Partida Rol por web

-- Hermana, no te había visto acercarte. Tenía en la cabeza a una mujer con la que nos hemos cruzado mientras nos desviábamos del pueblo. Tenía un semblante muy particular, como cansado por el paso del tiempo. Sin embargo no creo que fuera mucho mayor que nosotros.

>> Andaba como una aparición por el prado, con los ojos vacíos, buscando algo. El qué, lo desconozco.

Suspiré algo apenada

- Corren tiempos duros para la población... Hemos de agradecer nuestra posición y nuestra sangre... Por ello, no podemos olvidar nunca por quienes hacemos lo que hemos de hacer... Desde el pequeño campesino hasta el más alto noble tienen derecho a la vida... Desgraciadamente son demasiadas las diferencias entre unas y otras vidas... Debemos tener eso en mente siempre, hermano... ¿Qué opináis del torneo? ¿Y del hecho de que puede que en breve os convirtáis en el Señor de Mormont a consecuencia del estado de padre? 

Jaume, al ver que Clara se había apartado para hablar con su hermano (una muestra de delicadeza diplomática, sin duda), decidió continuar en voz baja, para asegurarse de que nadie le escuchaba.

-- Verás, hace tiempo que nos llegan quejas de los burgueses y mercaderes sobre la piratería mahometana proveniente de las islas del este, aquellas llamadas Maiorica y Minorica.

>> Hace cien años, el desastre de la campaña cruzada contra las islas desalentó otras incursiones, y desde entonces la piratería de los almorávides ha sido una constante... Pero mis informadores me han dado razones para creer que la situación actual del rey de las islas es precaria, y que con ciertos hombres buenos sería posible llevar la guerra santa hasta allí, por la Cruz y la Madre Iglesia.

>> Verás, Manel, soy un rey joven e inexperto, soy plenamente consciente de ello. Me he pasado toda mi vida encerrado con caballeros templarios y monjes, y no tengo el respeto de la nobleza. Pero creo que es una buena oportunidad de unir al reino.

Suspiró.

-- Un regne dins la mar...

Su imagen se aparece en tu mente de súbito, y de repente eres incapaz de apartarla hasta que llegáis al castillo.

En un momento dado la sonrisa desaparece de mi rostro y el resto del viaje lo hago algo pensativa, con la mirada un poco perdida y cierta expresión de tristeza en mi rostro. 

Rodrigo te prometió escribir a un conocido suyo a Roma, el único hombre que conozco que podría sacar algo en claro de esto. 

Al llegar al castillo, os encontrasteis con la tía Joana. Joana era siempre un recuerdo amable para los más jóvenes de la casa, tú incluido. Ante la pasividad de Carles y la responsabilidad distante de Maria d'Olot, Joana, la hermana mayor de los Mormont, eterna solterona, se había hecho cargo de todos los niños de la casa, incluidos el siempre tímido Damià (hijo de Gerard, marcado con el estigma y enviado al convento en cuanto fue posible) y tú, Dionís, el hijo adoptivo de Pèire. Desde que crecisteis, y por el miedo constante de Maria a que os malcriase, se había mantenido discretamente al margen.

-- Dionís, menos mal que has llegado --te abrazó, lo cual era una muestra de afecto poco normal entre esos muros. El olor a flores que emanaba te transportó durante un instante a tu infancia. Es curioso cómo funciona la memoria de los olores.--. Acaban de llegar unos hombres, dicen que ha habido una emboscada en el paso de las montañas. Vicenç y tu propio padre, Pèire, están allí, junto con el conde del Rosselló. 

>> Estamos organizando una partida para ir a salvarlos, pero necesitamos un comandante.

Tirada de Corte y Confección pasada con éxito, però justet, justet.

Las palabras de Joana fueron como un golpe de mazo en mi cabeza. Mi primera reacción fué la de no querer creer lo que me estaba contando. Pero sabia que Joana no era mujer de bromas y que ella, además, sabia lo que me estaba pidiendo. 

Desde los hechos de Ripoll jamás habia comandado un equipo y me habia jurado a mi mismo, no volver a hacerlo. Pero... ¿Cómo no responder al momento si quien estaba en peligro eran mis queridos Vicenç y Pèire?.

El olor a flores que me acababa de transportar a la infancia se habia vuelto amargo al instante al escuchar su mensaje y, tengo por seguro, que jamás volverá a ser un olor de buenos recuerdos. 

Pèire y Vicenç. Podia entender que Vicenç se hubiera metido en líos, pero... ¿Pèire? ¿Porque le habría acompañado?  No tenia tiempo para preguntas. Lo primero era recaudar información y prepararme lo más presto posible. 

-Joana, hay que ser lo más rápidos posibles en llegar al lugar. Avisad a todos los hombres que estén disponibles para que en cinco minutos nos encontremos en el patio de armas del castillo, preparados para batalla, con montura ligera. Avisad a cocina, comida de viaje para 10 hombres y para un dia, quizá dos. Comunicad a los mozos que preparen 10 monturas. Caballos rápidos sin protección. A parte de Pèire, Vicenç y el conde del Rosselló, cuantos iban en ese grupo? Y sobretodo, quiero hablar con los dos hombres que han regresado del paso de las montañas. 

Decir que la emboscada era en un paso de montaña era como decir que buscara una aguja en un pajar en medio de aquel paraje montañoso. Estaba diciendo esto mientras me quitaba la ropa y me preparaba para enfundarme una cota de malla al mismo tiempo que, mentalmente, organizaba la partida. Estaba claro que por mucho que hubiera decidido dejar la guardia de Ripoll, por las venas me corría la necesidad de volver a estar activo. 

Mi señor, la casa Mormont estará a su servicio para lo que deseé ahora y siempre, yo he oído lo mismo sobre Maiorica y Minorica, he oído que Abú Yahya, el gobernador almohade de la isla está en una situación muy seria, tiene a todo el mundo rebelado, una campaña por esos territorios sería una forma de unir al reino bajo un liderazgo fuerte y sensato, eso además acabaría con la piratería a los puertos de los mercaderes de Barcelona, Tarragona y Tortosa.

No puedo negar que sea joven, pero no más de lo que yo era cuando fui a las Navas de Tolosa. Yo mismo conocí a Guillermo de Montredón hace años y si aprendiste de él una parte de su astucia y diplomacia no tardaréis en ganaros tanto el aprecio como el respeto de la nobleza.

Ruedo, para acercarme a una pared e incorporarme. Desde ahí me dirijo al primer callejón que haya para ponerme a cubierto.