Partida Rol por web

Castillos de arena

Tinta tus sueños

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20/02/2016, 14:18
Austin Garret-Jolley

El último paso de camino al cuerpo de Nicole es el más lento, como si sirviese más para reconocernos y encajarnos que para acercarme a ella. Recibo sus dos manos, una con mi pecho y otra con mi cadera, y al visitar sus labios atrapo el suyo inferior con mi boca, deteniéndolo en el tiempo. No llego a completar ese beso que sólo ha empezado, ni mucho menos, sino que lo convierto en un ancla estática tal y como el momento me pide.

Los dedos de una mano ascienden entonces, cómplices, por su vientre, su costado y su hombro hasta recorrer su cuello y enredarse en su pelo y en el lóbulo de su oreja. Los de la otra, mientras tanto, se deslizan hacia su espalda, iniciando un abrazo que me permita juntar su torso con el mío.

Una vez más dejo que mi respiración la recorra y no tardo en pegar su rostro al mío, frente contra frente. Lo hago sin soltar su labio, atrapado como único prisionero de una batalla que no sé ni cómo ni cuánto se librará, pero que ya mezcla sentimientos de pausa, de expectación y de suaves ganas.

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20/02/2016, 15:00
Nicole Nazar

El latido de mi corazón empieza a impulsar esa adrenalina por toda mi sangre y siento cómo se extiende con facilidad por mi cuerpo. Me estremezco con el movimiento de sus dedos y mi piel se eriza desde la cintura hasta el cuello siguiendo su estela. 

La sonrisa cambia un poco, como si al no besarme, sino solo sujetar mi labio, se hubieran restablecido las expectativas en su lugar. Y, sin embargo, mi respiración se hace pesada en esos instantes en que me sostiene. Pero no me muevo. No todavía. Sencillamente me recreo en la expectación y la dulce ansiedad por continuar sin saber hasta dónde me llevará. 

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20/02/2016, 15:32
Austin Garret-Jolley

Buscando en la piel de su nuca y en su pelo con la mano es fácil dejar que el tiempo pase. Por un lado sé de manera consciente que no nos encontramos en el mejor lugar, aunque en el fondo eso le da un punto. Por otro también sé que no nos encontramos en el mejor tiempo, pero acelerar el ritmo de las cosas sería un sinsentido.

Sin soltar su labio abro sin preocuparme los ojos, sin saber si encontraré su mirada. Mientras tanto, pegado a ella dejo que la mano de su espalda suba despacio. Ahora que estamos cuerpo contra cuerpo no hace falta ahí para nada. Mi respiración se acompasa a la suya mientras paso por sus hombros, y posteriormente camino por su brazo hasta llegar al final en mi cadera. Sólo entonces abrazo el dorso de su mano, apretándolo un instante contra mí como si tenerla más presente fuera necesario. En algún momento engancho la pinza de mi pulgar con la suya, y después empiezo a separarme de su rostro sin llegar a decir nada, sin que ese beso llegue a convertirse en un beso.

Mis ojos están al mismo tiempo oscuros y brillantes y mi expresión es grave, cómplice y serena. Al apartarme lo suficiente mis pupilas buscan sus labios mientras humedezco los míos, y al volver a centrarme en sus ojos libero el aire de mis pulmones, como si aquella fuera una declaración de unas intenciones que yo mismo desconozco.

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20/02/2016, 16:01
Nicole Nazar

El instante se mantiene, como si el tiempo estuviera pendiendo de un hilo, y nuestros ojos se funden al encontrarse, tan cerca que son apenas distinguibles. Y mientras su mano hace el camino desde mi espalda hasta mi mano, la mía se desliza por su pecho hasta llegar a su cintura y la rodea, buscando su espalda en un sentido inverso al de la suya. Durante los segundos que dura este momento, recuerdo la sensación de estar en una partitura compartiendo un solo movimiento.

Pestañeo cuando se separa y me humedezco el labio que de repente se siente abandonado a su suerte, dándole un calor que es insuficiente para ser consuelo. Vacío entonces mis pulmones en una risa tenue que es casi un resoplido y empiezo a soltar su espalda, asumiendo que el momento ha sido tan efímero como sólo puede serlo una rosa y ha llegado a su fin. 

