Partida Rol por web

Campanas de sangre

Entre telas (Abrazo Lydia)

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23/10/2017, 20:10
Narradora

Entre telas

 

 

Martes, 10 de Noviembre de 1918

20:00 h

 

Nacía una paz inefable del suave sonido metálico del candado declarando cerrada la tienda. Llegada la hora en la que el sol de invierno ya no ayudaba en nada a las pocas farolas distribuidas por las calles acongojadas de Sheffield, ninguna mujer cuyo honor le llenara los bolsillos lo suficiente para acudir a la modistería de Lydia no iba a encontrarse deambulando por la calle, algo que el cansancio podía llegar a agradecer.

A la joven Alder, no obstante, todavía le quedaba trabajo pendiente de ser zanjado antes de tener que enfrentarse al frío, cada vez más gélido; a la oscuridad, cada vez más amenazante; y al miedo, cada vez más impregnado en los adoquines de la ciudad.

También había cierta paz en aquella soledad arropada por la tienda. Se trataba de la calma antes de la tempestad. Una calma que Lydia había aprendido a saborear y a predecir con el tiempo, con el dolor de los llantos que amargaban las paredes de su casa, con los ceños fruncidos de los clientes, con aquella oferta de su alumna para regresar sus dedos al piano. ¡En estos tiempos!

Y como toda paz previa a tormenta, el rayo que separó las nubes acabó por llegar. Un pequeño puño llamó a la puerta de la tienda enérgica, repetida e ininterrumpidamente.

¡Por favor, por favor ¿podría ayudarme? Por favor déjeme entrar! —suplicó una voz femenina todavía por formarse. Parecía una niña demasiado pequeña para albergar tanta desesperación como su voz transmitía— Por favor, señorita, por favor.

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28/10/2017, 21:46
Lydia Adler

Un suspiro. Un momento de paz. La frágil tranquilidad que llegaba al ocaso cuando se quedaba a solas en la tienda se vio interrumpida por la insistencia. ¿Quién podía llamar a esas horas? Lydia se sobresaltó por un momento, apartando la mirada de las cálidas telas y enfocándola extrañada hacia la puerta. Achinó los ojos durante un fugaz segundo, mientras su instinto la prevenía.

Algunos días su padre iba a recogerla. Esos momentos eran del agrado de Lydia, quien regresaba a casa charlando con él. ¿Cómo ha ido el día? ¿Quién ha venido? ¿Alguna anécdota interesante? ¿Qué había decidido finalmente la señora Smith? Sí, era lo más parecido a una vida normal. Pero hoy no era uno de esos días.

Se acercó a la puerta y observó los ojos de la pequeña, preguntándose qué hacía una niña sola, en esas horas oscuras, llamando a su puerta. Sólo estaba convencida de una cosa: si abría la puerta tendría problemas. Pero, ¿cómo no abrirla? Era una niña, por el amor de dios...

Miró también alrededor, buscando sombras en cualquier recodo de las pobremente iluminadas calles. Dos imágenes le habían venido a la mente: la primera era la niña huyendo de alguien; la segunda, la niña ayudando a un posible ladrón que quisiera llevarse unas monedas a su bolsillo, y a saber qué más.

Cogió su daga y, de espaldas a la puerta, se la colocó con disimulo en el cinturón. Después fue rápidamente a la entrada, abrió la puerta, cogió la mano de la niña y la estiró hacia dentro de la tienda, cerrando la puerta con llave inmediatamente después.

Luego la condujo con suavidad hacia un lado y se inclinó un poco para interesarse por ella.

-¿Qué ocurre? ¿Te encuentras bien, pequeña? -le miró extrañada pero con una sonrisa amable, o al menos, eso intentaba transmitir.

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04/11/2017, 16:58
niña

Al verse arrastrada hacia el interior los pies de la niña clavaron los talones y sus pupilas se dilataron como si acabase de huir del fuego para caer en las brasas pero ni sus zapatos eran buenos para hacer resistencia ni su tamaño ofrecía gran competencia con la fuerza de Lydia.

Sus párpados tardaron un segundo más en pestañear de lo que tardó la suavidad de Lydia en aparecer para conducirla a un punto más apartado de la puerta. Su mirada se humedecía por segundos y sus labios temblaban de miedo. Se la veía pálida, más envuelta en un su vestido rosa pastel y enmarcada por su rubia cabellera.

Intentó responder a la pregunta de la señorita que acababa de salvarla de lo que hubiese en la calle pero no consiguió articular palabra, tan solo llegó a asentir muy lentamente antes de romper a llorar y lanzar sus brazos a las piernas de la bella modista para abrazarse a ella.

Sus lágrimas humedecían las faldas de Lydia y con cada una de ellas se sentía más importunio y más intentaba usar su voz para disculparte, aunque no llegó a conseguirlo en un largo rato.

Minutos después cuando su carita se despegó de Lydia, alzó sus ojos enrojecidos por el llanto a los todavía azules de Lydia, tragó saliva y tanteó dos veces sus mandíbulas antes de hablar.

