Partida Rol por web

La habitación está a oscuras, nada la ilumina. Sighard duerme profundamente tendido en su cama como anestesiado, el olor que desprende a vino es mortal. Se puede ver que aún conserva ambas piernas.

Entra e ilumina la sala sin hacer ruido y vuelve a salir.

Un olor la abofeteó nada mas entrar, no fue el del vino, que obviamente habían utilizado para calmar, adormecer y emborrachar a su hermano, sino que fue ese otro olor tan peculiar el que la hirió, ese que serpenteaba bajo las sábanas del lecho de su hermano, ese que se arrastraba oculto y acompañaba al vino. Un olor a óxido y a tumefacción que recordaba muy bien de otras ocasiones en que había rondado el lecho de algunos de sus seres mas queridos en sus últimas horas. Sí, era su mismo perfume. Sólo que, gracias a Dios, esta vez era tan suave que no parecía alarmante. Sin embargo, no cabia duda alguna, Ella le había cortejado sin conseguirlo. Ella, la maldecida por todos, la misma que les había arrebatado a Jutta, la que Dios envía cuando llega el momento de viajar a su lado, la Muerte.
Un escalofrío recorrió su espalda ante tales pensamientos y no pudo evitar estremecerse. Las palabras del cirujano seguían resonando en sus oídos: salvará la vida, pero perderá la pierna derecha... acto seguido, como un engranaje accionado por un resorte, su mirada se posó sobre el lugar donde las dos piernas de su hermano descansaban aún.
El pecho de Sighard se elevaba y descendía pausadamente, sin premura, sin ningun gesto de ansiedad, mientras que el resto de su cuerpo reposaba en una quietud tan absoluta que casi resultaba atemorizante.
Se dio un respiro a si misma, aflojando la presión en el brazo de su padre, cerrando los ojos por un instante y recordando la orilla del lago que hacía tan solo un día había visitado junto a sus amigas, pero no había consuelo alguno, ni lugar al que acudir en el que algo no le recordara a alguien querido, a alguien añorado, a otros momentos sin duda mejores.
Sin más, abandonó la inocencia, se soltó del brazo de su padre, alzó el rostro, avanzó hacia el lecho de Sighard sin ningun titubeo, le abrazó con amor y suavidad evitando despertarle, le besó en la frente y en el más absoluto de los silencios se apartó para dejar paso a su progenitor.

Avanzó tras su hija, y se arrodilló en el suelo. Cruzando las manos y agachando la cabeza, empezó a rezar en silencio, tan sólo moviendo ligeramente los labios, pero sin soltar aliento. Su cara mostraba un dolor que en mucho tiempo Ghela no había visto en nadie cercano, incluso más que el que había visto por parte de Mille, tras ver a su hermana morir, y todo eso sin llorar... su padre siempre le había parecido un hombre fuerte.

Ghela se arrodilló en el suelo junto a su padre, cruzó las manos y agachó la cabeza, igual que él, y con tono suave y casi imperceptible, acompañó sus rezos.
Y allí arrodillada de aquella manera, recibió una clase magistral sobre la vida. Aprendió que el dolor es un equipaje pesado del que uno no se deshace tan fácilmente, que la vida es un bien preciado que se puede agotar en el instante más inesperado, que las desgracias y el sufrimiento no hacen diferencias según el estamento social, que el suelo duro de piedra hiere las rodillas de los que oran sin reclinatorio y las espaldas de todos aquellos que probablemente esa noche dormirían sobre él en muchos lugares del feudo, que una noche sin dormir bien arropada, no mata a nadie, sino que muy al contrario en según que circunstancias, le hace más fuerte e incomprensiblemente más despierto, que guardar la compostura es mucho más que saber que ropa ponerse en cada momento o aprenderse el baile de moda a la perfección o saber pronunciar las palabras adecuadas, que nada en esta vida es eterno y todos los bienes son secundarios, prueba de ello es que se había pasado todo el día en camisón y sin lavarse la cara o peinarse y no se había muerto por tal desvergüenza, y por último, pero no por ello menos importante, Ghela aprendió a pensar en los demás más allá de su círculo de familiares y seres queridos, porque mientras estaba arrodillada allí suplicándole a Dios, a la Virgen María y a todos los Santos, habidos y por haber, junto a su padre, su mente divagó por los caminos y pueblos del feudo, por los recobecos de su Iglesia, por las posadas, tabernas, casas y chozas y se preguntó llena de pesar cuántas de esas personas que en realidad desconocía, habrían dejado de existir o necesitarían socorro en aquel mismo momento y, como es menester y como bien ha de ser, en ese mismo momento en que los sumaba a sus plegarias, el corazón de aquella hermosa muchacha venció por fin la batalla al yo mismo.

