Partida Rol por web

Snivat pegó un respingo y miró sorprendida a Kal, sin comprender porque hacía aquello, pero retrocediendo asustada por aquel ataque de ira. Cuando se volvió hacia Silas gritándole y prácticamente zarandeándole se asustó más, pero cuando mencionó a aquel espíritu pasó de estar asustada a estar aterrorizada. Lívida, se pegó contra una pared agarrando el libro con todas sus fuerzas, sentada de cuclillas y cerrando los ojos con fuerza sin atreverse a mover un músculo pero temblando como un cordero recién nacido.

Mientras Thanos y Silas trataban de tranquilizar a Kal, la niña finalmente abrió los ojos. Oía a los demás como si estuviese debajo del agua, amortiguados, lejos y miró a la pared que había atacado Kal. Era la segunda vez que Salpicaduras escribía el nombre deprisa en vez de una letra por día. ¡Y el nombre de Kal era bien corto!

—Vimos el nombre de Griam— aquella frase sonaba tétrica en principio, sobre todo por el tono débil, asustado, pero entonces añadió un detalle, quizá un intento de autoengaño que lo cambió todo.— No veo el tuyo. Y todos vimos el de Griam.

La niña se pegó más contra la pared

—No quiero volver a ver a Salpicaduras

Las palabras de Silas poco a poco lograron penetrar la barrera de miedo que sentía Kal, con sumo esfuerzo aflojó los dedos y dijo para si -eso no es más que una chorrada para hacerse el duro con las doncellas.

Pero quizá algo si hacían, porque consiguió recobrar la compostura esbozar una sonrisa amarga y decir a Thanos -si, en esa pared tan desgraciada como para no ceder ante mis golpes. Y no te preocupes Snivat, nos ocuparemos de que ese malnacido no tenga ocasión de volver.

Cogió aire y volvió a mirar a sus alrededores esforzándose por apartar los miedos de su mente, no era fácil pero las palabras de Silas eran ciertas, él era necesario por lo que no podía fallarles. Apretó el pomo de su espada y finalizó con un escueto pero más decidido-sigamos adelante.

El miedo no había desaparecido del todo, no era un paladín suicida o un fanático enloquecido después de todo, pero volvió a atarlo en corto y sujetar las riendas con fuerza.

Tras calmar a Kal, y a Snivat, el grupo avanzó hacia la parte septentrional de la prisión. Buscaban a los dos espíritus y allí no había nada, ni nadie. ¿Quizás estaban buscando en el sitio equivocado? Al entrar en la habitación, Kal tuvo una perspectiva mejor de toda la estancia. Había muebles de madera, como bancos, alineados a lo largo del gran salón que se abría ante ellos. La mayoría de los bancos estaban ahora apilados en un revoltijo de maderos, y los que no, tenían un estado claramente deplorable. Debilitado por el famoso incendio de la prisión, gran parte del muro este de la sala había colapsado y había caído al piso inferior. A través del gran hueco, se veía perfectamente el día gris y ventoso que había en el exterior, y cómo la lluvia caía con fuerza sobre el agua del lago. 

De no ser por el silencio sepulcral y por la falta de luz debido a las nubes negras, podrían decir que se trataba de una hermosa vista. Después de unos segundos para contemplar el paisaje, Kal fue a dar un paso al interior, cuando escuchó un ruido extraño. Un grito de una criatura que anunciaba que habían sido avistados. 

De entre las maderas, del techo y a través del agujero surgieron unas criaturas que ya les eran familiares. Tres estirges se abalanzaban sobre Kal... Quizás el flautista estuviese cerca, después de todo.

Sebastián seguía al grupo, atento a todo lo que lo rodeaba. El cada vez estaban más alterados y paranoicos, algo comprensible, ya que el ambiente de aquel lugar oprimía hasta el más valiente de los paladines. Ha el mismo le costaba respirar y constantemente estaba notando cosas o sombras que se movían, que luego no era nada más que el fruto de su imaginación o al menos se decía a sí mismo, para buscar una lógica.

La aparición de las Estirges, hicieron que Sebastián reaccionara de manera instintiva, absorbiendo la magia del extracto que se había tomado antes. Con presteza, se abalanzó sobre la más cercana y la apuñalo con su daga.

Una de las estirges cayó inmediatamente muerta ante el ataque de Sebastian. Las otras dos se separaron, una atacó al propio alquimista, que intentó quitársela de encima con poco éxito, mientras que la otra se lanzó a por Kal. 

Y en ambos casos pasó lo mismo. Las estirges lanzaron un tremendo picotazo que se clavó en la zona del cuello de los humanos. Entonces, las patas se agarraron a la armadura, al pelo, por todas partes. Si te fijabas detalladamente, se podía ver como poco a poco, iban succionando la sangre de sus víctimas. 

