Partida Rol por web

El elfo os lleva por senderos hábilmente disimulados hasta el pie del farallón donde hay una puerta hábilmente disimulada, pero que permite el acceso con facilidad a un caballo y un jinete. La puerta se abre cuando vuestro acompañante se acerca y veis que estáis en un establo subterráneo que alberga media docena de caballos, y dos centinelas.

Del establo arranca un túnel sinuoso y de paredes irregulares, que termina en una escalera de caracol, que asciende unos 30 metros hasta un cuerpo de guardia (ya dentro de una de las torres) con otros cuatro centinelas. Tras recorrer dos largos pasillos, el segundo de los cuales tiene una sección completamente al descubierto por su lado derecho (la caída es de impresión), si bien está protegida por una barandilla, llegáis a un gran salón de forma casi circular, con tres grandes ventanales que dan al sur, al suroeste y al oeste, lo que proporciona una vista panorámica del bosque. El mobiliario consiste en sofás bajos y en almohadones, todo en tonos terrosos.

La quijada del mediano se cae literalmente ante la vista. Sus ojos recorren lo que se ofrece desde el pasillo que solo cuenta con la barandilla. Todo... eso. Sus pies le pican, casi tiene ganas de observar cada camino, cada caminante...

Pero entonces recuerda que está en compañía de elfos! Y un enano! Y habló con un Mago! La sonrisa se le ensancha, mientras sigue ágilmente al elfo y sus ojos saltan de un almohadón, a una ventana, al broche de la capa de un elfo, a la textura de las paredes...

Borgil agradece al silvano gentilmente que les guía, y una vez llega al salón, respira hondo, como sintiéndose un poco en casa tras los días de viaje.

Se permite a si mismo relajarse y sin decir nada, mirando por el ventanal que da al sur, deja su mente volar hacia tiempos pasados y, para él y los suyos, sin duda mejores...

Los elfos nos condujeron y como solía hacer, no hablé mucho.

Quedé maravillado por la buena defensa que presentaba la construcción, principalmente por el lugar de entrada, permitiría ser defendida con no muchos hombres, pero ya había bastante de sueños épicos por mi parte, había que centrarse en la misión.

Fuimos ascendiendo hasta llegar a una estancia con una buena vista del bosque, me acerqué a uno de aquellos ventanales.

- ¿Y Huinen el Vidente? - Pregunté

El enano caminaba cerrando el grupo. Continuamente miraba alrededor, como si el entorno le intimidase; si no fuera por que el rostro de un enano difícilmente transmitía esa sensación. Las manos siempre descansaban sobre la empuñadura del hacha. No tenía miedo de una posible traición de los elfos pero tampoco estaba tranquilo.

Una vez en la amplia estancia avanzó con Emeldur apoyando su pregunta.

Inmediatamente antes de el enano, avanzo yo por tan curiosa estancia. Ante mis ojos, lo que mas ha llamado la atención, es la defensa del lugar.
Me resulta particularmente llamativo, el corredor únicamente protegido por una barandilla y no a causa precisamente de las vistas. Pues en ese punto, solo se necesitarian unos pocos guerreros decididos para hacer pagar un muy alto precio a cualquiera que intentara invadir el lugar. Si. Es un detalle que me gusta a mi.
Cuando nuestro guia se detienen en una estancia un tanto particular, me paro junto a los mios mientras observo la sala.
Y carraspeo, disimulando mi sorpresa pues sofás y almohadones, no era precisamente lo que esperaba encontrar.
No obstante, la perplejidad no me dura demasiado. Emelcar hace la pregunta adecuada y veo como Anar se adelanta apoyando sus palabras. Asiento satisfecho y dando un paso adelante para situarme junto a mis compañeros, añado.
Correcta pregunta sin duda alguna. No podemos olvidar el encargo que nos ha traído hasta aquí ni quien ha sido el artífice del mismo. Creo por tanto, hablar en nombre de todos si digo que nos gustaría encontrarnos ante ese vidente lo antes posible.

Borgil suspiró hondamente ante todo el jaleo que estaban montando los humanos respecto a ver a Huinen ya mismo. Aquello había roto su ensoñación, y se volvió hacia ellos con una sonrisa plácida

El tiempo no significa lo mismo para los Primeros Nacidos que para los Atani dijo el elfo usando el apelativo más respetuoso usado para los hombres en su idioma

Siempre con prisas, como si quisierais exprimir cada momento de vuestras vidas. Relajaos y tranquilizaos. Seguramente ya han ido a avisar al vidente, que habrá sabido de nuestra presencia desde el mismo momento en que pusimos pie aquí...

