Partida Rol por web

Born Under a Bad Sign [+18]

I - A Hell of a Ride

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18/08/2021, 08:56
Director

El lugar es Dakota del Sur. El año es 1890.

Es el crepúsculo de una era.

El ferrocarril se abre paso por el corazón de América extendiendo sus arterias de hierro por un territorio indómito, salvaje. El hombre blanco,  el colono de esta tierra inhóspita y sagrada, redobla sus esfuerzos encomendándose al Señor Dios Misericordioso y esgrimiendo su fe cual escudo protector al tiempo que pliega la voluntad de la naturaleza y extermina a los nativos gracias a Oliver Fisher Winchester, el profeta de la guerra reconocido por dar nombre al rifle de repetición que será recordado apenas un siglo más tarde como el conquistador de estas tierras.

Son malos tiempos para la inocencia. Es un mundo duro y cruel, un mundo en estado de profundo cambio. La vida vale muy poco en un territorio demasiado grande como para poder considerarse sometido bajo la ley del hombre. Y la justicia, antaño un valor superior a preservar, es apenas una prostituta obligada a cambiar de cama cada noche al son de los políticos sedientos de poder.

Este es tu mundo.

Termina el estío y tus pasos te conducen, una vez más, al camino. El motivo solo lo sabes tú y el Altísimo. Quizás sea justo y legítimo, pero eso no importa. El camino siempre es amenaza, el camino siempre es peligro. Los caminos, como has terminado por aprender, no tienen que terminar en ninguna parte. El único requisito para ser considerados como tales es que comiencen en alguna parte.

La senda que conecta Cheyenne en el Estado de Wyoming con Deadwood, territorio fuera de la ley de Washington en Dakota del Sur, es un largo trayecto que se adentra por valles arbolados y sigue en parte el discurrir del río Cheyenne antes de que desemboque en el río Misuri. Con seguridad, podría llevarte unos dos, tres días llegar a Deadwood en solitario, pero prefieres la seguridad que ofrece una caravana adentrándose en Dakota del Sur al evaluar tus opciones, aunque eso suponga un trayecto de un día más.

Las caravanas atraen ojos codiciosos, pero la simbiosis entre los viajeros ofrece más oportunidades de supervivencia frente a los grupos de bandidos. Ocurre también que la gente que viaja a Deadwood entra en una categoría particular: son los desesperados, los olvidados. Los que no tienen nada que perder.

Podrías preguntarte: ¿Qué me espera allí? ¿Qué aguarda en Deadwood?

La respuesta es sencilla: Gente como tú.

* * * * *

La caravana, una traqueteante procesión compuesta por tres carromatos y varios jinetes, cada uno arrastrando su propia historia, desfila por el irregular sendero siguiendo los pasos de John Lynch, el viejo guía y el protector pagado por todos los que le siguen, un anciano con la piel curtida como si se tratase del pellejo de un lagarto. Lynch emana un hedor corporal propio de una bestia de tiro, con la que a buen seguro comparte la fuerza y la terquedad a juzgar por su mirada añil, una surcada de arrugas tan hondas que parecen grabadas por un cuchillo, una propia del que atesora en silencio suficientes historias para arrebatarle el sueño a un ingenuo en torno a una hoguera con mil historias aterradoras. Como si se tratase de un ritual secreto, el viejo Lynch lanza un gargajo espeso cada cierto tiempo, un hito con regusto a tabaco de mascar que parece marcar la ruta a seguir por sus procesionarios.

Tras el silencioso Lynch marcha un carromato tirado por un viejo con un ojo entrecerrado que transporta a seis prostitutas que se pasan no pocas horas en el viaje improvisando canciones obscenas sobre las anécdotas que genera su gremio. Alguna arranca una taimada sonrisa en el guía, suficientemente cauto con el lugar que atraviesan para no dirigir una mirada a las señoritas, para no permitirse distracciones. 

Tras las putas, un matrimonio de ascendencia escocesa y su recién nacida transportan toda suerte de víveres y provisiones con el ánimo de establecerse en Deadwood como comerciantes. Al tipo no se le entiende demasiado bien, pero rebosa entusiasmo y optimismo, raras cualidades en estos tiempos.

Muy llamativo resulta un extraño dúo compuesto por un tipo más bien bajo de rasgos rubicundos y un fornido jinete negro en el centro de la comitiva. Son un contraste de pieles, complexiones y rasgos faciales. El blanco no parece americano. Su fuerte acento lo sitúa alrededor del centro de Europa. Conduce un carro cuyo flanco reza: "Doc Von Heizinger: Miracles & Potions". Parece intercambiar anécdotas delirantes y chistes surrealistas con el estoico negro con toda la naturalidad del mundo, ajeno al parecer a la situación del hombre negro en estas tierras. O, quizás, todo lo contrario.

También marchan en la caravana un padre y su hija, ambos sin carromato, sin esposa o madre, simplemente montando sus mestizos húngaros. La niña es muy joven y llama la atención el hecho de que sepa montar sola, al menos casi tanto como que el padre consienta este inusual comportamiento en una pequeña dama. Permanecen unidos, no pasando desapercibido a nadie que todo el que se aproxima a ellos recibe una afilada y suspicaz mirada por parte del progenitor a modo de aviso. Si sus ojos verdosos, ojos de halcón, no son suficientes, el hombre se encarga de acariciar la culata de su rifle de repetición. Parece saber defenderse.

Cierran la procesión una bella jinete de voluptuosa figura, piel atezada y larga cabellera oscura y un hombre joven y algo demacrado. A juzgar por las puyas que intercambian entre ellos, uno podría pensar que también son matrimonio. Un improbable, en todo caso.

El viejo Lynch guía a la expedición durante el primer día, uno en el que el murmullo del río Cheyenne desaparece lentamente para verse sustituido por la caricia del viento sobre las hojas de los árboles que se yerguen orgullosos a lo largo del horizonte, donde la roca erige montañas a las que recubre un halo de misterio.

Lynch ya os lo ha advertido antes.

Holláis terreno sagrado.

Notas de juego

Arrancamos.

Os dedico un pequeño mensaje introductorio a todos tras esta especie de introducción para situaros, si bien vuestras respuestas han de trabajar fundamentalmente este primer mensaje que os dedico en conjunto.

Podéis hacer introspección y mandar mensajes Solo para el Dire para indicarme qué siente vuestro PJ, solo faltaba. Me importa más que interactuéis entre vosotros o los PNJs, eso sí.

Toda la aventura tiene Death Clock, lo que es lo mismo: mientras posteáis, pasan cosas. Ya os aseguro que va a ser movida, cosa que supongo que todos intuíais.

Espero que lo paséis muy, muy bien.

Haced las barrabasadas que consideréis oportunas. He preparado mi alma ;-D

Y una última cosa...

Morir, a veces, no concluye el juego.

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18/08/2021, 16:25
Director

Esta vez, algo os sugiere que no va a ser tan fácil.

No es la primera vez, y quién sabe si será la última, que escapáis del estrecho y sofocante cerco de la Ley. Los forajidos tienen cada vez menos cabida en este mundo. Los hombres de Washington aprietan las clavijas para que todos los territorios se sumen a un Estado federado más tarde o temprano. El interés de la cúpula política del país es pacificar esta tierra salvaje de propios y nativos es algo que colisiona directa y mortalmente con vuestro modo de vida. Nadie sobrevive demasiado tiempo al pulso contra la Ley.

Sois hombres y mujeres libres tratando de zafaros de las ataduras legales que tanto gustan a los tipos de Washington. Otros antes que vosotros han tratado de escapar del yugo del control que impone la sociedad, asumiendo que ese leviatán llamado Estado es, simple y llanamente, otra forma de aseverar que el hombre es un jodido lobo para el hombre.

Creéis, y siempre lo habéis hecho, que os saldréis con la vuestra. Todos los de vuestra calaña lo creen así. Tenéis ingenio, tenéis armas y tenéis agallas. ¿Qué tienen los que os persiguen? Os preguntáis con soberbia y merecido orgullo. 

