Partida Rol por web

Manel siguió adelante con la carga. No iba a detenerse ahora, si el destino era que Dionís acabara con su vida por la espalda como un cobarde, entonces supongo que así sería.

El can se abalanzó sobre uno de los guardias que salían del torreón, el chico salió gritando histérico como un niño pequeño y pataleando como un pelele mientras la bestia mordía su carne y saboreaba su sangre.

Solo un instante. Dionís rectificó su arco y apuntó a la cabeza de la bestia. Estudió su movimiento, calculó dónde estaría en el momento de impactar la flecha y disparó. 

https://www.youtube.com/watch?v=DK_a73LC7_k

¡Proscrito! ¡Cobarde! Maldito si lo haces, maldito si no lo haces. Los dedos tenían sujeta la espada, mas el brazo no respondía. No podías. Aquel hombre te había capturado.

Miraste a tu tía, y la figura negra detrás de ella, desvaneciéndose. La incomprensión en su rostro iba tornándose cada vez más en furia. El ruido de lucha fuera te convenció de que había llegado ayuda para el hombre santo, y sin embargo... sin embargo no habría manera de explicarles que tú le habías salvado la vida, no se la habías arrebatado. Podías intentarlo, está claro, pero sabías que nadie te iba a creer.

Debías actuar deprisa.

Una idea cruzó tu mente. Habías guardado algo de dinero en tu bolsa; no era mucho, pero era suficiente para comprar algunas tierras, huir a otro reino, empezar de nuevo en cualquier otro lugar.

La criatura quedó herida de gravedad, la sangre brotaba negra de uno de sus ojos, ahora cerrado para siempre. El otro ojo rosa se alejó con un gruñido, replegándose en la guarida.

No sabíais cuánto tiempo faltaría para que volviese. El otro guardia yacía malherido o muerto en el suelo, pero eso no era lo primordial ahora. 

Os acercasteis a la puerta del Torreón. Al otro lado sentíais el Mal, en mayúsculas, la emanación directa del Averno, la conjunción de todo lo vil de este mundo. ¿Os atreveríais a entrar?

Con mucho pesar en mi rostro por la situación del varón.

Mi señor, hay otra opción. Aunque no sé si os gustara.

Hago una pausa larga, y espero su gesto de sorpresa.

Antes de ser encarcelado, descubrí algo, imposible y a la vez posible. Ya que todas las piezas encajan perfectamente. Y las pruebas que lo demuestran, puedo traérselas, si así lo desea.

Respire hondo como llenándome de valor para decírselo.

Existe otro Mormont. Aunque es un bastardo de… bueno, de…

Se notaba que me costaba decirlo, pero al ver su interés lo dije, esperando ser reprendido. Por no haberlo comunicado antes.

Gerard Mormont.

-- ¿Otro Mormont? ¿Hijo de... Gerard? ¿Acaso ha heredado la locura del padre?

>> Oh, pero si del buen árbol ha podido salir una semilla maligna... ¿quién impide que del mal árbol pueda salir una semilla para el Bien? ¿Le conocéis, Pèire? Habladme de él...

Dionís acaba de borrar todas las dudas que tenia. Tiene muy claro lo que quiere hacer y lo que debe hacer. Quizá el acierto en el disparo de la flecha le habia hecho subir la moral y despertado de muchas de las cosas que le pasaban por la cabeza. Pero ahora lo tenia todo muy claro. 

-Manel, juntos somos más fuertes. No puedes arrancar a correr a la primera de turno. 

Mientas dice estas palabras, ha cargado el arco y ha vuelto a disparar a la bestia, directamente al corazón. 

-Y ahora vamos a ver que se esconde en el torreón. 

Eres tu quien se ha quedado atrás Dionís, por cierto, bien hecho, ¿Qué querías que hiciera contra esa bestia, lanzarle mi espada? Me quedo apoyado en mi escudo, acababa de hacer una carrera de medio centenar de metros para nada, la bestia se había escondido en el torreón.