Al cabo de unos minutos aparece un elfo noldor, muy alto (1'98 m) y delgado, cuyos ojos de color violeta brillante encajan a la perfección con su nombre (Ringlin = [s] mirada gélida).

Soy Ringlin, el ayudante personal de Huinen. Me encarga deciros que os recibirá en seguida, os informa.

Al cabo de unos instantes aparece con cierta precipitación lo que sólo se puede calificar como una belleza élfica de primer orden: una elfa silvana de larga cabellera castaña y ojos verdes, que fácilmente medirá 1'85 m, y que se mueve con elegancia felina. Es de una rara belleza, incluso para los Primeros Nacidos.

No hace falta ser muy espabilado para advertir que las miradas que se cruzan entre Ringlin y la recién llegada son, como poco, inamistosas.

Ringlin, ¿quiénes son... estos y qué quieren?, inquiere imperiosamente. Al fijarse en el enano tuerce el gesto, y al hobbit se lo mira con gesto intrigado, mientras que a los humanos apenas les mira como quien miraría a un mono amaestrado (es decir, una mezcla de curiosidad y asco).

A pesar de las palabras de mi compañero elfo, inclino la cabeza ante el ayudante del vidente elfo, agradeciendo la cortesía.
No obstante, antes de que pueda articular replica alguna, alguien mas aparece ante nosotros.
Y si bien es cierto que por unos segundos me deleito con la visión que tenemos delante, también es cierto que esa sensacion, desaparece en cuanto abre la boca. Frunzo el ceño y la vuelvo a contemplar, con todo el descaro del mundo, de arriba a bajo sin preocuparme en absoluto de disimular.
Y por si la Dama en cuestión, lanzara alguna mirada mas en nuestra dirección, tampoco me preocupo de disimular mi sonrisa despectiva.

En cuanto aparece Ringlin, Borgil le agradece sus palabras con una muda inclinación de cabeza y, mirando un instante a Emeldur y Menelcar les sonríe como si dijera ¿Lo veis, ya os lo dije?

Aunque de pronto parece que todo Arda se detenga para el elfo al ver la belleza sin par de la silvana. La saluda con una cortés media reverencia, llevándose una mano al pecho y se presenta a sí mismo

Mae govannen, bella dama. Soy Borgil, hijo de Baraphel, y junto a mis acompañantes vengo a ver a Huinen, el vidente

Pese a todo, decide no dar más datos acerca de su misión ya que si el Vidente quiere hacerla pública, ya lo hará después de despachar con ellos...

Borgil, ¿desde cuándo un elfo se hace acompañar por semejante reata de...? Niega con la cabeza, como no creyendo lo que ven sus ojos. 

Antes de que nadie más pueda hablar, e interrumpiendo a Arien, hace su entrada en el salón un elfo noldor alto (como 2'05 m) y fornido (calculáis unos 100 Kg). El típico pelo negro de los noldor es en su caso muy rizado  con muchas mechas de  cabellos blancos; lo lleva corto y bastante despeinado. Tiene el rostro alargado, con grandes ojos almendrados, que muestran a veces un color marrón oscuro y a veces esmeralda, según la luz. La nariz es pqueña y suele tener casi siempre la boca entreabierta.

A-Arien, dice dirigiéndose a la elfa, yo me o-ocupo. Gracias.

A pesar de que las palabras han sido amables, el tono no deja lugar a dudas de quién manda aquí.

Da una palmada y todos abandonan el salón. Una vez solos, indica a los aventureros que se pongan cómodos, y pregunta: tra-traéis algo pa-para mí, si no me e-equivoco.

Las palabras de la elfa que el vidente había nombrado como Arien habían enervado al enano. Su padre le había enseñado alguna vez a controlar el primer impulso y, de no ser por eso, su hacha habría acabado con él éxito de la empresa que el mago pardo les había encomendado.

Huinen había intervenido convenientemente y Anar respondió a su diplomática intervención.

—Mi nombre es Anar, de la montaña solitaria, señor elfo —dijo mientras reverenciaba a Huinen respetuosamente—. Tenemos un mensaje para vos. Entiendo que prefiera hablar con Borgil así que le dejaré a él que le transmita la empresa que nos trae aquí.

