Partida Rol por web

Cançó d'Alós

Prólogo: A mesa puesta

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20/12/2018, 22:17
Magister

https://www.youtube.com/watch?v=lJEZ4ODUuk4

 

Fuera del salón, al otro lado de los gruesos muros de la fortaleza, la nieve caía gentilmente sobre la tierra. Estaba anocheciendo ya, pero eso no duraría mucho: a estas alturas del año los crepúsculos eran fulminantes, se precipitaban sobre el valle rugiendo y las calles morían a su paso. Los que podían se encerraban en sus casas o en la taberna de la villa, y sólo los guardias y los más desafortunados seguían a la intemperie.

Era el momento de la cena. Los criados habían ido de un lado al otro preparándolo todo, como cada noche, para complacer a la señora, que acostumbraba a ser un juez justo pero estricto. No obstante, aquella noche había cierta inquietud en el ambiente: la primera nevada del año, unida al hecho de que el eterno pretendiente al trono, el infante Ferran, había vuelto a declarar que pretendía hacer valer sus derechos sobre la Corona apoyado por una buena parte de la nobleza catalana, llenaba el ambiente de incertidumbre. Y era una incertidumbre todavía mayor porque nadie sabía qué postura tomaría el barón de Alós sobre este asunto.

La mesa de madera maciza estaba en medio de la habitación, iluminada por la luz amarilla de las antorchas y de un hogar, que calentaba una habitación que en cualquier otro caso hubiera sido casi inhabitable. Los criados aguardaron erguidos mientras el barón tomaba asiento cerca de la chimenea, en lo que constituía sin duda el lugar de honor. A su derecha se sentó la señora, Maria d'Olot, y a su izquierda su médico y consejero, el señor Pèire. 

Tras unos instantes llegaron las dos doncellas de la familia, Caterina y Clara de Mormont, la primera de las cuales era tía de la segunda, pero que no se llevaban más de cuatro primaveras entre sí. Tomaron asiento donde les estaba asignado, lo que dejó de manifiesto un problema que hasta ese momento nadie había mencionado: en la mesa, entre el señor y su hermana e hija, había sillas vacías.

Los dos hijos varones del barón no aparecían, y su hermano Manel también estaba ausente. Los criados comprendieron entonces que había un tercer motivo por el que sentirse inquietos: la ira de Maria d'Olot.

 

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20/12/2018, 22:52
Carles de Mormont

-- Y bien, señor Pèire, ¿cómo se encuentra? --con estas palabras inocentes saluda el barón a su médico, tras una reverencia cortés a su señora y una inclinación de cabeza para con su hija y hermana.

Pèire sabe a quién se refiere: a la derecha de la señora hay una silla vacía, y seguirá vacía el resto de la noche. El hermano Bernat, confesor de la familia y asesor espiritual, se muere. No hay nada que pueda hacer para remediarlo, salvo evitarle el sufrimiento con libaciones de hierbas y alcoholes.

Pero, tras más de quince años conociendo al barón, sabe que no es esa la respuesta que busca. El problema es que, tras más de quince años conociendo al barón, no tiene muy claro cuál lo es.

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20/12/2018, 23:26
Caterina de Mormont

Caterina era una muchacha bien parecida que hubiera sido el orgullo de cualquier familia, de no ser porque en esa familia ya existía una muchacha mucho mejor parecida. Caterina aceptaba esto con aparente buen humor, y sólo tenía buenas palabras hacia Clara.

Clara no se explica por qué no la han casado todavía. ¿Qué podía ser más fácil que casar a una muchacha hermosa con algún señor local?

-- Esta vez sí, Clara, Clarita. Creo que esta primavera me prometeré.

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20/12/2018, 23:30
Magister

Desde el otro lado de la mesa, Maria d'Olot, enfadada como está por el retraso de sus dos muchachos y su cuñado, capta una conversación ligera y secreta, entre susurros de adolescente, entre las dos doncellas de la casa. Su marido, como siempre, está demasiado ocupado para poner orden en esta casa.

