Partida Rol por web

Cuando Desmond presenció la escena un escalofrio recorrió su columna. Los recuerdos se agolparon en su mente hasta nublarle la vision.

Su mirada enfocó a aquella muchacha.Algo en sus ojos le recordo a él mismo.
Como ella se negó a decubrir a los suyos. Como ella sabia que moriria en poco tiempo.

Las palabras de Rod le devolvieron al presente.El habia sobrevivido , quizas ella....

'No es el momento,tranquilo, estudia el entorno.Precipitarse es un error de novato.'

Repiró ondo mientras desviaba la mirada de la joven y se centraba en los carceleros

Oír los pensamientos de Desmond quizás habrían calmado los ánimos, pero no fue así. Contemplando la escena Foyle se sentía cada vez más nervioso, el escudero su puso a soplar y a pasarse las manos nerviosas por su cabeza, como la araña que se mueve intranquila en su telaraña cuando están por caer las primera gotas de lluvia, pues a ciencia cierta el deforme joven sabia lo que venía a continuación.

Sir Tymos Fowlhust de Audfolk observó las múltiples heridas que presentaba la mujer, el maltrato sufrido era más que visible. Sus nervios se crisparon y sus puños se tensaron, un fuego interior crecía dentro de su pecho, mientras la adrenalina embotaba sus sentidos.
Ver como el déspota engendro pateaba a la “supuesta bruja” fue más de lo que su alta moral le podía permitir contemplar en silencio. Fugaz como una cometa; una luz encendió sus ojos para sumirlos a la oscuridad.
Al fin, sin contenerse ya más, el caballero avanzó un paso, indiferente a todo, y gritó con todo el aire de sus pulmones: -¡¡¡¡BASTA YA!!!! ¡Dejad ya a la señora! ¿No os han enseñado como es debido? ¿No os crió vuestra madre? ¿No os propinó cariño vuestra abuela?
Si, convencidos estáis de que es una bruja, y tenéis pruebas de ello, matadla ya, y terminad con esta ignominia. ¡Pero es intolerable que se trate así a una mujer! De seguir así, tendré que pediros que salgáis al patio y que os batís conmigo en duelo.- Las palabras eran duras y rudas, y su expresión confirmaba que no hablaba en broma y que bien poco le preocupaba su propia seguridad.

La escena que se desarrolaba delante de Dareus no hizo más que erizarle los pelos de la nuca. Señal inequívoca de peligro. La repuesta de Tymos lo confirmó.

Evidentemente la muchacha le producía cierta pena, pues nunca se sabe donde acbará uno. Pero la suerte que corriera la bruja, dama o señora se la traía al pairo y no pensaba dejar el cuello por ella... a menos que por hacerlo hubiera una suma de dinero de por medio. Como no era así, simplemente se retiró discretamente hacia la pared, donde sumido en las sombras siguió observando el devenir de la escena.

- Sin armas y en esta ratonera... Dareus! mejor vigilas con quien te juntas o acabaras haciendoles compañía... colgando de la soga!

Las palabras de Sir Tymos, inexplicablemente reconfortaron a Rod, sonrió ligeramente.., - con dos cojones, que les den! - pensaba, mientra su  mano derecha se acercaba disimuladamente su espalda, detrás de su capa, agarrando algo.

 Gottliet estaba a punto de contestar a Enricco cuando de protno tronón el el tipo sir Tymos. Sus palabras sonaron tranquilas, sin alzar la voz más que lo necesario.

 - Señora decis..., aquí no hay ninguna señora, no os confundaís. Esta zorra hereje hace tiempo que dejó de serlo, si es que algún día lo fue. Este cuerpo no es más que un traicionero envoltorio de un servidor del caos.- Miró a los recién llegados, evaluándolos y prosiguió.- La muerte no es un castigo. No aquí en Mordheim. Y esa hereje podía sernos útiles para combatir el mal que inunda estas tierras. No dejeís que la vista o los oídos os engañen, dejad que sea la Fe en lo que es Justo os guíe, Sigmar es grande y nos guía como es debido.