Mis labios se curvan con complicidad, pero mis ojos abandonan los suyos para buscar de nuevo la puerta. Me planteo entonces qué sucedería si Ashton la abriese buscándome. Y esa idea me provoca una extraña curiosidad. Me pregunto si se produciría una situación incómoda o si al profesor de historia le molestaría verme así con otra persona. Y también si a mí misma me molestaría que me viera. Y tras un instante tengo que reconocerme que no tengo ni idea de cómo responder a ninguna de esas preguntas. 

—¿Y eso? —pregunto en un susurro quedo cuando mi mirada vuelve a la de Austin.

Mis pupilas están todavía dilatadas y brillantes, como si mis ojos no hubieran terminado aún y se hubieran quedado atrapados en el momento anterior y un latido denso recorre todavía mis venas extendiéndose bajo mi piel, como un motor al que se somete a un aumento súbito de revoluciones para luego apagarlo de golpe y sigue ronroneando en una vibración remanente durante varios segundos.

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20/02/2016, 17:06
Austin Garret-Jolley

Bebo de la complicidad de Nicole, haciéndola mía y devolviéndosela a través de mi expresión y de mis manos. Observo cómo sus ojos buscan la puerta, y cuando vuelven a los míos mi sonrisa se ha hecho más presente. Mi respiración aún se mantiene agarrada a la suya, entrando y saliendo de forma paralela a como ella hace con sus propios pulmones.

Recibo su pregunta, aunque soy consciente de forma casi total de que su respuesta es la misma que la mía. Además quizá yo di esos pasos, pero fueron sus latidos los que me invitaron.

Me encojo de hombros entonces, sin soltar ninguna de mis manos de su cuerpo, ni separarme más de lo que ya lo he hecho, y al responder la miro con las pupilas llenas de una inocencia sana y sin segundas intenciones.

—El momento lo pedía —susurro de una forma tan tenue que hasta un suspiro hacer que mis palabras se escondieran.

Luego me quedo así, durante unos segundos, sosteniéndola entre mis manos. Mi pulgar acaricia el suyo, y si me desenredo poco a poco de su pelo es sólo para empezar a pasar el dorso de mis dedos por su cuello. Sé que ese momento del que yo mismo he hablado ya ha pasado, y que lo hemos cerrado de la mejor manera posible, pero no tengo ni idea de qué nos deparará el siguiente. Aunque sin pensarlo demasiado mi lengua acaba de decidir por mí.

—Tranquila —le digo entonces, reencauzando mi sonrisa hacia una complicidad distinta —. No voy a preguntarte cuánto son trece por siete —enuncio antes de reír con suavidad y, colocándole un mechón de pelo tras su oreja, dar un paso atrás, satisfecho. Aún así no suelto ni su pulgar ni sus pupilas, y aunque el momento pueda haber pasado mis ojos están cargados de la misma intensidad eléctrica que un instante antes. Sólo cuando han pasado algunos segundos mi mirada se desvía un momento hacia sus labios. Porque una cosa es lo que quiera la poesía, y otra que no yo estuviera dispuesto a encontrarme con ellos de nuevo aquí y ahora.

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20/02/2016, 18:16
Nicole Nazar

Cierro los ojos al sentir sus dedos deslizarse por mi cuello y no me doy cuenta de que contengo la respiración hasta que escucho su voz pidiendo tranquilidad. Entonces los abro de nuevo, con un pequeño estremecimiento recorriéndome la espalda.

Sus siguientes palabras me provocan una sonora carcajada y aprovecho que se separa más de mi mano para llevarla al borde de la mesa y sostenerla allí. Vuelvo a reírme antes de responder. 

Vaya. Empiezo a pensar que no me lo vas a preguntar nunca —digo, con un fingido fastidio seguido una risa.

Sus ojos me tienen encandilada en ese baile entre los míos y mis labios. Ladeo la cabeza, contemplándolo con curiosidad, pues su cuerpo al apartarse dice una cosa, pero sus ojos y su mano parecen decir otra. Joder. Mira que conozco gente rara, pero es que este tío se lleva la palma de largo.

