Partida Rol por web

Sleipnir aparcó en el interior de la nave industrial, con Hugin y Munin sobrevolando la zona para comprobar que no había nadie en los alrededores y rodeado de una burbuja de aire condensado de forma que su índice de refracción desviaba la luz a su alrededor, complicándole la vida a cualquier humano sin ningún tipo de poder que intentase ver dónde habían llegado.

Izzy bajó del coche y se aseguró de que Delia seguía inconsciente antes de abrir el maletero. Miró a los dos policías con desprecio, aún con la forma del matón y, delante de ellos, sacó la bolsa de pruebas con pistola de Kaminsky en la que había dejado las huellas de Delia en la azotea y se la dió a Sam.

— Si tienes que acabar con ellos, dispárales con esto sin sacarla de la bolsa — dijo en voz alta, para que los dos policías corruptos la escuchasen perfectamente. Prefería dejárselos a Sam, porque de quedarse a solas con ellos no estaba segura de no dispararles directamente.

— Voy a preparar la sala de interrogatorios para la mujer. Preferiría no arriesgarme demasiado con ella, y menos aquí. — Aproechando su mayor tamaño, tiró del brazo esposado de Delia para arrastrarla hacia una sala cerrada. — Robert, voy a intentar retirar la humedad del aire ahí — comentó, señalando con la cabeza el lugar hacia el que la llevaba. — Seguro que se te ocurre alguna idea para ayudarme a hacerlo — dijo. Fijo que el bibliotecario conocía algún cuento en el que hicieran un secadero, aunque, al acordarse de la Parca en la tienda de Saddle, temió por un momento que se le ocurriese invocar a un demonio salido del infierno.

Dejó a la mujer tirada junto a una pared, lejos de la puerta, y empezó a preparar la sala para un interrogatorio, modificando el ambiente para dejarlo lo más seco posible para poder aislar a la mujer de sus poderes y hacer que se sintiese lo más incómoda que pudiera.

Dino bajó con parsimonia del vehículo, mientras que con Gungnir se apoyaba elegantemente. Miró cómo Elizabeth en forma de matón "preparaba" la sala de interrogatorios (la nave desprovista de cosas más que de un par de mesas, una silla y unos ganchos colgados de un riel). Era extraño saber que era ella, detrás de esa apariencia.

Le habían contado brevemente qué había sucedido, por lo que entendía que esa mujer era más que peligrosa. Dejó que Robert y la ex policía se ocuparan, y se acercó a Samantha, y se agachó con soltura pero lentamente hasta estar a la altura de los dos policías.

-Qué momento, ¿no?- dijo sin esbozar gesto alguno, mientras ambas manos se apoyaban en el bastón -Tal vez, si se adelantan a hablar, sea más fácil para ustedes. Con ella- cabeceó en dirección a Delia -va a ser más largo, pero depende de ustedes, ya saben cómo es esto, no creo que sea su primera vez-

Miró a Samantha, y se volvió a parar.

-¿Crees que sean suficientemente inteligentes como para aprovechar la oportunidad?- y depositó su mirada altanera en los policías -Estoy ansioso por empezar...-

—Bueno... —respondió Robert, haciendo memoria—. La verdad es que no hay nada tan específico, es una pena. Pero... se me ha ocurrido... 

De un manotazo, abrió el libro y las páginas comenzaron a bailar ante sus ojos. El leve resplandor que manaba de su interior provocó tenebrosas sombras en su rostro, pero todos sabían que en Robert no había nada tenebroso. Aparte de sus pensamientos autodestructivos.

—Quizás queráis abrigaros o manteneros alejados. El lugar se va a volver... incómodo —un soplo de viento surgió del libro— ...pues en las alturas soplaba constantemente un fuerte viento que resecaba el aire y el suelo.

Delia se despertó finalmente, para encontrarse atada, tirada junto a una pared. Antes incluso de enfocar la vista sobre sus captores, lo primero que notó es que le costaba respirar. El aire era seco como en un desierto, y notaba la garganta dura como una piedra. Empezó a boquear como un pez fuera del agua, consiguiendo tragar aire a duras penas.

- ¿Qué queréis de mí?- dijo, y aunque parecía que quería añadir algo más, calló para poder respirar de nuevo.

- Ya le he dicho al negro todo lo que tenía que decir. Yo no he traicionado a los Falzoni, joder.- dijo Kaminsky cuando Dino le dio la oportunidad de hablar.

