Partida Rol por web

–Quien sea que esté ahí abajo, salga despacio y con las manos a la vista. La guardia de Arthedain se lo ordena –dijo con voz clara y contundente, y tomándose la licencia con mucho descaro.

- ¡Auxilio! estoy...atada - respondió una débil voz femenina. Mithgannel y Roywil Galeof descendieron a un húmedo sótano donde se amontonaban algunos barriles y restos de viejos aperos. Sin perder de vista aquellos ojos verdes claros que desafiaban la oscuridad de bajo tierra, mantuvieron las armas prestas para cualquier sorpresa. 

En medio de toda aquella impedimenta se encontraba la criatura que emitía aquel lamento. Desaliñada, grasienta y cubierta de rasguños, pero extraordinariamente bella, una joven estaba sentada en la tierra con los pies y las manos atadas.

Viendo a la extraña en aquella situación de inferioridad, Roywil le cortó las ataduras de los pies para permitirle ponerse en pie. Acompañándola y siempre con la espada a punto, la hicieron subir hasta el nivel del suelo, donde la luz de la mañana inundó su figura. Sus vestimentas eran negras y ceñidas a su atractivo cuerpo. Tendría poco más de veinte años, veinticinco a lo sumo. Iba desarmada, aunque en el cinto se podían observar las vainas vacías de un par de dagas. Sin cortar las ataduras de sus manos, enfundadas en unos largos guantes de cuero negros, los guardias y Mithgannel la rodearon e iniciaron la ronda de preguntas de rigor. 

 - Me llamo Léah - dijo con una voz sosegada - Ayer llegué a esta casa poco antes del amanecer, después de haberme perdido en el bosque. Estaba rendida y me eché a dormir. En algún momento llegaron unos hombres...eran tres, si no recuerdo mal. Llevaban uniformes y armaduras exóticas, como las de los hombres del Este que se ven en algunos libros. Hablaban un idioma que yo no era capaz de entender. Parecían molestos por mi presencia aquí, y me ataron inmediatamente. No me agredieron, ni me preguntaron nada. Luego uno de ellos me llevó al sótano, y no volví a verles. Yo esperaba que me trajeran agua, o comida, en algún momento, pero nada. A partir de un momento, sólo había silencio sobre mi cabeza - el más desolador de los silencios. 

Mithgannel escuchaba con toda su atención. Había algo en la actitud de la humana que le atraía poderosamente y le suscitaba gran curiosidad; de alguna forma, le recordaba a ella misma. No sabía si sería aquella mirada de felina acorralada aunque peligrosa, o la huella del hambre y el frío que se reflejaba en sus rasgos y que para la elfa eran, desgraciadamente, tan familiares.    

- ¿Donde están tus armas? - preguntó Roywil mirando las vainas vacías en su cinto. 

- No lo sé - respondió Léah - Tras ser atada y abandonada en este sótano, debí quedarme dormida. Todo fue muy confuso. Pasaron horas interminables, pero yo no era capaz de saber cuánto tiempo había pasado. En algún momento escuché pasos por encima de mi cabeza, y más tarde un calor insoportable, aquello fue la peor sensación. Aunque... - se detuvo mirando a su alrededor las paredes derruidas y el techo inexistente - ahora entiendo lo que pasó - remató con una amarga sonrisa.

A Mithgannel le chocó tanto el hecho de encontrar a la hermosa joven maniatada en el sótano como la propia historia que ésta contó. El relato de lo ocurrido la noche anterior sonaba verídico, pero le parecía tan extraño que los esterlingas la hubieran dejado ahí, viva, con la posibilidad que eso conllevaría en caso de que sobreviviera y escapara con delicada información secreta.

La chica tenía unos rasgos que le recordaban a su familia. Junto a ella, instintivamente Mith se llevó la mano al pecho y, acariciando el regalo de su hermana, trató de escrutar el interior de la joven, pero poco pudo hallar.

Estando todos arriba, en la planta quemada donde su hermano había tenido la conversación con el traidor, y tras las explicaciones de Léah, Mith se dirigió al oficial al mando –Disculpe, señor Galeof, ¿le importa venir aquí un momento? 

Apartados del resto la sinda trató de poner encima de la mesa sus impresiones y conocer el punto de vista del subalterno de Meneldir –No me convence la historia de la chica. Tiene sentido lo que ha contado acerca de lo ocurrido la tarde noche anterior, pero hay muchas cosas que no cuadran –dijo con rostro severo, haciendo una pequeña pausa.

Sus ojos se movían como alfileres atravesando a los del beórnida, como sujetándolos para que el tipo mantuviera la concentración en lo que ella decía.