Gracias por dejarme entrar señorita —se limpió las mejillas y los ojos con el anverso de la mano—. He pasado mucho miedo. Alguien ha hecho daño a mi hermana mayor y... y... me perseguía y... no había policías... y... quería hacerme daño también... ¿Puedo quedarme aquí? No tocaré nada —confirmó negando con la cabeza—. Nada.

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05/11/2017, 22:25
Lydia Adler

El rostro de la niña conmovió el corazón de Lydia. Su carita llena de lágrimas no tardó en esconderse entre los pliegues de su falda, cosa que no le importó. La rodeó con sus brazos y le dio tiempo para que se calmase.

Cuando comenzó a hablar, la escuchó con atención. Sonrió con dulzura cuando le dio las gracias por haberle dejado entrar y asintió cuando la pequeña le habló del miedo que había pasado. ¡Era desde luego algo terrible! Se quedó pálida al escuchar que alguien había atacado a su hermana. Se preguntaba cómo estaría ella, si eso habría sucedido cerca o lejos de allí, y cómo no, por las intenciones del atacante. Si había perseguido a la niña era posible que estuviese cerca.

-No te preocupes, cielo -sonrió y acarició su cabello con delicadeza. Sacó después un bonito pañuelo con sus iniciales “L. A.” bordadas en color azul y se lo ofreció para que pudiese enjugar las lágrimas que resbalaban por su rostro-. Voy a cerrar las cortinas e iremos a la trastienda. ¿De acuerdo? Aquí estás a salvo.

Tal como dijo corrió las cortinas y se llevó a la niña a una sala trasera. Quería que si alguien pasaba junto a la tienda creyese que estaba cerrada, por ello apagó la luz.

La trastienda era una sala grande, pero cálida y acogedora. Tenía una mesa de madera con algunos retales de tela dispuestos sobre ella y papeles con dibujos de futuros diseños. Otros dibujos no tenían nada que ver: en un papel había pintados ojos, paisajes e incluso había unos folios asomando debajo de un libro que claramente eran partituras, aunque dibujadas a lápiz. Algún material para dibujar y colorear también estaba colocado en una cajita sobre la mesa. Y junto a ella, una silla y dos taburetes. 

En la sala había también un diván y un sillón. Éste, con un par de cojines y una bonita manta colocada por encima. Allí el padre de Lydia se había quedado dormido en más de una ocasión, bien a mediodía, o bien pasando allí la noche entera. Un poco más alejado estaba el género. Varios rollos de tela perfectamente dispuestos y cuidados, algunos elegantes sombreros y varias cajas ordenadas y debidamente clasificadas en estanterías definían el conjunto. Y al fondo, una puerta que conducía a un pequeño espacio de aseo.

Lydia no sabía muy bien qué hacer. Le daba lástima no salir a la calle en busca de la otra chica para socorrerla, pero a su vez no quería exponer a la pequeña. Además, ella no era precisamente alguien competente en una situación peligrosa. No era un rival, sino otra víctima potencial. Tener esa daga, que por cierto no había utilizado jamás contra nadie, no la convertía precisamente en una heroína.

-Puedes sentarte aquí -separó despacio la silla junto a la mesa para facilitarle el acceso. Luego se acercó a una cesta de fruta, limpió y frotó una manzana roja hasta conseguir un brillo apetitoso y se la ofreció a la pequeña.

-Por cierto, ¿cómo te llamas? -preguntó con curiosidad- yo soy Lydia. Espero que te gusten las manzanas -le tendió la reluciente pieza de fruta mientras en su rostro se dibujaba una bonita sonrisa, y es que se la ofrecía de corazón. Quería que la niña estuviese cómoda y tranquila, algo que ella misma no conseguiría hacer.

Por otra parte, dudaba si preguntarle más acerca de lo sucedido. Quería saber más datos, y a la vez no quería hacerle revivir lo ocurrido. Tomó la decisión de darle unos minutos, preguntarle, y luego distraerla de nuevo para alejar de su mente esa horrible experiencia. Si la niña comía la manzana y se tranquilizaba un poco, abordaría el tema con la máxima calma que pudiese reunir.

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06/11/2017, 20:36
Violet Evans

La pequeña obedeció las indicaciones de Lydia procurando molestar lo mínimo posible. Se notaba en sus gestos, en la suavidad con la que tomó el pañuelo que la modista le había ofrecido y en la vergüenza que estaba pasando por la escena protagonizada que era una chica criada con modales, superponiéndolos incluso al desarrollo de la personalidad. Probablemente de familia rica, de aquellas que además de serlo quieren aparentarlo, que se sepa, que su dinero corra en la lengua de los demás.

Mi nombre es Violet Evans —se presentó recogiendo la humedad de sus ojos con el pañuelo con sumo cuidado antes de que volvieran a nacer lágrimas—. Es usted muy amable señorita Lydia.

Alargó su diminuta mano para tomar la manzana y una sonrisa intentó desviar el tema y no tener que contestar a su disgusto generalizado por la fruta. Aquella noche, esa manzana era todo lo que quería.

