Partida Rol por web

Mientras cabalgáis de vuelta al castillo, tenéis tiempo de sobra para hablar. Cuando se ha roto el hielo entre vosotros, el padre Rodrigo te pregunta:

-- Señor Dionís, siento hablaros de manera tan directa, pero, ¿no os habéis planteado nunca una carrera en la Iglesia? Debo confesaros que tenéis el tipo de sensibilidad que sólo poseen aquellos que han sido llamados para servir asuntos mucho más elevados que los que pueblan esta tierra.

Asentí ante las palabras de tío Manel y de Madre

- Os sigo, tío... 

Le dije esperando a que me guiara. 

La propuesta del padre Rodrigo no me sorprende. No es la primera vez que me insinúan tal cosa. Y ciertamente, no lo voy a negar, no es algo que me parezca atractivo para nada. Siempre he sido un hombre de campo, de salir a buscar aventuras y de disfrutar con las juergas. Eso de comunicar la palabra del señor delante de la gente. Bfff, miedo es poco. 

-Estimado Padre. No os niego que siento una especial devoción por la palabra de Dios, y que en múltiples ocasiones he ayudado en los oficios. Pero hablar ante el público no es un don que yo tenga. Y así me lo dijeron los monjes de Ripoll cuando estuve a su servicio. Vuestras palabras me alagan, pero no me veo capaz de cumplir con las obligaciones que el cargo requiere. ¿Como decidisteis vos ordenaros a tales menesteres?

No magister, no lo habéis entendido bien, me apresuro en hablar.

Mi señor Joan heredero de la casa de Mormont y el maese Pèire cabalgarán al encuentro de nuestro señor el conde, yo mismo y mi amada sobrina Clara cabalgaremos al encuentro de Su Majestad y mi señora María D'Olot y el benjamín de la casa Mormont, mi señor Vincenç, irán al encuentro de vuestro señor el conde del Rosellón, esperemos que así sea de agrado de todos.

Miro con desagrado a mi tío antes de que abandone el salón, no me gustaba su actitud, desde hacía algún tiempo le notaba diferente, como si quisiera mandar más que mis padres o mis hermanos, y aquello no le gustaba nada.

La mirada de Vincenç no pasó desapercibida, sin embargo no podía hacer nada ahora mismo, tan sólo había procurado lo mejor para la casa Mormont, ojalá se dieran cuenta todos de aquello.

Suspiré de nuevo ante la mirada de mi hermano... ¿Qué les ocurría a los hombres? Realmente, no entendía las ansias de poder y control de estos... 

Hice una reverencia a los presentes y sonreí amablemente y con complicidad a mi hermano, después esperé pacientemente a tío Manel. 

Al intentar irme metiendo prisa a Vicenç, oigo a su tío con un pequeño reajuste. Me paro y me giro hacia ellos.

¿Entonces que Mormont, ha de venir? ¿Vicenç o Joan? Porque el tiempo corre y a más tardar peor.

-Sé que queréis recibir vos mismo a Su Alteza, pues es vuestro invitado, pero os recuerdo que, en ausencia del Barón, yo sigo siendo la máxima representación de esta casa y mi ausencia sería una ofensa irreconciliable para con el Rey -contraargumenta Maria. Otra vez volvían a aparecer aquellas viejas rencillas con su cuñado. -Propongo lo siguiente: en mi lugar, a Vicenç le acompañará Clara. Vos, maese Pèire, acompañaréis a Joan al encuentro de nuestro señor el conde de Empúries -en aquellos últimos intercambios verbales, la dama parecía haber ido recuperando la confianza consigo misma habitual en ella y más que una propuesta, aquella última frase había sonado más como una sentencia, poniendo punto y final a aquella conversación. -Por descontado, tomad cuantos guardias necesitéis -había cierta inquietud, cierta sensación de peligro que le acechaba. Si aquellos mercenarios osaban asaltarles a ellos o a alguno de sus ilustres invitados...

Como ordene mi señora, sin embargo me gustaría hacer la observación de que al rey mi presencia o mi ausencia no creo que le importe lo más mínimo, en cambio la ausencia de Clara no pasará desapercibida.