–Teniendo en cuenta que este lugar estaba destinado a ser un punto de encuentro para tratar planes secretos y muy importantes acerca de los movimientos del enemigo en territorio de Arthedain y derredores, el dejar a la muchacha viva en el sótano sería un movimiento estúpido y descuidado por parte de los esterlingas, a no ser que esa señorita resultara de valor para el enemigo. El que ella pudiera escuchar parte de la conversación y escapara, podría echar al traste esos planes. Por otra parte, por muy cansada que estuviera, de escuchar pasos arriba cualquiera en su situación se pondría alerta y en guardia, atento a los movimientos del piso superior y demás sonidos –prosiguió tratando de explicarse y ordenar sus propios pensamientos.

Mith hizo otra pausa, echándose la mano al mentón, y con gesto pensativo terminó –Finalmente, y a la vista está, esas ropas no parecen ser de una pobre granjera perdida ni de una montaraz en pleno viaje. Más bien podría parecer de una ladrona, una espía o algo peor. ¿Qué opina usted?

Tras el intercambio de impresiones, y si el oficial no lo hiciera, Mith trataría de preguntar a Léah cómo llegó a la casa, su lugar de origen, forma de ganarse la vida, etc. 

Por último echaría un vistazo al sótano, en busca de cosas que no cuadraran en una vivienda de estas características.

Mith se quedó mirando fijamente a la chica que le suscitaba tantas sospechas, a la par que fascinación. Como por arte de encantamiento, los ojos verdes pálidos se fijaron en los suyos y comenzó a sonar aquella misma sosegada voz en los oídos de la elfa. Pero Léah no movía un ápice los labios.

"Dudas que te esté diciendo la verdad, lo veo en tus ojos. Sólo puedo decirte que no te estoy mintiendo. Tal vez no te digo toda la verdad sobre mí, pero no te miento, ni te mentiría. Vale, tal vez mentí en aquello de que me perdí. No podría perderme en un sitio tan...civilizado. Sí, llámame mentirosa. Pero es por ellos, los guardias. No puedo hablar la verdad mientras ellos estén presentes. A tí no te mentíría, si confías en mí. Podemos hablar más adelante, si quieres, y te seré franca. Pero ahora dame tiempo, dame una oportunidad. No dudes de mi alineamiento, no sirvo a la Oscuridad, probablemente tampoco a la Luz. Pero tengo un código moral muy estricto, posiblemente más estricto que el tuyo, y he hecho cosas terribles, pero sublimes. Pero.. ¿cómo? te has metido en mi mente, ¿verdad? Lo noto, te noto."

Se apagó aquella voz sobrenatural y un imperceptible guiño de aquellos ojos indicaron a Mithgannel que había sido descubierta en su intromisión mágica en el alma de Léah.

- Caballeros, señora - dijo, ahora sí moviendo los labios en su mismo sosegado tono y extremadamente educado - ¿sería mucho pedirles un poco de agua? Mi garganta hierve.

–Teniendo en cuenta que este lugar estaba destinado a ser un punto de encuentro para tratar planes secretos y muy importantes acerca de los movimientos del enemigo en territorio de Arthedain y derredores, el dejar a la muchacha viva en el sótano sería un movimiento estúpido y descuidado por parte de los esterlingas, a no ser que esa señorita resultara de valor para el enemigo. El que ella pudiera escuchar parte de la conversación y escapara, podría echar al traste esos planes. Por otra parte, por muy cansada que estuviera, de escuchar pasos arriba cualquiera en su situación se pondría alerta y en guardia, atento a los movimientos del piso superior y demás sonidos –prosiguió tratando de explicarse y ordenar sus propios pensamientos.

Mith hizo otra pausa, echándose la mano al mentón, y con gesto pensativo terminó –Finalmente, y a la vista está, esas ropas no parecen ser de una pobre granjera perdida ni de una montaraz en pleno viaje. Más bien podría parecer de una ladrona, una espía o algo peor. ¿Qué opina usted?

Uno de los guardias le tendió una cantimplora a Leah, tras un gesto silencioso de Roywil Galeof.

- Tal vez el esterlinga que trajisteis nos podría decir algo. Si es que algún día se despierta y habla. O incluso Ossandrei, convenientemente "motivado" - dijo Roywil Galeof con una mueca de sarcasmo, aludiendo frívolamente a la práctica de la tortura. Mithgannel notó una clara animadversión del beórnida por el ex-mano derecha de Meneldir. En realidad, aún no había conocido a nadie que apreciara a aquel traidor, incluso antes de descubrirse la trama.

- Con permiso, señor Galeof - dijo la elfa metiéndose de nuevo por la trampilla en el suelo.