Sois forajidos.

Vivís fuera de la ley.

Vivís en libertad.

Por eso viajáis a uno de los últimos reductos de América que aún habitan fuera de los límites de las garras del Mal que Todo lo Devora: Washington y sus agentes federales.

Ilusos.

Cabalgáis en una huida hacia delante perseguidos por sombras anónimas.

Si tenéis suerte, viviréis un día más. Quizás dos.

Más tarde o más temprano, os llegará vuestro merecido.

Tal y como os dijo en Cheyenne Joe el Cojo, alias Cojo Joe, un truhan entrañable que os supo reconocer al que las manos le temblaban tanto que ya no podía sostener su revólver, hoy día los cazarrecompensas no se la juegan. Hoy día, lo mejor que podéis esperar es un disparo por la espalda de un Pinkerton hijo de puta disfrazado de ancianita inofensiva.

Dicen que a alguno de los vuestros le pasó tal cual.

Putos Pinkerton cazadores de hombres.

Esta caravana y vuestros disfraces -¿Es eso un disfraz, Padre?- os aportan cierta tranquilidad por el momento. Solo tenéis que llegar a Deadwood, mantener un perfil bajo -si es que podéis hacerlo- y rezar.

Al menos, por ahora, parece que nadie os sigue la pista desde que os escondisteis en Cheyenne.

Notas de juego

Os comento.

He tenido en cuenta vuestro trasfondo común. Ni qué decir tiene que voy a aprovecharlo. Os lo prometo ahora mismo ;-)

Digamos que ambos intuís que estáis en peligro. A más atención llaméis, más sorpresas nos llevaremos XD

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18/08/2021, 16:45
Jake Marston

Sostén las riendas con suavidad. —prorrumpe la voz de tu padre adoptivo, un hombre de penetrante mirada verdiazulada y rostro duro surcado por una irregular barba negra como el carbón.

El hombre levanta el ala de su sombrero para observarte con detenimiento.

Bien. Bien. —comenta, satisfecho en silencio de tus progresos. Es reacio a la alabanza y puedes intuir en él una constante inquietud camuflada bajo la frialdad que rezuman sus ojos. Unos ojos que suelen cruzarse con los tuyos de soslayo, como si le costase mantenerte la mirada. No deja de resultarte extraño puesto que este hombre, uno que se hace pasar por tu padre, es uno de los cabrones más duros de la extinta banda de tu difunto padre, el temido Charlie Maddox.

Su nombre es Jake Marston, lo único que se aproxima remotamente a una familia para ti.

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18/08/2021, 16:55
Director

Tu marcha hacia Deadwood está alimentada por dos motivos, ambos conectados en cierta manera.

El primero.

Llevas rastreando durante años al cabrón hijo de la grandísima puta tuerto mamón de Roscoe Reed, el único superviviente a tu abrasadora ira en la Matanza de Chipsea Creek. Quiso la Providencia que fuese precisamente él, el asesino de tus padres, el que lograse salir ileso de aquella carnicería. De una forma grotesca y aberrante, sois dos hombres y un destino. Uno de los dos matará al otro. Está por ver si a fuego, acero o con una jodida roca afilada pringada de barro húmedo. Ni Reed ni tú vais a andaros con remilgos cuando llegue el momento.

Como si intuyese tu infatigable persecución, Reed se ha encargado de dejar un rastro de cadáveres negros colgados, calcinados o mutilados en su camino. Quiere que le encuentres. Ese psicópata es muchas cosas, pero si algo tienes claro es que Reed dista mucho de ser un estúpido. Este país, mierda, este puto mundo está lleno de racistas a los que aterra tu color de piel. Para ellos eres una especie de simio estúpido que no merece el privilegio de ser catalogado como humano. Y eso en el mejor de los casos. Otros, los temerosos de Dios, ven en ti a un puto demonio de ébano que ha venido a arrasar sus campos y a violar a sus mujeres con la infecta semilla del Diablo.

Sea. Que tiemblen de la cabeza a los pies, porque eres el jodido Ángel de la Muerte que invoca el Apocalipsis sobre toda esta gran nación hipócrita.

Hablemos del segundo.

Serviste en la guerra en un batallón, el vigésimo tercero, caracterizado por estar compuesto en su integridad por soldados negros. Vuestro supervisor, un blanquito rico venido de la Costa Este, era un pusilánime que solo lucía el rango de Teniente, pero el que de verdad os cuidaba en el campo de batalla, el único al que podías llamar por su rango mereciéndolo, era el sargento Terence Oaks, un militar negro y un guerrero hasta la médula para el que el ejército era, pura y simplemente, su familia.

El sargento Oaks.

El sargento Oaks desapareció de tu vida la noche que quemaste el barracón de soldados de la Unión tras las continuadas vejaciones de tus llamados compañeros de filas de piel blanca y te diste a la fuga. No creíste que volvieras a verle ni a él ni a tus compañeros de batallón, pero no fue así.

Hace escasa una semana, Oaks te localizó cerca de Cheyenne. 

No te recriminó nada. Entendía tus motivos, aunque no quería erigirse en tu juez. Sin intercambiar muchas palabras, supiste que el sargento al que tú conocías jamás habría aprobado tus métodos, pero ahora, algo había cambiado. Observaste a un hombre diferente bajo la luz del fuego.

Te había buscado con ahínco largo tiempo, sabedor de tu cruzada personal, para exponerte una pesadilla que atormentaba su alma. Él también fue acechado por demonios durante la guerra. Unos a los que no pudo vencer. 

Te habló de un hombre.

Un blanco.

Su apodo: El Ogro de Swanesee.

Oaks jamás se quebró en tu presencia hasta aquella noche, junto a la hoguera.

Te habló de un médico blanco al que dejaban operar a los soldados negros que habían resultado malheridos en combate.

Te habló de los gritos arrastrados por el viento nocturno en el campamento de su batallón.

Te habló de cómo, poseído por una insoportable inquietud, accedió sigiloso a la tienda de campaña del médico en mitad de la noche.

Te habló de una sombra con forma de montaña humana iluminada al trasluz de una lámpara y velada por una cortina de tela manchada de sangre fresca. Y de la sierra para huesos. Y del hedor a cloroformo.

Y te habló, con la voz rota por el recuerdo, de Gary Tumble, un negro proclive a la risa y alma incombustible del batallón vigésimo tercero. De cómo despertó en mitad de la noche con la mitad de la pierna cercenada y sustituida, en su lugar, por un muslo de piel cetrina. Carne blanca y muerta. Tumble profirió un alarido de terror antes de sufrir un infarto y morir en aquella carnicería.

Antes de sumirse en un denso silencio, Oaks te juró que, desde entonces, es incapaz de conciliar el sueño pensando en lo que sufrió Gary Tumble.

Tragó saliva con dificultad antes de decirte que el Ogro, del cual no sabe su verdadero nombre, pasó por Cheyenne hace unos días rumbo a Tierra de Nadie.

Deadwood.

Oaks te pide que investigues sobre su paradero, no sin antes advertirte de algo.

Ese hijo de puta es algo así como un jodido héroe para los blancos... Pero no me importa. He tallado esta bala, Darius. La he tallado para él. Y pienso alojarla en su cráneo en honor a Gary Tumble. ¿Vas a ayudarme?

Honor. Lealtad. Respeto.

Aceptas.

Es hora de que esta tierra sepa que Yavhé es negro, y tú, su Profeta.

Notas de juego

Intro larguísima, perdona. Creo que no me dejo nada, aunque he tenido buen cuidado de no saturarte a datos porque esto, mi negro amigo, no es una partida de investigación ;-D

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18/08/2021, 23:12
Darius DeQuinn

«Y cuando él abrió el sexto sello, los reyes de la tierra, y los magistrados, y los ricos, y los capitanes, y los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de las montañas; y decían a las montañas y a las peñas: "Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de Aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?"».