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20/02/2016, 22:02
Austin Garret-Jolley

Me sorprende un poco la actitud de Nicole. Es como una mezcla de expectación y cautela, como si estuviera dispuesta a dejarse hacer sin ser partícipe del todo. Por otro lado Me siento estudiado, y no sé si me gusta. Aún así su comentario pasado me ha arrancado un sonrisa, y tras encogerme de hombros dejo que el silencio nos rodee.

Al final han sido sus ojos los que me han obligado a quedarme. Mi alma estaría ya a media camino de mi trozo de bizcocho, o de la puerta, o de alguna otra cosa, pero sus pupilas me retienen. La mano que se encuentra libre, la que un instante atrás estaba en su cuello, acaba por extenderse en su dirección. Y vuelvo a acercarme. No tanto como para estar apretados, pero sí lo suficiente para sentir su calor. Sin pensarlo mi mente evoca un momento días atrás, trayéndolo de vuelta y creando uno nuevo, y cuando me quiero dar cuenta soy yo el que dibuja un camino sobre sus labios. Toco su boca. Como dijo Cortázar, con un dedo toco el borde de su boca, voy dibujándola como si fueran mis dedos quienes la crearan. Mis ojos van brillando más y más mientras se alternan entre sus labios y sus pupilas. Al final acabo con la mano extendida en su rostro, con los dedos repartidos entre su pómulo, la raíz de su oreja y su cuello. Es esta una caricia estática y eterna, mientras mi pulgar va dibujando el contorno de su boca una y otra vez lentamente, aprendiéndose su forma. Y cuando termino, cuando considero que mi dedo ya se la sabe de memoria, lo dejo apoyado en su labio inferior un instante, pasando la lengua por el mío mientras la miro con expresión inescrutable.

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20/02/2016, 23:23
Nicole Nazar

De repente es como si el tiempo se volviese elástico y se detuviera en ese momento en que Austin parece dudar, con su cuerpo en contradicción con sus ojos. Sencillamente espero, con cierta expectación por ver qué parte ganará. Y la goma del elástico se destensa, sus ojos ganan y vuelve a acercarse atrapándome en un momento cargado de una trascendencia que no sé explicar ni comprender del todo, pero que me resulta ineludible.

Como en mi sofá cuando todo parecía conformar una especie de canción inexplicable. 

Pero en sentido inverso, pues esta vez es él quien me dibuja. De nuevo me siento lienzo. Mis labios se entreabren bajo el dibujo de su dedo, mi respiración se vuelve cálida y mis ojos se oscurecen. Sigo, de forma inconsciente, un guión que no escribimos el otro día, y atrapo su dedo entre mis labios cuando lo detiene. 

Mis dedos se marcan en su cadera debajo de su mano cuando acaricio lentamente con la lengua su pulgar, sin apartar mi mirada de la suya. Los segundos pasan, densos como la melaza. Uno. Dos. Tres. Y con el tercer, como si recibiese una señal, mi mano abandona la mesa para buscar su espalda de nuevo, deshaciendo el camino recorrido en ese recoger elástico. 

Estoy a punto de terminar de deshacer la distancia y recuperar su aliento muy cerca del mío cuando tres golpes suenan en la puerta. 

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21/02/2016, 00:38
Austin Garret-Jolley

El cambio en Nicole resultaría imperceptible, de no ser porque realmente puedo percibirlo. Son signos minúsculos pero llenos de relevancia, como si fueran la punta de un iceberg tan contradictorio con el mundo que estuviera hecho de fuego. Sus ojos. Sus dedos en mi cadera, iniciando un impulso eléctrico que eriza mi espalda y mis brazos. Su lengua, cálida y húmeda como una muestra de lo que sé que es ella por dentro.

En el instante en que su mano se dirige a mi espalda, volviendo atrás en el tiempo hasta un momento en que no llegó a separarse jamás de mí, sigo su movimiento. Me adapto a sus dedos, como si fuéramos una vez más un solo cuerpo en una coreografía constante y conocida por algo menos racional que nuestras mentes.

Pero como bien nos ha enseñado cada relato de ciencia ficción uno no puede volver al pasado sin pisar alguna mariposa. Nuestro huracán, con tiempo, podría haber sido de deseo, pero en este nuevo futuro que hemos construido no hay lugar para eso. Sí lo hay, sin embargo, para las interrupciones.