La penumbra no era un problema para sus ojos élficos, pero la desilusión por la falta de hallazgos valiosos en aquel erial de barriles y aperos desvencijados pronto la desmotivó profundamente de su búsqueda. Parecía ya resuelta a abandonar el sótano y reunirse con el resto de la partida, cuando vio, en el otro extremo del sótano, un brillo en el suelo. Se acercó y recogió dos dagas, cuidadosamente colocadas una junto a la otra. Las hojas de las dagas eran onduladas.

Tenían una factura extraordinaria: eran armas especializadas, no como las que se podían comprar en cualquier armería. Se acercó la empuñadura a los ojos para leer una pequeña descripción. "Dol-Amroth" se podía leer, en ambas dagas. "La colina  de Amroth" tradujo la elfa de su lengua materna, el sinda. Mithgannel no había escuchado nunca hablar de tal lugar.  

Todo el asunto demostraba una extraordinaria ineptitud por parte de los captores, si es que había transcurrido todo como Léah había contado. ¿Era posible que incluso aquellos hombres, provenientes de lejanas culturas orientales salvajes, hubieran sentido piedad o remordimientos para eliminar en primera instancia a su cautiva, como sin duda su señor les habría exigido de haber sabido de su presencia? ¿era posible que la hubieran ocultado precipitadamente, esperando a que pasara la reunión de su señor para luego pensar qué hacer con ella? ¿tal vez albergaban funestos deseos con respecto a ella, que no querían revelar a su señor?

Ya no sabía qué pensar. En aquella historia loca, todo era posible.

— ¡Draon! ¡Viejo granuja! — exclamó sorprendido cuando este le asaltó en mitad de la calle — ¿Mal aspecto? Si yo te contara...

Bradoc acompañó a Draon por las calles de Bree hasta llegar a su oficina, donde agradeció el ofrecimiento de la copiosa copa de brandy. Mientras Draon comenzaba a compartir con él la información de su próximo cliente el guerrero iba reduciendo el contenido de la copa a base de largos tragos terminando el brandy antes de que Draon terminase su discurso. Dejó la copa vacía sobre la mesa, con la esperanza de que su agente la volviese a rellenar, y continuó escuchando lo que tenía que decirle.

— Vaya... — musitó asombrado en cuanto Draon terminó —Será todo un orgullo escoltar a la reina y a su hija. ¿Pero qué ha pasado con los gordos y viejos mercaderes de toda la vida? ¿Te crees ahora alguien importante por relacionarte con la realeza? — le comentó con socarronería.

En cualquier otra ocasión, la información de Draon le parecería un disparate. Una guerra inminente, el rey buscando un servicio independiente para la protección de su mujer e hija... Pero en esta ocasión esa información se ajustaba con lo que estaban investigando estos días.

— Es un contrato importante, puedes contar con mi discreción. Ya lo sabes — añadió antes de contarle sus pericias en Bree estos últimos días — Llegué a Bree hace un día, en compañía de unos viajeros con los que coincidí por el camino. Mi intención era disfrutar estos días de los placeres del Mercado, para lo que sí hubiese necesitado un pequeño adelanto ja, ja, ja. Pero la guardia me propuso una suculenta cantidad de dinero por investigar cierto asuntillo...

En principio no tenía pensado darle más detalles sobre lo que estaba investigando en Bree, pero Draon había tenido la cortesía de compartir con él la información del contrato y Bradoc quiso corresponderle con la misma moneda. Así que le hizo un breve resumen de lo ocurrido los dos últimos días. Aprendiendo de Mithgannel, le contó a Draon lo mismo que le habían contando al capitán Meneldir, obviando la participación de Aranuir y su recién descubierta condición de semielfo.

—Y en esto ando ahora mismo... — dijo en cuanto acabó — Me dirigía a hablar con un miembro de la guardia que está preso. Espero poder contar con tu discreción.

- ¿Ossandrei, un traidor? Sólo le faltaba eso a ese...canalla - Draon no disimuló su antipatía por el ya derrocado subcapitán de la guardia - Vaya, vaya, Bradoc. Te has hecho mayor e importante, jaja. Pronto no querrás trabajar con un pelagatos como yo. Pero lo que te he conseguido de la familia real no te lo consigue cualquiera, ¿eh? Ya puedes empezar a soñar con la Princesa Elina. 

Con la típica socarronería que acostumbraba Draon, se separaron y Bradoc regresó de vuelta a los barracones.

Después de intercambiar algunas preguntas con Meneldir para cerciorarse de varias cosas, el siguiente paso era comprobar el sótano de la chica. El tema de la nota podría debatirlo con sus otros compañeros, varias cabezas eran mejor que una, aunque la de Öter valiera por dos.

- De acuerdo, señor Meneldir - dijo orgulloso el enano, se sentía útil -. Iré en busca de los demás, quizás tengamos suerte y encontremos algo en esa casa que nos ayude a darnos alguna pista. Nos vemos a la vuelta - dijo inclinando la cabeza a modo de despedida, terminando por Rowen, por si tenía que indicarle algo más.