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20/12/2018, 23:36
Clara de Mormont

El anochecer había llegado, me encontraba mirando por la ventana, observando como las últimas luces del día desaparecían para dar lugar a la fría noche. Los copos caían en el exterior, iluminados por las últimas luces que luchaban por no extinguirse. Aquella era la primera nevada del año, tan hermosa y fría como siempre y ella, ella un año más mayor también... 

El olor de la comida recorría las estancias del lugar, los movimientos de los criados dejaban de manifiesto que la mesa en breve estaría puesta. El protocolo le era ya muy conocido: primero padre a la mesa, en el asiento más cercano a la chimenea, después madre a su derecha y a su izquierda el señor Pèire, seguidamente tomarían asiento ella y su tía, ambas en sus correspondientes lugares y, si habían invitados o familiares también ocuparían sus posiciones. Todo estaba ensayado, todo controlado, estipulado y ordenado... Así debía ser por siempre y ella debía observar y aprender pues cuando le tocara el momento ella se convertiría en la señora de una casa. No sabía si eso la llenaba de esperanza, temor, incertidumbre o pesar... Quizás, sólo quizás fueran todas esas sensaciones en una... 

Ya sabía calcular el tiempo preciso que tardaba en llegar hasta la habitación, el tiempo suficiente para no adelantarse ni llegar tarde. Sabía que lo último era peor que lo primero, después de todo era lo que más enfadaba a madre... Que alguien llegara tarde a la mesa... 

Llego hasta la habitación en el instante ya calculado. Saludo con una sonrisa a la tía Caterina. Ella una mujer ya madura, hermosa y con posición aún no estaba casada, ¿cómo podía ser aquello? ¿Tardarían tanto en casarla a ella también? ¿Eso sería bueno o malo? A pesar de sus pensamientos su sonrisa era sincera y no mostraba signos de duda. - Buenas noches, tía Caterina. Un placer, como siempre. 

Entro al interior, hago una reverencia y saludo a mi padre - Buenas noches, Padre - Seguidamente hago otra reverencia más ligera a mi madre - Buenas noches tenga madre - A continuación saludo reverencialmente también al médico y consejero de padre - Buenas noches para usted también, señor Pèire. 

Cuando los saludos y reverencias han sido efectuados tomo asiento junto a la tía Caterina.

Esta vez sí, Clara, Clarita. Creo que esta primavera me prometeré.

Pongo la mejor de mis sonrisas - ¿De verdad, tía Caterina? Enhorabuena pues, me alegro que así sea y espero que seáis muy feliz. ¿Puede conocer el nombre del afortunado? - En ese momento me doy cuenta - Uish, perdón... Mi curiosidad infantil volvió a traicionarme... Sé que esos asuntos no son para alguien como yo, lamento mis modales - Digo disculpándome ante la tía Caterina y ante madre. 

Al mirar a madre observo su expresión y me fijo en las sillas vacías. Al parecer ni mis hermanos Joan y Vicenç habían llegado, ni tampoco el tío Manel... Eso significaba que madre no estaría de humor y era mejor permanecer cortés ante la situación y esperar con calma a ver cómo se desarrollaba todo... 

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21/12/2018, 08:11
Pèire

Me encuentro muy bien mi señor, aunque tengo problemas con el joven Dionís.

La gente me mira como que pasa.

Se niega a comer mi sopa, dice que prefiere chupar la humedad de las piedras de la pared.

Al mencionar la sopa, a todos les recorre un escalofrío por la espalda, ya que todos a los que he tratado se la he hecho tomar, es una sopa hecha de plantas medicinales comunes que sabe y huele a rayos, con un color verde con grumos. En ese momento a todos se os pasa por la cabeza la siguiente: "pobre chico".

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21/12/2018, 08:24
Caterina de Mormont

Caterina, de repente completamente blanca, le insta a bajar la voz.

-- Shht, no hables tan alto, por favor. Pueden oírnos. Te lo cuento en otra ocasión, más tarde.