Con la respiración contenida mantengo mis ojos en los de Nicole al oír aquellos tres golpes. Los hilos de mi pensamiento me llevan a desear que sólo yo esté en este espacio y tiempo, que nuestros ojos sean algún tipo de agujero de gusano y que, en definitiva, ella no haya escuchado nada. Pero todo eso parece tan probable como que a mí me den un premio en ciencias.

Aguanto durante un par de segundos nada más. Lo suficiente para dejar claro lo que ambos sabemos: que me gustaría saber adónde íbamos desde aquí. Sin embargo acabo por liberar el aire de mis pulmones y, sin apartar todavía mi mirada, musitar lo que debe ser la peor maldición que puedo pronunciar.

—Alguna gente no entiende de poesía —protesto bromeando, mientras una media sonrisa toma forma en mi rostro y culpando a quien quiera que esté al otro lado de la puerta.

Dicho eso comienzo a girar, dejando espacio para que ella pueda levantarse de la mesa. Lo hago usándola a ella como centro, y ahora que el momento se ha roto cuando la tengo a tiro dejo de regalo un mordisco en su cuello. Después me aparto y alejo, mirando hacia atrás con los ojos brillantes y cómplices, como si esa visita de mis dientes a su piel fueran una manera de mantener vivo un secreto.

Así me dirijo hacia el lugar donde queda lo poco que resta de bizcocho y espero a ver quién es, por si lo apropiado fuese marcharme con la llegada de aquel intruso en esta nuestra clase. O intrusa.

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21/02/2016, 00:59
Nicole Nazar

En el momento en que esos golpes rompen la burbuja que estaba comenzando a construirse, enderezo mi espalda con un respingo. Y, sin embargo, tardo todavía algunos segundos en apartar mi mirada de Austin para mirar hacia la puerta cerrada. 

Suelto el aire en una risita con sus palabras y mis labios se curvan en una sonrisa. Y a pesar de que sus dientes dejan un cosquilleo agradable en mi cuello, me bajo de la mesa y hago un esfuerzo por centrarme. 

—Son los padres de Brad. Había olvidado que vendrían hoy —explico en un resoplido incómodo mientras camino hacia la puerta para abrirla y recibir a aquella pareja con una sonrisa de circunstancias.

No son especialmente desagradables, pero tampoco se puede decir que me caigan bien en absoluto. Su hijo es un fiel reflejo de ellos, con sus carencias y defectos. Y mientras que al chaval le tengo cierto aprecio por ser tan sólo una consecuencia, no puedo extenderlo hacia la causa. Además, tampoco tengo nada agradable que decirles, su hijo va camino de repetir por tercera vez y considero ese fracaso tan mío como de ellos.

—Buenos días —saludo, sosteniendo la puerta para que puedan pasar y señalando hacia la mesa más cercana—. Sentaos, por favor —continué, tuteándolos con naturalidad. Entonces hice un gesto para presentar a Austin—. Él es Austin, el profesor de la extraescolar de pintura. 

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21/02/2016, 01:25
Austin Garret-Jolley

Tras la explicación de Nicole y ver su sonrisa de circunstancias sé que es el momento perfecto para marcharme. Si fueran los padres de Mary Anne, o los de Elliot o Maia, por ejemplo, sería muy distinto. Alguna vez me he quedado hablando con los primeros después de mis clases, y tenemos cierta complicidad y una cerveza pendiente. Los otros en cambio me interesarían más para echarles un ojo y añadirlos a mi colección de padres. Ambos han dado frutos interesantes —aunque sea por la novedad— o, al menos, más interesantes que Brad.

Por otro lado soy consciente de que lo que van a recibir es de todo menos buenas noticias. Brad es el chico que se ha llevado ese fantástico uno y pico por culpa del síndrome de abstinencia de alguien, y no me apetece estar cerca cuando Nicole se lo explique.

Escucho cómo Nicole me presenta y hago un gesto de saludo con la mano, mimetizándome con el ambiente que me rodea para irme sin que me reclamen nada. Recojo mi mochila y me dirijo a la puerta, De camino me despido de ellos.