- Este pequeño está esperando algo...si ésta era la forma de comunicarse de Ossandrei con "el enlace", ¿es mucho imaginar que estará esperando una contestación?.

- Puede ser, pero contestar sin saber a qué se refiere puede ser precipitado, una respuesta errónea podría hacer sospechar al que está en otro lado... - dijo mientras se rascaba la barba -. En todo caso, a la vuelta comentaremos este tema y si tienen alguna lo debatimos.

Y el enano salió en busca de Mith y el nuevo segundo de Bree.

Todavía henchido de satisfacción por haber encontrado una pista tan escondida con sus propios ojos - y, lo que era más notorio, ante la presencia de Meneldir - Öter salió de la torre de la guardia con paso resuelto. Con algo de suerte llegaría a tiempo al claro y su corazonada tendría fundamento, encontrarían a la chica de la que hablaba el esterlinga y eso les resolvería de golpe todos los misterios. Fin de la historia.

- ¿Öter, hijo de Hreimdar? - una voz inconfundiblemente enana sonó por detrás suyo. Mientras se giraba intrigado, algo en el tono de aquella voz le retrotraía a su ciudad natal, a un personaje conocido, a un recuerdo. Y el recuerdo era de todo menos agradable.

- ¿Gri...Grimbrand, hijo de Glibur? - tenía ante si a un aguerrido enano, aproximadamente de su misma edad. Lo natural de dos que se conocen y se encuentran tan lejos de su ciudad natal es fundirse en un caluroso abrazo. Pero eso no ocurrió entre Öter, hijo de Hreimdar y Grimbrand, hijo de Glibur. Al contrario, permanecieron fríamente separados escrutándose mutuamente. Grimbrand llevaba sus ropajes algo polvorientos y todo su semblante parecía indicar haber estado realizando considerables esfuerzos. 

- Nada, ya sabes...Negocios - contestó Grimbrand a la pregunta de Öter, quien con hipocresía a la vez que insana curiosidad había preguntado qué le traía por Bree. 

- Sí, negocios...¿qué, si no? - respondió Öter, como justificando a su vez su presencia allí, aunque Grimbrand no se lo había preguntado.

Después de esa recelosa conversación en pleno bullicio de mediodía en Bree, ambos enanos se despidieron sin ninguna clase de efusividad y cada cual siguió su camino. Pasados unos metros, Öter se giró y vio que, a lo lejos, Grimbrand se metía en la posada "El Descanso Real". Le reconcomía saber qué "negocios" eran los que habían traído a aquel tipejo hasta allí.

En su ciudad natal en las Montañas Azules, la casa de Grimbrand era el reverso exitoso de la casa de Öter. Todo lo que en la casa de Öter había iniciado una lenta decadencia, en la de Grimbrand parecía florecer sin descanso: riquezas, fama, prole. Sin embargo, tal como su padre, el viejo Hreimdar, no cesaba de repetir, los miembros de la casa de Grimbrand y Glibur no tenían las manos limpias. Extorsionadores, acaparadores, monopolistas, explotadores, mafiosos, corruptos, conspiradores, enfermizamente codiciosos...todas esas lindezas les dedicaba Hreimdar para aleccionar a sus hijos, en las comidas y en las cenas. Aún obviando la envidiosa exageración en la que incurría la casa de Öter, algo de ello era verdad. Grimbrand y su familia no eran agua clara. Y si algo estaba haciendo en Bree, podía ser cualquier cosa menos obras de caridad. 

Algo molesto aún por el indeseado encuentro, que le había descubierto una malsana curiosidad, Öter hizo lo que pudo por recomponerse y apretó el paso hacia la casa en las afueras.

- ¿Öter? - Mithgannel preguntó con extrañeza al ver al enano llegar por el sendero principal, resoplando.

Öter se acercó al grupo en medio del devastado lugar donde antes se había erigido la casa y saludó a todos discretamente, incluyendo a una atractiva chica enfundada en ropas negras que llevaba las manos atadas. 

- ¡La chica! ¡Lo sabía! - gritó triunfalmente. Todos estaban desconcertados. Cuando se recompuso, Öter explicó al resto que el esterlinga herido había recobrado por un momento la conciencia y se había referido a "una chica en el sótano, que no tenía comida". Justo después había fallecido. Por eso estaba allí Öter, pues había tenido la corazonada de que el sótano al que se referían era el de la casa en las afueras. Y había acertado.

- Hasta ahí cuadra con mi historia, ¿no es cierto? - dijo Leah - pues así era el nombre de la chica de negro - mirando a Mithgannel, pero su tono no buscaba la provocación, sino más bien el crédito de la elfa.