Darius movió el apagado cigarrillo que colgaba de sus labios con un sencillo gesto de su mandíbula, de un costado a otro de la boca, mientras rumiaba internamente estas últimas palabras: «El gran día de su ira ha llegado». Tras el sexto sello, para quien conociera bien el libro del Apocalipsis, se abriría el séptimo y último sello. «¿Vas a ayudarme?», volvió a resonar en su cabeza aquella negra voz. Darius no había respondido a esa pregunta con palabras, sino sólo con un breve asentimiento, un abrazo fraternal y recogiendo en su puño la sagrada ofrenda que se le ofrecía. Él, Darius DeQuinn, sería el séptimo sello.

Sus ojos, que a pesar de sus cuarenta y pocos años iban ya adoptando el color cada vez más reconocible de una vejez acechante, estaban ahora teñidos por una fina tintura de esperanza casi infantil, macabramente infantil, podría decirse. Bajo las gruesas capas de cadenas, palizas, muerte, sangre, brutalidad y fuego que recubrían sus pupilas parecía intuirse que esa pequeña luz que asomaba a los ojos de Darius era, efectivamente, esperanza. En su bolsillo le quemaba aquella bala cuidadosamente tallada y en su corazón las salvajes imágenes que habían aterrado sus sueños y alimentado su rencor desde aquel fatídico día décadas atrás. Oh sí, «el gran día de su ira había llegado».

Sin embargo, la voz del Doctor Von Heizinger lo sacó de su rememorante ensimismamiento. El hombre no había parado de hablar desde que la caravana había salido, pero ahora parecía haberle interpelado con una pregunta que Darius no llegó a captar bien. Le sonrió en silencio antes de responderle escuetamente con su voz grave, una voz cuya profundidad evocaba la intensidad del oscuro tabaco ahumado de Kentucky:

Como siempre, Doctor, confío en su criterio —le dijo, dándole una respuesta que bien podría servir para un gran abanico de preguntas posibles, aunque no podía descartarse que el austríaco doctor le hubiera hecho una simple pregunta retórica tras contar uno de sus amigables y estrafalarios chistes. Con Von Heizinger nunca podía descartarse nada, ciertamente.

Darius se entretuvo fijándose en los componentes de la comitiva mientras seguía escuchando la conversación que le daba su compañero. No había dejado de mirar de soslayo hacia atrás durante todo el viaje, pues no le terminaba de gustar la idea de cabalgar con dos hombres blancos a sus espaldas, uno visiblemente armado y el otro probablemente también, salvo que se tratara de un estúpido, pues sólo un estúpido profundo haría ese viaje desarmado.

Llamaba especialmente su atención aquella niña, a la cual había que reconocerle su arrojo por estar allí subida a su propia montura. Darius le dirigió un escueto y disimulado asentimiento con su cabeza, como queriendo transmitirle su austera admiración, pero sin querer levantar las iras de su paterno guardián, quien seguramente no vería con buenos ojos que un negro le hiciera seña alguna a su hija.

Volvió a mirar hacia adelante, fijándose más detenidamente en los dos carromatos que precedían la marcha.

Discúlpeme un segundo, Doctor —le dijo a su compañero antes de picar ligeramente a su caballo.

Se adelantó hasta el primer carromato, donde un jovial grupo de señoritas cuya ocupación era evidente pasaba el viaje entre chanzas y canciones.

Señoritas —les dijo mientras llevaba su mano al ala del sombrero en señal de respetuoso saludo—. Disculpen la interrupción, pero creo que quizá ustedes y yo tenemos intención de buscar trabajo en el mismo lugar, pues he escuchado que en Deadwood buscan un celador para… Bien, ya saben, para la casa de señoritas. ¿Saben algo de esto?

Cosas de Darius, se sentía mucho más cómodo en la compañía de aquellas mujeres antes que en la de un respetado padre de familia blanco, pues «en verdad os digo que las rameras entrarán en el Reino de Dios antes que vosotros, sepulcros blanqueados». Palabra de Yahvé.

Notas de juego

Me siento muy honrado en ser el primer pistolero en abrir fuego ^^

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19/08/2021, 16:53
Danna Deck

Llevaban ya un buen tiempo viajando. Danna Deck no parecía cansada ni particularmente molesta, había optado para la cabalgada vestir con sus pantalones de hombre, unas prendas cómodas que nada tenían que ver con los fastidiosos pololos y enaguas que impedían subirse o apearse del caballo con facilidad.  Tampoco contaba con los opresivos corsés con los que las mujeres solían ataviarse, quedando sus pechos libres de ataduras bajo la camisa blanca, pero eso sí, tras una lucha con Maverick, el cuál indicaba que llamaba mucho la atención y que cualquier hombre a cinco kilómetros de distancia la observaría, decidió ponerse un chaleco para en parte, cubrir sus encantos, pero no perdiendo la comodidad mientras se desplazaban desde Cheyenne hasta Deadwood.

La mujer tenía el pelo trenzado y el sombrero cubría su rostro. Se mantuvo bastante callada al inicio de la ruta disfrutando del movimiento de Fuego, su caballo, mientras pisaba armónicamente el suelo al atravesar los inmensos valles cubiertos de árboles, una zona rica para el cultivo.

Quizás algún día me haga con una parcela de tierra, me case con un hombre y críe con arraigo a mis hijos... Pero aún es pronto...

De entre sus compañeros de aventuras destacaba el viejo Lynch, un tipo que levantaría a los muertos del cementerio, para mudarse a otra área de descanso si exhibiera sus axilas, ya que emanaba un inmundo hedor.

Por otra parte habían seis prostitutas, las bonitas jóvenes cantaban y reían. Danna supo que ellas eran el tipo de compañía que le convenía, pues gracias a las mujeres de dudosa reputación, llevaba escondido un disfraz de cabaretera con el que se había vestido en más de una ocasión.

El matrimonio escocés llevaba bastantes víveres y provisiones, Deck no había podido evitar hacer un recuento mental de cuánto patrimonio portaban en la caravana, al fin y al cabo en el oeste valías por lo que tenías o eras capaz de obtener.

La pareja que contemplaba un tipo blanco y un negro provocaron cierta gracia en la mujer, podía hacer un par de chistes al respecto, así que con la mirada hacia Malone sonrió, él solía ver venir sus formas de proceder y estaba claro que el tipo de color le recordaba al café y en los ojos de la joven mujer había cierta burla, aunque silenciosa. A ella normalmente se le daba bien hacer amigos, aunque tenía un humor bastante afilado en algunas ocasiones

Los ojos tono miel de Danna quedaron prendidos del padre y su hija. La mente de la mujer viajó al pasado y en aquella escena se reconoció. ¿Cuántas veces James Deck la había sacado a cabalgar aún cuando su madre se negaba fervientemente a ello? Le vino a la memoria el recuerdo de las briznas de hierba en primavera, de las risas tras las escapadas de casa, de los baños en el río, así como la pólvora cuando se proponían cazar, ya fueran animales o humanos. Ella muchas veces fue el señuelo y gracias al trabajo de equipo, su familia seguía a flote.

Cuánto te extraño, padre... Necesito volver a verte...

Miró a Maverick y le hizo una señal con la cabeza de que se adelantaba, él seguramente habría notado un cambio en su semblante tras fijarse en padre e hija, Malone sabía su historia y podría encontrar cierta añoranza en su proceder.

- Yo también solía salir a cabalgar con mi padre... - Dijo Danna de manera amable, azuzando al caballo hasta alcanzar la posición de ambos jinetes, elevando las manos para mostrar que no tenía nada más que las riendas, con el fin de que el hombre de ojos verdes que acompañaba a la niña no se pusiera nervioso - Él se encargó de gran parte de mi crianza. Lo hizo bien... - En su tono de voz relucía cierta melancolía, algo que quizás hiciera bajar la guardia del hombre con respecto a ella, o puede que no, daba igual, no había maldad ni intencionalidad en su acercamiento - ¿Llevan mucho por estas tierras o vienen del viejo continente? - Lo observado le determinaba lo primero, pero no deseaba descartar, por amor a la conversación, lo segundo.

