Partida Rol por web

- No, señorita – dijo. – Usted no parece para nada una secuestradora. Pero aún así – agregó cauto – déjeme comunicarme con el señor Von Hausen.

Y Susan lo vio sacar un celular y escribir rápidamente un mensaje. Mientras la muchacha, de forma encantadora, trataba de vislumbrar qué era lo que su compañero había escrito en el móvil, a sus espaldas se escuchó el abrir de una puerta.

Volteó para observar como un hombre joven, de aspecto elegante y distinguido se acercaba a ella. Cuando estuvo más cerca, Susan pudo apreciar la mirada pícara que éste poseía en sus ojos, como de quien sabe demasiadas cosas y las puede usar en tú contra.

- Usted debe ser Susan Fox – dijo el muchacho, galante. – Me llamó Charles Von Hausen; y si Jack le dejaría cruzar esa puerta, quizá pueda considerar contratarla.

Susan miró a Charles Von Hausen de pies a cabeza, observando que era un hombre bastante guapo. Era alto, de tez ligeramente bronceada y con un cabello castaño peinado con elegancia. Vestía de traje, decorando todo aquello con aquella rara mirada y su aún más extraña sonrisa, burlona hasta el extremo.

De repente el joven dejó de posar su mirada sobre Susan para fijarla en el horizonte, y la muchacha le imitó. Una camioneta negra se acercaba al lugar, y cuando ésta se detuvo un hombre se apeó de ella.

Susan, quien no sabía quién era aquel, no sintió mayor apremio, mas Charles Von Hausen frunció su ceño en una expresión de preocupada, y estiró rápidamente un billete a Jack, diciéndole:

- Si es Vincent y la ve entrar estamos fritos, así que ábrele la puerta y si te preguntan di que logró entrar sin que la vieran.

Jack aceptó el billete de manos del joven, quien se dirigió a Susan para continuar:

- Discúlpeme, señorita, pero mi primo ha llegado. Es policía y es mejor que ni la vea. Mi tía esta en el tercer piso, la última habitación del pasillo. Hágale la entrevista y váyase, ¡y trate de que no la vean! Y menos Vincent, o la va a pasar mal.

Estrechó su mano con ella, y Susan le vio partir, impresionada por el encuentro con tan enigmático personaje.

Implacable, imparable, Leonard se dirigió directo hacia aquella pandilla de buitres bien adiestrados, mientras se preparaba para una más que segura avalancha de preguntas, afirmaciones y comentarios probablemente tan afilados como las lenguas que los pronunciarían. Supuso que Minerva le seguía, así que descendió un poco la marcha, que había sido algo precipitada nada más poner un pie fuera de la camioneta. Casi extendió el brazo en actitud protectora, aunque se contuvo. La chica sabía cuidarse sola, y era lo suficientemente inteligente como para saber esquivar a los pocos periodistas que se centraran en ella sin llegar a dar ninguna respuesta incendiaria o mal ubicada. Con un poco de suerte, el peso de aquella marabunta caería por entero sobre él. Por desgracia, y aunque ya estaba acostumbrado a lidiar con este tipo de casos, el tacto de Leonard podía llegar a ser el de un ladrillo en lo que al trato con los periodistas se refiere. Aquellas sanguijuelas causaban tanta repulsión en él como podrían hacerlo una piara de cerdos embarrados y ruidosos

Antes siquiera de que el primer periodista llegara hasta su posición, alzó su placa como el que enarbola un escudo frente a una muchedumbre furiosa, y rápidamente habló con tono seco y decidido

Policía. Dejen paso

Bam. Como una sentencia, sus palabras cortaron el vacío hasta llegar a los oídos de los pocos presentes que aún no se habían percatado de su presencia. No fue el contenido de estas, más bien tópico e incluso educado, si no el tono que usó, el mismo que echaría para atrás a más de uno. Leonard era una persona agradable, pero podría llegar a ser tajante cuando quería... Como, por ejemplo, en ese momento