- ¿Alguien me explica lo que está pasando aquí? - dijo el impaciente enano, rascándose la cabeza.     

- Volvamos - dijo Roywil Galeof - Aquí ya está todo visto. Las explicaciones nos las daremos ante Meneldir, una sola vez. Si no, esto se convierte en un chismorreo continuo.

Mith asintió a la joven con una ligera sonrisa al tiempo que ésta pedía agua, y tras el intercambio de impresiones con el beórnida bajó nuevamente al sótano. Allí encontró lo que presumiblemente eran las dagas de la joven reclusa. El nombre que aparecía en ellas le era desconocido. La sinda se guardó las pequeñas armas y subió de vuelta con el resto.

Poco después apareció el enano con la lengua fuera y rápidamente se pusieron de camino regreso a Bree.

Durante el camino Mith pidió al enano que se retrasara. Apartados, le preguntó si habían podido sacar algo más sobre la chica –Öter, ¿Qué más os dijo el esterlinga acerca de ella?

Las aventuras no sacian el hambre, excepto el hambre de aventuras. Pero el hambre real, el hambre de los estómagos, no se sacia a base de espadazos y encuentros en la oscuridad. 

Y hambre es lo que sentían nuestros aspirantes a héroe a aquella hora de las dos de la tarde. De vuelta a los barracones, tras las pesquisas que cada uno había llevado a cabo por la mañana, Roywil gestionó a la compañía una caliente comida en una sala aparte del barracón. Rancho, pero caliente. Ni siquiera Ruby Moss le pondría pegas. Entre cucharadas se relataron los acontecimientos vividos aquella intensa mañana, desde el momento en que se separaron. 

Sólo Rowen estaba ausente, pues estaba acompañando a Meneldir en el interrogatorio de Ossandrei. Todavía duraba. 

A las dos y media, apareció la dama Rowen y se juntó, hambrienta, al resto de sus compañeros. Aunque no habló, la expresión de su cara lo decía todo: el interrogatorio de Ossandrei no había tenido éxito. Primer intento fallido. 

- Al menos en las formas, puedo estar en paz. No pasó de un interrogatorio.   

Con esto la dama Rowen conjuraba el temor a que se hubiera perpetrado torturas en ese calabozo. Asunto que a algunos les quitaba el sueño más que a otros, todo sea dicho.

Roywil entró en la sala mientras terminaban de chupar los platos. La reunión estaba a punto de empezar.

Al pequeño pero constante trote que le permitían sus recortadas piernas, el enano comenzó a seguir el sendero que hacía una noche había recorrido en la oscuridad dirección la casa en llamas. Estaba contento por poder haber conseguido información valiosa para el grupo, así que iba hablando para sí mismo en voz baja ordenando sus ideas. Desde fuera, era chistoso verlo.

- ¿Öter, hijo de Hreimdar?

El enano salió de sus pensamientos como si una helada daga se le hubiera clavado en el pecho. Esa voz le era familiar, pero a la vez muy lejana, era una voz que no tendría que estar en Bree. Con rigurosa lentitud, el enano se giró dirección la pregunta.

- ¿Gri...Grimbrand, hijo de Glibur? ¿Qué te trae tan lejos de nuestro hogar?

- Nada, ya sabes...Negocios.

- Sí, negocios...¿qué, si no?

La conversación era fría y distante. No era para menos, ya que Grimbrand un conocido para Öter, pero no un conocido cualquiera. En su infancia, había sido un claro ejemplo de mala gestión y su casa no gozaba de un nombre muy privilegiado por sus formas de actuar. No obstante, gozaban de una fama y de una riqueza importante lo que hacía que Öter y su familia sintieran un recelo hacia ellos, más que por sus bienes por la injusticia en la manera de conseguir esos bienes. La presencia de Grimbrand era toda una sorpresa y sobre todo una aparición bastante extraña. Aunque quizás, él podría pensar lo mismo de su compatriota.

Finalmente, tras un intercambio de miradas intentando descubrir, Grimbrand se marchó y se dejó ver entrando en la posada "El Descanso Real". A la vuelta o en algún momento, iría a echar un vistazo o realizar alguna pregunta.

- ¿Qué asuntos te traen a Bree, Grimbrand, hijo de Glibur? - dijo el enano con el ceño fruncido mientras inicia de nuevo su marcha -. Parece que esta ciudad está llamando la atención de miradas inusuales, hay que andarse con pies de plomo y adelantarse a cualquier hecho.

El enano aceleró el paso, estaba cerca de su destino, así comenzó a correr ligaremente para compensar el tiempo del encuentro con su paisano. 

- ¿Öter? - Mithgannel preguntó con extrañeza al ver al enano llegar por el sendero principal, resoplando.

