El preator miro todo con una clara confusion y sorpresa, luego vinieron las palabras de Neron que le causaron cierta rabia. Aunque es un hombre bastante supersticioso y cuando lo vio en el trono sin hacerse cenizas quedo detenido.
Fue la obra del joven augurus castigado que le hizo preocupar mas. Por lo que viendo a sus soldados hizo un gesto de detenerse. Ya que veia algunos preparados a sacar sus espadas.
“Los dioses parecen estar contigo…” dijo sin arrodillarse y luego agrego con algo de molestia. "Soldados, hoy no habra violencia en esta sala." Marcando para algunos de los mas desilucionados un gran problema. Con estos algunos legionarios siguieron a su pretor pero otros simplemente se fueron.
Algo que pasaba con las demas alas que a pesar de sus ganas de atacar se contuvieron al ver al grupo mas armado, dejar pasar aquella osadia. Obviamente algunos no fallaron en arrodillarse ante este, tanto entre el senex y los augurs.
Pueden contestar.
Lucius aguardaba, presto a sacar la espada si fuera necesario cuando Faustus lanzó su estocada, en forma de argumento y diátriba poniendo en duda la voluntad de los Dioses a los que los augures interpretaban, y los dioses respondieron. Siempre era interesante ver a los poderosos caer en desgracia, pero nerón no solo no se molestó en vengar la afrenta del augur si no que la usó para que los mismos Dioses lo justificaran en el trono.
No conocía como funcionaban el resto de alas de la camarilla, tal vez un poco el Senax por las largas lecciones de su sire cuando intentó convertirlo en su peón. Pero el fracaso de Faustus había sido sonoro y evidente, no tardarían sus rivales entre los augures en sacar provecho de su caída. Probablemente los miembros del culto de Divus Flavius fueran los primeros. Aumentando su peso político entre los augures, algo a tener en cuenta. Por suerte o por desgracia la legion de los muertos era más estoica, simple y directa, y todo solía acabar en un duelo a muerte o por el edicto del Senax.
Se limitó a acatar la voluntad de los Dioses, no era muy supersticioso pero cuando hablaban con tanta fuerza no podía negarse su voluntad. Neron había sido entronizado, y hasta que el Senax trazara sus conjuras y decidiera si desafiar a los designios divinos debía mantener la prudencia. Mientras se daba la vuelta y seguía al praetor a la espera de conocer cual sería su próximo movimiento, repasando los negocios que tenía con la casa de Faustus. Odiaba los impagos y perder contratos más que nada en el mundo.
¿Su superior en el ala de la camarilla iría a consultar al Senax?¿Buscaría el consejo del resto de los grandes porpinquus entre la legión de los muertos? El sitio donde más provecho podría sacar de todo lo que se había puesto en marcha esa noche era demostrando su lealtad a su ala con estoicismo. Siguiendo con lealtad a Corvus belli y estando a su lado, fuera este consciente o no de su presencia.
El augur demostró un gran valor. Sin duda, también insolencia, aunque no hubiera sido menor la de Flavia si hubiese tomado la iniciativa. El pretor, por su parte, hincó la rodilla al detener a sus soldados. La Legión de los Muertos podía haber desmembrado al payaso de púrpura para que los perros se dieran un festín. Rendidas las armas, había que tragarse la rabia y el orgullo, interpretar una farsa.
Flavia avanzó entre los arrodillados, con su túnica blanca y su daga ceremonial en un cordón dorado que rodeaba su poco pronunciada cadera. Con pasos ligeros y cortos, se acercó a Cornelius sin llegar junto a él. Al oír su grito, pensó que había tenido una intensa visión relacionada con el trono maldito. Ahora parecía muy debilitado por la percepción.
—Ave, Imperator Nero, Remi filius, rex vivorum et mortuorum —saludó con tono humilde y una leve inclinación de la cabeza.
Lo miró como siempre hacía: a los ojos, con escalofriante intensidad.
—Mi nombre es Flavia, progenie de Zelkia. Yo también soy augur.
Dejó que su presentación resonara de forma solemne durante unos segundos. Si en la sala había algún propinquus que conociera el nombre de su sire, lo tendría en consideración.
—Los Vaticinadores nos debemos a la verdad, a la implacable fuerza del destino. Y la verdad no siempre es agradable.
Tenía las manos una sobre otra, los brazos extendidos y pegados al cuerpo. Unas filigranas doradas con forma de espigas adornaban sus antebrazos.
—No os faltarán dulces palabras en la noche más tenebrosa. Si deseáis palabras ciertas, acudid a nosotros.
Adelantó un poco más hasta colocarse al lado de Cornelius.
—Permitid que nos retiremos. Él está cansado. Os garantizo que su atrevimiento desvelará la clave de vuestro destino.
—Ave, Imperator Nero— dijo en voz baja Tiberius. Lo que presenciaba era fascinante. Un neonato parado en el trono de la camarilla ¡Un emperador nada menos! Él mismo sintió contagiársele algo del terror que pareció experimentar el vaticinador... ¿Miedo? Pensó en su sire, ahora dormido, y no pudo evitar imaginar un paralelismo. Ese teatro debería ser imponente, pero no terrorífico, y aún así...
De haber tenido funciones fisiológicas, habría tragado saliva, incómodo. Pero esto era importante. Tenía ver qué pasaba, quién se quedaba, quién se iba, qué estaba haciendo Myrtis. Así que hizo de tripas corazón y se quedó, contemplando con detenimiento la figura de Nerón ¿Qué era aquello que le generaba tanto temor?