Obviamente, llegó la avalancha de micrófonos y ojos ansiosos, abalanzándose sobre él cuál aves de presa que rapiñaran el poco sustento procedente de un cadáver en descomposición, pero Leonard ya estaba preparado, y, al principio de forma algo educada, luego con algo más de brusquedad, apartó a aquellos que se interponían en su camino hasta su siguiente objetivo: El cordón, que, en este caso, representaba la calma y tranquilidad que solo la presencia del cuerpo de policía podía garantizar con sus imponente reputación. Reputación que, por cierto, en aquellos momentos estaba en entredicho

Tras cruzar la línea, asegurándose de que Minerva pudiera salir con vida junto a él, se giró hacia las cámaras, y decidió dispersar de una vez por todas a esa nube de insectos. Que Tottle se encargara de la diplomancia más tarde

Siento informarles de que no se les proporcionará ninguna información hasta que tengamos más detalles del caso. Les aconsejo vuelvan a sus casas y esperen a un comunicado oficial

Había hablado de forma educada, pero no tenía ninguna esperanza de que aquellos carroñeros le hicieran caso alguno. Por lo menos, ya había cumplido. Sin esperar respuesta, se giró y caminó hacia la mansión, el ceño fruncido y los músculos tensos

Era hora de enfrentarse con su familia

_Gra-gracias.

Solo eso pudo decir Susan mientras veía a Charles Von Hausen alejarse. El muchacho la había tomado por sorpresa. De hablar con un jardinero adolescente se encontró de repente cara a cara con un joven apuesto, bien vestido, que aparentaba tener muucho dinero, y con un desenfado que pocos hombres tenían cuando ella se encontraba delante. Con él iba a dar gusto trabajar, no iba a extrañar para nada los acosos de su actual jefe. Sacudió un poco la cabeza para despertarse y comenzó a caminar hacia la casa.

_Gracias Jack, nos vemos a la salida -se apresuró a decirle al chico mientras se alejaba, para no darle lugar a pedir ningún tipo de retribución por el favor, pero intentando a la vez no parecer desagradecida-. ¿Voy bien por aquí? -preguntó para saber si iba en la dirección correcta-.

Haciendo caso a la respuesta de Jack, Susan llegó a la casa, aún preguntándose si los hombres, en su presencia, se sentían como se sintió ella al aparecer Charles.

_Tercer piso, última habitación del pasillo -repetía para sus adentros mientras buscaba la mejor manera de entrar pasando desapercibida-.

Siento esa presion en el pecho al entrar a esa casa y ver el rostro de las niñas, estaban asustadas, quién sabe cuanto sepan de lo ocurrido. Charlotte, digo al verla, vine en cuanto pude,  sólo dime en que puedo ayudar... añado mientras pienso que es extraño, que la niñera y estuviera en casa... ¿la policia ha dicho algo?

La respuesta de patricia me sorprendió bastante, y me pillo desprevenido, sacudí la cabeza y mis palabras brotaron casi sin pensarlo-Los niños no pueden venir conmigo, pero te pagaré una habitación de un hotel, y te irás allí. Tengo que ir a ver a Cristopher, por otro asunto, le comentaré esto...
Separo un poco mi cuerpo del suyo y la miro a los ojos-No me vuelvas a abandonar-Más que una orden o una amenaza, parecía una súplica, había caído otra vez en sus redes...la amaba demasiado y a mis retoños, no podía dejarla escapar de nuevo. Le doy un leve beso en los labios*, y marcho sin decir palabra alguna hacia el coche, camino de la casa de mi amigo Cristopher, tenía ya varios asuntos que tratar con él

Leonard se movió con fuerza, más anímica que muscular, dentro de aquella barahúnda de periodistas, con Minerva muy cerca de él, intimidada por todo aquel desorden. Cuando al fin pudo alcanzar la zona segura tras el cordón policial, pidió calma a aquellos buitres, sin mayor éxito; y los micrófonos se empezaron a alzar amenazadores hacia el joven policía en el mismo instante que una voz se alzó:

- ¡Señores, aquí no hay nada que ver! ¡Háganle caso al policía y retírense, o me veré obligado a llamar a seguridad!

Los periodistas empezaron a quejarse y a recoger su equipo mientras que Leonard buscaba con la mirada al dueño de aquella voz. Era su primo, Charles Von Hausen, presidente de televisora más grande de aquella región. Aunque éste le había servido de ayuda en aquel momento, el policía supo que si allí estaba Charles es porque algo malo iba a pasar.