—Encantado, señores Huxley —los saludo casi con una pequeña reverencia y una sonrisa natural—. Yo me voy ya. Pero les he traído bizcocho —aseguro, dándole directamente al hombre el trozo que me pertenecía. Decidir cederlo es una respuesta natural al pensar en la conversación que tienen por delante. Les hará falta. Además, en cierta forma el estrepitoso suspenso de su hijo es mi culpa, por poner la miel en los labios de la profesora.

Después uso esa misma puerta para salir de espaldas, aunque al hacerlo dedico un guiño cómplice a Nicole.

—Nos vemos —le digo—. Ya me dirás algo de lo de la excursión.

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21/02/2016, 01:40
Nicole Nazar

Los días pasan desgranándose con naturalidad. El planteamiento de esa excursión sigue su curso y finalmente se planea para el martes siguiente y yo decido apuntarme como profesora acompañante ante la negativa de Bertha de ir a ver ese «crimen contra el arte de verdad». Además tengo curiosidad por ver las locuras que salen de la cabeza de Austin. 

Sin embargo, no es ese el único movimiento que hago. Después de toda la semana de rutina necesito liberar adrenalina. Le propuse a Ashton hacer una escapada de fin de semana, pero tenía que hacer no sé qué con su familia. Ted está ocupado con un nuevo ligue que tiene y June un montón de trabajo. Así que tengo dos opciones: o me monto en la moto y vuelo por la autopista, o preparo una sorpresa para el profe de pintura. Y finalmente me he decidido por la última. 

Tuve que pedir su teléfono en secretaría, porque ni me había dado cuenta de que no lo tenía, pero son las nueve de la mañana del sábado cuando lo llamo y en cuanto descuelga ni me molesto en saludar.

—Prepárate. Te recojo en una hora.

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21/02/2016, 02:08
Austin Garret-Jolley

Durante los dos días siguientes pienso más en la clase de Nicole que en lo sucedido más tarde. Y es que ha molado mucho. Era como juntar las cosas que me gustan y se me dan bien con otras que iban más allá de mis posibilidades, descubriendo así nuevas disciplinas junto a unos chavales totalmente abiertos. Quizá tendría que hablar con la profesora para que pasase de zanahorias y me dejase ir por muy mal que se porten.

Es sábado por la mañana cuando el teléfono suena. Me encuentro tirado en la cámara, durmiendo como si me hubieran defenestrado, cuando suena el teléfono. Rachel se ha encargado ya de que esté conectado de manera inalámbrica siempre que estoy en casa a los altavoces del equipo de música para que lo oiga, me guste o no, así que sin levantar la cabeza de la cama estiro el brazo, buscándolo en el suelo.

—¿Sí? —pregunto somnoliento, antes de escuchar esa voz misteriosa al otro lado del teléfono. Lo separo un instante de mi oído, intentando ver el número, pero no es ninguno que tenga guardado. Parece poco probable que alguien que quiera hacerme daño me llame para avisarme, así que sin pensarlo confío en esa voz desconocida, disfrutando de la incertidumbre de no saber ni para qué me están recogiendo. Sólo espero que no sea para algo que requiera ir elegante.

—No sé quién eres —digo con sinceridad—, pero vale. Te espero abajo. 

Y dichas esas palabras cuelgo el teléfono sin esperar una respuesta que delate quién es el otro y arruine la sorpresa. Va a venir a buscarme, así que de esa hora me sobran tres cuartos. Y aunque el primero intento pasarlo durmiendo la expectación y la adrenalina por no saber dónde voy a estar un rato más tarde, o si será cosa de una hora, un día o una semana me acaba haciendo levantarme y descargarla bailando.

También llamo a Rachel para contárselo, y lo hago entre encantado y exaltado. Ambos sabemos que decirme que no me vaya con desconocidos servirá más bien de poco, así que simplemente dedico esos dos minutos de llamada a hacerla partícipe de mi emoción.

Las palabras de la desconocida resuenan en mi cabeza durante los cincuenta y cinco minutos que tardo en bajar. Ese prepárate no deja lugar a dudas sobre que para algo tengo que estar listo, pero ni idea de para qué, así que me he hecho una mochila con bañador, abrigo, pintura, jabón antibacteriano y otras cosas posibles. Espero que quien sea me disculpe si vamos a la nieve, pero no he bajado esquís.

