Partida Rol por web

Sonrió ilusionada al escuchar sus palabras, claramente compartiendo los mismos deseos que él. Cuando terminó de hablar, se acercó para besar sus labios y luego negó con la cabeza.
—No, mi amor. Eso no pasará. Es imposible que pueda cansarme de vos. ¿Y qué si hemos de vivir en secreto y vernos a escondidas? Ningún otro me ofrece lo que vos me ofrecéis, y eso para mí es más importante que cualquier posición que ningún hombre pueda tener u ofrecerme. Mi padre tendrá que aceptar que una de sus hijas está enamorada del mayordomo de la Casa, y no aceptaré en modo alguno que nos separe.

La expresión y palabras de Alyra le reconfortaron. 

Bajó de Flecha de un salto y extendió los brazos para ayudar a bajar a Alyra asiéndola de la cintura. Sentía una necesidad desmedida de abrazarle, besarle e impregnarse del olor de sus sedosos cabellos.

Apoyó las manos sobre los hombros de Evan para ayudarse a desmontar de Gracia. Casi antes de tocar tierra con los pies le rodeó el cuello con los brazos y acercó su rostro al suyo para besarle.
—Jamás pongáis en duda mi corazón. Mi lealtad está con vos.

Evan sonrió al escuchar sus palabras y le dio un largo y apasionado beso.

Cuando se separaron la abrazó con fuerza y con la cabeza de Alyra contra su pecho le dijo:

- Os necesito como el aire que respiro. -

Estuvo a punto de soltarle la posible gran noticia, pero le parecía un acto egoísta por su parte ilusionarle sin que fuese seguro y en vez de eso estrechó a su amada con más fuerza.

-He traído algo en las alforjas para tomar un tentempié. Son cosas sencillas, pero quizás os venga de gusto un poco de pan, queso y agua.-

Le miró con una amplia sonrisa, asintiendo. Era como si todas sus dudas y preocupaciones se hubieran desvanecido, aunque no fuera así.
—Claro, me vendrá bien beber un poco.
Sin demasiadas ganas de ello, liberó el abrazo de su cuello para que se acercara a las alforjas si lo deseaba. Le gustó que hubiera sido tan previsible. Siempre encontraba alguna forma de que le sorprendiera, aunque fuera con algo tan sencillo como aquello.
—Pero debo admitir algo, querido... y es que vuestro apellido suena horrible —le sonrió, intentando provocarle un poco.

- Entonces renunciaré a él y seré un Colina. Desde luego, nuestros hijos llevarán vuestro apellido.-  Hablaba  en tono de broma pero se le veía dispuesto a ello si ella así lo prefería.

- Debemos volver a montar, un poco más allá hay un pequeño claro. Es un lugar mucho más apropiado para pararse a descansar, también más romántico - Sonrió de nuevo con ese aire juguetón que Alyra despertaba en él.

—No permitiría que rechazarais a vuestro apellido, pero sí, sin duda llevarán el mío.
Ensanchó la sonrisa y le dio un breve beso antes de volver al lado de Gracia para montar sobre ella, tomando de nuevo las riendas y aguardando a que Evan montara sobre Flecha. Tenía que ver cómo plantearle a su padre la noticia que estaba impaciente por darle, pero sabía que era mejor esperar a que alguna de sus hermanas se comprometiera.

Sonrió divertido. Después de que ella volviese a lomos de Gracia Evan volvió a montar sobre Flecha. 

- No hay que ir mucho más lejos. El camino por ahora será sinuoso y cuesta arriba, el único inconveniente son las abundantes ramas bajas, tocará sortearlas, pero estoy seguro de que el esfuerzo os valdrá la pena. 

El camino de vuelta será la verdadera aventura, no os defraudará, esta noche dormiréis como no hacíais en años- Rió un poco. 

- No perdáis de vista la grupa de mi yegua, dicen que los duendes se llevan a las damas dulces y hermosas en estos bosques -  Dicho esto puso en marcha a Flecha entre risas, se había sacado la historia de la manga, pero le parecía divertido provocar a Alyra con estas tonterías.