Al oír el aleteo de las estirges, Snivat se asomó a tiempo para ver como caían contra sus compañeros, que estaban apresados entre sus garras. Instintivamente, se giró para ver si el flautista estaba a su espalda. Si aparecía en aquel momento, con Kal y Sebastian atrapados, estaban perdidos. Pensar en el flautista le hizo recordad su flauta, no la que estaba en la bolsa de Kal, ahora inaccesible a ella, sino la suya propia.

Su primera idea fue tocarla para llamar la atención de aquellas bestias, haciéndolas creer que era su amo, estaba allí. La niña ya tenía agarrada la flauta dentro de su capa cuando se fijó en aquellos montruosos picos. Aquella especie de boca traslucida se llenaba de un liquido oscuro que era la sangre de Sebastian y Kal. Podía ver como se movía levemente, buscando una posición donde extraer más sangre, y la piel de sus amigos y protectores volverse más y más pálida por momentos. No era momento de intentar jugar al despiste

La niña avanzó hasta entrar en la habitación, procurando mantener la espalda pegada a la pared para que nada la atacase por la espalda... aunque bien pensado el flautista quizás podría atravesarla. Alejando aquel pensamiento, Snivat se concentró

Ahora os protegeré yo...

Dos bolas de luz salieron de sus manos e impactaron contra los monstruosos seres.

La visión de las estriges heló la sangre a Thanos. Su miedo no provido no por las criaturas en sí, si no por lo que podía preceder a su llegada. Aquellos malditos mosquitos mutantes eran los heraldos del flautista, y la promesa de que pudiese aparecer de repente no era halagüeña.

Mientras cavilaba, dos haces de luz lo devolvieron a la realidad. Miró a Snivat la cual parecía decidida a acabar con los insectos-vampiro del demonio y reaccionó. Alzó la mano enseñando su palma a la estrige que apresaba a Sebastian. -EREUM- ordenó y una pequeña saeta de luz atravesó a la criatura, desintegrando su cuerpo en el proceso.

Kal sonrió al ver la estirge, casi ni pestañeó cuando sintió como una de ellas conseguía burlar sus defensas y empezar a succionar su sangre. Una estirge era algo vivo y corpóreo, por lo menos durante unos segundos más.

Cogió su espada con cuidado y aprovechó su propia armadura y que la estirge no podía moverse en el festín de su propia sangre para lanzar un tajo ascendente que rozaba la armadura soltando chispas, no tan fuerte como los que solía dar pero más preciso y más que suficiente para convertir a algo del tamaño de una estirge en pulpa sanguinolenta. No precisaba cortar, sólo el impacto de su arma juzgaba que sería suficiente.

No os asustéis ni perdáis tiempo por estas minucias- dice el guerrero con la voz algo ronca mientras revisa el estado de las estirges enemigas para avanzar después avanzar con sus botas metálicas resonando en el suelo hacia la puerta de doble ante que les espera -tened un arma a mano y permaneced muy juntos, si se acercan dadles un golpe con todas vuestras fuerzas.

El propio Kal había odiado la disciplina de esos lameculos de Liberthane, pero estaba claro que era necesaria para situaciones de vida o muerte, donde las mentes bajo el estrés, la ira y el miedo tendían a descontrolarse si alguien no les recordaba constantemente que había de hacerse.

Las estirges cayeron rápidamente ante las habilidades combinadas de los miembros del grupo. Es cierto que habían conseguido penetrar la armadura de Sebastian y de Kal, pero ellos no notaban nada... un poco de debilidad únicamente, por el hecho de que les hubiera absorbido la sangre. 

Kal ya estaba delante de unas grandes puertas de madera, y su intención era abrirlas, aparentemente. 

- Antes de continuar, registremos la sala y dejarme que mire la puerta, no sea que algún gracioso allá puesto alguna sorpresita desagradable. Después de comentar sus intenciones, Sebastián se agacho y recogió con sumo cuidado una de las Estirges, envolviéndola en una tela y se la guardo en una bolsita. Tenía intención de diseccionarla y estudiarla, para conocer mejor estas criaturas y catalogarla.

Sebastián no se sentía muy cómodo, parecía que el drenaje de sangre de la Estirge le había debilitado la ya de por si frágil constitución.

- Esto, ¿sería posible utilizar una carga de la varita de restauración?, no me encuentro en plenas facultades y si tenemos en cuenta que no soy un portento físico, pues lo agradecería.

Para cuando logro enterarme de la aparición de las stirges, mis compañeros ya han dado buena cuenta de ellas. A veces tener los nervios a flor de piel ayuda a estar más atento ... por lo menos a algunos.

- Esto, ¿sería posible utilizar una carga de la varita de restauración?, no me encuentro en plenas facultades y si tenemos en cuenta que no soy un portento físico, pues lo agradecería.

 - Pues claro doctor, dame un momento. - Extraigo la varita del cinturón, donde la he colocado para tener acceso rápido a ella por si fuera necesario, me concentro y activo la varita mientras toco con ella a Sebastian. - Listo. Nada que una noche de descanso no hubiera arreglado, pero las circunstancias son apremiantes. Deja que eche un vistazo rápido al pinchazo de todas formas. Kal, ¿estás bien?, ¿te encuentras débil tú también?

