastante polvo en sus botas siendo vapuleados por cuatro piratuelos friegacubiertas.

Al menos parecía que Rordar se había estabilizado y había dejado de sangrar y Barundar había conseguido, al fin, acabar con uno de los rufianes. Enanos tenían que ser.

Aquello era el cuento chino, pero no podia aguantar toda la noche mi brazo parecia oxidado y mi hacha estaba fallando a aquellos esquibos hombres, pero una luz se encendio en mi cabeza -no os dais cuenta de que jugamos con vosotros, ya solo quedais dos, y aqui hay muchas ratas para echar de comer- dije intentando intimidarlos, y era asi Ark habia dejado a uno para el arrastre y aunque la extrana mujer aquella solo jugaba con su latigo a verlo pasar por encima de su cabeza, tarde o temprano se decidiria a marcar a alguno de aquellos hombres.

Aguanta Rordar, solo un poco mas.

Cuando llegó a la ciudad y vió a bronas, el mundo cayó sobre sus hombros. Había perdido el tiempo, no había hablado con el comandante... llegaba tarde, y no había hecho nada.

N-no hay na-nada que ce-celebrar. Es-estar-é en mi ha-habitación.

El elfo apesumbrado se dirigió a la taberna arrastrando los pies para dormir directamente. Estaba cansado y derrotado, se veía en cada movimiento.