Neron se encontraba descalzo y parado sobre el trono de piedra negra, miraba a todos con una sonrisa en el rostro y los brazos abiertos. Los que se quedaron aclamaron su nombre y los que no se retiraron ¿acaso estos sufrirían por su negativa a arrodillarse ante él? Todo buen romano sabia sobre como el Emperador castigaba a los disidentes.
- Flavia, progenie de Zelkia – dijo Neron bajando del trono - ¿acaso necesito castigar al joven si ya fue castigado por los dioses? – pregunto casi de manera teatral, para todos los presentes - ¡no! – grito y su eco resonó en la pequeña sala - ¡soy nerón, amado por el pueblo! Y sobre todo – te miro a los ojos, como si te estuviera enseñando algo – un dios generoso ¡porque eso es lo que soy! – miro a Faustus – toma al niño y llevarlo a descansar, que aprenda de lo sucedido esta noche – miro a los presentes – vean a esta Propinquis ¡Vean! Generosa incluso con los niños ¡vean y aprendan! – luego te dio la espalda para sentarse en el trono.
El dolor que le vino al conectar su sangre con la visión casi le había costado su no-vida, sin embargo, tras aquel dolor vino unos retazos de sabiduria, que aún tendría que encajar. Si sería suficiente estaba por ver, pero estaba seguro de que el precio, el riesgo, habían valido la pena. Pero ahora no tenía la cabeza para mucho más.
Cuando abrió los ojos, sintió a Flavia cerca, su "respiración", producto de un recuerdo en vida ante tal dolor, se había vuelto agitada. Escuchaba su voz cómo si se sintiera lejana, mientras sus sentidos volvían al aquí y ahora, y luego escuchó a Nerón. ¿Enviado por los Dioses?
Por la Diosa Diana, señora de la Luna y la Caza, tal como la flecha vuela recta desde vuestro arco, así será mi voluntad; desenmascaré a este impostor.
Enderezándose al lado de Flavia, Faustus señaló a Nerón a duras penas, pues seguía dolorido por la visión.
-El favor de los Dioses puede ser muy voluble, todo emperador lo acaba descubriendo. Hay poderes superiores y harían bien en no olvidarlo. -luego con aquel dedo acusador, se volteó señalando a todos (salvo a Flavia), aquellos que se habían arrodillado.- Y su veredicto no se hará demorar.
Recolocando bien la toga, asintió hacia Flavia (sin saber si iba a salir con él o no), y empezó a andar hacia el exterior. Tenía bastante que analizar y pensar.
Neron sonrio y luego hizo un gesto infantil o teatras con la mano para sacarle importancia a tus palabras.
"Veo que se encuentran desorientados. Es sin duda algo natural ante los eventos pero como buen emperador los orientare." dijo como si fuera una promesa tocando su pecho donde estaria su corazon latiendo pero cualquiera con algo de sentidos sabria que no latia. "Ofrecere unas nuevas leyes. Talvez en el futuro agregue mas."
"La primera sera que solo los Julii y los pronpinquus destacados podran ingresar a la sala donde estamos, La camarilla." dijo mientras levantaba la mano y un dedo de esta.
"La segunda no se podran alimentar de aristocratas o misticos. A menos que sean Julii o Mekhet." dijo levantando un segundo dedo. "Aunque agregare a este grupo a Tiberius Licinus Felix por mostrar respeto desde el principio." dijo mirando al nosferatu, posiblemente sorprendiendolo que sepa todos sus nombres.
"La tercera y ultima sera que habra una mayor cantidad de sangre en la necropolis para alimentarlos a sus habitantes, sacandoles la necesidad de cazar y alimentando a todas las clases." expreso con mayor volumen un regalo para su pueblo.
Se levanto sonriendo mostrando sus colmillos. "Ademas habra una fiesta en mi honor. Los detalles se veran en los siguientes dias. No hablare de ellos ahora mismo." decia con un tono de fingido misterio.
Ultimos posts y cerramos.
Y ahí estaba, lo único que podría moverlo a tomar partido. La oportunidad de hacer negocios. Se apresuró a arrodillarse ante el nuevo emperador con una sonrisa contenida.
Ave Imperator Nero. Si le place, puedo administrar los recursos de la camarilla para suplir con sangre esclava a toda la Necrópolis.
Era un movimiento arriesgado, pero poder gestionar la compra de las carretas de esclavos que iba a precisar alimentar a todos los propinquus de la ciudad era una oportunidad única. No tanto por el reconocimiento que pudiera obtener como por la oportunidad de aumentar la escala de sus negocios, y como todos sabían a mayor escala menor coste por esclavo. Podría incluso fletar barcos enteros solo para adquirir nuevas víctimas con las que saciar el hambre de los inmortales.
No pudo evitar pensar en los Licinii, muchos creían estar a la par con los aristócratas. De hecho eran una línea de sangre de los Julii. Y algo aún más peligroso cruzo sus pensamientos. ¿Habría vampiros de los clanes menos agraciados que pagarían grandes sumas para seguir alimentándose de sangre aristócrata? Una oportunidad peligrosa de hacer negocios, por el momento la dejaría en la recámara. Su especialidad eran los esclavos, y si conseguía el encargo de Nerón tendría las manos llenas por muchas lunas.
Se sorprendió ante la astucia de Flavia, y la necedad de Faustus. Por suerte parecía que la primera taparía las faltas continuadas del atrevido augur, quien a pesar de recibir el castigo de los dioses parecía insistir en desafiar al nuevo imperator. El único capaz de sentarse en el trono de los propinquus desde tiempos inmemoriales.
Lucius reflexionó, con la frente baja a la espera. Solo le cabía esperar que sus propias acciones no le pusiera en problemas con la legión de los muertos. No querría tener que escoger bando en una guerra interna entre partidarios y detractores del imperator. No al menos sin evaluar bien los riesgos y los posibles beneficios.