Dionís no era alguien hábil a la hora de descubrir cosas. Pero en ese momento notaba que todos sus sentidos estaban especialmente activos.
Motivo: Descubrir
Tirada: 1d100
Dificultad: 15-
Resultado: 13 (Exito) [13]
Dionís oyó a Manel y se dió cuenta que la niebla le impedía verlo con claridad. No dudó en dejarse de estrategias militares y recuperar la distancia que les separaba para ponerse, codo con codo con Manel.
No tenia la costumbre de rezar. Pero en ese momento sabia que era lo mejor que podia hacer, aunque solo fuera para fortalecer el vínculo con Manel.
-El señor es mi pastor, nada me pasará. El señor es mi pastor, nada me pasará. Si estamos juntos, saldremos de esta, Manel.
Extreme mis sentidos en busca de no sabia exactamente que cosa, al mismo tiempo que cogia con fuerza la empuñadura del espadón.
Motivo: Templanza
Tirada: 1d100
Resultado: 77 [77]
No me queda muy claro el tema de la templanza. Tiro los dados y ya dirás.
básicamente, estás acojonado y a punto de perder los nervios (según la tirada xD)
Todo lo que está pasando alrededor de Dionís le sobrepasa y lo único que hace que no pierda los nervios y la templanza es la voz de Manel
-No nos alejemos el uno del otro... Por seguridad
Dice intentando disimular un miedo que cada vez es más grande en su corazón.
Queda pendiente si he visto u oído algo especial, teniendo en cuenta la suerte que he tenido con la tirada de descubrir
Noto como se entrecorta la voz de Dionís.
Non te riepto, ca eres una cativa bestia.
El demonio siempre vive al acecho, en cada remoto lugar, en cada morada sombría, en cada pasaje tétrico. Pero a su vez, cada uno de esos oscuros lugares es tocado por la luz si un hombre se resiste a caer en la tentación del maligno, esos somos nosotros Dionís. Ahora más que nunca.
-- Sois una mujer inteligente, Clara de Mormont. No temáis, no pido nada... por el momento.
El hombre al que habías herido se retiró agarrándose el costado, del cual manaba sangre oscura.
En ese momento escuchaste una voz clara, poderosa, terrible. Subvocalizada, provenía de Daniel. Decía
-- Exorcizamus te,
omnis immundus spiritus,
omnis satanica potestas,
omnis incursio infernalis adversarii,
omnis legio, omnis congregatio et secta diabolica.
Joana ya no reía. Joana estaba colérica.
-- ¡Mátalo! ¡Vicenç, mátalo! Tu tío quiere su sangre.
El guardia herido estaba en frente de él, con la espada cogida con las dos manos, preparado para defender a su santo señor.
Dionís, en ese momento, escuchó un sonido a vuestra izquierda. Era una voz que había escuchado antes. La voz de una mujer.
-- ¡Mátalo! ¡Vicenç, mátalo! Tu tío quiere su sangre.
Las brumas clarearon durante un instante, y en mitad de ellas contemplasteis la terrible imagen del torreón. A su lado, negro como la más negra de las noches, había una bestia a cuatro patas. En sus ojos, rosas, residía toda la furia del mundo.
No te separes Dionís. ¡Vamos! Con el escudo en una mano y la espada levantada en la otra cargo contra el monstruo.
Cargo contra Daniel de Livonia con todo mi ímpetu juvenil y alma desasosegada.
¡Nadie va a impedir que mi señor entre y posea lo que quiera de este mundo!
El guardia herido se coloca en medio. Si quieres pasar, tendrás que luchar contra él. Mientras tanto, el otro guardia parece que está recuperando la cordura.
Ataco al guardia con furia.
Pensé haber acabado contigo pero está visto que no pararás hasta que tu cabeza ruede por el suelo
Motivo: atacar, espada
Tirada: 1d100
Dificultad: 70-
Resultado: 41 (Exito) [41]
Dionís apareció de entre la niebla, al lado de Manel y contempló la escena. Manel se lanzaba al ataque de la bestia. Se sintió abrumado por el momento que estaba viviendo. Sabía que era ahora o nunca. Tenia que tomar la decisión más trascendental de su vida. Lo que hiciera en ese momento iba a decidir si aquél era su último dia en la tierra o como iba a continuar su vida a partir de aquel instante.