Mi hermana mayor se llama Rose Evans, no vivimos muy lejos. ¿Tiene usted telefono? —comentó con la inocencia y la costumbre del dinero ignorando que eran exageradamente pocos los que tenían un número particular —¿Podría llamar a la policía? —se sorbió la tristeza y acercó la manzana a los labios aunque no llegó a morderla— Temo que al esconderme eso haya vuelto a ... a buscar a mi hermana.

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09/11/2017, 23:08
Lydia Adler

La tez de Lydia palideció con brusquedad al escuchar el nombre de la pequeña. Sus pupilas se habían clavado en ella mientras su mano derecha, encogida en un puño, se había situado sobre su corazón. Se dejó caer en el diván que por fortuna estaba a su espalda, ya que las piernas flaquearon al saber que era su amiga la que habían atacado aquella noche en las calles.

Necesitó respirar hondo antes de poder responder.

-Sss... ssíi, conozco a Rose -su mirada no podía ocultar la preocupación y angustia que trataba de disimular, aunque en cuanto se percató de ello, pestañeó, miró a otro lado fugazmente y trató de serenarse para luego volver a mirar a la pequeña-. He estado en vuestra casa, dando clases de piano a tu hermana -sonrió levemente, con nostalgia- somos amigas.

Violet mencionó el teléfono y Lydia se enfadó consigo misma por haber dado por hecho que seguía sin funcionar. Su padre había estado aquella semana tratando de solventar el problema. ¿Y si lo habían arreglado? ¡Tenía que comprobarlo de inmediato!

-¡Eres muy lista! -sonrió con calidez a la pequeña- Tenemos teléfono pero hasta ayer no funcionaba. ¡Vamos! -Se levantó y le hizo un gesto para que le siguiese.

No le pasó desapercibido cómo había descrito a ese “alguien” que les había atacado. Lo había tratado de cosa, más que de persona cuando dijo “eso” refiriéndose a él. ¿Sería un modo de expresar desprecio? Lydia creía que era demasiado joven para ello. Pero ¿qué otra explicación podía haber? ¿Tal vez alguien deforme? ¿Sería el modo de describir una conducta salvaje? 

Rápidamente llegaron junto al aparato. Descolgó. Si había línea, marcaría el número de la policía, tal como había sugerido tan hábilmente Violet.

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11/11/2017, 00:43
Violet Evans

Ante la reacción de Lydia por el nombre de Rose, la pequeña pareció asustarse nuevamente, aunque esta vez no era pavor lo que agitaba su corazón, sino preocupación y algo de culpa anticipada por lo que le estuviera pasando a su salvadora.

Sus pequeñas manos, con manzana incluida y olvidada, se lanzaron a socorrer a la modista y en la inercia de sujetarla -aunque no llegó a tocarla antes que el diván- levantó su trasero como si su cuerpo fuera un balancín.

Un "¿se encuentra bien?" ya había escalado su garganta y separado sus finos y rosados labios pero no llegó a preguntar pues Lydia no tardó en aclarar lo que ocurría. Fue entonces cuando Violet dejó la manzana en su asiento en un gesto ágil que le permitió volver a estar enseguida encarada a Lydia. Rodeó el puño de la mujer, aquel que descansaba sobre su corazón, con unas manos frías al tacto pero cálidas en intenciones, buscó la mirada de Lydia con pesar compartido por la desgracia que las había juntado e intentó compartir su sonrisa al ser alagada.

Violet no volvió a hablar hasta que el movimiento hasta el teléfono serenó un poco la culpa al ver que Lydia no iba a desmayarse como Rose, y la angustia al saber que podría avisar a la policía.

Es usted la señorita Alder —dedujo y buscó con los ojos las iniciales grabadas en el pañuelo como si él ya se lo hubiera chivado pero no le hubiese entendido en un inicio—. Mi hermana la tiene en gran estima.

Al descolgar el teléfono, Lydia pudo hablar con la operadora para pedirle que le pinchara con la policía pero en el cuartel nadie descolgó el aparato.

Violet esperaba en silencio, con ambas manos enlazadas en un rezo pagano a la suerte y ligeramente alzada sobre sus puntas. Preguntando con los ojos una y otra vez si ya respondían.

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12/11/2017, 22:43
Lydia Adler

Violet era adorable. Lydia sintió el frío tacto de sus pequeñas manos rodeando la suya y una idea que había cruzado su mente minutos antes volvió a su memoria. No debo olvidar abrigarla para que entre en calor.

Cuando escuchó a la operadora se sintió esperanzada y al contactar con el cuartel de policía contaba los segundos que se le hacían eternos. Miraba a Violet con una fina sonrisa en sus labios que fue desdibujándose poco a poco al pasar el tiempo y no hallar voz alguna al otro lado de la línea. ¿Por qué nadie atendía su llamada? ¿Era posible que no hubiese nadie allí? No lo creía. Esperó más tiempo de lo habitual y después colgó.