Al fin aparece ante nosotros, el objetivo de nuestra mision. Permanezco en silencio unos segundos examinando al vidente y me sorprende que un elfo Noldorin, pues solo los conocía de leyendas y cantos, habite en medio del bosque negro. Correspondo a su saludo y callo ante las palabras de nuestro Maese Enano. Una vez que este concluye, yo me permito añadir
Así es. Un mensaje y un objeto también. Y puesto que soy del mismo parecer que mi compañero Anar, creo que es hora de entregar tanto el objeto como el mensaje
Dicho esto, miro a Borgil haciendo un leve ademán. Hecho esto, me retiro un paso.

El elfo había notado claramente la tensión entre sus compañeros ante las palabras despectivas de Arien, aunque a él no le sorprendieron mucho sabiendo que más de un elfo pensaba de forma semejante en la corte de Thranduil

Perdonad que no me haya presentado de inmediato. No sé si me recordaréis. Mi nombre es Borgil, y yo y mi hermano gemelo Menevalgor llegamos tiempo ha a la corte del buen rey Oropher, de quien mi madre era pariente lejano... se anuncia con una perfectamente estudiada inclinación de cabeza

Y sacando el brazalete que les diera Radagast, añade Aiwendil en persona nos entregó esto para que os lo diéramos, con el mensaje de que "con el brazalete puesto, mire desde su mirador en dirección a Rhosgobel"

Borgil le da el brazalete de factura élfica, y aguarda las palabras del vidente

Nadie parece reparar en él, pero Till se esmera en hacer una reverencia a cada elfo que aparece frente a él. La elfa es... impresionante. Capaz de rizarle el cabello espontaneamente! Y el vidente! Y todas esas lenguas cantarinas a su alrededor!

Oh, cómo deseaba que terminaran esto y pudiera pasar una noche junto a ellos, aprendiendo canciones e historias!

- Eh… - me giré de nuevo hacia Borgil meditando que palabras decir, quizás de ahí salía una buena discusión, no de las de bilis y malos modos, pero si de las que invitaban a la reflexión.

Pero antes de que dijese nada apareció un alto elfo, comentándonos que Huinen no tardaría en atendernos – Gracias Ringlin, muy amable.

Cuando apareció la mujer elfa enarqué una ceja por sus palabras, parecía más arisca a las visitas, cuando vi como nos miraba, divertido, torcí una sonrisa en mi rostro, a su comentario ya no me puedo contener – Nos manda Radagast, y a bien tendría su… ilustre dama en apreciar a las razas de bien en los tiempos que corren – Si creía que nos iba a impresionar, al menos a mi no, aunque no es que me cayese mal, parecía divertida.

Dio entrada Huinen, y el ambiente se relajó un poco y me presenté – Yo me llamo Emeldur hijo de Eminor, del lado occidental del bosque – el resto de quien nos enviaba ya lo habían dicho.

A-Aiwendil, a-a quien las ra-razas más jóvenes de-denominan Radagast, dice Huinen con cierto asombro.

Huinen habla en voz muy baja y tartamudea. Una pequeña gota de baba se desliza por la comisura de sus labios y no podéis por menos que tener la impresión de que su mente no está ni con mucho a la altura de su regio porte.

Examina el brazalete cuidadosamente, como si fuera a morderle. ¡Pe-pero qué mal anfi-fitrión soy!, dice. Estaréis ca-cansados del viaje.

Da otra palmada y acuden un par de servidores a quienes Huinen instruye para que os proporcionen alojamiento. Es-esta noche, en la cena, ha-hablaremos, acaba, y sale del salón acariciando el brazalete con aire distraido.

Y allí quedamos los cinco, contemplando la salida del vidente de la sala en la que nos hallamos. El par de elfos que han acudido a la llamada de Huinen, esperan en silencio, de momento, y yo, girándome hacia mis compañeros, digo.
Amigos mios, propongo que nos ocupemos, ahora que podemos, de los alojamientos que tan amablamente nos proporciona Huinen. Admitire que me complacera poder dormir esta noche sin preocupación alguna. Y en cuanto a nuestra cena con el vidente...
Y no puedo evitar chasquear la lengua.
Os admito que siento curiosidad. Me pregunto de que querrá hablarnos Huinen. Algo me dice que posiblemente, no hayamos acabado del todo nuestra mision.