Acababa de oír, claramente, una voz que contradecía de nuevo todo lo que creía. Y ya no sabia a quien creer o qué hacer. Él, que siempre habia estado dispuesto a combatir y a solucionar los problemas con los puños, estaba ante uno de los dilemas más grandes que se le pudieran plantear. Atacar, si. Pero... ¿A quien?
No vió ni rastro de Daniel por ninguna parte, quien, seguramente, le hubiera guiado por el buen camino. Tampoco tenia claro si la bestia, por muy terrible que pareciera y por mucha sensación de terror que diese, era realmente un animal peligroso. E incluso, no tenia claro si Manel sabia exactamente lo que estaba haciendo.
Así que, antes de que Manel llegara hasta la bestia, Dionís soltó el espadón y preparó el arco apuntando...
...hacia el brazo de Manel.
-Quieto Manel! ¡Detened vuestro ataque o yo os detendré!
El guardia cayó al suelo, muerto, pero Daniel no se inmutó. Seguía allí, rezando, tranquilo, como si estuviera ajeno a todo. Para ti era una presa fácil, claro; pero a Joana le ponía cada vez más nerviosa. En ese momento se escuchó una voz queda, como de otro mundo. Provenía de detrás de ti, de donde estaba Joana --y sin embargo, quien hablaba no era Joana.
La voz sonaba tranquila, maligna, susurrante. Daba órdenes sin gritar.
-- Mátalo, Vicenç. Dame al hombre santo.
El otro guardia salió huyendo, despavorido. Gritaba
-- ¡Ayuda! ¡Mi señor De Livonia necesita ayuda!
Pobre iluso, en estas regiones nadie podría oírlo.
Ahora estaba delante de ti el hombre, el santo, con su aura de pureza. Ese aura te quemaba, pero no en un sentido físico. Era una mezcla de repugnancia y envidia, una envidia negra que emanaba desde tu estómago como la bilis. Te daba asco. Lo admirabas.
Apretaste con fuerza el mango de tu espada. Sólo quedaba una cosa por hacer, pero, ¿podrías hacerlo?
Tira IRR; si no superas la tirada, no te sientes capaz de matar al hombre santo. Si la superas, eres libre de hacer lo que te plazca, pero antes de eso tírame Teología.
En ese momento se escuchó una voz queda, como de otro mundo. No era la misma voz femenina e histérica de antes. Sonaba tranquila, maligna, susurrante. Era la voz que debía de haber escuchado Eva en el Jardín.
-- Mátalo, Vicenç. Dame al hombre santo.
Seguida de otra, esta vez decididamente histérica, de un muchacho vestido con la armadura de los guardias pontificios. Salía corriendo del Torreón, gritando
-- ¡Ayuda! ¡Mi señor De Livonia necesita ayuda!
Fue a parar delante del enorme can, y este se le abalanzó encima.
Me encanta, Dionís xD
La figura jugueteaba con la mano enguantada, nerviosa.
-- ... ¿Y bien?
-- Mi hijo, Vicenç. Él no puede heredar Alós. El trono debe quedar para alguien más sensato, alguien como... --tosió en una manga. Estaba roja-- no lo sé. Mi hermano, Manel, tiene buen fondo, pero es un zoquete. Mi mujer... mi mujer es la única persona que ha podido gobernar Alós, pero temo que haya enloquecido con lo que le ha acontecido a Vicenç. Mi hijo mayor, Joan... nadie sabe si volverá de Tierra Santa.
>> Decidid vos, Pèire. Tenéis mi total confianza, la habéis tenido durante todos estos años. Yo me voy... me voy...
>> ¡Rápido! Coged el pergamino, traed a un testigo. Debo firmar.
- Entonces, vos me ayudáis a salir de aquí, ¿correcto? Y ya pagaré el precio de dicha ayuda... Ahora bien, mi señor... Sé bien que mi hermano me quiere muerta y violada... Me pedís que confíe en un extraño aún a pesar de todo esto... Bien, lo haré, después de todo ya no tengo futuro aquí... Mejor morir a manos de un desconocido que quitarme la propia vida...
Me levanté y me puse ante él
- Os sigo pues...
Era cierto, ya no tenía nada que perder ni nada me retenía allí... No le importaba a nadie y para no ser nadie allí quizás podría ser nadie en otro lugar o en la muerte...