- ¡La chica! ¡Lo sabía! - gritó triunfalmente.

Mithgannel y el segundo de Bree estaban acompañados por una chica de ojos verdes y de apariencia descuidada, quizás fuera la chica a la que se refirió el esterlinga. El enano contó el descubrimiento entre resoplidos de cansancio hasta que la nueva miembro volvió a hablar.

- Hasta ahí cuadra con mi historia, ¿no es cierto? - dijo Leah.

- ¿Alguien me explica lo que está pasando aquí? - el enano todavía no tenía claro la presencia de aquella mujer y de la conversación que estaba teniendo con la elfa, pero poco pudo esperar porque Roywil los interrumpió: el tiempo apremiaba y la reunión con el señor Meneldir tendría que celebrarse para aclarar todo este asunto.

Durante el camino Mith pidió al enano que se retrasara. Apartados, le preguntó si habían podido sacar algo más sobre la chica –Öter, ¿Qué más os dijo el esterlinga acerca de ella?

- No mucho, cuando despertó gritó "¡Azaroth!¡Ossandrei!" - lo imitó teatralmente dentro de sus capacidades -. Después, antes de morir gritó: "¡La chica! ¡No tiene comida! ¿Estará viva?" - se rascó un lateral de la cabeza ladeando el casco torpemente - Parecía preocupado en ella, no deberíamos perderla de vista hasta que sepamos algo más. Quizás tenga alguna información. 

Quedaba poco para la junta oficial y la guardia de Bree proporcionó al grupo una comida en favor del buen trabajo que estaban haciendo hasta ahora.

- ¡Ja! - dijo mientras levantaba una espumosa jarra de cerveza - ¡Con este hambre cualquier plato es una delicia! ¿Eh, señor Moss! - y dio un largo trago, un hilo cerveza descendía por su barba perdiéndose bajo la mesa -. ¡Aprovechad, señores y señoras, no sabremos cuando volveremos a estar sentados así de nuevo!

La joven sinda movía la cuchara en el caldo concentrada en lo que contaban sus compañeros, sin más ánimo de terminarlo. Había comido algo pero seguía, de la misma forma que el utensilio de madera en el guiso, dándole vueltas a lo que estaba ocurriendo.

–¡La reina y su hija! –dijo impresionada, tratando luego bajar la voz tapándose la boca. –Sin duda es una empresa importante, Bradoc, y de algún modo te alejaría del oscuro destino que parece cernirse sobre este territorio. Me pregunto qué noticias tienen en la capital para que el propio rey pretenda retirar a su descendiente del terreno de juego. Por otra parte, no sé que tipo de confianza tienes con ese señor, pero creo que no debiste contarle nada sobre este asunto –reprendió finalmente a su supuesto sobrino.

Tras las nuevas del mestizo, el enano se adelantó para ponerlos al día.

–Azaroth –quedó haciendo eco en su mente resonando una y otra vez, tratando de encontrar un significado, tras lo comentado por el enano.

–Esa nota es muy intrigante. ¿A qué cargamentos se referirán? ¿Armas u otros suministros de campaña? ¿Material para entrar en los túmulos? ¿Prisioneros tal vez? Entiendo que no habéis podido sonsacarle nada al traidor de Ossandrei sobre esto, ¿cierto? Supongo que, y con perdón, con "tapones" se referirán a los exploradores hobbits. En tal caso el cargamento debería referirse a algo sobre lo que ellos estaban investigando o de lo que pudieran percatarse durante sus trabajos. ¿Quizá el Enlace se trate de alguien cercano a la Guardia, alguien con quien tengan trato de forma habitual? ¿Y qué ha pasado con la paloma mensajera, Öter? –preguntó en referencia al descubrimiento en las estancias del traidor.

La curiosa elfa no quería quedarse sin preguntar nada. La historia que contó Öter sobre el otro enano le pareció extraña, sobre todo por, según dijo, el hecho de proceder de una familia dada a realizar negocios truculentos –Maese enano, ¿cree usted que el tal Grimbrand pueda está involucrado en estos oscuros tratos con el enemigo del norte?

Después del enano le tocó el turno al mediano, que contó las peripecias de su primo que lo llevaron a prisión.

–Un contingente orco en las Quebradas, lo que nos temíamos. Nos llevan mucho tiempo de ventaja. Ruby, ¿podrías recordarnos en qué fecha descubrió tu primo a ese contingente? –dijo Mith tratando de situarse nuevamente y elaborar mentalmente un trazado de los acontecimientos. –¿Podría Mutfast ubicar en el mapa la zona donde los encontró?

Estaba claro que el traidor tenía una red muy amplia y manejaba muchos frentes de acción. El enemigo les llevaba semanas de ventaja en todos los aspectos, y deberían calcular muy bien cuáles serían sus siguientes pasos. El mensaje de la paloma y las explicaciones de la chica del sótano podrían resultar en nuevos caminos a explorar.