 Con un gesto indico a uno de los guardias para que se lleve a la mujer encadenada.

 - Ahora bien, una falta de respeto más en el castillo y vos le hareís compañía por el alba.- El tono fría que adoptaron esas palabras decían que no era una vaga amenaza.

Una parte de Desmond deseaba apoyar las palabras de Tymos y lanzarse contra los guardias.

La parte mas racional se impuso sobre la emocional.Los años de adiestramiento con su tio le permitieron sospesar las probabilidades de salir con vida de alli.

Las palabras de Gottliet solo hicieron sino reafirmar su decision.

Por el rabillo del ojo vio el movimiento de Rod y maldijo por lo bajo.

- Sir Tymos , dejemos que se explique antes de prejuzgar a nadie.

Miro al caballero mientras lo decia,aunque su tono era tranquilo ,su cara contradecia sus palabras.

De reojo miro a Rod y con un ligero movimiento le indico que esperara.

Enricco, sin moverse de su posición, ni abandonar su digna pose, chasqueó la lengua en señal de desaprobación, mientras meneaba la cabeza negativamente ante el impulsivo acto de Sir Timos. Un título que ahora dudaba que fuera real, pues sus modales eran torpes y poco apropiados. - ¿Como era posible que hubiera sobrevivido tantos años con aquella actitud tan belicista?

Estas ideas se esfumaron de la cabeza de Enricco al escuchar las palabras de Gottliet. Una media sonrisa, y un leve gesto de asentimiento fueron los gestos que el espadachín regaló a su anfitrión. Por suerte era una persona sensata, con la que se podía razonar. En otros sitios y lugares, el cuerpo del auto denominado Sir, se estaría pudriendo entre rejas.

La rabia seguía testimoniándose por todas sus venas hinchadas, los músculos tensos y los nervios crispados. Sin embargo, adecuó el tono de sus palabras al mismo empleado por Gottliet.
Miró un momento a sus compañeros, para ver cuantos de ellos estaban dispuestos a conducirse con honra; Enricco con su sonrisa, Rod en tensión, y Desmond conciliador. (Dareus simplemente no le percibió). En cuanto a Foyle estaba nervioso pero sabía que actuaría debidamente.
-¿Prejuzgar? Lo siento, sr.Mculligan, pero no prejuzgo a nadie, esa mujer indefensa y desarmada ha sufrido una paliza.-

El joven era un caballero forjado a la antigua, servía y bebía de los ideales de caballería, perdidos parcialmente en el tiempo, y sus primeras leyes eran claras; acusar el injusto, proteger a los débiles y ser valeroso. Patrones que se servían más en los cuentos que en la realidad, a pesar de ello, quizás por ingenuidad Sir Tymos creía en ellos, así que los esgrimía y defendía de todo corazón.
-Sea señora, o no, es un ser débil e indefenso, un enemigo caído si lo queréis así. Sé que en tiempos que corren algunos se sirven en decir que una mujer que vista armas deja de ser tal y aunque nada lógico tiene en verlo así... Nada hay de bueno y noble patear al caído ¿no creéis? Solo el gato juega con su presa en vez de matarla. ¿Qué daño puede haceros en semejante situación?- Hizo una larga pausa, intentando imaginar que dictaba el honor largamente perdido en aquellas tierras y quizas ya en el mundo conocido
- Yo, soy Sir Tymos Fowlhust de Audlfolk caballero de sexta generación del reinado de Bretonia, os pido amablemente que me la entreguéis por las buenas, o tendré que intentarlo por las bravas-

 El templario contempla las reacciones de unos y otros. El sensato tielano, en la mano que se lleva atrás el tipo del sombrero de ala ancha. Al bretoniano indignado y al hombre que intenta interceder. Ante las palabras del último en responder.

 - Acaso pretendeís que de explicaciones a unos recien llegados en la casa de Sigmar, a quíen yo represento. ¿Acaso sugerís eso? Está claro que no soys de aquí.