—Entonces vigilaré que no se os lleven.
Sonrió de medio lado y dio un pequeño toque a Gracia para que comenzara a seguir a Flecha. Le gustaban sus provocaciones y seguirle el juego, aunque decidió ir esta vez un poco más allá.
—Espero dormir mejor el día que me desposéis, y espero que no hayáis estado con ninguna otra hasta entonces.

Con el primer comentario Evan rió, pero al escuchar el segundo se atragantó y se puso a toser como un loco. Por suerte Alyra iba detrás, con lo que no podía ver los enormes colores que había sacado a Evan, cualquiera podría haberle confundido con una tierna doncella, y esa no era la imagen que quería darle a Alyra ni a nadie. 

Obviamente Alyra había conseguido su propósito, al final siempre lo lograba.

-Esa noche, querida mía, no dormiréis ni vos ni yo- dijo cuando recuperó la compostura.

Al escuchar la tos de Evan, Alyra soltó una carcajada. Le gustaba ser a veces algo desvergonzada con él, y más cuando sus reacciones eran tales. Cualquiera habría dicho que era virgen, y ella al menos dudaba que así fuera.
—Más os vale. Es una de mis exigencias como vuestra futura prometida.

-¡Esa noche no harán falta braseros para calentar la habitación!- Rió alegremente mientras desaparecía tras un espeso arbusto. 

Cuando Alyra pasó tras él se encontró con el prometido pequeño claro. 

-Bienvenida a mi escondite secreto - Dijo Evan mientras mostraba el lugar abarcándolo con el brazo y una gran sonrisa.

Era un claro pequeñito, rodeado de altos árboles, muchos de ellos debían tener muchos años a juzgar por el grosor de sus troncos. Unas florecillas liláceas cubrían como en pequeños pomos dispersos el suelo del claro. Habían algunas rocas grandes con su cara norte cubierta de musgo y el canto de los pájaros sonaba aquí y allá, como si se avisasen entre ellos de que la pareja había llegado. 

Rió ante su comentario, y al perderle de vista instó a Gracia a apresurarse. Cuando llegó al claro, tiró suavemente de las riendas para que se detuviera. Admiró el lugar, encantada con él. Era precioso, y sin duda fue una sorpresa para ella.
-Es... Es maravilloso.
Guió a Gracia hacia él y aguardó para que la ayudara a bajar, siendo siempre una buena excusa para que la cogiera por la cintura.

Evan bajó de Flecha y se acercó a Gracia para bajar a Alyra asiéndola de nuevo, este gesto tan mínimo le parecía enorme, le hacía sentir como su protector al sentir su pequeña cintura entre sus manos. Cuándo Alyra hubo posado los pies en suelo firme Evan enarcó las cejas y después con un gesto de galantería exagerado y un tono un tanto cómico le dijo:

-Aguardad un instante mi señora, no es sano poner las posaderas sobre un suelo húmedo, permítame que extienda una manta para evitar que cojáis frío. -

De una de las alforjas sacó una manta, no era muy grande, así que les obligaría a apretarse un poco. Una vez extendida le tendió una mano a Alyra con el fin de acomodarla en ella.

-Año 296 en la fortaleza de sangre-

El antiguo mayordomo había caído víctima de una terrible enfermedad que le arrebató la vida. Lord Rhys Vaelys decidió nombrar como nuevo mayordomo a Evan Ross y a Jhon Kalahan como su ayudante de mayordomo. 

Lo primero que hizo Evan Ross fue convocar una reunión de toda la servidumbre que quedaba a su cargo. Se haría efectiva después de la cena, una vez hubiesen terminado con sus obligaciones.

Evan fue el primero en llegar, había acudido antes de la hora a sabiendas. Afuera se habían desatado los siete infiernos, caía agua a raudales y los rayos y truenos iluminaban las estancias para después hacerlas temblar continuamente. Evan no era supersticioso, pero no podía evitar pensar en si sería una señal que augurase su futuro como Mayordomo. Se paseaba de un lado al otro de la estancia, el comedor de servicio ahora vacío. Ensayaba inútilmente el discurso que pretendía dar a los sirvientes y en cada ocasión le salía diferente. Al final debería improvisar.

