Partida Rol por web

Galopo a todo lo que da el caballo sin forzar al pobre animal, a fin de cuentas ya había estado de aquí para allá todo el día. Salgo en dirección a las carretas para asegurar que llegan bien.

Estaba casado en primeras nupcias con Leonor de Castilla desde 1221, de la que luego se divorciaría (vamos, que se marcó un Enrique VIII sin tener que cambiar de iglesia), pero es una de las razones por las que nunca se llevó muy bien con el papa y creo que llegó a ser excomulgado o casi.

Más tarde se casaría con Violante de Hungría, y este hecho tendría consecuencias interesantes (aunque no para esta partida): dado que el primogénito de Jaume I había sido con Leonor, Violante le convenció de que dejase al primogénito con Violante un reino pequeño, y así empieza la historia del efímero reino privativo de Mallorca.

Al bajarme del caballo. Empiezo a dar órdenes para la tener todo lo necesario para tratar al conde herido.

Rápido preparen una cama y llévenlo; lleven agua caliente, vendas y alcohol. Tu, ve a mis aposentos y trae la maleta de madera que está en el escritorio, ¡rápido!

En ese instante en el que estoy movilizando a unos sirvientes, oigo a Maria.

Mi señora, luego le contare con todo detalle lo acontecido, pero la prioridad es llevar al conde dentro para que empiece a tratarlo de inmediato.

Se me ve fatigado y con algo de falta de aliento. Mientras me acerco al conde que están llevando a dentro.

Entré en el castillo con el resto del grupo. Al oír las ordenés de Pèire, me fuí directamente a su estància. Sabia que necesitaba con exactitud y era mejor que yo fuera a por ello antes que un criado lo intentara y trajera la maleta equivocada.
Pero continuaba teniendo grabada en mi retina la cara del hombre que havia matado. Evidentemente que en ese momento actué por impulsi, sin dudarlo, sabiendo que era él o yo. Me habia preparado para este momento y habia luchado en otros combates, però està era la primera vez que matava un hombre...

Me acerqué hasta mi hermano

- ¿Estás bien? ¿No te ha pasado nada, verdad? 

Estaba preocupada por él, los habían emboscado y había habido pelea... ¿Qué hubiera pasado si al final ella hubiera ido a recoger al Conde? Un escalofrío recorrió su cuerpo sólo de imaginarlo... Hubiera sido un estorbo, no hubiera podido ayudar en nada... 

Estoy bien. Digo de forma breve y pasando de largo a Clara, se me nota enojado, quizás con ella o con la situación, no creo que mi hermana fuera tan lista para deducirlo, sin embargo yo sabía en mi interior que no se me había pasado la decepción con ella después de aquella conversación unas semanas antes en mis aposentos.

Se quedó quieta, con la palabra en la boca y la mano algo levantada. Su rostro era triste y sus ojos aún estaban rojos

Tenía ganas de llorar, de llorar como hacia tiempo que no lo hacía pero, no ahora, ahora no era el momento.

- Me alegro, hermano...

Se recompuso como pudo y se dirigió de nuevo junto al rey, esperando que él decidiera dónde ir. Parecía que todo estaba a punto de desmoronarse y, aunque su expresión era calmada, en su interior tenía ganas de gritar y llorar... 

Vuelvo adentro acompañando a las carretas, mi cara no podía estar más afectada, había fracasado en todo el asunto de la seguridad de Cancó d´Alós y aquello no podía ser. 

Mi rey, me bajo del caballo y me acerco dónde están Clara, el rey y todavía mi sobrino, hago a los tres una reverencia cortés.

¿Cree usted que podría esperar nuestra conversación? Voy a perseguir a esos malnacidos hasta el mismísimo infierno.

Ya era hora que hicieses algo realmente útil tío, empezaba a pensar que no ibas a combatir contra ellos nunca y sólo esperabas a que nos atacaran. Resoplo, quizás me había pasado, sin embargo no era alguien paciente, siempre me habían tachado de impulsivo.

Te acompañaré con gusto a buscar a esos malditos cobardes.

Ahí estaba de nuevo los hombres y sus guerras... Lo que más me sorprendía era la falta de decoro y educación de mi hermano hacia Su Majestad... Ni siquiera había sido para saludarlo cortésmente, tal y como debía hacerlo uno de los varones de la casa Mormont. 

- Disculpe a mi hermano, majestad... - Hizo una cortés reverencia. 

Manel se acordaba. Había sido hace no tantos años, en 1223, cuando el infante Ferran se había revelado por primera vez con ayuda de los nobles. Aquella serie de escaramuzas ridículas y de traiciones (porque el rey Jaume I fue traicionado por sus propios hombres, que lo apresaron en Zaragoza) no era una guerra; el conde de Empúries se había negado a intervenir, aceptando tácitamente cualquier resultado.

Roger había convencido a Manel de que fueran a ayudar a su majestad el rey, y estaban allí cuando Zaragoza cayó. Estaban allí cuando, en mitad de la noche, el conde de Rosellón y el señor de Albarracín abrieron las puertas de la ciudad. Luchar hubiera sido inútil. ¿Qué clase de guerra era esa, una trifulca entre cristianos por un poco más de poder o menos? Roger y Manel todavía soñaban con la Cruzada, aquella en la que se habían visto envueltos de jóvenes y que había definido el resto de sus vidas: los héroes de Las Navas de Tolosa.

El rey fue a contestar, cuando de repente hubo una conmoción a las puertas del castillo: los nobles, los villanos, todos, al saber que el rey estaba en el castillo, estaban agolpándose a las puertas. Era protocolario que el rey organizase una recepción para sus súbditos. Pero, ¿era el momento? El rey parecía dispuesto.

Salisteis al galope para ver qué descubríais. De camino, os cruzasteis con soldados de varias casas, que escoltaban a las damas del Rosellón. Decían que no habían visto a nadie desde que dejaron el collado, y ya estaban a salvo. ¿Continuaríais hasta el collado a riesgo de que cayese la noche, o volveríais en toda seguridad al castillo?

¿Qué tienes de Medicina? 66

¿Y de Sanar? 71

Tírame Sanar, que es una herida.

Deberíamos seguir el rastro ahora que está fresco, sino volvemos mañana les perderemos.

Seguimos hacia el collado hasta que me aseguro que no hay nadie cerca y que no vamos a ser sorprendidos por nadie.

Seguirlos más es una sentencia de muerte sobrino, perseguir nosotros solos a un batallón bien preparado es una soberana estupidez.

De todas formas te he traído hasta aquí engañado, sabía que querrías acompañarme, por eso hemos venido solos, reconozco que no me gusta esto pero tu y yo tenemos que discutir algo. Resoplo sonoramente.

Tal y como lo veo tienes dos opciones:

La primera es que aceptes tu sitio en la casa Mormont como segundo hijo, puedes hacerte un nombre en la iglesia o en el ejército como hice yo, pero no toques a tus hermanos o tendrás muchos problemas. Tendrás que jurarlo por Dios y ante mi ahora mismo sobrino, se que eso mantendrá tu promesa. Tomo aire unos segundos antes de continuar.

La segunda es seguir con tus pretensiones y destrozar a tu familia en el proceso. Pero para eso tendrás que matarme a mi primero, aquí y ahora. Bajo del caballo y desenvaino la espada al lado de su caballo.

Tu decides Vincenç.