 Ante las palabras del tipo sentado en el trono, veís como tres tipos se asoman por una puerta que os queda a la izquierda, hombres que portan armaduras y espadas en los cintos. En sus pechos llevan el símbolo del martillo de Sigmar.

 Entonces estalló el bretón con sus palabras. El rostro del pelirrojo templario reflejó su veredicto, pero antes pregunto.

 - Estas palabras las comparten vuestros acompañantes, o solo usted se hace responsable de las mismas.- El hombre pronuncia las palabras haciendo gala de un gran autocontrol. Sin lugar a dudas otros os habría llenado de plomo y flechas ya.

El caballero estaba resuelto a obrar debidamente aunque esto supusiera su más que probable muerte.
Aquél punto negro en su corazón no era aún lo bastante oscuro para faltar a una vida de creencias.

-Cada hombre solo es responsable de sus palabras y actos, y de los de nadie más.- Añadió dejando que cada uno fuera libre de tomar su camino, y de librar su destino. -Cada uno recibirá al final lo merecido según su conducta.-

Analizó la sala y la situación.

-¿Así que atacareis deshonrosamente y en superioridad, o bien tendréis el honor suficiente de servirme una arma y afrontaros a mi en combate justo?-

Rod retira lentamente su brazo de su espalda agarrando algo con su mano.. una pequeña bolsa de donde extrae algo de tabaco y empieza a masticar tranquilamente un trozo a la antigua usanza; mientras, se dirije a Gottliet de forma sutilmente correcta y maliciosa... - vamos a ultrajar su autoestima a ver como lo lleva..-

- Mejor no libréis un combate con él señor, no estáis a la altura de su pericia, moriréis si su clemencia no lo impide; de todos es bien sabido que los Templarios de Sigmar poco pueden hacer ante un Caballero de alta estirpe Bretoniana y menos aún en combate singular.

Luego espera antes de continuar.

Desmond se puso en tension al oir las palabras del caballero.

'Ahora entiendo por que son temidos los bretonianos....y porque hay tan pocos que lleguen a viejos'

Despues de las palabras de Rod , el mercenario empezo a buscar una ruta de hiuda con mas intensidad.Estaba claro que el enfrentamiento seria dificil de evitar.
La unica manera de salir de alli con vida seria abriendose paso a traves de los guardias.Y sin armas lo tenian muy dificil.

Estudio los guardias ,intentando decidir cual seria el mas debil,para asi hacerse con una de sus espadas y espero en silencio .

La sensación de peligro no se atenuó en ningún momento, bien al contrario la cosa parecía a punto de estallar.

- Suerte que hemos venido a preguntar por alojamiento y trabajo... nos van a dar una bonita celda y trabajo de reos. Dijo por lo bajini, sólo audible para los del grupo próximos y que no estuvieran demasiado enfrascados en perder la vida de forma más o menos inmediata.

Dareus todavía no había conseguido dominar la técnica de atravesar paredes, pero fundido entre las sombras parecía que lo intentara.
- Y si fuera capaz de atravesarlas, seguro que este comité de bienvenida lo considerarina brujería...

 La tensión se palpaba en el ambiente. Se escucharon algunas voces llamando la atención de más gente.

 Pero no tardó mucho antes de que uno de los hombres que estaban junto a Gottliet, el que no había pateado a la mujer, llamó la atención de su señor.

 - Mi señor, no le presteís atención. Vuestra posición es demasiada importante como para dedicar vuestro tiempo con esta gentuza.- Tras una pausa añade.- Dejad que sea yo quien luche.

 El pelirrojo levantó la mano, mandando silencio. Los rums-rums que se escuchaban entre los hombres cesaron. Luego se levantó.

 - No Haramond, este breton se ha pasado de línea. No se tolerará esta falta de respeto en esta casa de Sigmar.- Mirando a sir Tymos dice.- Acepto el desafío.

 Su mirada pasó por los otros recién llegados.