Al salir se detuvo un momento en la tienda de licores que había en la propia plaza Miller para coger un pack de redbulls para el camino. La taurina no le haría mucho, pero la cantidad de azúcar que aquello llevaba hacía que el frapuccino casi pareciera una bebida light. Al pagar recordó lo que les contó Robert sobre aquel dependiente que sabía defenderse bien él solo. Le sonrió cuando le devolvió el cambio y se despidió con una sonrisa encantadora. No era momento de interrogarle y tampoco sabía muy bien en que les podría ayudar.

Se paró un par de calles más allá de la pizzería para dejar la caja de pizza en el capó de un coche, así podía coger un trozo para seguir comiendo y volverlo a dejar para usar las dos manos mientras masticaba. Lo primero fue sacar la tarjeta y hacerle fotos por los dos lados, asegurándose de la calidad de las fotos, que se pudieran leer bien las letras. Satisfecha con la calidad las mandó al grupo de signal que tenían con una nota “la tarjeta de Labios de Seda”.

Comenzó el penúltimo trozo de la segunda pizza y terminó la primera lata de redbull. Ya se sentía recuperada y seguía comiendo casi por gula, pero preveía que podía necesitar pronto las calorías extra que estaba ingiriendo.

Sacó el móvil para buscar la app que usaba para enrutar las llamadas ocultando su número por otro diferente. Era una sencilla aplicación de su suite de hackeo social que usaba con relativa frecuencia; cuando quieres son sacarle información a alguien sin que se de cuenta es más sencillo si lo haces desde un número que le resulte familiar y confiable, además que en el peor de los casos estarás haciendo más difícil que te rastreen. Introdujo el teléfono de la pizzería y activó el filtro de reducción de ruido ambiente del micrófono para eliminar el ruido de fondo de la calle; era un filtro fácil de implementar por software con una red neuronal, la verdad, no entendía porque no lo usaba todo el mundo, en el fondo no era un código muy distinto al de Krisp, por ejemplo.

Tiró la caja de la pizza masticando el último trozo de pizza. Se aclaró la garganta con el segundo redbull y pulsó el botón de llamar. Veríamos si Labios de Seda era la mujer tiburón o era otra persona…

Tras todo lo ocurrido, Samantha se había mantenido en silencio, distante, casi ajena a todo a su alrededor, sumida en sus pensamientos, en su oscuridad. Bajó del coche de Dino y se dejó guiar por el resto. Cuando Elisabeth le entregó el arma, el peso del metal la sacó de sus ensoñaciones. Nunca había tenido un arma en la mano. Había arrebatado más de una vida pero siempre con el poder otorgado por Umbra. No obstante, asintió a la detective oculta bajo el aspecto del matón mientras sopesaba el arma.

Al contrario que en la ocasión anterior, dejó que fuera Dino el que tomara la iniciativa en el interrogatorio, ella estaba descentrada y no creía que aquellos dos fueran más que unos imples peones.

Al escuchar el apellido Falzoni, una sonrisa traviesa se dibujó en el rostro de la mujer. Al parecer, no sólo seguían las órdenes de la mujer tiburón sino que además, tenían claro para quien trabajaban.

- Dudo que lo sean, cariño. - respondió al Abuelo con un tono dulce. - Ya me lo han demostrado antes.

Se volvió a colocar frente a ellos, mirándoles de frente a los ojos. Sus dedos jugueteaban inquietos sobre la pistola que se paseaba frente al rostro de Kaminsky amenazadora.

- En aquella azotea te hice una advertencia y la ignoraste deliberadamente cuando entraron esos dos curiosos. - dijo con cierto aire de desilusión. - Por tanto, para mí ya estáis muertos. Ahora debes ganarte el perdón y desobedecer una orden directa es una falta muy grave. ¿Han contactado los Falzoni contigo además de a través de Delia? ¿Te dice algo el alias Labios de Seda? Responde.

Izzy miró a Delia durante un momento. Habían estado muy cerca de matarla en la azotea y, si seguía allí era sólo porque Robert le había pedido a Samantha que parese.

— Información, por supuesto. Sobre los Falzoni, Labios de Seda, la muerte de Saddle y los planes que tienen para la Plaza Miller. Ahora sólo tienes que decidir si quieres hablar por las buenas o si nos vas a obligar a resecar un poco más el ambiente.

La garganta de la ex-policía empezaba a estar algo seca y echó de menos darle un trago a su petaca, pero había tenido la precaución de dejarla fuera con su chaqueta. No parecía una buena idea tener ningún tipo de líquido cerca de esta mujer hasta que no comprendiese mejor sus poderes. Pese a todo, empezó a fijarse en ella, en su comportamiento agresivo y desafiante pese a la situación en la que se encontraba. Sí, ese caracter era algo que podía llegar a imitar.