No es que Charles fuera pájaro de mal agüero ni que tuviera una terrible mala suerte, sino que era un personaje que – al igual que su padre – había que temer. Detrás de su buen traje y su porte de galán, se escondía una mirada picaresca que Leonard conocía demasiado bien, esa que le indicaba que no debía confiar en él.

Y es que mientras Adrian había querido ser famoso abogado y Leonard un policía, Charles siempre había deseado ser rico y famoso, y no por la manera legal. Si Úrsula y Walther Von Hausen habían considerado a su hijo menor un chico problemático, peor se sentían Christopher y Charlotte, quienes veían que su heredero parecía más un ladrón que un digno magnate.

Mientras que Leonard recordaba el pasado sin demasiado entusiasmo se preguntó si Charles no se tenía algo entre manos, algo como un secuestro ya perpetrado. Pero antes de que pudiera ahondar en la idea, el joven Von Hausen se acercó a su primo y lo abrazó, como si tuviera varios años sin verlo (lo que no era falso, después de todo).

- ¡Primo! – dijo. - ¡Qué alegría tenerte por aquí! ¿Viniste a visitar a la familia? – Leonard observó como Charles observaba a Minerva, y la sonrisa sarcástica que se le dibujaba en el rostro al ver a la joven sonrojarse. - ¿Y quién está chica? ¿Es tu novia? ¡Vaya, primo! ¡Tú y tus sorpresitas! ¡Pero ven, tía Úrsula debe estar en casa de tío Adolf!

Susan se filtró cauta dentro del terreno y luego en la casa, logrando encontrar en su camino una puerta trasera extrañamente abierta.

La joven mujer caminó casi de puntillas, tratando de no hacer ruido con sus tacones. Por allí y por allá pasaban mucamas cargando bandejas llenas de bebida o comida, o trayendo los vasos y platos ya usados. Había ruido de voces, y se dispersaban por todo el lugar, como si la casa estuviera llena de gente.

Tragando saliva y rezándole a un Dios al cual Susan no le tenía fe, la mujer se movió lo más silenciosamente posible hacia las escaleras; y después de ver a ambos lados empezó a subirla, logrando llegar al segundo piso y luego al tercero.

Agradeciendo el tapizado de alfombras, que le servía para amortiguar cualquier ruido, Susan dio los últimos pasos para llegar al tercer piso, donde buscó la seguridad de una pared para esconderse.

El pasillo en cuestión estaba tan silencioso que cualquier ruido extraño hubiera perturbado su paz. Susan tuvo aún más cuidado al moverse hacia la última habitación del lugar.

Un paso tras otro se acercó, con una sonrisa maliciosa dibujándose sobre su hermoso rostro ante su éxito; y ya estaba casi saboreándolo cuando la puerta en cuestión se abrió, dejando salir a un hombre alto, rubio, de buen porte y de mirada fría.

Susan hubiera podido apostar todo lo que tenía a que aquel sujeto era Adolf Von Hausen; y si las cosas eran así estaba bien perdida.

- ¿Se puede saber quién es usted y qué hace en mi casa, caminando así? – preguntó el millonario de mal talante, con tal carácter que Susan se sintió nerviosa.

- Lamentablemente, no – contestó – respondió Charlotte, cabizbaja. – Estamos esperando que mi sobrino llegue. Úrsula, mi cuñada, dice que va a llegar en cualquier momento.

Mientras que Charlotte Von Hausen le respondía así a Nicole, una de las niñeras puso a una de las bebés en brazos de la señora Johnson, asegurándose que cada cuidadora tuviese una niña que cuidar.

- Discúlpame que te haya hecho venir así – continuó Charlotte -, pero realmente necesitaba tu ayuda. Además, mi esposo me pidió que te llamará, pero no sé porque. En este momento no se encuentra en casa, está discutiendo algo importante con mis cuñados.

Ian se separó de Patricia como quien se separa de algo muy peligroso, con aquel sabor en su boca que por tantos años había anhelado. Mientras el auto retomaba camino hacia la autopista, Brown pudo ver a su mujer, quien movía su mano de un lado al otro en el aire a forma de despedida.