Salgo del salón con una reverencia hacia el cuartel, se me nota contrariado pero no enfadado, como si aquella decisión de Maria D'Olot no fuera de su agrado pero la aceptase con resignación, al fin y al cabo ella era la señora de la casa y ella sabría lo que hacía, de hecho, hacía mucho que no pensaba en contrariar ni aconsejar realmente a aquella mujer, no valía la pena, sus esfuerzos ahora se encontraban depositados en su sobrina, quien al parecer seguía sin corromper por el poder ni ansiaba nada más que su felicidad y los de cuantos la rodeaban, aquello era raro de encontrar y pensaba aprovecharlo y ayudarla a ser mejor persona. Mi señora en cambio, parecía como si lo supiera absolutamente todo y luego se encontraba pidiendo ayuda cuando no podía con las situaciones que ella misma provocaba.

¿Tio Manel? Creo que debe decir algo más. ¿Por qué es tan importante que Clara asista al encuentro con el rey?

Miré a los presentes y me atreví a hablar, aunque tímidamente

- Madre, tío, hermanos... Perdonar mi insolencia... - Mire a madre - Madre, entiendo que vos sois la señora de la casa a consecuencia de la enfermedad de padre, aún así... No creo que sea prudente que vos, Vicenç o yo seamos quienes recibamos a su Majestad... Si de rango se trata, el más adecuado para dicho menester sería Joan, primogénito y heredero de padre... Imagine el posible agrario para su majestad que fueran a recibirle el hijo segundo y la hija pequeña... Creo que si tío Manel lo invitó debería ser él quien lo recibiese... Madre, a pesar de todo seguimos siendo mujeres y nuestras posiciones nunca están por delante de las de ningún varón... Y Joan sigue siendo el primogénito y a quien pasará la casa Mormont cuando padre fallezca... ¿Me equivoco? Creo que sería más aconsejable que vos acudierais a recibir a vuestros invitados, aquellos a quien vos misma invitasteis... O bien acompañada de Pèire o de mi hermano Vicenç... Pues que acudiéramos dos mujeres a recibir a cualquiera de nuestros ilustres invitados también podría considerarse como una falta de respeto... - Tomé aire - Tenemos tres invitados que recién llegan... Unos con mayor importancia que otros, así pues... Que aquellos con mayor importancia en la casa Mormont acudan a su presencia... Joan, Vicenç, usted madre y yo... 

¿Tio Manel? Creo que debe decir algo más. ¿Por qué es tan importante que Clara asista al encuentro con el rey?

Negué con la cabeza a mi hermano

- Os equivocáis mi querido Vicenç... Yo soy la menos importante de todos... Soy sólo una mujer y la menor de la casa... Mi presencia es meramente protocolaria como acompañamiento de alguien con mayor posición a la mía... 

Volví a mirarles a todos

- Lamento mis palabras y mi ignorancia... No soy más que una niña pequeña aún que no sabe de lo que habla...  - Agaché mi cabeza tímidamente y arrepentida por mis palabras - Iré allí en donde se me ordene que acuda... 

Rodrigo parece apenado, pensativo.

-- ¿Mi llamada? En realidad no hubo ninguna llamada. Como el tercer hijo de una casa noble, se esperaba que no hiciera carrera en la política ni en las armas, sino en el seno de la Santa Madre Iglesia. Deje a mi familia todavía siendo un niño y me educaron en Roma.

>> Allí conocí a algunas personas que sí habían sido llamadas por Él... Y trabé amistad con algunas. Estoy pensando en una de ellas en concreto, es un especialista en herejía y brujería.

>> En cualquier caso, hablar en público es algo que no todos hacemos. Mírame a mí: capellán de una familia noble en mitad de la nada pirenaica, encerrado en este valle hasta el fin de mis días. Y luego están aquellos que toman la Cruz y la Espada y luchan a los infieles, que rodean la Cristiandad... esta Cristiandad tan azotada por guerras internas, entre hermanos de fe. Aquí, en esta Hispania dejada de la mano de Dios, los infieles campan a sus anchas.

>> Pero habladme vos. ¿Qué le pedís a la vida?

Cuando Rodrigo de Astorga pronunció las palabras "encerrado en este valle hasta el fin de mis días" me dió un vuelco el cerebro. Yo era terriblemente feliz en ese valle y para mí no era un encierro sino, al contrario, una liberación poder campar a mis anchas por estos territorios. De hecho, si tenia algun mal recuerdo, era de mi estancia fuera del valle, dónde todo me parecía demasiado complicado y dónde los problemas parecían no parar de crecer. 

Y no es que no quisiera reconocer mi afán de aventuras y de descubrir otros lugares, pero al mismo tiempo, la seguridad de nuestro enclavamiento me ofrecía un lugar dónde volver, dónde descansar y dónde encontrarme con las personas a las que quería y estimaba. 