- Disculpen mis modales, mi nombre es Danna Deck - Maverick no quería que usara su propio nombre, pero a decir verdad nadie le buscaba por él, así que se permitió el lujo de ser de nuevo ella misma, pero eso sí, cuando vestía como una mujer decente, su nombre variaba a Anna Cruz, el nombre de su madre - ¿Cómo se llama usted? ¿Y su bonita hija? - Se fijó entonces en la pequeña, la cual manejaba el caballo con una soltura envidiable

Buena destreza y dominio, jovencita, eres muy parecida a mí...

Danna giró el rostro para encontrarlo con Maverick, le gustaba observarle de lejos y controlar que estuviera bien. Cuidaban el uno del otro, eso siempre y cuando no estuvieran midiendo quién la tenía más larga de los dos. La lengua, por supuesto.

Una mala sensación. Deck movió los hombros como si le doliera el cuello, algo le decía que las cosas no iban bien y que era prudente mirar alrededor, para asegurar que nada ni nadie les acechaba. Era una caravana, un dulce para los bandidos, y ella bien sabía por experiencia que las zonas bajas, eran los mejores lugares para las emboscadas. Los ojos miel de Danna recorrieron el lugar, fijándose en los detalles y para calmar la mala sensación que recorría su cuerpo, mientras el negro que iba por delante de ella en la comitiva se adelantaba para relacionarse con las prostitutas.

Da igual si el hombre es blanco o negro, al final todos acaban buscando una mujer para su cama. O casi todos....

Una mirada involuntaria hacia Maverick. Danna Deck emitió un suspiro.

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19/08/2021, 18:13
Danna Deck
Sólo para el director
- Tiradas (1)

Notas de juego

Tirada para otear alrededor: Astucia + Percepción del entorno. (70%)

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19/08/2021, 20:12
Madison Maddox

 

Una vieja leyenda india cuenta que en un lugar muy lejano, en la cima de la más alta montaña, vive un águila majestuosa.  Su nombre es Wuchowsen y el movimiento de sus enormes alas es el origen del viento.

Una sombra cruzó como una exhalación la llanura que se extendía ante la joven Madison. Sus ojos marrones se alzaron raudos e inquisitivos al cielo azul. La chica siguió el elegante movimiento del águila más bella que jamás había visto hasta que se perdió en un horizonte plagado de posibilidades. Su gran aventura había llegado al fin.

— Sostén las riendas con suavidad. —

— Sí, señor. — La joven aflojó su agarre mientras de reojo observaba al hombre que se había convertido en el centro de su existencia. Jake Marston, su salvador. De porte imponente y mirada fiera era el padre que Madison nunca tuvo. Era duro con ella, pero justo. Su aprobación hizo que la chica se irguiera en su montura orgullosa. Ambos se habían conocido en otra vida. Marston tenía la pistola cargada de balas y Madison las cabeza llena de sueños. Sueños de gloria y fortuna que la repentina muerte de su padre convirtió en polvo. Hasta que llegó él.

Mientras se maravillaba con lo indómito del paisaje que atravesaban su mirada se cruzó con la de un hombre de aspecto misterioso y rudo que parecía ir acompañado, nada menos, que de un Doctor. Su apenas perceptible movimiento de cabeza recibió como respuesta una sonrisa radiante por parte de Madison. La joven miró con curiosidad el carromato que iba a su lado y a su conductor. Estaba segura de que aquel hombre debía de venir de un lugar muy lejano y, desde su punto de vista, muy exótico. Imaginó el interior del carro, plagado de misteriosos frascos llenos de sustancias de colores, aparatos extravagantes y remedios para todos los dolores. — Milagros… — pensó la joven intrigada.

Yo también solía salir a cabalgar con mi padre... Él se encargó de gran parte de mi crianza. Lo hizo bien... ¿Llevan mucho por estas tierras o vienen del viejo continente? 

La voz de la desconocida sacó a Madison de su ensimismamiento. Por un momento observó deslumbrada a aquella mujer preciosa y segura de sí misma que se aproximaba a ellos. La había visto cuando se unieron a la caravana y no había podido evitar pensar en lo mucho que le gustaría ser como ella algún día. Sus ojos se abrieron un tanto al ver el revólver que se insinuaba en su cadera. Algo cohibida al principio guardó silencio, amparándose en la sombra del ala de su sombrero.

 Disculpen mis modales, mi nombre es Danna Deck. ¿Cómo se llama usted? ¿Y su bonita hija? 

Como un caballo desbocado las palabras salieron de su boca antes de pudiera deternerlas.  — ¡Me llamo Madison, aunque mis amigos me llaman Maddie! ¿Sabe usted disparar?. — De repente, se detuvo y miró a su padre con cautela. Marston le había advertido de que en aquel viaje debían tener mucho cuidado. Deadwood era una ciudad sin ley y la vida de una niña de catorce años no valía nada. El desierto se alimentaba de los huesos de los viajeros incautos y de los débiles.

Un poco avergonzada por su exceso de entusiasmo musitó  — Ha sido un placer, señorita Deck… — para después alejarse espoleando a Chester. Por casualidad (o no) sus pasos parecieron ir a acompasarse a aquel carromato que tanto había llamado su atención. Superado ya su pequeño arrebato la curiosidad volvió a imponerse.

— Hola, ¿usted es el señor Von Heizinger? Me llamo Madison. Espero que no le moleste que le pregunte, pero ¿cómo se hace un milagro? 

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20/08/2021, 01:24
Maverick Malone

El siglo se estaba acabando y con él parecía que esta nueva América trataba de acabar con los que eran como él. Querían ser un país "civilizado" decían. Al final quedaban pocos lugares donde poder vivir en libertad, alejados de las reglas que el dinero y la política imponían. Uno de esos lugares era Deadwood y allí se dirigían. Danna y él mismo, Danna era la única mujer en la que confiaba en estos momentos, aunque no era muy dado a confiar en nadie en realidad. 

El calor se estaba aligerando un poco en los últimos días, claro símbolo de que el verano está tocando a su fin. Maverick era un hombre con sus 28 años y además un hombre de múltiples facetas, a veces podía mostrarse tan frío como un tempano y otras tan bromista como el parroquiano más borracho del saloon. Llevaba dos pistolas, con sus pistoleras en forma de cruz en la cintura. Su caballo, un precioso ejemplar de color negro con algunas manchas blancas portaba el resto de su equipo. Un petate, algunas ropas y su rifle lancaster a mano para ser usado en caso de ser necesario. Los pantalones de color gris estaban desgastados por el uso, aunque los zahones de montar de cuero negro tampoco dejaban que se viera mucho, una camisa azul con los dos botones de arriba desabrochados, unos tirantes marrones que sujetaban los pantalones y un chaleco que llevaba bajo un guardapolvo negro bastante gastado completaban su indumentaria. 

Este viaje le daba mala espina casi desde el principio, pero últimamente las oportunidades menguaban, iba pensando mientras se ajustaba el sombrero para ocultar sus ojos del Sol. Durante el trayecto había optado por no acercarse demasiado al carromato de las prostitutas. No eran una compañía que le atrajera especialmente. A pesar de ser habitualmente un hombre cauto, la experiencia del guía de la caravana le permite algunos momento de distracción, apoyando los brazos en cruz sobre la parte delantera de la silla y dejando que sus ojos vaguen por el infinito y la multitud de promesas y sueños que traen lo desconocido hasta su mente. Un cigarro liado a mano es el único placer que se permite ocasionalmente durante el viaje. 