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21/02/2016, 02:24
Nicole Nazar

Cuando cuelga el teléfono no puedo evitar una carcajada con su respuesta. Es alucinante que haya colgado sin llegar a saber ni siquiera quién soy, ni para qué voy a recogerlo. Pero supongo que eso sólo lo hace más divertido.

Una hora y cinco minutos más tarde aparco la moto en la puerta de Austin, le pongo la pata y me bajo antes de quitarme el casco. Mi expresión es totalmente sonriente, mis ojos brillan y ya puedo sentir la anticipación en mi estómago. 

—¿Estás listo? —pregunto al acercarme al chico, tendiéndole mi casco—. No podemos llegar tarde. 

Llevo el pelo recogido en una coleta con un elástico negro, unos vaqueros ajustados pero flexibles, ideales para ir en moto, la chupa, debajo de la que se ve asomar un jersey o camiseta de color verde oscuro y los guantes puestos. En los pies unas botas planas, aptas para la montaña tanto como para la ciudad.

Notas de juego

Estilismo, pero con la camiseta en verde.

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21/02/2016, 02:43
Austin Garret-Jolley

Los diez minutos de espera desde que bajo hasta que Nicole llega son un hervidero de expectación. Analizo casi a cada persona que pasar por delante de mi portal, deseando que las que parecen más interesantes sean las que vienen a buscarme, pero una tras otra todas suponen una decepción.

Al ver llegar a Nicole, sin embargo, la situación se ve compensada. Sólo espero que no haya venido a por sexo, o algo así, porque eso estaría bastante por debajo de mis expectativas. De inmediato observo su ropa, valorando adónde puede ir vestida de aquella forma, y sólo me sirve para decidir que, por suerte, no vamos a la nieve. Un aplauso para mí por no haber bajado los esquíes.

—Claro, me ha sobrado mil de tiempo —respondo acercándome a ella y cogiendo el casco, actuando como si supiera adónde vamos. De hecho evito preguntar para mantener en vilo la sorpresa el mayor tiempo posible. Además, claro que estoy listo. En mi mochila llevo todo lo que puedo necesitar. Creo.

Rápidamente y con los ojos rebosantes de ilusión me pongo el casco, dedicando una sonrisa a la chica. Luego le hago un gesto, indicando que estoy listo, y me subo detrás. No sé adónde vamos, pero por si acaso me agarro bien a ella.

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21/02/2016, 03:04
Nicole Nazar

Me río con su respuesta y me encojo de hombros. 

La próxima vez te avisaré con diez minutos de antelación —bromeo, sacando de debajo del asiento el casco de repuesto y dejando el hueco abierto por si quiere guardar su mochila junto a la mía mientras me pongo el casco—. O llamaré directamente al telefonillo.

Una vez estamos listos me subo y arranco, quemando gas para ponernos en seguida en ruta por la carretera. No se puede decir que vaya despacio, ni por la ciudad, ni por la autopista, ni por la carretera secundaria que cojo después. Sin embargo, mi conducción es firme y segura, dejando atrás a todos los enormes mastodontes de cuatro ruedas. 

Tardamos casi una hora en llegar al punto de encuentro, pero por suerte lo hacemos unos minutos antes de la hora de la cita. Ya se ven algunas personas reuniéndose allí, tres de ellos con una sudadera con el nombre de la empresa de deportes de riesgo. 

Guardo los cascos y saco las mochilas, aunque ciertamente me pregunto qué llevará Austin en la suya si no sabía a lo que veníamos. Por mi parte, yo me he encargado de traer emparedados y agua para los dos, así como unas manzanas y algunas chocolatinas. Para llegar al sitio desde el que nos vamos a tirar hay que hacer una ruta de senderismo, ya escogí esta empresa precisamente por eso, me parece mucho más divertido que sólo llegar, saltar y marcharme. 

Me cuelgo la mochila y le dedico una sonrisa de medio lado, llena de curiosidad por lo que debe estar pensando y de expectación por la descarga de adrenalina que anticipo disfrutaremos pronto.