 - Ya que al parecer no compartís sus palabras ni modales, interpreto que os manteneís fuera del desafío.- Dice con voz severa.- Lucharemos aquí y ahora. Si alguien interviene en el duelo mis guardias lo acribillarán.

 Miró con una mirada a sus hombres, reafirmando sus palabras.

 - Dadle las armas al bretón.

 Sentís detrás de vosotros movimiento, el guardia que os abrió el parece que está acatando las órdenes de Gottliet.

Enrrico se desperezó sutilmente. Había cierto punto de mal humor en su rostro. Se encogió de hombros y se retiró cerca de la pared, para apoyarse de forma lacónica en ella, y protegerse de paso las espaldas.

No tenía ninguna intención de intervenir en aquella estúpida pelea, solo esperaba que acabara pronto, y con un poco de suerte, con Tymos muerto. Que no era cuestión que faltando el líder, los secuaces quisieran venganza y acabaran con su vida. Vida que por otro lado, no tenía ganas de perder por una sucia ramera.

Su rostro permanecía inmutable, ninguna alegría asomó en sus labios. -Os había confundido…- Empezó a decir sin mostrar ni sentir alegría en ello, solo la convicción de hacer lo que creía correcto. -Veo que al fin y al cabo os conducís de una forma digna y valerosa. Lo mismo pido, a mis compañeros. ¡Foyle! No quiero que nadie interrumpa. Este es un duelo entre dos personas.- Miró al escudero con gravedad. -Aunque ocurra lo peor no vas a interrumpir ni tomar venganza, ni siquiera decir que no se va a repetir con lo que ocurrió con el caballero oscuro. ¿Entendido? Los dioses proveeran lo que tengan en bueno disponer.-

Un falso sentimiento de seguridad le inundaba, no porque pensara que su fuerza y habilidad fueran mayores, sino por que su causa era, a su parecer, más justa, aunque ciertamente sentía ahora más calmado que sus formas no habían sido las más correctas.

Rod sonríe por lo dentro...  su estúpida fe, los pierde..

Luego se acerca Sir Tymos posando su manos sobre sus hombros y acercándose a su oído, algo condescendiente, e intenta avivar su confianza.

- No dudes ahora!, el sufrimiento de esa mujer depende de ti. Estoy contigo en esto.

Rod guardaba cierta esperanza. Quizás por alguna ironía del destino la suerte les acompañaba, o bien la destreza de ese Templario no fuera tan excepcional como algunos suponen sin ni tan siquiera haberlo visto, y su palabras simplemente algo exageradas tampoco eran falsas; sabia bien que Sir Tymos era diestro en el combate, almenos en eso si lo era... Por ese motivo y por las palabras de ese tal Haramond demasiado nerviosas, fueron suficientes para que se acercara a ese hombre y manteniéndose cerca de él.

Mientras se prepara el combate no muestra ninguna emoción, ni nervios, ni ira ni miedo, simplemente mastica su tabaco preparado para actuar si hacia falta.

 El hombre de la entrada aparece portando un escudo con el emblema de un cuervo estampado en él y una maza. En sus manos hay una tira de cordel del mismo color verda que el que tiene sir Tymos en sus manos.

 Por su lado, el hombre que había pateado a la mujer acerca el escudo a su señor mientras este se desabrocha un ancho cinturón del que cuelga la funda de una pistola de largo cañón, con la empuñadura de esta adornada con filigranas de plata. Gottliet toma, del lado del sillón, un ricamente adornado martillo de guerra, con un par de pequeñas púas saliendo por la parte posterior de la cabeza, emulando el símbulo del cometa de dos colas que representa a Sigmar. Con el escudo y el martillo se avanza unos pasos.

 Con los hombres que había se han sumado media docena más. Espectantes, contemplando al bretón, a Gottliet y a los recién llegados. Varios de ellos tienen ballestas en las manos. Algunos de estos hombres retiran un poco las mesas para ampliar la zona practicable del salón.