El entusiasmo del escocés arranca una pequeña sonrisa sardónica que trata de ocultar de aquel al que considera un pobre hombre. Viaja con los sueños y las esperanzas equivocadas. Es un hombre confiado en un mundo sin piedad, la historia es vieja y sólo tiene dos finales posibles... ninguno agradable. El carromato siguiente es aún más extraño si cabe, un médico o un timador, aún no está claro y un negro que parece que ha vivido lo bastante como para a buen seguro haber pasado tiempos duros. El padre y la muchacha sin duda también llaman la atención, aunque bien mirado, eso vale para cualquiera que viaje en aquella caravana. ¿Qué clase de hombre lleva a su hija a un territorio sin ley? Uno que claramente lo ha perdido todo, bueno... otra historia que se repite, nadie sobrevive en paz en este mundo, nadie sobrevive siendo honrado. 

Danna se había acercado a hablar con la muchacha y el padre, le miraba con algo de suspicacia. Luego en privado le preguntaría que para qué... a fin de cuentas no parecía que tuvieran nada interesante de lo que apropiarse y además el hecho de que Lynch hiciera mención al hecho de estar cruzando terreno sagrado le daba mala espina. Estaba atento y vigilante, con la mano cerca de su apreciado lancaster, mientras no quitaba ojo de las laderas y montañas donde cualquiera pudiera estar pendiente de tenderles una emboscada. 

- Tiradas (1)
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20/08/2021, 15:33
Director

Notas de juego

Disclaimer previo: En ocasiones, los éxitos -o los fallos- de vuestras tiradas encontrarán su resultado en entradas posteriores mías.

Hago esto para preservar aumentar descaradamente el suspense.

;-D

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20/08/2021, 15:35
Bonnie McFarlane

Darius DeQuinn podría asegurar que la mejor fragancia, -la única digna de catalogarse como tal, a decir verdad-, en toda la caravana era la que provenía del carro que transportaba a las prostitutas. Esto no debía ser motivo de asombro para ninguno de los jinetes, puesto que si había un oficio que garantizase dos baños de agua caliente al día y un cuidado médico hasta cierto punto exhaustivo era el de meretriz asentada en un burdel en cualquier ciudad del Lejano Oeste.

A Darius le bastó un simple vistazo para darse cuenta de que las putas del carromato eran muy jóvenes en su mayoría. Algunas tan solo un poco mayores que Madison, la hija del taciturno jinete de negro sombrero de ala ancha. A buen seguro, ninguna había tenido una vida sencilla, pero en su mayoría eran bonitas, agradables para olvidar las vicisitudes personales durante una noche. 

Entre tanta florecilla joven y atrevida, había una rara excepción entre ellas, una mujer en cierto sentido imponente, de ojos enigmáticos, ojos oscuros como su pasado. Tenía una cabellera flava, tan larga que llegaba a rozarle la cintura, lisa y voluminosa. A pesar de que podría superar la treintena, su piel, de un color canela claro, parecía envejecer con la cadencia de la arena al caer en un reloj ladeado. Destacaba por ser la única que observó al jinete negro sin la curiosidad ni la inocencia que atribuye la juventud. O la ignorancia.

Las muchachas sonrieron con zalamería a Darius en cuanto este se presentó, evidenciando que aunque no tuvieran años en el oficio, una mujer necesita solo una pizca de intuición para saber cómo resultar agradable a un hombre. 

¡Hola, señoooor! —saludaron todas a coro, algunas incluso sonrojándose. —¿Cuál es su nombre? —terció una del grupo, su carita juvenil surgiendo tras el hombro de una compañera del oficio.

La vida había deparado a aquel jinete suficientes cicatrices como para pavimentar el camino que ahora recorría hasta Deadwood, pero, a cambio, le había cincelado el físico de un toro salvaje y la mirada de un crótalo del desierto, algo con lo que una puta se encontraba muy pocas veces en su día a día.

Dejad de babear, niñas. Recordad que cobráis por vuestros servicios. De vez en cuando... ¿Celador, dice? Hmmm... —intervino la veterana, una media sonrisa dibujándose en sus labios carnosos. —Le deseo suerte, señor. Tendrá usted que elegir su propio veneno. —dijo con un deje de altivez y ácido sarcasmo que no pasó desapercibido a Darius.

Pregunte en el Gem Saloon. —moduló el tono de voz, emitiendo ahora una especie de susurro ronroneante. —Aunque... Si le gusta alguna de estas zagalas... Vaya al Bella Union.

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20/08/2021, 16:01
Dr. Klaus von Heizinger

Érase un hombre a un tupido y muy imperial mostacho pegado.

El Dr. Von Heizinger era, de lejos, el integrante más extravagante de aquella caravana, si exceptuamos quizás al padre del matrimonio escocés y al silencioso jinete en retaguardia y su muy secreto disfraz de reverendo.

La competición era feroz, no cabía duda.

Von Heizinger se mesó el bigote en un ya interiorizado y bien mecanizado gesto con el robusto índice de su diestra observando a su buen y muy negro amigo, Herr Darius DeQuinn, intimar con las damas de aspecto negociable que marchaban en el carromato que tenía delante.

Aaaaah, Darrrius, viejo "sogo"... Errres un demonio de lengua plateada, lieben Freund... —se dijo a sí mismo en voz alta mientras reprimía una risilla ratonil antes de reparar en que tenía a una pequeña criatura observándole directamente al mostacho.

Hummm... —el doctor se ajustó su monóculo, magnificando un iris azulado que volcó con inquisitiva curiosidad sobre la pequeña Madison. —¿Peeeeeerrro qué ven mis ojos? ¿Acaso es una cliente? ¿Quizás un proyecto de cliente? Hummm... A juzgarrr por el tamaño, ja, estamos tratando con una diminuta cliente. ¡Eso la beneficia con un precio minúsculo en todo mi inventario, Fraülein Madison! ¡Jijijijii! —soltó una risotada enseñando una dentadura en un estado bastante digno para lo habitual por aquellos lares. Hablaba con una erre triple, a veces incluso cuádruple, algo que dotaba a su verbo de singular fuerza, predispuesto sin duda a la asertividad.

Pareció caer en que había obviado algo. Algo importante.

¿¡Peeeeerrro dónde están mis modales!? ¡Perrrrrmítame prrrresentarme! —el hombre se retiró un sombrero de un color verde oscuro muy brillante, de ala muy corta y con dos plumas de ave prendidas a la copa. —¡Doctor Klaus Von Heizingerrrr! ¡A su serrrrvicio!

Aquel tipo parecía excesivamente simpático para el mundo en el que habitaba, pero bastaba una simple mirada a sus ojos glaucos para saber que no era un ingenuo. Antes al contrario.

¿Quierrre verrr un milagrrro en acción, Fraülein? —Von Heizinger miró a izquierda y derecha impostando cierta suspicacia teatral. Extrajo de su abrigo de piel negra un frasquito muy pequeño que tendió a Madison. —¿Ha podido inspirrrar la dulce fragancia corrrporal de nuestrrro guía, mi pequeña Fraülein? ¿Hmm? ¿Su pequeña pero a buen segurrro aguda pituitarrria ha gozado del inconfundible arrroma de un oso hiberrrnando en las axilas de nuestrrro bienamado Herr Lynch? ¿Ja? Entonces, prrruebe a rociar a nuestrrro intrépido guía con esto... ¡Solo unas gotitas! —Von Heizinger guiñó un ojo a la pequeña.

Serrrá nuestrrro secrrreto, ¿ja?... ¡Jijijijiji!

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20/08/2021, 16:29
Jake Marston

Marston. Jake Marston. Encantado de conocerla, Miss Deck. —saluda tocándose el sombrero y acompañando el detalle con una cauta sonrisa. Te observa directamente a los ojos, no dando la sensación de parpadear.

El hombre afila una mirada más punzante que un cuchillo de deshuesar al ver a Madison saludar con tanto entusiasmo a tanto extraño. Suspira con una mezcla de resignación y rabia contenida ante la reacción de su hija, pero es perro viejo. Reservará el sermón para más tarde, cuando todos duerman. Ha dedicado buena parte del trayecto a estudiar a los integrantes de la caravana, calibrando amenazas y posibles alianzas, y ha concluido que lo que tenga que ser, será. La vida le ha enseñado que no es el más rápido, tampoco el que pega más fuerte. Simplemente, es difícil de matar. Ese parece su único talento probado, como atestiguan las cicatrices en forma de cortes que surcan sus antebrazos.