Aquel menú cuartelario actuó como un poderoso reconstituyente en los estómagos vacíos de los cinco aventureros. Lo necesitaban, y mucho. Los acontecimientos de la mañana habían traído a la primera fila de sus conciencias aquellos asuntos que les hicieron marchar hacia Bree desde sus hogares, asuntos que últimamente se habían visto diluidos por terribles acontecimientos relacionados con traidores y bestias aladas.   

Por una parte, Öter había visto en sus narices como el fantasma de la rivalidad entre familias de su ciudad natal se agitaba en la persona de Grimbrand, aquel sombrío enano de turbio pasado que había encontrado por las calles de Bree. Le parecía estar compitiendo con él en aquel preciso momento, aunque no sabía muy bien en qué lides se desarrollaba esa competencia; luego estaba Bradoc, cuyo agente, Draon, le había recordado que tenía un trabajo y que éste consistía en llevar gente acaudalada de un lugar a otro de la Tierra Media. Acaudalada y poderosa, sí, pero ¿tanto como la familia real? Aquello era sin duda la cima de su carrera; y por último Ruby Moss, el inquieto hobbit, estaba de nuevo junto a su primo, como si no hubieran pasado los años. Él había venido a Bree a cobrar una herencia, pero a cambio había recuperado un tío y a un primo. Y lo mejor de todo, es que la posibilidad de la herencia no se había difuminado, sólo se habría postergado para un futuro, esperemos que lejano.

Luego estaban Mithgannel y Rowen, desarraigadas y taciturnas, que parecían estar integrando aquella inesperada aventura en lo más íntimo de sus vidas, como si hubieran consagrado sus existencias a una causa totalmente nueva. Si algo tenía esta aventura en común para todos ellos, es que no iba a dejarles igual. Probablemente iba a cambiarles para siempre.

Ahora, mientras llegaban al zaguán que daba a la sala de la reunión, Öter y Ruby discutían sobre las palabras de Mith, pues el hobbit opinaba que los enanos bien podían también ser referidos como "tapones", incluso con mayor propiedad que los hobbits. Su razonamiento era que los hobbits tienen una imagen amable e incluso tierna entre la Gente Mayor, mientras que los enanos son frecuentemente pintados como gentes testarudas, egoístas y malhumoradas. "Tapones", en una palabra.

Al zaguán llegaron de pronto los tres exploradores hobbits, con un renacido Mutfast entre ellos, que se fundió de nuevo en abrazos con su primo. Al parecer ellos habían estado hablando poco antes con Meneldir y Roywil, quienes les habían requerido para asesorarse con su conocimiento del terreno en la Quebrada Sur y la zona de los Túmulos.

- Tranquilos, todo se ordenará en breves. Esta gente sabe lo que hace - dijo Bit señalando a la puerta de la sala de la reunión, que se mantenía aún cerrada aunque se oían apagados ecos de voces en su interior. 

Por fin se abrió la puerta y apareció Roywill indicándoles que pasaran y tomaran asiento. Dentro no estaban más que él y Meneldir. La gran mesa en la que el día anterior los aventureros habían tomado asiento, ahora se encontraba repleta de mapas, instrumental cartográfico, libros y papeles con notas.

Una vez acomodados, Meneldir tomó la palabra.

- Bien, espero que hayáis podido recuperar fuerzas con el refrigerio que os ha servido la Guardia de Bree. 

Meneldir no era un hombre dado a rellenar los silencios con palabras vacuas o de cortesía, así que sin dilación entró en el meollo del asunto.

- Como era de esperar, del traidor no pudimos arrancar una palabra, y antes de poner en juego prácticas despreciables que nos acercarían peligrosamente a las de nuestro enemigo, nos detuvimos...para alivio de algunos - miró intencionadamente a Rowen y prosiguió - ciertamente no necesitamos a Ossandrei para poder empezar a poner orden en esta trama. Este asunto parece apuntar en dos direcciones: 

Una de ellas nos lleva al sureste, a la zona de la Quebrada Sur, y en concreto parece ser que al túmulo del Rey Valandur. Tras escuchar el testimonio del hobbit Mutfast, no cabe duda de que el enemigo está tomando posiciones en esta zona. Su relato es compatible con vuestra hipótesis, reforzada por el contenido del pergamino, de que puedan estar ocupando túmulos de forma gradual para componer una especie de avanzadilla para realizar un ataque combinado sobre Bree y quien sabe si todo Arthedain. No sé de dónde sacasteis esos planos al carboncillo, pero si son veraces, nos van a ahorrar mucho tiempo en la localización del túmulo de Valandur, y quizás nos den una ventaja providencial - los aventureros recordaron que Meneldir no conocía la existencia del volumen de Öter sobre los túmulos, pero sí de las copias de los planos de la localización del túmulo de Valandur.