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21/02/2016, 04:20
Austin Garret-Jolley

Al ver que deja el hueco abierto dudo sobre guardar mi mochila. Quizá con la sudadera fina que llevo por encima de la camiseta no sea suficiente para aguantar un viaje en moto y debería coger mi abrigo. Claro que tampoco sé cómo de lejos vamos. Sin embargo finalmente y tras valorarlo un instante decido meterla ahí y pasar de la prenda. No he salido de la cama para andar pensándome dos veces las cosas.

No controlo demasiado el velocímetro de la moto. En lugar de eso me paso el rato disfrutando de la velocidad y de la incertidumbre, construyendo castillos de posibilidades en el aire dentro de mi cabeza.

Al ver que salimos de la ciudad en mi estómago empieza a revolverse algo. Es la misma sensación que antes de montar en una montaña rusa, o algo parecido. Evito conscientemente pensar en los planes de los que ella iba a encargarse, como el crío que se niega a sí mismo la realidad sólo para seguir creyendo en Santa Claus.

Cuando llegamos miro alrededor, impaciente, con una sonrisa bailando en los labios. Al sacar Nicole su mochila hago lo mismo con la mía, colgándomela a la espalda. No tengo muy claro si la voy a necesitar y no quiero pensar en para qué, pero desde luego mejor llevarla conmigo que dejarla aquí.

La sonrisa de Nicole, que parece pendiente de mí, sirve para ampliar la mía. Lo cierto es que estoy como un niño el día de Navidad momentos antes de abrir un regalo, y se nota.

—No tiene pinta de que vayamos a nadar con tiburones —comento entonces fingiendo extrañeza y mirando al frente, al camino de tierra por el que parece que marcharemos. Entonces, bromeando, les echo la culpa a ellos—. Qué poco profesionales. deben haber cambiado el plan sin avisarme. Si lo sé no traigo el neopreno por debajo de la ropa —aseguro, como si realmente lo llevase encima. Después dedico una mirada de medio lado, divertida y expectante, a Nicole. Y acto seguido echo a andar, empujándola amistosamente con la cadera al pasar por su lado.

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21/02/2016, 05:06
Nicole Nazar

Río con naturalidad, segura de que a estas alturas ya debe saber a qué hemos venido, aunque no quiera decirlo en voz alta todavía. Y allí los monitores nos toman los datos y los comprueban en una tablilla para después indicarnos que esperaremos unos minutos por los rezagados. 

Cuando nos ponemos en marcha camino a buen paso, disfrutando del aire en mi rostro y el olor a tierra y árboles. El resto de la comitiva parece gente agradable y no tardo en entablar conversación con un tipo que también ha llegado en moto. Mis ojos brillan y mi ánimo se exalta al hablar de cilindradas, carburadores y tipos de aceite. Aunque echo miradas hacia Austin constantemente, para incluirlo en la conversación, esperando que no se aburra. 

Alguno de los chicos de la empresa nos va explicando cosas sobre el camino que recorremos. Señala hacia un lugar elevado que se ve a lo lejos y nos promete una taza de chocolate caliente cuando lleguemos a nuestro destino. Al escucharlo, miro de lado a Austin con una sonrisa, suponiendo que le habrá gustado enterarse de eso.

Otro de los monitores nos enseña a hacer unos nudos de escalada y la verdad es que no he escalado nunca, pero lo escucho interesada porque vete a saber cuándo me puede hacer falta algo así. 

Pasan dos horas de caminata hasta que llegamos al final del camino. Un paso natural entre dos elevaciones, con una barandilla colocada después. Viene siendo como un puente, pero construido directamente en la roca por la erosión del viento y las vistas desde ahí arriba son una puta pasada. 

De repente me doy cuenta de que añoro a Ashton por el simple motivo de que le encantaría estar aquí. Frunzo la nariz al percibirlo, extrañada por esa sensación. Si estuviera aquí sin duda estaría ya con la cámara en la mano, haciendo fotos de todo el paisaje. Así que en su honor saco el móvil y me uno a los que inmortalizan el momento con los suyos. No tengo cobertura, pero le mandaré las fotos después. 