-No te preocupes, volveremos a intentarlo en un par de minutos -la tranquilizó-. Mientras, querría que me contases todo cuanto recuerdes, es importante -dijo sosegadamente mirando a la pequeña con empatía y comprensión. Dejando que se hiciese a la idea, fue en busca de una fina chaqueta que colocó suavemente sobre los hombros de Violet para reconfortarla. Sabía que sería duro, pero también era necesario. Creyendo que sería más sencillo, fue haciéndole preguntas concretas, para que la dulce niña se centrase solo en responder. Las formulaba de una en una, con una voz suave y agradable, y esperaba su respuesta antes de hacer la siguiente-. ¿Hacia dónde os dirigíais Rose y tu? ¿En qué lugar ocurrió exactamente? La persona que os sorprendió, ¿os seguía o venía en dirección opuesta? ¿Cómo era físicamente? ¿Hubo algo que te llamase la atención? ¿Dijo alguna cosa? En tal caso, ¿reconocísteis tú o Rose su voz? -esperaba no tener que preguntar qué había pasado exactamente, pero lo haría si la joven hermana lo omitía. Evidentemente, de un modo extremadamente delicado y respetuoso. Sería desagradable para Violet revivir y relatar lo ocurrido, pero tenía que saberlo. Tendría que explicarle a la policía lo sucedido si lograba contactar con ellos y si no, estar preparada.

-Gracias. Has sido muy valiente -Lydia abrazó amorosamente a la pequeña y besó su frente cuando terminó de hablar. 

-Bien... -suspiró- volvamos a intentarlo.

De nuevo pidió a la operadora que contactase con la policía. Esta vez no tenía tanta esperanza, sino un nudo en el estómago. Aún así, se decía a sí misma que alguien debía haber. Volvió a dibujarse esa sonrisa que trataba de tranquilizar a su invitada, mientras sus dedos repiqueteaban ágiles sobre la mesa como si aquello pudiese transmitir la urgencia de la situación y la importancia de atender la llamada a la mayor brevedad.

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14/11/2017, 23:36
Violet Evans

La pequeña parecía preocupada, anticipando la mala noticia de la larga espera junto al teléfono y cuando esta llegó expuesta por la señorita Alder con tanto mimo. Por un lado sus talones volvieron al suelo y por otro se privó de llorar.

La pregunta que venía después hizo que la pequeña se arrugara un poco, juntó sus rodillas e intentó esconderse detrás de sus hombros.

Yo... —fue cuanto logró decir antes del tiempo concedido por Lydia mientras iba a por algo de abrigo que sorprendió a Violet colocando una ligera confusión en sus ojos—.

Sus manos acariciaron la tela de la chaqueta con la misma suavidad con la que hubiese sostenido a un bebé en brazos y su mirada seguía en Alder preguntando y repreguntando si de verdad se la prestaba.

Mi madre no me dejaba jugar con su ropa ni cerca de ello —comentó en una reflexión perdida—. Íbamos a casa. Sé que ya deberíamos haber estado en nuestros cuartos pero había un concierto de piano al que deseaba tanto asistir... Madre dijo que no me llevaría y entonces Rose... Ella se ofreció y...

Sus brazos calleron abandonando las caricias para arrugar su falda entre sus pequeños dedos.

Nos atacó a dos calles de aquí, o una. No estoy segura. Hay un cruce y una arcada. A sido allí. No sé de dónde ha salido pero Rose ha tirado de mi mano y nos hemos soltado, me he girado y... Ella...Eso... —un hipo llegó a su garganta invadida de nervios y de llanto contenido—. Me ha dicho que corra y yo he pedido ayuda pero solo usted ha respondido solo usted...

Su cabecita empezó a negar después — No, no lo sé. Llevaba capa y sombrero de ala. Y era muy grande. Creo... Creo que tenía una daga.

Con aquellas palabras rompió a llorar de nuevo y abrazada por Lydia intentó explicar entre sollozos que creía que su hermana había sido apuñalada y luego dejada atrás para perseguirla.

Violet no consiguió tranquilizarse esta vez, y la policía no dio mejor resultado.

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17/11/2017, 01:02
Lydia Adler

Un pensamiento vino a la mente de Lydia al mencionar la pequeña el concierto de piano. ¿Sería Violet la propuesta irrechazable que le había mencionado Rose?

Conocía el lugar que mencionó. En efecto estaba cerca. De nuevo Violet se refirió al atacante como “eso” aunque esta vez Lydia lo atribuyó a una complexión grande que la pequeña debió percibir como gigantesca.

Procuró disimular. La preciosa Rose... ¡apuñalada! ¿Qué salvaje podría hacer algo así? ¿Habría sido un robo? ¿Tal vez era un loco? Poco importaba eso ahora. Su amiga yacía en la calle, herida, y Lydia sentía que debía ayudarla.