A pesar de la dureza que enmarca su rostro y la incipiente barba negra que decora sus facciones, el hombre tiene un singular encanto, algo que se refleja en sus modales.

@Danna Deck: Él se encargó de gran parte de mi crianza. Lo hizo bien...

Hmmm... Hago lo que puedo. No creo que lo esté haciendo demasiado bien, para serle sincero, pero al menos podrá decir que lo intenté. —dice sin perder de vista a Madison y su conversación con el extraño europeo de fuerte acento. —Venimos de Nebraska. Un largo viaje. Tengo parientes por la zona. Un hermano. Quiere asociarse conmigo, comprar unas tierras, algo de ganado... —de nuevo, sus penetrantes ojos viajan hasta Madison. —Quiero darle una vida tranquila.

El misterio aflora a su alrededor, pero tiene el ingenio suficiente para contraatacar. No tarda en clavar sus dos dagas verdiazuladas en ti.

¿Y qué hay de usted, Miss Deck? ¿Qué la hace viajar por aquí? —Marston lanza una mirada de soslayo al jinete solitario en retaguardia. —¿Pariente suyo?

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20/08/2021, 22:50
Darius DeQuinn

Darius no se sorprendió al ver la reacción de aquellas muchachitas de rostro cándido y juguetón, que le respondieron como un coro de risueños y bellos pajarillos. Les devolvió una sonrisa tranquila, una sonrisa más bien paternal que seductora.

Sabía que, en parte, la reacción de las jovencitas se debía al oficio que desempeñaban, pues para ellas el sustento dependía de su carácter lisonjero, aun cuando se les presentara el más sucio y fétido adefesio que hubiera pisado la tierra. Pero también sabía que, en parte, esa reacción la provocaba su propio aspecto fornido y apuesto. Desde luego, no se le escapaba el efecto que podía llegar a tener entre las mujeres, aunque hacía tiempo que había dejado de usar ese efecto en su provecho.

Disculpen mi mala educación. Es cierto que no me he presentado —respondió mirando a la inocente jovencita que asomó su rostro para preguntar—. Mi nombre es Darius DeQuinn. A su servicio. Y ustedes se llaman… —dijo, dejando un espacio para que las jóvenes y también la mujer se presentaran adecuadamente.

Cuando la veterana intervino, Darius la miró con atención, pero también con sumo respeto. DeQuinn había vivido lo suficiente como para saber que una puta de treinta y pico años, en aquellos parajes, era toda una institución a tener en cuenta, incluso por encima del sheriff del condado. Una estoica superviviente de la barbarie y el vicio, quien con un gesto de su mano o una mirada podría fulminar pueblos enteros si quisiera. Una figura bíblica. Una necesaria socia para quien quisiera sobrevivir en lo salvaje. Por lo demás, su media sonrisa sarcástica demostraba que, a esa edad, podía seguir siendo una mujer de cuerpo lozano, pero también era una mujer de alma resquebrajada. En eso, Darius no era distinto de ellas y por eso sentía cierta fraternidad con las prostitutas.

Señorita —le hizo un respetuoso asentimiento a la veterana después de que se dirigiera a él—. Le agradezco sus indicaciones, pero no es mi intención gozar con tan hermosas jóvenes. Estoy seguro de que harían las delicias del rey Salomón si se lo propusieran —y, al decir esto, dirigió un breve guiño cómplice hacia el grupo de jóvenes—. Pero mi intención es protegerlas. Sé muy bien los riesgos a los que están expuestas, como también lo saben quienes regentan las casas de señoritas. En este país hay demasiado hombre con la mano suelta contra las mujeres desvalidas y la billetera demasiado agarrada a la hora de pagar los servicios prestados. Por ello, sé que mis servicios pueden ser apreciados y gratamente remunerados. Todos necesitamos algo que llevarnos a la boca. Ustedes y el resto de componentes de esta comitiva no somos diferentes en eso, sólo que ustedes son más bonitas.

¿No eran diferentes? Demonios, Darius estaba convencido de que los ocultos cimientos de América se habían construido sobre las golpeadas espaldas de gente como él y el vejado sexo de mujeres como ellas. Para que aquellos varones blancos brillaran a la luz de la fama y la historia, habían hecho falta muchos esclavos y muchas putas. El alma secreta de América. In God we trust.

Todos necesitamos llenar la bolsa como podamos, pero no duden que, si están en apuros, pueden contar con Darius DeQuinn de forma totalmente gratuita. A sus empleadores les cobraré, pero para ustedes mis servicios son gratis —dijo llevándose una vez más la mano al ala de su sombrero.

Una vez dicho esto, miró hacia atrás y vio a Von Heizinger en animada charla con la niña. Observó la desconfiada mirada del padre y juzgó oportuno no volver en ese momento junto a su compañero, para no poner nervioso al caballero.

Arreó su caballo más hacia adelante y se situó junto a Lynch.

¿Intuye algún peligro en ciernes? —dijo mientras llevaba su mirada a los alrededores—. Ha dicho que estamos en terreno sagrado. ¿Quizá indios?

Darius no era un hombre de felina percepción, ni mucho menos. Si algún peligro los acechaba, él no era el hombre para verlo venir, pero sí el hombre para hacerle frente una vez que lo tuvieran encima.

Notas de juego

Tema de Nancy Sinatra dedicado a la jovial comitiva prostibulera.

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22/08/2021, 17:46
Danna Deck

Danna se había acercado al binomio constituido por, quien ella pensaba, eran padre e hija. No le pasó desapercibido a la forajida el abrir de ojos asombrado de la joven muchachita, sobre todo cuando sus pupilas quedaron clavadas en el revólver de su cadera. Sí, definitivamente la niña era muy parecida a ella de pequeña, una versión en miniatura que aprendería el oficio y quien sabía si, a la larga, sería quizás una aliada o enemiga en persecución por un mismo botín. O puede que ella tuviera más suerte y conociera a alguien que le diera acción y, a la par, pudiera darle un hogar con tierras para tener ganado. Ese siempre había sido el sueño de Deck, quizás una herencia de los anhelos de su propia madre. Aunque debía reconocer que no le desagradaba su vida, al menos la sensación de tener libertad y no estar atada a causa alguna que no fuera vivir un día más. Miró de reojo a Maverick, bueno, quizás sí estaba ligada a alguien, aunque nadie lo sabía y puede que ni ella misma intuyese hasta qué punto.

La jovencita abrió la boca para hablar, recordándole a su propio revólver cuando intentaba el truco de disparar tres veces. La sonrisa de Danna no se hizo esperar. Le gustaba la naturalidad de la niña.

- Encantada de conocerte Madison. Espero poder llamarte Maddie cuando este viaje termine - Deck era bastante agradable, un comportamiento característico de alguien que está satisfecha con la vida - ¿Si sé disparar? - Una sonrisa un poco más amplia - Si te digo que sí y fallo desinflo tus expectativas. Si te digo que no, me subestimarás. Así que mejor para ser justa con la verdad, la respuesta es que hago lo que puedo. Si es mucho o poco debes ser tú misma quien lo juzgue - Le sonrió ampliamente, dejando a relucir una dentadura tan perfecta que sería las delicias de un comprador de caballos, o la de un hombre que buscase una buena hembra con la que poder tener descendencia.

La mirada de la niña hacia su padre decía mucho. Aquel varón le había leído la cartilla antes del viaje, y el tema estrella de todo progenitor era "no hables con desconocidos". Solo esperaba que el tipo fuera amable con la cría y solo le dedicara una advertencia por su exceso de confianza.

- El placer es mío, Madison - Respondió la mujer tocando la parte de delante de su sombrero, justo cuando la niña decidió espolear su montura para acercarse al doctor, mientras ella permanecía al lado de Jake Marston, el cual clavó su mirada en la mujer, así como una cauta sonrisa. Estaba evaluándola, de eso no le cabía la menor duda.