-Mí buen padre Rodrigo. Que ¿qué le pido a la vida? ¿Sabéis que jamás me he hecho esa pregunta? Es más, ¿Sabéis que jamás me he planteado tener que hacerme la pregunta? Mi posición es la de alguien que simplemente espera seguir sus dias como hasta ahora, con alguna aventura al lado de Vicenç, con alguna noche de fiesta en la taberna y con un día de trabajo bajo el sol caliente de primavera. Tuve mi momento para tener sueños hace un par de años, pero todo se truncó en un abrir y cerrar de ojos. Y volví a estas tierras en busca de protección, no física, por supuesto, sino buscando el abrazo de una familia que me quería y me acogía. 

Y, pasados unos segundos de reflexión, mecido por el paso galante de mi caballo añado. 

-No os debe sorprender saber que no soy hombre de muchas luces. Cuando mi estimado Pèire nos daba clase a mi y a Vicenç, por mucho que intentaba seguir el ritmo, me era imposible entender y aprender a la velocidad de mi compañero. Él me ayudó en muchas de las tareas que nos ponía Pèire con el afán de que este nos valorara por igual, pero no me costaba mucho darme cuenta que mi cabeza no rinde a la velocidad que otras. Por esto yo siempre digo que soy más de actuar que de hablar. Eso sí. Me encantaría resolver este enigma que se cierne sobre nosotros del torreón y la espiral. Soy persona de bien y si alguien está practicando artes demoníacas en nuestro valle, me encantaría pararle los pies.  Podeís contar conmigo para esto...

-- Hijo mío, ¿qué sabéis vos del Mal? No me refiero al mal evidente, explosivo e inestable contra el que no existe término medio. No, no me refiero al tipo de mal con el que Gerard de Mormont asoló este valle.

Ante tu pequeña mueca de asombro, procede a explicarse.

-- Por supuesto, antes de ser enviado aquí tuve tiempo más que suficiente para informarme sobre la historia reciente del valle. Pero esa no es la cuestión. El tipo de mal... el tipo de Mal --pudiste notar la mayúscula en su entonación-- del que estoy hablando se esconde detrás de la más tierna de las sonrisas, hijo. Anida en la luz de los ojos más claros y se reproduce tras la apariencia de la más delicada de las purezas. 

>> El Mal más peligroso de todos es aquel que corrompe con la apariencia de la dulzura y la bondad. Así pues, ¿seguís dispuesto, hijo, a arrancar el Mal de este valle? Porque os advierto que es posible que no os guste lo que descubráis.

Suspiró, una sombra cruzó su mente.

-- ¿Qué sabéis vos del Mal?

El mal. Que qué sabia??? Pues hasta que formuló la pregunta, creía que todo. Y ahora me daba cuenta que, seguramente, también en eso era un ignorante. 

-Padre, para mi, el mal, es lo que pasó con la caravana. Muerte y destrucción sin sentido. Para mí, el mal, es cuando haces algo no pensando en ayudar o facilitar la vida a los otros, sino por el contrario, con el único objetivo de lucrarse uno mismo aunque sea a costa de los demás. 

Me sentí levemente orgulloso de mis palabras. Aunque sabia que, apenas, podia defender mi posición. 

-Pero estoy dispuesto a aprender y mejorar. Y si eso significa descubrir el mal dónde no lo esperaba, espero ser lo suficientemente fuerte para luchar contra él. 

Mientras hablabais, volvisteis al mismo cementerio olvidado. Digo olvidado, pero sabemos que eso no es del todo cierto. La rosa sigue allí.

Clara tenía razón. Siempre parecía tenerla. Me había dejado llevar por aquella falsa impresión del mundo, por aquella pequeña burbuja bajo mi control que era Alós. El mundo más allá de las montañas era muy diferente y haría bien en recordarlo, en recordar cual era mi lugar. Yo no debía ser ni sería jamás el centro. Me sorprendía con cuanta frecuencia parecía olvidarlo. Suspiré. Un suspiro cargado de rabia, de desidia, de mil otras cosas... ninguna de ellas perceptible para el resto de los allí presentes, escondidas tras la máscara de madre y esposa que, una vez más, se me recordaba que jamás debía retirar. Miré a mi hija y, simplemente, dije:

-Así se hará. Joan acudirá junto a Manel al encuentro de su Alteza, Clara, puedes ir con ellos si quieres. Maese Pèire, vos iréis con Vicenç a recibir al Conde del Rosellón y yo haré lo propio con nuestro señor, el Conde d'Empúries.