De repente, con los ojos entornados hacia arriba, se sonríe a sí misma.

-- Ya verás, te va a encantar. Es un gran poeta.

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21/12/2018, 08:31
Carles de Mormont

Carles de Mormont estalló en una sonora carcajada, que hizo que todo el mundo le mirase extrañado. A escondidas, los criados echaban miradas furtivas a su señor.

Hacía mucho tiempo que el barón no se reía.

Como suele pasar en estos casos, nadie lo había advertido hasta ese momento. Pero esa carcajada, esa flor que crecía en medio de la llanura nevada, hizo que la gente echase la vista atrás, hacia una época más feliz que esta. El barón llevaba meses sin reír.

-- Me alegro sinceramente, mi buen amigo Pèire, de que os encontréis bien. Y me parece que aquí nadie puede culpar al bueno de Dionís por no querer tomar su sopa, ¿eh? --hubo una risita nerviosa generalizada entre el auditorio al volver a recordar otra vez aquella sopa. Excepto Maria d'Olot.

Maria d'Olot no reía nunca.

-- Pero decidme, ¿cómo se encuentra el hermano Bernat?

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21/12/2018, 10:39
Maria d'Olot

Un manto de nieve, nieve purísima, la primera del año, dejaba paso a la oscuridad. Maria d'Olot, consorte del barón d'Alós, parecía ser la única que no lo entendió como un hermoso espectáculo de la naturaleza, sino como un recordatorio de que se acercaba la estación más dura del año y qué debían estar preparados. Otros años no habría temido en absoluto por la estabilidad de su casa, pero con aquel incierto clima político que se cernía sobre su tierra, como la nieve, no podía dejar de sentir cierta inquietud... y aún no había tenido ocasión de discutir aquellos asuntos con el barón. Quizás aquella noche, durante la cena...

Los criados avisaron de que la mesa ya estaba puesta, cumpliendo su papel a la perfección, tal y como la señora se había encargado de que así fuera. Tomó asiento junto a su marido, en segundo lugar como le correspondía y esperó a que llegase el resto de su familia. Les saludó cortesmente: Buenas noches, haciendo un ademán ante las reverencias de su hija. El señor Pèire, anciano y quejumbroso, y Caterina y su hija Clara, joviales, distraídas. Maria escuchó sus nada discretos cotorreos:

-Quizás sería más apropiado dejar las conversaciones banales para cuando estemos todos presentes y la cena, servida.- dijo, tajantemente, observando las ausencias de sus hijos varones y de Manel. De su cuñado, dado su carácter, casi cabía esperarlo, pero Maria creía haber enseñado un poco mejor a sus hijos el valor de la puntualidad y la cortesía. Cuando aparecieran, y más les valía hacerlo pronto, no les iba a ser nada fácil librarse de una buena reprimenda. La charla intrascendente prosiguió, cambiando de sujeto a la sopa del señor Pèire. La carcajada estruendosa del barón le pilló por sorpresa y Maria no dudó en clavarle una mirada, "moderación, querido, moderación".

-Mientras el joven Dionís no se tome sus obligaciones como no se toma la sopa... Señor Pèire, haga lo que su buen juicio le pida para meter al chico en vereda. -se limitó a comentar, de forma completamente seria, sin el menor atisbo de humor.

El estado de salud del hermano Bernat, en cambio, si era un asunto de mayor interés y gravedad, así que Maria se apresuró a añadir sus palabras a las de su esposo:

-Sí, díganos, ¿cómo se encuentra?

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21/12/2018, 13:43
Clara de Mormont

Shht, no hables tan alto, por favor. Pueden oírnos. Te lo cuento en otra ocasión, más tarde. Ya verás, te va a encantar. Es un gran poeta.

Bajo la cabeza avergonzada - Lo lamento tía Caterina... Perdonar mi impulsividad... Estaré esperando por vuestras nuevas cuando podáis contármelas... 