Amanda vio que la tarjeta era simplemente una tarjeta de la pizzería, aunque alguien había anotado a mano un número de teléfono en el reverso. Después de preparar su software de impersonación de números, llamó y le contestó una voz masculina grave.

- Diga.

Mierda. La tiburón no es Labios de Seda. ¿Y ahora qué?

Esta era la parte del plan que no había pensado. Había contado con que nadie respondiera. Estúpida de mí.  

¿Colgar sin más? ¿Amenazarlo? ¿Contarle una trola? ¿Qué debía hacer? La parálisis le atenazaba.

- Ehh… tengo disculpe… tengo aquí un pedido de dos pizzas familiares para la calle del Búho… a nombre de Ana Luisa… pero el compañero no ha anotado el número del piso… - explicó nerviosa, algo que no tenía que esforzarse mucho en fingir - ¿es usted Ana Luisa? – indecisa ante la obvia respuesta de que una voz tan masculina no podía ser de una Ana Luisa.

- Te has equivocado, idiota.- dijo la voz de forma ruda, para colgar acto seguido.

Kaminsky miró extrañado a Sam.

- ¿Que si sé quién es Labios de Seda? ¿Pero vosotros quién sois?- dijo, negándose a hablar más.

Delia se tomó su tiempo para contestar, tragando saliva varias veces para asegurar que podría decir todo lo que quería sin ahogarse.

- Tú pareces poli.-dijo, ladeando la cabeza para mirar a Izzy.- Pero a este no sé de donde lo habéis sacado, parece un maestro de historia. Seguro que se desmaya si ve una gota de sangre. - sonrió, mostrando sus dientes afilados.

- No sé quien sois, pero está claro que no sois mortales corrientes como el resto del rebaño.- dijo, aludiendo a los poderes que habían mostrado hasta ahora.- Puede que haya un sitio para vosotros en la organización. Uníos a los nuevos dioses de la Ciudad, y reinaréis sobre el resto.

Vaya borde de mierda.

Pero al menos había colado, de momento.

La mujer tiburón no es Labios de Seda.

Labios de Seda es un hombre. Muy borde.

Envió al grupo de signal para mantenerlos informados de lo que iba averiguando.

Se encaminó al Starbucks más cercano (no tenía la memoria eidética de Robert, pero tenía guradas las ubicaciones de todas sus cafeterías en local) donde me senté en un cómodo sillón en esquina semi oculta del resto de la sala; desde allí casi no se me veía, sólo la silla enfrente de la mía y un trocito de la mesa que no utilizaba. Puse un frapuccino en el suelo y el otro a la izquierda del portátil¹; a la derecha dejé sitio para la Tablet, que no era tan efectiva para hackear como la línea de comandos del portátil, pero me servía de apoyo para ejecutar aplicaciones ya preparadas e incluso escribir en la línea de comandos cuando usaba mi supervelocidad.

La conexión del local parecía ir a una velocidad decente a pesar de haber bastante gente en él, lo que me ahorraría tener que hackear el router local para eliminar una posible limitación de la velocidad a los clientes. Comprobadas las redes de comunicación podía proceder al trabajo².

Tenía un número de teléfono, así que la primera fase era colarme en la compañía telefónica. Lo podría llamar rutinario, pero lo cierto era que podían contar con nuevas medidas de seguridad desde la última vez. Normalmente me colaría aprovechando algunas vulnerabilidades en el elemento humano, ingeniería social, para llamar menos la atención, pero no teníamos tanto tiempo; podría haber puesto en peligro a Michael si a Labios de Seda le daba por comprobar desde donde le habían llamado.

Sabía que este era un trabajo para el que estaba más que capacitada, pero si se me hubiese pasado la extraña regularidad del peso de los archivos que veía en pantalla habría caído de cabeza en el honey pot que tenían preparado en la compañía³. Eso era nuevo.

Esquivé la trampa sólo para caer en otro nivel falso donde el sysadmin estaba preparado para bloquear mi conexión y alertar a la policía⁴, pero mi instinto me hizo actuar un instante antes de que tuviera oportunidad de capturar mi conexión⁵.

Podría jugar con él systadmin al gato y al ratón un buen rato, pero por las molestias que se estaba tomando parecía un sabueso terco como un terrier. Por eso me gustaba hackear por la noche, cuando los sysadmins dormían y hacía rato que habían terminado su turno de 9 a 5. Algo tenía que hacer si quería terminar de focalizar toda mi atención en conseguir la información del número. Lo más obvio sería huir, pero podía utilizar otra estrategia más creativa.