De buena gana Brown hubiera dejando todo cuanto tenía que hacer para tener a aquella mujer una vez más en sus brazos, pero mientras Patricia se iba haciendo más pequeña con la distancia, Ian fue recobrando nuevamente su careta de chico malo.

El automóvil rodó por varias horas hasta llegar a una carretera apenas asfaltada, donde se divisaba a la lejanía una casona inmensa, no sólo tamaño, sino también en riqueza.

Listo para bajar, Ian tomó fuerzas, pero entonces algo lo hizo detenerse. No más allá de donde le alcanzaba la vista vio algo que le hizo tragar saliva: policías.

Leonard recibió el abrazo con todo el afecto que pudo simular y con una bastante descarada sonrisa falsa, que, por desgracia para él, era lo mejor que podía mostrar en una situación como aquella. Nunca había sido demasiado bueno con las máscaras, y si bien su cara de póker tenía poco que envidiar a la de algunos de los mejores policías de la región, en cuánto a fingir sentimientos más elaborados y voluntarios era un completo negado. No había que ser adivino para darse cuenta de que Leonard no acababa de alegrarse tanto como su primo (O más, bien, tanto como aparentaba este) por el reencuentro. Pero el trabajo es el trabajo, y Leonard ya se encontraba inmerso en su pequeño teatro de sombras. Quizás no era el mejor, pero seguía siendo necesario si quería contar con la más mínima posibilidad de sacarles algo de jugo a aquellas hienas carroñeras que se hacían llamar su familia

Hola, Charles. Tienes una pinta estupenda Admitió con una media sonrisa algo poco efusiva Se siente bien al estar en casa de nuevo

Según comenzaban a andar hacia la mansión, aprovechó para presentar a Minerva, con un tono divertido y despreocupado, a pesar de que la crispación comenzaba a extenderse por su espina dorsal

Esta es Minerva. Ha venido a echarme una mano con el caso No evitó tocar el tema. Al fin y al cabo, nunca había sido demasiado amigo de andarse con rodeos Es bastante inteligente y despierta, así que podría decir que vengo bien acompañado

Se arrepintió casi al momento de ese cumplido, aunque, por otra parte, quedó algo aliviado de haber evitado el definir a la chica en relación a él. Insinuar siquiera que podía haber algún tipo de relación con ella habría sido como lanzar un trapo ardiendo a una montaña de pólvora, teniendo en cuenta como era su familia. Pero, por otra parte, le daba algo de reparo la posibilidad de llegar a herirla o menospreciarla si la presentaba directamente como una simple amiga, compañera de trabajo, o conocida. Quizás el no la veía como nada más que eso, pero no estaba ciego, y lo único que le faltaba ahora era que la chica se enfadara con él o se deprimiera por su culpa. No, necesitaba a Minerva totalmente operativa, o no tendría ningún tipo de soporte contra esa panda de depredadores hambrientos

Minerva, este es Charles, mi primo. Es dueño de una cadena de televisión, y tiene una endiablada astucia para los negocios Lo cuál venía a significar, básicamente, que sus escrúpulos estaban a un nivel inferior al subsuelo 

Decir que la idea de ponerse directamente a hacer preguntas sobre el caso durante la caminata no pasó por su cabeza sería mentir, pero al final, Leonard decidió comenzar tanteando el terreno. Despacio, pero sin pausa, como decía su madre. Ya habría tiempo de investigar más tarde

¿Como te va todo? Hace un tiempo que no sé nada de ti...

Como si le importara

Todo estaba saliendo increiblemente bien para Susan. Era increíble que con toda la gente que había en ese lugar, nadie la viera. Por si fuera poco el alfombrado le permitía un sigilo que sus tacos no. Estaba solo a metros de su objetivo cuando de la habitación salió un hombre que la encaró. Su tono de voz puso nerviosa a Susan, quien se dio cuenta que se encontraba frente al dueño de casa. Se sentía perdida, pero si tenía alguna esperanza, ésta estaba albergada en que no se reconociera en falta. Envalentonándose entonces, dio un paso adelante y extendió el brazo para saludar al hombre.

_Usted debe ser Adolf Von Hausen. Mucho gusto, mi nombre es Susan Fox. Disculpe que no me haya anunciado, pero es que con estos momentos que está viviendo, no quería molestarlo. A propósito, estoy segura de que todo saldrá bien, debe ser fuerte y tener fe.