Quizás sería más apropiado dejar las conversaciones banales para cuando estemos todos presentes y la cena, servida

- Si madre, disculpe mis modales madre, no volverá a suceder...  - Bajo la cabeza avergonzada

 Se niega a comer mi sopa, dice que prefiere chupar la humedad de las piedras de la pared.

 Hago una ligera expresión de asco al recordar ese sabor en mi garganta, intentando disimularla. - A nadie le gusta comer de ese mejunje... Entiendo al pobre aprendiz... - Pienso para mí.

De repente escucho la sonora carcajada que emite padre. Mi mirada se vuelve enseguida hacia él, pues no era ya habitual es escucharle reír de esa forma. Y como siempre, madre ni siquiera sonreía y enseguida echó esa mirada a padre, esa mirada con la que nos mantenía firmes a todos los miembros de la casa. 

En ese momento preguntaron por el estado de salud del hermano Bernat. Mi atención se centró en Pèire a ver qué nuevas nos contaba sobre él, aunque al parecer la sombra de la parca ya se cernía sobre él y tristemente era muy posible que nos dejara más pronto de lo que deseábamos... 

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21/12/2018, 14:11
Pèire

Lo lamento, mi señor y señora, pero la enfermedad que tiene no tiene cura.

Se me ve un poco abatido.

Es la vejez, contra eso poco puedo hacer más que quitarle su dolor hasta cierto punto y rezar por que no sufra más de lo necesario.

Hago una pausa.

Deberías tener listo a un cura para su última confesión.

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23/12/2018, 01:23
Magister

La noticia era triste, pero no sorprendió a nadie. Hacía una semana que Pèire, a petición de la señora, había escrito al obispo pidiendo un nuevo sacerdote para la casa. Esto tampoco sorprendía a nadie: en ese ambiente había cosas que sencillamente se sabían, pero que no se decían.

Carles asintió comprensivo, y no dijo nada. Comenzaron a degustar el faisán (con un potente regusto a cebolla y ajo) sin decir palabra durante un tiempo. Eso quería decir que había temas importantes que tratar: matrimonios (aunque, ¿para qué debían hablar de matrimonios delante de las novias? ¡ya se enterarían llegado el momento!), la probable revuelta nobiliaria, la disciplina en la casa, el constante regusto a cebolla y ajo de absolutamente todos los platos que salían de esa cocina, la llegada del invierno y las reservas para los aldeanos... Es sólo que todos esperaban que fuese la cabeza de la casa quien hablase primero.

Maria d'Olot guardaba silencio, degustando silenciosamente el plato. Fingía que esperaba a que Carles hablase primero, y el resto lo sabía. Pero no lo decían, y esa era la diferencia entre los plebeyos y los nobles. Y esa era la razón por la que Manel de Mormont no se sentía a gusto en el castillo.

Finalmente, tras beber un poco de vino, Maria d'Olot se aclaró la garganta. Quería hablarles de todo eso: de los matrimonios, la probable revuelta nobiliaria, la disciplina, el regusto a cebolla y ajo, el invierno... Pero entonces se abrió la puerta de un portazo y apareció un hombre joven y visiblemente excitado.

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23/12/2018, 01:47
Joan de Mormont

-- Mi señor padre, mi señora madre, lo he decidido. Quiero ser cruzado. Quiero partir a Tierra Santa.

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23/12/2018, 17:32
Clara de Mormont

En el preciso instante que estábamos asumiendo la noticia entró Joan, mi hermano mayor con una frase que me heló la sangre... 

Mi señor padre, mi señora madre, lo he decidido. Quiero ser cruzado. Quiero partir a Tierra Santa.

Permanecí en silencio, tal y como madre me enseñó, observando las reacciones de todos los presentes. Después de todo, el primogénito de padre acaba de entrar en la sala con aquella noticia. Generalmente debería ser bueno que un muchacho decidiera unirse a las filas de los cruzados para liberar Tierra Santa del yugo de los infieles... Aún así, seguía siendo el primogénito, seguía siendo mi hermano, el mayor y heredero del apellido Mormont... 