Con la diestra en la Tablet iba saltando entre los niveles del sevidor para jugar al gato y al ratón, mientras con la izquierda daba sorbos al frapuccino y programaba una pelota de purpurina que lo distrajese. La supervelocidad era útil para trabajar a dos manos y cuatro veces más rápido que un programador normal con cada una⁶.

En menos de un minuto estuvo lista la bomba de purpina que le solté para que la royera como un hueso. Cuando la cogió le estalló una sucesión aleatoria de las direcciones MAC de todos los dispositivos conectados a la red del Starbuck, eso impediría que supiera cual dirección tenía que bloquear y lo obligaría a bloquearlas todas, pero al cambiar tan rápido como parpadeos hacía que le fuera tremendamente difícil copiarlas para poder introducirlas en las directivas⁷. En definitiva, estaría un rato entretenido mirando los colorines.

Mucho antes de que terminara yo ya había salido de allí con la información que tenían sobre aquel número móvil, su identidad asociada, pagos, número bancario, etc, y lo más importante de todo, su ubicación actual en base a la triangulación de las antenas que le daban servicio y acceso a su sistema por la puerta trasera de la aplicación por defecto del operador, lo que me daba el listado de sus ubicaciones y recorrido habitual; software de análisis me daría una lectura más entretenida de los datos, como dónde solía dormir, en que sitios pasaba más tiempo, la rutina que seguía, y si se desviaba a algún sitio en especial de sus rutas habituales, como sería el caso si tuviera una amante.

Además de haber puesto en marcha un bot para recabar información sobre Labios de Seda en la red ahora que tenía su verdadera identidad en vez de un alias nada más.

Eso tardaría un rato, así que era hora de largarme de allí con mi segundo frapuccino e ir a mi siguiente destino.

Robert pensaba replicar que esa no era su especialidad, pero decidió quedarse sin la satisfacción. Esa mujer era extremadamente peligrosa y no quería que tuviera nada que usar en su contra. Bastante era que había descubierto — no sin su inestimable ayuda — que tenían dones únicos, al igual que ella. Y ahora nos suelta el discurso de los dioses.

Miró el teléfono móvil con el último mensaje de Robert y asintió imperceptiblemente. Él tenía bastante claro que Delia no era Labios de Seda, era demasiado brusca. La veía más como un brazo ejecutor. Pero seguramente sería lo único que tenía claro de todo aquel asunto. Ahora que pensaba, ¿en qué andaba Amanda metida para enviarles esa información? ¿No iba únicamente a recoger su moto y a reunirse con ellos?

Izzy sonrió ante la respuesta de la mujer.

— No. Ni soy poli, ni él se desmaya ante una gota de sangre... Mira... — Los zapatos del matón de Falzoni no eran tan cómodos para dar patadas como las botas que normalmente vestía Elisabeth. Pero tampoco es que tuviera mucha dificultad golpear en la boca a una mujer atada y atontada por la falta de oxígeno y humedad. Y tampoco pretendía hacerle saltar los dientes, precisamente, sólo darle un ligero golpe para que dejase de hablar sin que llegase a derramar demasiada sangre, por mucho que la temperatura y sequedad del ambiente harían que coagulase en pocos segundos.

— Ya sabía que eras una perra, no hay más que verte para deducirlo, pero me parece muy triste que tu mayor aspiración sea reinar sobre un rebaño. ¿Pretendes dar vueltas a su alrededor como buen perro pastor? ¿O ya te has cansado de hacer eso como tiburón a los pececillos?

Izzy negó con la cabeza. De alguna forma siempre había pensado que sus poderes tenían un origen divino. Había investigado un poco sobre la entidad de nombre casi impronunciable para ella con la que sentía cierta conexión y sabía que se trataba de un dios Persa, compañero del mucho más famoso Mithra, y que, al igual que el anterior, había sobrevivido a la antigua religión como uno de los dioses menores del zoroastrismo. Al juntarse con sus compañeros, sabía que ellos tenían una conexión similar con alguna entidad, desde el propio Odin, que incluso mostraba su nombre como anagrama en el de Dino, hasta el mismo Demiurgo que siempre había relacionado con Robert y su libro.

Sin embargo, no había nada más lejos de la intención de Izzy que gobernar sobre la gente de esta ciudad. Eran su gente, vivía entre ellos y, en todo caso, su propósito había sido siempre protegerlos, no dirigirlos ni gobernarlos. Ni, mucho menos, recibir su adoración. Si lo que pretendía Delia era tentarla con el poder, la llevaba clara.