Después de hacer un par de fotos vuelvo a guardar el teléfono en la mochila y busco a Austin, suponiendo que estará cerca del hombre que reparte las tazas de chocolate. Lo miro sonriente al encontrarlo, satisfecha por el buen resultado que está teniendo hasta ahora mi sorpresa. 

—Tiburones no sé, pero vaya viento —digo, alzando la voz para que me escuche por encima del sonido del aire que se mueve rozando la piedra. 

Estoy nerviosa y se me nota. Pero son nervios de esos cojonudos, de los que hacen que te brillen los ojos y te obligan a sonreír sin poder evitarlo. Estoy impaciente y expectante. Y viva. Me siento completamente viva.

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21/02/2016, 05:28
Austin Garret-Jolley

En el momento en que los monitores nos llaman para tomar y comprobar nuestros datos me acerco con curiosidad. En realidad lo único que quiero ver es qué datos personales habrá tenido que darles —y conseguir— Nicole para esto.

Luego, cuando nos ponemos a caminar empiezo a hablar con mi amiga. La alegría por el casi-improvisado plan me lleva, tiñendo mis movimientos con aún más viveza de la habitual. Un rato más tarde, sin embargo, ya estoy hablando con otros. No sólo con el tipo ese que habla de carburadores, con quien no tardo en hacer gala de lo mucho que sé ahora de motos, sino también con todos los demás, monitores incluidos.

Durante el camino más de una vez unos y otros mencionan el tema del puenting, aunque no llego a decir nada a Nicole. En el rato en que nos enseñan los nudos de escalada comentan cómo se usan para la soga con la que nos subirán en esta actividad, además, pero en ese momento finjo estar despistado. Sé que no engaño a nadie, pero si podemos mantener esa sensación unos minutos más, mejor.

Aún así al confirmar de qué trata el asunto la expectación de mi estómago crece más y más, y los nervios se me van poniendo a flor de piel. Es algo tan grande, tan enorme, que me paso el rato imaginando cómo será. Por el camino voy preguntándole cosas a mis nuevos amigos, queriendo saber quiénes son ya veteranos y animando a los que están reticentes ante la idea de saltar.

Al llegar al final del camino me acerco al borde, quizá un par de pies más de lo recomendable, para mirarlo todo con los ojos muy abiertos. En mi cabeza van activándose mecanismos en los que no necesito ni pensar, intentando memorizar tanto aquella imagen como todas las sensaciones que tengo en el pecho, y cuando busco a Nicole le dedico una enorme sonrisa. Dejo que se entretenga haciendo algunas fotos mientras preparan los chocolates, y después me acerco a ella con uno en cada mano.

—Es normal —digo como si quisiera tranquilizarla—. Sucede siempre en las zonas de tiburones. Vienen aquí porque les es más fácil usar sus aletas para volar, ya verás —prometo con una media sonrisa antes de ofrecerle su chocolate. A pesar del viento no estoy ni un poco encorvado, y alzo mi voz tal y como hace ella para ser oído —. Mi método empieza a hacerse famoso, estos quieren que volvamos. Aunque creo que en este caso no haría falta la ayuda de Pávlov.

Después de eso me giro, colocándome al lado de ella y observando una vez más todo lo que tenemos por delante.

—Rita y Troy dicen que a lo mejor no se atreven a saltar —expongo entonces, haciendo un gesto para señalar las personas a las que me refiero. No tiene demasiado sentido a estas alturas, con los encargados preparando las cuerdas y todo, seguir fingiendo nada, así que lo hablo con naturalidad—. Y César —prosigo después, hablando de uno de los monitores— que si se rajan podemos quedarnos sus saltos —enuncio antes de que mi sonrisa se ladee—. Si te atreves, claro.

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21/02/2016, 12:04
Nicole Nazar

—Cap —respondo, ladeando mi sonrisa en una aceptación de ese desafío. No me molesto en traducirlo pero lo que sí hago es coger mi chocolate y calentarme los dedos con la taza. 

Mis ojos se van todo el rato hacia abajo, hay muchísimos metros de altura y joder, estoy deseando volar en esa caída libre. 

—¿Y tú? —digo después, apartando mi mirada del vacío para buscar los ojos de Austin—. ¿Te atreves a ser el primero?