Deck observó cómo Marston punzaba con su mirar a la joven. Sin duda, de ahí se podía deducir algunas cosas, resignación, rabia y preocupación por la muchacha. ¿Qué hubiera hecho Jack Deck si ella se hubiera comportado como Maddie?

Me habría aplaudido la iniciativa, presentado a todos los de la caravana para extraerles información y así atar cabos durante la noche para atracarles.

Danna sonrió. Su padre no era muy duro con ella en disciplina, solía ser bastante razonable, prefiriendo que la experiencia le enseñase más que las palabras. En más de una ocasión, le había utilizado como cebo para obtener un buen botín. No es que no la quisiera, todo lo contrario. Era un truhan muy analista. Nadie en su sano juicio mataba niñas, pues estas se convertían en mujeres, y bien sabía el cielo que las féminas eran necesarias en el oeste. No a todos les gustaba disfrutar de los perfumes cargantes del Saloon y las damas de compañía que allí habitaban. Su padre nunca amó a ninguna mujer que no fuera Anna Cruz, su madre.

- Por lo que veo es usted un hombre de acción, o puede que alguien muy desafortunado con los cuchillos - Señaló los antebrazos de Jake y las marcas cicatrizadas que mostraba.

Danna dejó rienda suelta a su lengua, aquel músculo encandilador que era único para contar historias, vivencias o conocimientos sobre el mundo que les rodeaba. Era una mujer sociable, que encajaba bien casi con cualquier persona que deseara charlar con ella y pasar un rato agradable viendo distintas perspectivas de vida. No era intrusiva ni abusaba de sus encantos, lo cual era de agradecer, porque parte de la fascinación que podía levantar en los hombres era porque sencillamente, no se molestaba en seducir, sino simplemente en hablar y agradar, con la sencillez del gesto de quien comparte un whisky.

- Está a su lado, se la ve sana y feliz. No dude de que lo está haciendo perfectamente - Contestó Deck a Marston cuando él dudó de si estaba criando bien a la jovencita - A usted, señor Marston le pasa como a mi padre, es un buen hombre que quiere darle lo mejor, pero créame que ya lo está haciendo. Y sé bien de lo que hablo, me identifico en parte con usted y Madison, mi padre me dedicaba bastante tiempo y ahora que no está, le extraño muchísimo y valoro cada consejo que me dio... Por eso estoy en el camino, pues le busco... Se marchó con mi hermano por negocios y nunca regresaron, solo quiero encontrarles y saber que están bien - Aquella parte de su historia era verídica y uno de los motivos por los que Danna perdía el sueño por las noches. A veces dudaba de si su padre seguía vivo y, aunque pensaba que no, ya que de lo contrario habría vuelto a casa, no estaba aún preparada para aceptar su pérdida

Jake Marston explicó que venían de Nebraska y que iba a asociarse con un hermano para comprar tierras y ganado, pues quería darle una vida tranquila a la jovencita.

- Comprendo su intención, señor Marston. Mi primer motivo para estar en ruta ya se lo he contado, pero el segundo es buscar una vida también tranquila. Ver cuánto hay que pagar por hectárea y visualizar unas buenas tierras donde establecerme. Aunque me temo que eso tendrá que tardar un poco más. Supongo que todos, tarde o temprano, solo queremos una buena vida, alejada de los peligros de este desierto que nos rodea - Miró hacia atrás fijándose en Maverick Malone, pues Jake había preguntando qué le unía a ese hombre - No es un pariente, pero sí un buen amigo que me acompaña desde hace ya dos años. Alguien de mi confianza. Yo sola nunca hubiera podido llegar tan lejos, él cuida de mí y yo de él - Sonrisa divertida - A veces incluso es un tipo agradable, sobre todo cuando no viaja, creo que le salen ampollas en el trasero cuando monta a caballo - Dijo a modo de broma, justificando que Malone estuviera tan serio y atento alrededor, algo que en el fondo valoraba, pues ya habían comentado previamente que estaban en peligro, y que sería prudente no relajarse durante el viaje - ¿Cómo se llama su hermano, señor Marston? ¿Le espera en Deadwood?... ¿Lleva bastante tiempo en el pueblo como para poder darle indicaciones de la zona?....- Danna Deck quería hacerse con algún contacto, alguien que pudiera facilitarles la vida en caso de decidir quedarse, o al menos averiguar si todo lo dicho por Jake no eran más que falacias y mentiras, cosa que aún, no descartaba. Nadie honrado hablaba tan a la ligera sobre su vida, a no ser que fuera incauto o que pensara que la mujer, no suponía ningún peligro para él. En cualquier caso, pronto lo averiguaría.

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23/08/2021, 16:42
Madison Maddox

¿¡Peeeeerrro dónde están mis modales!? ¡Perrrrrmítame prrrresentarme! ¡Doctor Klaus Von Heizingerrrr! ¡A su serrrrvicio!

A Madison le fascinó aquella forma de pronunciar las eres que tenía el señor Von Heizinger y sonrió abiertamente mientras hacía un gracioso gesto con el sombrero, tal vez lo más parecido a una reverencia que alguien subido a un caballo podría realizar. Siempre había sentido curiosidad por lugares lejanos. Le encantaba escuchar historias sobre tierras exóticas. En parte esa curiosidad era la que motivaba que durante aquel viaje a Deadwood se sintiera como si estuviera viviendo su primera y gran aventura. En cualquier caso, nunca había conocido a nadie que hablara de una manera parecida. — ¡Es un placer conocerle! ¿Sabe? Nunca había escuchado un acento como el suyo. Sospecho que ha recorrido muchas millas antes de llegar aquí. ¿De dónde es, señor Von Heizinger?

¿Quierrre verrr un milagrrro en acción, Fraülein? ¿Ha podido inspirrrar la dulce fragancia corrrporal de nuestrrro guía, mi pequeña Fraülein? ¿Hmm? ¿Su pequeña pero a buen segurrro aguda pituitarrria ha gozado del inconfundible arrroma de un oso hiberrrnando en las axilas de nuestrrro bienamado Herr Lynch? ¿Ja? Entonces, prrruebe a rociar a nuestrrro intrépido guía con esto... ¡Solo unas gotitas! 

Serrrá nuestrrro secrrreto, ¿ja?... ¡Jijijijiji!

La joven rio con ganas la ocurrencia del hombre respecto al olor de su experimentado guía, aunque a ella no le parecía nada fuera de lo común. En su antiguo campamento había muchos hombres que olían como el señor Lynch y peor. Con los ojos como platos tomó con cuidado el frasco que le tendía y lo miró mientras el sol lanzaba destellos de colores en sus ojos. ¿Un milagro de verdad? ¡WOW! — ¡No le falta razón! ¡Con semejante olor hasta un topo podría seguirnos el rastro en plena tormenta de arena! ¿Es... mágico? Señor Von Heizinger, no me estará tomando el pelo con un frasco lleno de agua, ¿verdad?.— preguntó primero con fascinación y luego con la diversión plasmada en la voz mientras guiada por su curiosidad abría el frasco para oler la sustancia que contenía. ¿A qué olería la magia?. ¿O sería aquello otra cosa? ¿Tal vez algún tipo de veneno?.