— Mira, tengo una resaca de tres pares de cojones y tus colegas de la sala de al lado ya me han estado tocando las narices esta mañana. Me parece muy interesante esa organización de la que hablas, así que nos vas a seguir dando información sobre ella. Y, como me encuentro generoso — Izzy estaba acostumbrada a hablar con el género de la forma que había tomado, lo cual a menudo le hacía dudar aún más de su personalidad — podemos jugar a un juego. Por cada respuesta útil que me des, te dejo respirar un rato más.

Abrió la mano y una corriente de aire aplastó a Dalia contra el suelo, vaciando el oxígeno de sus pulmones y sometiéndola a una fuerte presión en la espalda. Aprovechó su poder del viento para hacer que llegasen hasta ella voces de cualquier punto de la ciudad. «¡Habla!» «Puedes contarme lo que quieras, cariño» «¡Díselo!» «Sabes que me lo puedes decir» «¡Confiesa!» Había un límite al tiempo que Izzy podía estar escuchando los susurros de la ciudad atraídos por el viento y alguien que no estuviera acostumbrado a ellos podría perder la cabeza fácilmente salvo que consiguiera aislarse. Y contaba con haber preparado el entorno suficientemente bien como para haber llevado a Delia al límite en esto. Después de todo, no era un truco muy diferente a abrumar a un sopechoso con la luz de una lámpara.

— Así que, ya que tenías tantas ganas de hablarnos de tu organización y de esos nuevos dioses, empieza por decirnos quiénes son y cómo podemos encontrarlos.

Después de su incursión cibernética, Amanda consiguió la información básica que necesitaba, y dejó instalado un bot de su creación en la red del operador para recabar más información. No fue una gran sorpresa constatar que el número constaba a nombre del "Bar de Rusty", aunque no era su número principal que se publicitaba en la red, sino un número que no aparecía en ninguna web pública.

Las tácticas de interrogatorio de Izzy fueron suficiente para bajar los humos a Delia. Intentando respirar como podía, agobiada por las voces en su cabeza, y recibiendo golpes físicos tanto de Izzy como del fuerte viento, la gángster finalmente se rindió y empezó a hablar.

- Está bien, ¡hablaré! Coff, coff...- intentó levantar la cabeza entre toses, e Izzy relajó un poco la presión.- La organización a la que me refiero son por supuesto los Falzoni, la familia está empezando a dominar la Ciudad barrio a barrio. El barrio de la Plaza Miller ha sido asignado a su consigliere Labios de Seda.- dijo, con ojos llorosos por el esfuerzo.

Así que no se estaban limitando a ser los matones locales sino que pretendían controlar toda la ciudad. Los Falzoni estaban contratando a gente especial para ello como si fueran un ejército. Tienen que tener unas finanzas increíbles para poder permitírselo, pensó Robert mientras se acercaba a Delia. Sujetaba el libro contra su pecho como si con eso pudiera poner todo un mundo de distancia entre él y la mujer tiburón. Ya sabemos qué papel ocupa Labios de Seda, escribió un torpe mensaje al grupo con su arcaico móvil indicando que era el consejero del don de los Falzoni.

—¿Duele? —se puso en cuclillas para ponerse a la altura de Delia, limpiando la sangre de su rostro con un pañuelo—. Mira, no me gustan estas cosas, si te soy sincero. Yo te hubiera propuesto sentarnos en una mesa y dialogar, pero intentaste ahogarme en agua de mar. Y aquí mi amigo es bastante protector. Ayúdame a que terminemos con esto rápido, y podrás replantearte la vida futura. ¿Te parece? Quizás marcharte de La Ciudad, viajar a la costa. Puedo recomendarte sitios increíbles. Háblame de tus compañeros, de esos que son como tú y como yo. ¿A quién más ha reclutado la familia Falzoni para hacer el trabajo sucio?

- Los Falzoni tienen a un ejército de matones a su disposición. Les dan a todos un alimento especial al que llaman Ambrosía, el cual los vuelve más duros y resistentes.- explicó Delia.- Además de tener en nómina a más policías y funcionarios de los que podáis imaginar.- sonríe.

- Yo también empecé así, como un matón más. Pero poco a poco vi que yo era diferente, mis sentidos eran más agudos, y había algo en mí que me llamaba hacia el Gran Azul. Labios de Seda fue el que me ayudó a despertar todo mi potencial y me prometió que si le servía, me convertiría en el mayor pez de la pecera.- quiso añadir, en un arranque de sinceridad.