Snivat se alejó un poco para acercarse al derrumbe a través del cual se veía el patio. Aunque llovía como si no hubiese un mañana, aquella vista alegraba a la niña, especialmente ahora que no había estirges cerca... o eso quería pensar. Aprovechando su poco peso y su pequeño tamaño, la chiquilla se encaramó un poco para poder ver si había algo que pudiese atacarlos desde allí. Puede que la prisión estuviese maldita y el exterior no, pero no solo las cosas malditas atacaban.

Sólo es un picotazo Silas, no gastes en mi esa valiosa magia salvo que sea necesaria - el guerrero espera a que remenden a Sebastian y que éste compruebe que la puerta no tiene trampas. Hasta la fecha no han encontrado ninguna trampa al uso, pero nunca está de más adquirir buenos hábitos.

Aunque no dice nada vigila con un ojo a Snivat, por si tiene que ir corriendo a cogerla si ve que se va a caer, pero disimula diciendo -Ja, por Cayden que si me hiciese falta sangre nueva podría sustituirla con un par de jarras de cerveza.

Posibles Enfermedades contraidas: 

Tras buscar alguna posible trampa, Kal se decidió a abrir las puertas. Lo hizo con un golpe fuerte, esperando encontrarse algo al otro lado. Sin embargo, encontró los restos de lo que una vez fue una cocina. No quedaba allí nada, y las ratas y demás alimañas habían dado ya cuenta de todo lo aprovechable. Al fondo de la estancia, encontraron otra puerta, que daba a una despensa... ahora vacía y llena de telarañas. 

Al ver el hueco, supusieron que el horno de la cocina se encontraba en el piso inferior... y eso les produjo cierto escalofrío. 

Al ver que habían abierto la nueva puerta y que comenzaban a pasar, la niña bajó a saltitos de los escombros, haciendo que la capucha cayese hacia atrás. El viento y la lluvia había llegado a humedecer la capa y el moreno cabello, lo que le había animado. Era lluvia. Pronto estarían bajo ella y después... bueno, quizás pudiese volver a casa o ya vería que hacía, pero en cualquier caso, estaría lejos de aquel nido de fantasmas violentos.

Con cuidado, pues sabía que en la despensa solía haber ratones y trampas para ratones, la niña se dedicó a buscar con ahínco algo que pudiese serles útil o alguna pista de lo que debían hacer. No tardó en llegar al hueco, que le llamó mucho la atención. Pasito a pasito, se acercó a él y extendió las manos, ligeramente para ver si conseguía detectar algo.

Mientras Snivat hacia sus cosas arcanas, Sebastián fue mirando entre los cajones y armario de la cocina, a ver si encontraba algo interesante.

Los indicios señalaban que aquella zona era una cantina para los presos de aquel piso. La cocina hacía décadas no contenía más que polvo: si el acero y la piedra de la prisión estaban perjudicados por el tiempo, de la comida no quedaba ni la sombra. “Al menos nos ahorraremos el olor de la comida podrida” echó un último vistazo a la estancia mientras Sebastian y Snivat se afanaban en ella. Seguramente habría poco o nada que rescatar, pero al menos se entretenían un poco mientras los demás descansaban. 

Silas deambulaba entre los restos del mobiliario mientras Kal montaba guardia y hacía chascarrillos al amparo del quicio de las puertas de la cocina. -No hay indicios de que el flautista esté por aquí.- comentó aliviado. -¿Qué curso seguimos? Parece que ya hemos explorado todo el ala este. Allí- levantó la mano señalando el pasillo que se abría tras Silas.- Seguramente haya un bloque de celdas como el que acabamos de encontrar en este lado del edificio, a fin de cuentas, esto es una prisión. Y no nos quedan muchos más lugares en los que buscar a nuestros objetivos.- argumentó. -Aunque en la zona sur hemos dejado un par de salas sin explorar.- les recordó. 

No tenía ninguna preferencia por el curso de acción a seguir, por lo que quedó a la espera de lo que decidieran Kal y Silas.

Resultaba preocupante que no encontrasen ningún enemigo digno de tal nombre, por supuesto era preferible, pero después de lo sufrido y sabiendo que faltaban el Flautista y el Charlatán resultaba enervante.

Como otras veces dejó que sus compañeros observasen mientras él montaba guardia después de una ojeada suya. No parecía peligroso pero bajaría la guardia cuando la maldición estuviese levantada.

Es posible que el flautista y el charlatán estén juntos, ¿verdad?- comentó en respuesta a Thanos, aunque siendo una pregunta retórica.

Dos fantasmas juntos, lo que nos faltaba ...

- Espero que no, aunque en este lugar puede ocurrir cualquier cosa. Tampoco sirve de mucho comerse la cabeza con ello, lo que tenga que venir, vendrá - añado rascándome la cabeza - . Como idea podríamos continuar la vuelta desde aquí mismo hacia el oeste y luego bajamos hacia el sur una vez que nuestros exploradores concluyan su inspección de la despensa.