La otra dirección nos lleva hacia un punto que desconocemos pero que se nos antoja pueda ser dentro del mismo Bree. De momento es la única evidencia que tenemos de que haya colaboración de algún cómplice con Ossandrei. No me sorprendería que ese "enlace" sea una persona conocida en Bree, integrada en los asuntos de la ciudad y en su día a día. Y este pequeño es nuestro enlace con "el enlace" - dijo descubriendo un paño y dejando ver una pequeña jaula en la que se movía un gorrioncillo de un lado a otro. De pronto pareció recordar algo.

- Sobre la chica del sótano, Leah, aunque sigue en nuestras dependencias y vigilada, no tenemos ningún motivo para retenerla más tiempo. Según hemos podido saber, procede de una familia de cierto renombre en el sur de Gondor, y está haciendo un largo viaje por Eriador sin otro motivo que el aprendizaje personal. Estos días estaba cerca de Bree por la proximidad del Mercado, y su curiosidad e inexperiencia le hizo perderse en el bosque de Chet. Creemos que nada más que la fatalidad la puso en las manos de los esterlingas. Al menos, no tenemos motivo para sospechar otra cosa. 

Pero volvamos con el tema de los túmulos. Si hay que dar crédito a lo que oísteis en la casa en las afueras, es posible que Ossandrei tuviera tiempo de preparar acciones hostiles contra vuestra expedición de camino a los túmulos. Más que posible, francamente, lo damos por hecho - aquí miró a Roywil, quien asintió con un leve movimiento de cabeza - es por ello que hemos rediseñado la expedición de modo que podamos asegurar su éxito minimizando el riesgo de los que se prestan a llevarlo a cabo, en este caso vosotros.

Vamos por tanto a crear un segundo grupo de exploradores que acompañe y proteja al principal. Ambos grupos se moverán a una distancia prudencial uno del otro, la suficiente para no caer en las mismas emboscadas, pero no tanta como para que no se oigan las llamadas de socorro - en este punto mostró un cuerno de los que usan los ejércitos para hacerse señales acústicas - Cada grupo llevará uno de estos, y lo utilizará para hacerse oír en caso de necesitar ayuda. 

El primer grupo será el mismo que se pensó originalmente - Bit, Zoz y vosotros cinco extranjeros. El segundo grupo estará encabezado por Roywil Galeof, y le acompañará Mutfast como explorador jefe, dos guardias de confianza de Roywil y dos aventureros más de habilidades complementarias. Estos dos últimos aventureros podréis elegirlos vosotros mismos dentro de un rato, a partir de una selección previa que ha hecho el propio Roywil.

Otra cosa importante: si las cosas se ponen muy feas, es prioritario que por lo menos uno solo de vosotros consiga volver y dar la alarma. Recordarlo, esto es prioritario frente a otras cosas, incluso intentar salvar alguna vida, si ello pone en peligro la información. En el Camino Verde, Camino Norte y Gran Camino del Este habrá patrullas de la Guardia a las que os podríais dirigir en caso de huida, y si no directamente a mí en Bree. Llevaréis un caballo cada grupo para cargar con las tiendas de campaña, víveres y el resto de la impedimenta. En caso de tener que huir, dejadlo todo atrás y volved en uno de los caballos. Por cierto, al primer grupo os cederemos el caballo que fuera de Ossandrei. Propongo que lo rebauticéis y le restituyáis algo del prestigio perdido por haber servido de montura a un traidor.

La partida de ambos grupos debe producirse mañana por la mañana, no deberíamos en ningún caso postergarla más. Los cálculos de nuestros exploradores son que podáis llegar al túmulo de Valandur tras dos días de marcha, con sus dos correspondientes noches de acampada. Os moveréis y acamparéis de forma separada, es importante mantener la independencia de ambos grupos. Pero conoceréis exactamente la posición de cada grupo, pues los exploradores habrán determinado de antemano los movimientos a realizar - dijo señalando los mapas extendidos sobre la mesa - Es importante que os mováis en las horas de luz. Contra este enemigo, como sabéis, la noche os hace a vosotros más vulnerables, y a ellos más fuertes. 

Mientras tanto, desde Bree yo personalmente empezaré a planificar fuerzas militares para los distintos tipos de escenario que puedan darse en las próximas semanas: desde contingentes para escaramuzas en las Quebradas hasta....eventualmente...un asedio a Bree.

Las últimas palabras abrían una perspectiva ciertamente desoladora. Parecía que la pausa en el discurso del Capitán daba pie a intervenciones por parte de alguno de los presentes.