Susan hizo una pausa, viendo si con sus palabras había conseguido aflojar un poco al millonario. Lo siguiente era justificar su presencia. No podía responsabilizar a Charles, esa sería la mejor manera de perder el trabajo. Sin embargo...

_Trabajo para Charles. ¿Es su sobrino, no es así? Estaba por saludarlo cuando vi que se acercaba a la entrada, me pareció que mencionaba que su primo Vincent había llegado y lo iba a recibir. Me tomé la libertad de subir porque me dijeron que aquí se encuentra su esposa, y me gustaría hablar unos minutos con ella. ¿Sería eso posible, por favor?

Hago un gesto de no entender. ¿tu esposo te pidio que te llamara?... No entiendo... murmuro por lo bajo, en ese momento escucho en mi interior la risa de Harry y me volteo de manera nerviosa, y no, el niño no esta por ahí, miro a la mujer nuevamente a los ojos...¿en que te puedo ayudar entonces?.. mi cabeza comienza a pensar confundida... sí las niñas ya estan cuidadas, porque he de venir yo, ¿porque traerme con engaño?

La risilla del niño la escucho en mi cabeza, trato de ignorarla, ¿será que me quiere decir algo?

- Pues, qué te puedo decir primo – empezó Charles mientras ambos hombres caminaban hacia la casa. – Me ha ido bastante bien desde que tío Adolf me concedió el regalo de dirigir la televisora. No es por ser soberbio, pero tengo buen ojo para los negocios.

Charles hablaba con elocuencia, muy contento de charlar sobre su tópico favorito: él mismo, exaltando sus virtudes como si él fuera el único que las tuviera. Leonard, quien ya se estaba hartando un poco de aquella absurda perorata, disimuló lo mejor que pudo sus ganas de golpear la cara de chico guapo de su buen primo; pero no pudo disimular más cuando, tras unos minutos, puso sus pies en la casa familiar.

Lo que había cambiado el estado de concentración del policía no había sido la presencia de los llamativos adornos ni de las muy blancas paredes, sino el repentino abrazo de su madre. Leonard, tratando de despertarse, posó sus brazos alrededor de su mamá, dándole un cariñoso beso en la mejilla.

Tras el cariñoso abrazo, hijo y madre se miraron largamente, como si tuvieran años sin verse. Leonard vio a una mujer que, a pesar de sus sesenta años, se mantenía altiva e impecable contra la adversidad del tiempo. Su cuerpo pequeño y delgado estaba trajeado con un vestido rosa, dándole a sus canas y a sus ojos grises un aspecto deslumbrador.

Minerva, quien estaba detrás de Leonard para no estorbar demasiado, se sintió conmovida en extremo por aquel intercambio de cariño entre su querido héroe y su madre; y quizá Úrsula no la hubiera notado sino fuera porque Charles, con su mirada sarcástica, no hubiera hecho las presentaciones.

- Tía Úrsula, creo que no has notado a esta chica de aquí – dijo Charles señalando a la joven detrás de su primo. – Esta muchachita tan linda de aquí se llama Minerva. Vincent dice que sólo vino a acompañarlo, pero sabes como es mi primo querido y sus sorpresitas… ¡Sino acordémonos de cuando nuestra querida Chantal piso nuestra casa por primera vez! ¿Te acuerdas, tía? Fue un día para el recuerdo. – El hombre suspiró con una falsa mirada enternecida. – Bueno, yo me voy. Tengo cosas que hacer. ¡Hasta luego, primito!

Charles le dio un beso a Úrsula, un golpecito amistoso en el hombro a Leonard y unas palabras en el oído de Minerva, que causaron que la joven, ya sonrojada, deseara ser avestruz para esconder su cara en la tierra. Mientras que éste se retiraba del lugar, la señora Von Hausen miró a la pobre joven, y dijo, haciendo un esfuerzo para que no se notara lo muy molesta que estaba.

- Bienvenida, querida. ¿Por qué no pasas mientras yo intercambio unas palabras con mi querido hijo? ¡Siéntete en casa!

Leonard, quien conocía bien a su madre, sabía que Úrsula Von Hausen estaba apunto de explotar, y que si no lo había hecho ya era porque simplemente era una dama de sociedad.