Dejé de comer y permanecí atenta a la situación. Sabía que mis palabras no ayudarían y que no debían salir de mis labios, aún así no pude evitar mirar con cierto temor a padre, madre y a Joan. No por miedo a sus reacciones, sino al futuro de mi hermano... Bien podría regresar como un hombre santo pero también podría no regresar jamás... 

Parecía como si la fría nevada y el cortante aire exterior hubieran arraigado en la habitación y en la mesa...

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24/12/2018, 11:44
Maria d'Olot

Maria se sintió algo apenada por las nuevas que les ofreció el médico con respecto al hermano Bernat, pero no demasiado, al fin y al cabo, era ley de vida. En ocasiones como aquella, recordaba los días de su juventud en los que su hermano le leía poemas antiguos: "Pallida mors aequo pulsat pede...". La cena prosiguió en silencio, con cada trago del dulce vino que tanto le gustaba (y que había pedido expresamente a los criados que sirvieran con el faisán), una oportunidad se perdía de abordar aquella inquietud que le acechaba en esa noche fría. Al fin y al cabo, su señor esposo tampoco parecía estar muy por la labor. Y de golpe, sus inquietudes se confirmaron.

Como una exalación, su hijo entró en la sala y lanzó las vidas de todos los presentes al aire. Maria sintió su corazón hundirse por unos instantes y tuvo que hacer un verdadero esfuerzo por mantener la compostura. "Las cruzadas. Tierra Santa. ¿Quién le ha metido esas ideas insensatas en la cabeza?" fue su primer pensamiento. "Mi niño, mi dulce hijo, mi primogénito" fue el segundo. Maria escrutó el rostro de su esposo en busca de apoyo, para luego dirigirse con voz severísima a su hijo:

-¿Acaso son estos los mejores modales que os he podido enseñar? ¿Irrumpir en una cena proclamando locuras? Por favor, hijo mío, calmaos, tomad asiento y explicadnos esta extraña empresa que se os ha ocurrido.

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24/12/2018, 19:41
Joan de Mormont

El muchacho tomó asiento sin recuperar el aliento. Agarró un trozo de faisán sin esperar a que se lo pusieran y, con la boca llena, empezó a relatar:

Madre, el Emperador Federico quiere volver a partir a Tierra Santa a recuperar los Santos Lugares de manos de los infieles. Se lo he oído decir a un predicador en la iglesia de Alós, dentro de poco más de un año, en primavera, se reunirá con su ejército en Italia. Desde allí partirá para mayor gloria de Dios.

>> Y yo cabalgaré con él.

Notas de juego

Tiradme Cultura x2

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24/12/2018, 19:50
Pèire
Sólo para el director
- Tiradas (1)

Notas de juego

No se si la tirada esta bien

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24/12/2018, 19:56
Clara de Mormont
Sólo para el director
- Tiradas (1)
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24/12/2018, 19:57
Director

Notas de juego

está bien, gracias. Ha sido fracaso, de todas formas: no te han llegado noticias al respecto. Pero puedes reaccionar de todas formas.

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24/12/2018, 19:57
Magister

En ese momento recuerdas algo que nadie espera que sepas; algo que, de hecho, no está muy bien visto dentro del mundo cristiano: el Emperador y el Papa son los garantes de la Cristiandad, sí, pero están eternamente enfrentados. Esto no es cosa de Federico; viene de largo. Pero últimamente su conflicto se ha recrudecido.

Joan ha dicho algo interesante: el Emperador ha decidido ir a la Cruzada... pero el Emperador no tiene esa potestad: esta pertenece al Santo Padre. No sabes nada más, pero tienes la mosca tras la oreja.

También recuerdas lejanamente noticias de la anterior, hace cinco años, que acabó en un sonado desastre en las murallas de Acre y Damietta.

Notas de juego

¡Muy bien, qué muchacha tan culta!