Madison había escuchado historias a los compañeros de su padre. Historias que se habían convertido en algo más durante una fría noche de invierno, mientras la joven avivaba las llamas de la hoguera para preparar un estofado. Algunos hombres volvieron borrachos, gritando y riendo al campamento. Madison sabía que no tenía de qué preocuparse, nadie se atrevería a tocarla por temor a una muerte lenta y dolorosa y, además, aquellos hombres ya habrían satisfecho sus necesidades con alguna de las mujeres del pueblo. Durante el camino, uno de ellos se había encontrado indispuesto. A las pocas horas, murió entre horribles convulsiones. El muerto, al que le faltaban la mayoría de los dientes y que solía pegarle patadas a su caballo hasta hacerle sangrar, nunca le había caído bien a Madison. Era un tipo desagradable y cruel que la miraba de una forma que conseguía ponerle la piel de gallina. No lamentó su muerte. Pero los otros hombres parecieron alarmados y tremendamente enfadados volvieron al pueblo que acababan de abandonar. Por lo que Madison había podido escuchar a escondidas el malnacido había golpeado con saña a una prostituta y la joven, cargada de odio, le había envenenado con algo que los vaqueros llamaron "la flor del diablo". Lo que Madison nunca llegó a saber es que el veneno había que ingerirlo y que aquella prostituta había pagado muy caro su atrevimiento a manos de aquellos hombres.

¿Qué pasaría... si me lo echara yo? — Madison hizo un gesto como si fuera a ponerse unas gotas en el cuello, sin intención verdadera de hacerlo, examinando la reacción del hombre. Un brillo especial parecía traslucir en su mirada llena de diversión cuando se puso la mano solemnemente sobre el pecho.— Mis labios están sellados, mi buen doctor. —

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24/08/2021, 13:24
Maverick Malone

Se podía palpar que las palabras del guía al respecto del terreno sagrado habían azuzado la intranquilidad de los miembros de la caravana. Cómo una manada de ovejas que hubiera escuchado un disparo, todos empezaron a moverse, suponía, que por la intranquilidad que sentían. La necesidad de sentirse más conectados a los demás, quizás con la esperanza de que llegado el caso, que aquellos con los que estaban hablando les protegiesen. Maverick había aprendido a ser desconfiado, había aprendido por las malas y eso es algo que cuesta dejar atrás, así que prefirió mantenerse en el caballo y continuar distante, aunque pendiente del lío en el que se pudiera meter Danna. 

Finalmente, asumiendo que no habría problemas desde dentro de la caravana, decidió que era mejor estar preparado. Con un leve gesto que marcaba la intranquilidad que él mismo sentía tocó un momento la culata del rifle que llevaba en el caballo, bien a mano en caso de necesidad, para luego azuzar un poco al equino y así acercarse al guía que en esos momentos hablaba con el oscuro compañero del extraño matasanos. Sujetó con la mano derecha el ala delantera del sombrero e hizo un breve tirón a modo de saludo a ambos hombres. - Muy buenas caballeros - saludó con un tono de voz que casi desentonaba con su actitud habitual. A pesar de haberse mostrado distante, la voz de Malone era agradable, grave y pausada que casi transmitía calma al hablar con un tono tranquilo - ¿Hasta que punto podemos esperar problemas? - Preguntó a ambos hombres, aunque por cortesía, ya que la pregunta quien más posibilidades tendría de responder era el guía. 

Mientras esperaba la respuesta, echó un vistazo al resto de la carava, pensando que quizás deberían ir un poco más juntos y también dudando si las mujeres del carromato de prostitutas tendrían armas de fuego y la capacidad de usarlas... Danna estaba con la niña. No sabía bien que pensar al respecto, desde luego si había peligro, para la niña sería el sitio más seguro, aunque esperaba que a su compañera no le diera por hacer el papel de heroína y si había problemas sería mejor que se preocupase por ella y no por salvar a nadie, pensaba mientras torcía un poco el gesto dándole vueltas a la situación en la que se encontraban y que parecía esperar problemas en un momento de calma relativa. 

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24/08/2021, 17:52
Bonnie McFarlane

Las prostitutas del carromato prorrumpieron en un torrente ininteligible cuando Darius DeQuinn preguntó por sus nombres.

—¡Lizzy! ¡Anabella! ¡Charlotte! ¡Mary! ¡Jenna! ¡Leah! —replicaron todas ellas muy sonrientes.

A la que dijo llamarse Charlotte le cayó una buena colleja por parte de la veterana.

—¿Qué os he dicho? Perdone a estas pobres pecadoras, señor DeQuinn. —dijo la más madura, en todos los sentidos concebibles, de las meretrices. —No sabe lo que hacen.

La madre zorra escuchó con atención al negro, algo que este podía afirmar a juzgar por el sutil entrecerrar de ojos de aquella enigmática mujer, la única que, con sutileza, había esquivado decirle su nombre.

Un caballero andante, pues. Un tipo como usted encontrará trabajo en Deadwood, no me cabe la menor duda. Solo procure no atraer la atención equivocada. —deslizó de una forma tan críptica que no quedó claro si hacía referencia al estigma que suponía tener la piel negra en aquella tierra o la nobleza inherente en las palabras de Darius.

Hasta la vista, señor DeQuinn. —dijo girándose para tomar asiento en el carromato mientras las más jóvenes quedaban prendadas observando embelesadas al jinete de piel obsidiana marchar hacia la vanguardia de la caravana.

Mary, Jenna, cantad esa canción otra vez.

—¿Cuál, señora McFarlane?

—“Quiero comprarme algo de Libertad…—cantó la mujer mientras se encendía un cigarrillo.

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24/08/2021, 17:54
John Lynch

Al frente, John Lynch cabalgaba impertérrito, o al menos eso parecía. El tipo hedía como una mala bestia en una indescriptible combinación de sudor corporal, ajo y polvo aterido a la piel y a su desgastada vestimenta. Lynch daba miedo. Tenía la mirada penetrante de un azor, de un color azul claro. Su rostro siniestro encontraba el amparo de un sombrero que podía describirse como su propietario, un trozo de tela vieja y raída, pero al mismo tiempo dura y resistente, como un cactus en mitad del desierto.

Para cuando Darius le abordó, un esputo de un marrón parduzco emergió de su garganta.

Terreno sagrado. Eso he dicho, así es. —confirmó mirando de soslayo a Darius. Su voz era gutural y áspera, como si su garganta estuviese forrada con papel de lija y regada con aguardiente de Kentucky.

No tardó en aparecer con brío el jinete que hasta entonces había permanecido en la retaguardia de la caravana.

En la docta opinión de John Lynch, el jinete negro estaba sondeando el terreno, entablando conversación. El segundo jinete, el demacrado, estaba tenso. Lo disimulaba bien. A Lynch le daba igual el por qué. Él siempre estaba preparado.

¿Problemas? Bueeeno… —Lynch lanzó otro escupitajo, casi tan denso como el anterior. —Se me ocurren un buen montón de problemas que podrían sucedernos por estos lares, sí. Serpientes, pumas, osos… por no mencionar a toda la galería de hijos de perra que campan por aquí al abrigo de la noche. —citó marcando con los dedos hasta llegar al tres. Luego Lynch cayó en la cuenta de que sus callosas y robustas manos distaban mucho de ser un ábaco y cesó en su empeño de enumerar. Tampoco es que supiese llegar mucho más lejos del tres.

Cuando Darius mencionó a los indios, el anciano miró a las colinas que se extendían en el horizonte, donde la vegetación que seguía el rastro del río Cheyenne empezaba a escasear hasta desaparecer por completo en una vasta y árida llanura.

Vamos a atravesar suelo Lakota, caballeros. ¿Han tenido ustedes el placer de luchar cara a cara con los pieles rojas? —era un ejercicio de retórica de todo punto inesperado por parte del guía, puesto que ya intuía que aquellos dos no habían visto a un indio de cerca. Los que lo hacen, jamás preguntan por los fantasmas. —Para un indio, matar a un enemigo en combate cuerpo a cuerpo es un honor. Es por eso que esos cabrones adoran una buena carga de caballería incluso sabiendo que el hombre blanco domina el trueno. —explica señalando el Lancaster de Malone y soltando una risilla tétrica. —Malditos riflesNos han hecho confiados. —murmura adoptando una mueca tenebrosa.

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24/08/2021, 17:56
Director

A lo lejos, entre la espesura que rodea una de las colinas que flanquean el paso del río, adviertes un efímero pero evidente destello luminoso.

La luz se refleja sobre una superficie pulida.

¿Una lente, quizás?