Se relegado a ayudante de mayordomo fue otro golpe en su orgullo. El era un guerrero, su vida era la espada pero su señor había decidido que la cambiara por maldito plumero y por mas que odiara su nueva situación, tal como le habían enseñado, cumpliría fielmente los mandatos de su señor.
Aquella noche había cenado en casa de su madre y arropado a su hija antes de enfrentarse a la tormenta para llegar prontamente a la reunión que su nuevo jefe había dispuesto.
Caminar en la tormenta no ayudo a mejorar su humor, al contrario, el agua goteando de sus cabellos le daba un aspecto mas sombrío si cabía.
Al llegar se coloco la capa, asegurándose de que el brazo cercenado no quedara a la vista, siempre a cubierto de la maldita compasión que despertaban los lisiados. Se acerco al fuego y decidió quedarse allí, en espera de que alguien hablara o la reunión diera comienzo.
A la mayoría los conocia de vista, tal vez de haber cruzado un par de palabras en alguna ocasión aislada.
- Les daria las buenas noches, mas no acostumbro a mentir. No son buenas.- gruñio dejando un regero de agua a cada paso.

Sebastian estaba algo serio desde la muerte del mayordomo. La noticia parecía haberle afectado más de lo que se esperaba. El día lluvioso tampoco ayudaba a sacarle una sonrisa.

Tras la cena el siervo se dedicó a sus labores sin mediar palabra. Se lavó las manos y la cara y suspiró hondo, no era el mejor día para presentarse ante su nuevo jefe.

Al entrar en la sala miró a los presentes y cabeceó levemente a modo de reverencia. Luego miró a Evan. -Buenas noches. ¿Cómo preferís que me dirija a vos a partir de ahora?

Año 289

Después de 4 años luchando en la Rebelión de Robert, Kyle regresó a su hogar, al hogar de los Ironsmith. Su tio, Ser Torren Ironsmith, al cual había servido de escudero, había fallecido hacia un mes. Ahora Kyle esperaba encontrarse con su hermana Fiona, quien seguramente le habría echado mucho de menos. 

Al cruzar las puertas del castillo, el guardia no le reconoció, cosa normal ya que se había ido siendo un niño y ahora era un hombre. En cuanto le dijo su nombre, el guardia anunció su llegada mientras se disculpaba por su mala memoria. Kyle no era tan arrogante como la mayoría de los nobles, así que le sonrió y le dijo que  no se preocupara.

Al anunciarle, mucha gente salió al patio principal para saludar y curiosear. Mientras Kyle devolvía saludos y respondía preguntas, buscaba a su hermana con la mirada. Al divisarla entre la multitud, Kyle se bajó del caballo y corrió hacia ella para darle un abrazo - ¡Fiona!

Los sirvientes comenzaron a llegar. Evan tratataba de mantener los nervios a raya. Cuándo John entró calado hasta los huesos se dio cuenta de que quizás debería haber pospuesto la reunión a causa del tiempo. 

-Señor- dijo dirigiéndose a John, pues aun no se conocían mucho - Ha llegado usted más que puntual y eso se valora. Si lo desea puede ir a ponerse ropas secas, no quisiese que cogiese frío y cayese enfermo. -

Evan iba observando a cada uno de los presentes y a los que iban llegando. A muchos los conocía de vista, con algunos había tenido algún trato,  pero no podía decir que conociese a ninguno.

Cuando entró Sebastián y le formuló aquella pregunta Evan pareció sorprenderse. Realmente no había pensado en aquello.

-Podéis llamarme mayordomo o Evan, no me importa que os dirijáis a mí por mi nombre siempre y cuando cada uno sepa cual es su lugar -

Era un día un poco caluroso para Tyler, quien permanecía en los patios de la fortaleza junto a su hermano Bernard. Estos charlaban tranquilamente y compartían una jarra de vino que estaba sobre una pequeña mesa que estos se colocaron allí.

Disfrutando el día y tomándolo con calma, fue cuando pudo divisar al mozo de cuadra que corría de forma endemoniada de un sitio para otro.

¡¡¡Chaval!!! – le gritó tras ver la extraña forma de correr de este.

El mozo de cuadra enseguida observó de dónde provenía el grito, y tras divisar a Tyler comenzó a sonreír. Este se acercó rápidamente a los hermanos.

¿Qué te pasa? ¿Por qué corres tanto?