Sin pensar en la imprudencia de salir al exterior con un agresor rondando las calles, la modista comenzó a moverse ágilmente por la tienda a la par que daba instrucciones a la pequeña. Tenía una idea en mente, y era ir en busca de su amiga. Tenía dos cosas en contra. La primera era que ese tipo rondase cerca, aunque si fuese sensato, se habría ido ya. La segunda era que podía ser complicado conducir a Rose hasta la tienda ella sola. En cualquier caso, estaba dispuesta a hacer lo imposible para conseguirlo.

-De acuerdo... -abrió un armario y sacó unos pantalones marrones de pana. Se descalzó y se los puso con presteza, zambullendo su falda por dentro del mismo. Abrió un cajón y sacó un largo cordón que utilizó a modo de de cinturón tras dar unos saltitos acomodando bien la ropa.

-Voy a salir en busca de Rose -se acercó un instante y acarició su mejilla sonriendo con dulzura- todo irá bien -se colocó unas botas tras introducir un poco de relleno en la punta- pero necesito tu ayuda. Necesito que utilices el teléfono y llames a nuestras familias para informar de lo que ha pasado y de que estás aquí -Lydia contaba que el padre de Violet y el suyo propio se acercarían a la tienda, acompañando a la pequeña si ella todavía no había regresado, mientras que sus madres procurarían contactar con la policía. Se aseguró de que la pequeña dispusiese de los datos necesarios para ello. Había pensado en llamar ella misma a su padre, pero no quería demorarse más y confiaba en que Violet lo haría bien. 

Descolgó un abrigo que, al igual que los pantalones y las botas, le iba grande. La explicación era sencilla, puesto que esa ropa era de su padre.

-Tendremos una clave para entrar. Explícalo a tus padres y los míos. Cinco golpes, silencio, tres golpes, silencio y cinco golpes más -miró a la pequeña para verificar que lo había comprendido-. No abras a nadie que llame de otro modo. Tenía miedo de que el agresor la hubiese visto entrar y en su ausencia fuese a por la pequeña. En realidad no era muy probable, pero prefería no arriesgar. No le agradaba dejar allí sola a Violet.

Se recogió el cabello y se vistió con el abrigo. Un sombrero y una bufanda completaban el conjunto. Pensó en coger el bastón, pero aunque le podría servir de arma llegado el caso, la empuñadura era brillante y eso podía llamar la atención de cualquier ratero. Sí cogió una pistola que su padre tenía guardada en un cofre, cargada, en lo alto de un armario. La guardó discretamente en el bolsillo derecho del abrigo y bajó del taburete que había usado para llegar hasta él.

Suspiró. -¿Estás bien? -miró a la pequeña y le guiñó un ojo, sonriendo levemente tratando de infundirle ánimo. Besó su frente y la abrazó de nuevo antes de dirigirse a la puerta.

-Cinco – tres – cinco. Pensó en traducirlo en algo más sencillo y puesto que el piano era de su agrado, creyó que lo recordaría mejor con una pista- en notas musicales sería Sol – Mi – Sol. Sonrió. Sol, mi sol. Que poético.

-Eres muy valiente Violet, volveré pronto. Se subió la bufanda por encima de la nariz, tapando su rostro, y observó a través del cristal. Si no veía nada extraño, saldría cerrando con llave. Le había dejado otro juego a la pequeña para que pudiese abrir des del interior. Esperaba que ese disfraz de hombre disuadiese a cualquiera de acercarse a ella, especialmente al agresor de su amiga, aunque no podía negar que estaba inquieta y asustada no sólo por toparse con él, si no por el estado en que podría encontrarse Rose. Aunque había ido muy rápida vistiéndose, el tiempo era crucial. Caminó cruzando la noche con las manos resguardadas en los bolsillos del abrigo. El puño izquierdo cerrado. El derecho, asiendo el arma que aunque no había utilizado jamás, le daba cierta confianza.

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18/11/2017, 09:44
Violet Evans

Violet quedó en la tienda, temblando como una hoja al viento, con las llaves del local bien guardadas en su puño y éste sobre su corazón dotándolas del poder de un amuleto y su otra mano en el teléfono cargada de determinación y solemnidad.

Si no rogó cien veces a la señorita Alder que por favor, por favor, tuviera cuidado no lo hizo ninguna. Seguía con miedo pero el coraje de su salvadora inspiraba a su pecho para mostrarse más orgulloso que cohibido.

Sol-mi-sol —asintió antes de que la modista disfrazada de hombre saliera—. Siento mucho haberla implicado.

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18/11/2017, 10:04
Narradora

La calle no invitaba a pasear por ella, la noche ya había cerrado el cielo con su manto grisáceo carente de estrellas, incluso la luna se escondía detrás de unas nubes malformadas como si no quisiera ser testigo del destino de los habitantes de Sheffield.

El ladrillo de las casas que creaban aquellos pasillos-calles de vez en cuando reflejaba su luz rojiza en el suelo adoquinado demostrando que las luces de las casas hacían mejor trabajo que las pocas farolas dispersas por la vía pública.