Se decía que Adolf Von Hausen era un hombre temible, y Susan hubiera podido comprobarlo si no hubiera nombrado a cierta persona que distrajo al millonario de su idea de sacar a esa señorita de su hogar de la manera más humillante.

- ¿Vincent está aquí? – preguntó como atontado.

Vio a la muchacha como perdido y luego a la habitación de donde había salido. Cuando se volvió a encarar a la joven, Susan hubiera podido decir con facilidad que el millonario parecía perturbado.

- Si trabaja para Charles creo que puedo hacer una excepción, pero si mi esposa le responde o no, es su decisión. Sólo le pido que tenga tacto. Yo he de ir a ver a Vincent.

Y sin más, y ante la sorpresa de la joven, Adolf Von Hausen tomó el camino que ella uso para llegar hasta allí, dejando a Susan sola y ante la puerta donde Antoniette se resguardaba del dolor.

Charlotte Von Hausen miró a Nicole como si fuera una tonta, y dijo con el tono más considerado posible:

- Te llame, como te dije, porque necesito que me ayudes a cuidar a las niñas. Sabes que sola no puedo.

En ese momento la puerta se abrió, dejando pasar a un hombre canoso, de buen porte y bien trajeado. Éste parecía muy molesto, pues había entrado al hogar como alma que lleva el diablo, y cuando estuvo junto a las mujeres parecía la personificación de un león enjaulado.

- ¿No ha llegado Ian Brown? – preguntó éste.

Charlotte negó con la cabeza ante aquel hombre enfurecido, y mientras Nicole lo veía pasear de aquí para allá se preguntó si aquel hombre no sería Christopher Von Hausen.

- Cuando Charles se digne a volver a la casa, dile que le estaré esperando en el despacho, así como a Ian Brown – continuó aquel hombre, con su rabioso paseo. – Y usted, señora Johnson – dijo, girándose a Nicole, quien le vio aún más sorprendida – no se vaya de aquí sin verme. Necesito hacerle entrega de algo de suma importancia.

Y dicho sus órdenes el hombre se fue, dejando a su esposa, y aún más a Nicole, con perplejidad en sus miradas.

- Ese es mi esposo – dijo Charlotte a los pocos minutos, señalando en dirección por la que había desaparecido Christopher Von Hausen.

Abro la boca en un dejo de sorpresa, ¿porqué de repente no entiendo nada?. Miro a la mujer quien me dice que le ayude a cuidar a las niñas cuando ya hay una niñera cuidandolas, y a su vez baja este hombre, preguntando por un tal Ian Brown, ¿quién es?, y posteriormente como si fuera poco el esposo de esta mujer me dice que me va entregar algo. En ese momento no se que pensar, ¿a que vine?, ¿cómo es que me dice que no me vaya?, algo aqui esta escondido, y no entiendo bien que hago acá.

Miro a Charlotte un segundo segura que algo me esta ocultando, ¿sabes que me quiere entregar tu esposo? digo extrañada

Susan respiró aliviada cuando Adolf Von Hausen desapareció bajando las escaleras. Se preguntaba quién sería ese tal Vincent, que no solo Charles le sugirió que se mantuviera alejada de él, sino que además tan solo su nombre ya era capaz de consternar al temible Adolf.

Dejando esos pensamientos de lado dio unos pasos hasta quedar parada de frente a la puerta. Hasta ese momento había logrado sortear todos los obstáculos, y en ese instante su gran oportunidad se encontraba del otro lado de la puerta.

_Permiso. ¿Se puede? -preguntó, dándo unos golpesitos a la madera-.

Mierda-Fue todo lo que se me ocurrió cuando vi a toda la policía al rededor.
Me quedé un rato recostado en el coche pensando que podría hacer, me sequé el sudor de mi frente, solo había un par de cosas que me pusieran nervioso, y una de ellas era la policía, maldita sea en todos los idiomas. No sabía que hacer, estaba bloqueado por completo, no tenía ni idea de a donde ir.
Luego se me encendió la bombilla y saqué mi teléfono, marqué el número de mi amigo y le di al botón de llamada.
Espero que me lo coja, o estoy en un aprieto-Apaga las luces-Le digo al chófer