Vamos. Quédate detrás y cúbreme. Entro despacio.

Claro que le conozco y vos también. Recordar solo dos niños sobrevivieron a su locura. Y creo que sobrevivieron, porque no se atrevía a matar a los que comparten su sangre o mismo linaje.

Nunca lo hubiera descubierto, si el padre Rodrigo, no se hubiera puesto a enredar con viejos documentos.

Dionís, no es un hijo de un campesino cualquiera, que no encontramos porque Gerard matara a sus padres. Es el mismo hijo de Gerard, es decir Dionís Mormont.

¿Puedo intentar huir llevándome a Joana?

Intento coger del brazo a Joana e irme del torreón. Había tenido la precaución de llevar conmigo una bolsa de monedas, suficiente para comprar unas tierras allá donde no se conociera mi apellido.

¿Cómo había pasado todo aquello? ¿Como todo había acabado tan mal? Lo hecho, hecho estaba, de nada servía lamentarse. Vamos tía Joana. No puedes quedarte aquí, vienen más y nos matarán a ambos.

Si Joana se resiste lo más mínimo a huir conmigo huyo a toda prisa.

En ese momento en el que todo parecía desmoronarse, Joana no se movía, mirando al infinito, mientras la sombra se desvanecía en el fuego de la chimenea. Todo era confuso, y no entendías muy bien lo que estaba sucediendo, lo que había sucedido, ni lo que iba a suceder, pero pudiste salir por la ventana antes de que abrieran la puerta. Reconociste las voces de Manel y de Dionís. Podías robar el corcel negro de Joana, si querías, e ir lejos.

El interior de aquel torreón era un espectáculo dantesco. En el suelo yacían dos hombres muertos, un guardia pontificio, y un joven vestido de juglar, con el cuello cortado, y una chica joven: Caterina, la hermana menor de Manel, confidente y amiga de Clara. No sabíais si ella estaba viva.

Daniel, en trance, estaba rezando en el suelo, con un aura de beatífica paz. Y esa paz, que era improbable en ese lugar, había llenado el torreón.

Excepto cerca del hogar. Allí, una cansada, demacrada y pálida Joana, Joana de Mormont, la tía Joana, la hermana mayor de Manel que había hecho de madre afectiva a todos los Mormont, esperaba con un puñal en la mano. Iba vestida de rojo, con aquella capucha que habíais aprendido a temer. Detrás de ella, una sombra, literalmente una sombra, una mole de oscuridad, parecía licuarse hacia la chimenea con un sonido silbante, susurrante.

Carles estaba cansado, cerró los ojos. Dijo:

-- Traed a Rodrigo de Astorga, mi confesor.

Rodrigo sabía que lo que decías era verdad. Entre los dos, velasteis al muerto, firmasteis los documentos, y arreglasteis la sucesión de la Casa. Rodrigo le dio la extremaunción. Finalmente, cuando hubo acabado, Carles, moribundo, le pidió que os dejase a solas.

Allí, te pidió que una última vez, como viejos amigos, le dieses tú la extremaunción, a tu manera, como los bons homes, escondidos en las cuevas de la persecución de Roma.

Dionís no da credito a lo que ven sus ojos. Ha estado en ese torreón varias veces y jamás se le habia presentado de una forma tan negativa. ¿Y Joana? No parece ella. Presta atención al puñal para ver si está manchado de sangre. Pero tiene algo muy claro. La única forma de protegerse de lo que allí está pasando es con la ayuda de Daniel.

Se debate internamente en ir a ayudar a Caterina. Pero la amenaza del puñal y la sombra requieren toda su atención.

-Si queremos salir vivos de lo que aqui esté passando hay que proteger a Daniel - Dice en voz baja para que le oiga Manel

Así que se acerca hasta dónde está Daniel al mismo tiempo que tensa su arco con una flecha que apunta la mano de Joana.