Lydia no tardó demasiado en encontrar el cruce del que Violet había hablado, se trataba de un callejón formado entre cuatro viviendas enfrentadas a pares que cruzaba la calle más ancha por la que se llegaba a su tienda, al teatro y a la plaza-mercado. Pero justo en el cruce no había nadie, ni suficiente luz para investigar de inmediato.

Sus ojos tuvieron que acostumbrarse a la penumbra pero finalmente lograron ver una mancha oscura sobre el suelo que de tocarla sentiría caliente y viscosa y vería sus dedos manchados de granate: se había vertido sangre, pero el cuerpo de Rose no estaba. No al menos a la vista.

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20/11/2017, 00:11
Lydia Adler

Se quedó helada. Sin duda aquel era el lugar que le había indicado Violet, pero ¡no había rastro de Rose! Cuando sus ojos se adaptaron a la oscuridad distinguió una mancha. Se acercó despacio, como si le diese la oportunidad de desaparecer antes de que sus pies llegasen junto a ella. Se agachó y se acercó cuanto pudo, pero no se atrevió a tocarla. ¿Era... sangre? Miró alarmada alrededor.

¡Dios mío! ¡Esto no puede estar pasando!

Se sentía impotente, incluso estúpida. No sabía qué hacer. En su cabeza se formaban distintas posibilidades que procuraban dar lógica a aquella situación. Se levantó e intentó ordenar las ideas. ¿Y si había estado allí la policía y la habían ayudado? No... de haber ido la policía seguirían allí, investigando. ¿Y si alguien la había llevado al hospital? Aquello parecía más viable. Pero, ¿quién? ¿Alguien que pasase por allí? ¿Algún vecino que escuchase algo y hubiese salido de su casa? O tal vez la hubiesen acogido en alguna vivienda.

Miró la mancha de nuevo sin acabar de creerse lo que estaba ocurriendo. Apretó los ojos con fuerza, respiró profundamente y volvió a acercarse. Se agachó y alargó el brazo lentamente, como si el sentimiento quisiera frenar a la razón. Alargó sus dedos temblorosos y con la punta rozó aquella mancha. Tuvo una sensación horrible al tacto y cuando su vista reconoció el color, soltó un grito sordo. Se puso en pie de inmediato y retrocedió dos pasos, con las retinas clavadas en la mancha. Se limpió rápidamente la mano con un pañuelo que guardó en el bolsillo izquierdo del abrigo.

Si la comisaría de policía estaba cerca, iría directamente allí. Si por el contrario estaba lejos, tendría que buscar ayuda llamando a alguna casa, la más grande e iluminada. Con la suficiente luz podría ver si en el cruce encontraba algo relevante que le ayudase a descubrir dónde podía estar su amiga. 

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20/11/2017, 21:48
Narradora

La comisaría de Sheffield quedaba relativamente lejos de todo, parecía posicionada para que la policia tuviese una excusa eterna para los errores de gestión que desembocaban en no estar nunca en el lugar requerido o al tiempo oportuno. Sin embargo, peor era la suerte de buscar ayuda entre ventanas iluminadas que ocultaban las lamparas tan pronto oían toques en sus puertas.

La guerra había vuelto la noche, la niebla y el frío más tenebrosos de lo que muchos escritores habían intentado antes. Sheffield estaba fatigada, pocos eran los hombres que quedaba en la ciudad y pocas o ninguna era la mujer de la calle ancha que se atrevía a poner un pie fuera de casa después del toque de queda no declarado oficialmente; menos todavía a dejar que la calle entrara en sus viviendas.

Lydia se vió en la tesitura de tener que acertar el camino a comisaria. El edificio oficial era de anchas paredes de piedra y requería la capacidad de subir tres escalones antes de que una puerta metálica diera acceso al pasillo recepción y al retrato del rey.

En su interior, el teléfono de la comisaria sonaba en alguna sala interior de la misma, vacía como prácticamente todo el edificio. 

Una mano se posó en el hombro de Lydia en el preciso instante en que ésta tomaba el pomo de la puerta para abrirse camino a hablar con la policia. Se trataba de una mano gruesa, enguantada en piel negra y por su peso debía ser de alguien que además de ir vestido de hombre tenía la envergadura de uno de verdad.

La modista no llegó a tener oportunidad de zafarse o girar más que doce grados su cuello antes de que otra mano buscara cubrir su voz y posibles gritos en tan mal lugar para ser atacada.

Lydia —la llamó una voz solicita, suave y familiar en algún modo aunque a la joven le resultara imposible identificar—. Discúlpame, te lo ruego, no quería asustarte. Necesito que no grites y que me acompañes —siguió hablando a su espalda en un tono tan suave como una canción de cuna—. Juro por la virgen que no pretendo hacerte daño. Me envía Rose.

La voz guardó silencio esperando la calma en el corazón de Lydia — Asiente conforme no vas a gritar y te suelto —tuteo sin pestañear—.

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22/11/2017, 22:28
Lydia Adler

Había caminado por las calles con paso ligero, mas alerta, vigilante, atenta a cualquier sonido, movimiento o presencia.

Casi no podía creer verla allí delante, a tan sólo unos pasos, pero sí, por fin había llegado a la comisaría y esto la hizo sonreír esperanzada. Inspiró aire, con los ojos cerrados durante dos segundos, sin dejar de caminar y extendió la mano hacia el pomo. ¡Lo había logrado! ¡Qué alivio! Por fin podía ayudar a su amiga. En su mente ya se formaba la imagen de la policía encontrando a Rose, de sí misma abrazándola, incluso de la pelirroja en su casa, tomando un té con leche tapada con una manta acabando de recuperarse. Pero algo totalmente inesperado sacudió violentamente estos pensamientos.

Al frío tacto del pomo se sobrepuso el de aquella mano firme sobre su hombro sembrando el terror por todo su cuerpo. Lydia abrió completamente los ojos y un grito desesperado hubiese escapado de su boca de no ser porque aquel hombre se lo impidió. Se le heló la sangre. No tuvo oportunidad de zafarse de él y ya creyó que lo siguiente que notaría sería algo punzante que derramaría su sangre, igual que hiciese el atacante de Rose. Sin embargo, aquel hombre comenzó a hablar, y Lydia tuvo una extraña sensación, como de vértigo. Claramente sus ropas no habían logrado disfrazar su naturaleza, ya que él la llamó por su nombre. Pero, ¿quién demonios era? ¿Por qué la asustaba de aquel modo? Había algo en su voz que no le era desconocido pero ya por los nervios ya por otro motivo, no conseguía ponerle rostro. Su tono parecía amable pero no comprendía su proceder y tampoco que Rose le hubiese enviado.

Estaba muy nerviosa, petrificada allí de pie, inmóvil con los huesos escarchados y tan sólo llegó a asentir con la cabeza, temblorosa, bajo la promesa de aquel hombre de soltarla si lo hacía.

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24/11/2017, 22:17
Narradora

Las manos se aflojaron paulatinamente con el gesto de Lydia que prometía silencio, pero así como aquella que se había aferrado a sus labios desapareció por completo, la mano que quedaba a su hombro no llegó a dejar el contacto, como si en algún punto el individuo de su espalda hubiese olvidado que seguía allí, sin embargo, ya no impedía ningún movimiento.

Disculpame Lydia —pidió afable aquella voz tan familiar y lejana como sacada de un recuerdo enterrado por el tiempo en el corazón—. Hay tanto por lo que debería suplicar tu perdón...

Libre para girarse, la señorita Alder se encontraría de frente a una figura cubierta por una capa oscura y encapuchada para dar más oscuridad que la de la noche a su rostro pero más allá de toda penumbra pensada para engañar al ojo había unos ojos incapaces de engañar a los de Lydia.

La serendipia había querido que Lydia Alder se encontrara frente a frente con Aidan Alder, demasiados años después de su muerte.

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27/11/2017, 02:45
Lydia Adler

Los ojos de Lydia se agrandaron, sus pupilas se expandieron repentinamente, revelando tal sorpresa y emoción que pronto se vieron inundadas en lágrimas brillantes cual diamantes. Tenía la mirada fija en él, sin atreverse a apartarla por si acaso era un sueño que se esfumase al pestañear. Su barbilla comenzó a temblar ligeramente, delatando la imposibilidad de contener la fuerte impresión y sentimiento que la embargaba.

Se acercó aún más a él con la respiración entrecortada, y aunque su primer impulso fue retirar la capucha para descubrir su añorado rostro, se esforzó en reprimirlo por si acaso podía causarle algún perjuicio. En su lugar, extendió sus brazos y sus manos temblorosas acariciaron con suavidad sus mejillas, recorriendo sus formas y ángulos que no hacían sino reforzar que al fin sus plegarias habían sido atendidas.

Al sentir el contacto de su piel las lágrimas resbalaron enmarcando su rostro bañado en alegría y dolor. Alegría por el reencuentro. Dolor por el miedo a perderle de nuevo. Besó su rostro varias veces humedeciéndolo con su llanto sin pretenderlo y luego le abrazó, apoyando su cabeza y estrechándole con fuerza, brindándole todo el calor y el cariño que tanto tiempo había permanecido latente.

-Ai- dan... Cumpliste tu promesa! -susurró entre sollozos.

Pasados unos minutos, se separó y le cogió las manos. Mirándole a los ojos le habló con el corazón.

-No hay nada que perdonar. Estás aquí! Eso es lo que importa!

Tenía tantas cosas que decirle... tantas... pero no quería abrumarle, no podía hacerlo si quería que se quedase a su lado.

Lydia estaba tan feliz en ese momento que olvidó dónde estaba y por qué había venido. Su mundo era su hermano. Y su pensamiento, al igual que su corazón, estaban colmados y desbordados por las fuertes emociones y sensaciones de aquel ansiado encuentro.

Desde luego cuando Aidan quisiera conducirle hacia algún lugar, ella lo acompañaría. 

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03/01/2018, 22:15
Aidan Adler

Las manos agitadas de Lydia encontraron un rostro suave, fino como la porcelana que tan solo arañaba en la parte más próxima a la mandíbula y mentón por un inicio de barba que no parecía sobrevivir más de un día. Su piel era tersa, tan joven como su hermana la recordaba pero muchísimo más fría, tanto que Lydia pudo sentir como el calor propio abandonaba sus dedos al contacto con la figura de hielo que la recibía.

Al besarle, también sus labios sintieron el frío, uno mayor al del entorno, pero en la mirada de Aidan seguía brillando el calor de su amor de hermanos. Una triste sonrisa vistió aquel rostro de mármol como una balada de cierre de tragedia que se resigna a lo inevitable y aun así se permite soñar.

La voz de Lydia acabó de llenar de vida su cuerpo y sus brazos se lanzaron a rodearla para apretarla fuerte contra su cuerpo. Su respiración estaba contenida.

Al separarse, él apoyó su mano en el codo de Lydia y dejó una caricia de guante hasta el antebrazo que solicitó para llevársela en un paseo.

Vamos, Rose espera —fue cuanto dijo como si todavía fuera soldado y aquel abrazo hubiese sido lo más próximo a volver a casa—.

Los pasos de Aidan guiaron a ambos hermanos por los callejones menos alumbrados y más húmedos de la ciudad hasta llegar a la puerta trasera de una gran casa que Lydia hubiese podido reconocer desde otro ángulo pero que desde aquel parecía tan irreconocible como la ciudad que acababa de pisar y no dejaba de ser la suya.

Un pequeño pero cuidado jardín trasero abarrotado de rosas rojas separaba la entrada y la vivienda, y tras cruzar el mismo fue Aidan quien abrió la puerta y cedió el paso a su hermana como un galán esperándola bajo carroza.

Adelante, resguardarte del frío, hermana, a la derecha encontrarás una sala con un piano. ¿Puedes esperarme ahí si prometo que volveré?

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08/01/2018, 19:31
Lydia Adler

¿Cuánto tiempo había pasado Aidan a la intemperie para haberle robado el frío a la misma noche? El contacto con su piel, helada como el mármol, absorbió cualquier atisbo de calor de las manos y labios de Lydia, mas a ella no le importó. Ahora que estaban juntos todo cambiaría. Podrían sentarse junto al fuego, compartir miradas e historias y no separarse jamás.

Caminó cogida de su brazo dejándose guiar por calles por las que jamás habría escogido pasar. Aidan dijo que Rose esperaba. ¿Significaba que ella se encontraba bien? Tenía esperanza en ello. Seguramente se hallase en la casa frente a la cual habían parado. Le miró expectante adentrándose en un modesto jardín adornado con hermosas rosas rojas. Atravesó la puerta que su hermano sujetó, pero al escuchar que él partía el rostro de Lydia se tiñó de dolor.

Qué crueldad! Un encuentro tan esperado, tan merecido, tan dulce, no podía serle arrebatado tan pronto. Había durado menos de lo que dura un sueño, ¿cómo pretendía Aidan que ella se conformase? Pero también le asaltaban los miedos de contradecirle. ¿Creería que no confiaba en él si se negaba a esperarle? Un torbellino oscuro se apoderaba de su espíritu. Sentía que su camino se dividía en dos direcciones y que sin importar cual escogiese, al final de ellos la aguardaba la desdicha.

No soportaría perderle de nuevo, aunque sabía que si su hermano la había conducido hasta allí era porque tenía la decisión tomada. Aun así no pudo evitar intentarlo.

-Yo... -dijo con un hilo de súplica en la voz- prefiero ir contigo, Aidan -sus ojos brillaban queriendo contener la emoción. ¿Dónde iría él? ¿Por qué no podía acompañarle? Demasiadas incógnitas y alguien aguardando, la pequeña Violet. 

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15/01/2018, 22:53
Aidan Adler

Al escuchar la respuesta de su hermana, el todavía muy joven Aidan se mostró confundido como si hubiese olvidado el significado de "elegir" o el todavía más hermoso de "preferir". Pero tras aquella vieja novedad sus labios se arquearon en una dulce y complaciente sonrisa.

Sus manos enguantadas se movieron rápido atrapando las de su hermana creando con las suyas una austera cajita para el mayor tesoro que había poseído en su vida.

¿Es eso cierto? —preguntó buscando en lo más profundo de la mirada de su hermana, más allá del azul que encandilaba a todo ser, en el alma que le encandiló a él desde que la vio nacer— Acompáñame entonces pero debo advertirte —apartó una de sus manos para recolocar un mechón de los cabellos de Lydia detrás de su oreja y al hacerlo los pensamientos callaron a sus palabras por un instante— que puede hacerte daño lo que veas.

Volvió a descansar su mano peluquera sobre las de Lydia que la zurda aun acunaba.

El estado de Rose no es agradable. Ahora descansa en su habitación pero ella deseaba verte —dice como si fuera una gran honra con el brillo en los ojos de quien ha conseguido un sueño—, ¿soportaras la sangre?