se levanta hija, deberíamos irnos a dormir, vayámonos a mis aposentos que están intactos.

Me acerco a Sighard, le aparto el pelo de la cara y musito un buenas noches, cálido y apagado, después tomo la mano que me tiende mi padre aceptando su consejo y le sigo, padre, estaba pensando en toda esa gente... miro hacia la ventana del cuarto, de ahí fuera, mi voz se entrecorta, sí, habrá que descansar algo al menos... mañana promete ser un día duro de afrontar, día de hallazgos, pérdidas y despedidas, día de sepulturas y reencuentros.
Suspiro hondo y miro a mi padre, las líneas de su rostro ahora mismo me parecen grandes surcos.
Aprieto con cariño su brazo y tras toda esta ecatombe vivida, le regalo lo más parecido que puedo encontrar dentro de mí a una sonrisa.

A falta de respiración por la rapidez que le he imprimido a mis piernas, llego a la puerta de la habitación de mi hermano, me paro un momento en el pasillo, me apoyo contra la pared tratando de recobrar el resuello y una vez recuperada la compostura en la medida de lo posible, llamo a la puerta con suavidad, ilusionada tontamente con la idea de encontrarme con mejores noticias de las que nos vaticinaron.

Intentando levantar la voz Pasad, pasad al ver pasar a su hermana trata de incorporarse más no llega a levantar su torso más que aquello que alcanzan a alzarle sus codos. Qurida hermana, sufría con la idea de no volver a veros... debéis contarme muchas cosas, yo por lo que me han dicho estaré un tiempo aún convaleciente pero me recuperaré. dice con un ánimo tranquilo, peores las pasaré camino a Jerusalén.

Arranco de raíz las lágrimas que intentan asomar a mis ojos ante la ignorancia que muestra Sighard por la realidad en la que se halla, cuelgo una sonrisa hermosa y cálida de mis labios, corro a sus brazos y, saltándome conscientemente todas las normas de la mesura, le abrazo con cuidado pero con la misma intensidad que lo hacía cuando jugábamos de niños y él me salvaba de monstruos imaginarios y malvados caballeros, le beso en la frente y le aparto con cariño el pelo del rostro: Sighard, gracias a dios...
La alegría de oírle y sentirle invade hasta tal punto mis sentidos que por un momento me olvido de todo, de su pierna y de las desgracias que hemos vivido últimamente para centrarme llena de gratitud en su bienestar: ¿qué tal os encontráis hermano? Ha sido un verdadero suplicio esperar para vivir este momento.
Acerco una silla, me siento junto al lecho y tomo su mano sonriente, por supuesto que os recuperaréis, todo el mundo os ha cuidado con esmero y todos sabemos lo fuerte que sois... padre y yo rezamos por vos añoche, aquí a vuestro lado sin dejaros solo y sin perder la esperanza... ¿Ha venido ya padre a veros?

trata de sonreír más una mueca de dolor trunca su sonrisa Me siento bien hermana, sólo que esta maldita pierna me duele... y mucho, me gustaría poder levantarme pero apenas siento fuerza en ella... levanta la sábana para ver que la pierna sigue vendada si, padre ha venido a verme, pero dime, ¿como está todo? ¿el pueblo? ¿Como está Cavestone? ¿y las cortesanas? espero que todas bien.

Ya que veo que lo deseáis, os haré un relato de lo acontecido hasta ahora, hermano... le observo con pesar y comienzo comentando: pues he de deciros que ahora mismo es bastante difícil salir de castillo, los soldados y los guardias están ayudando a reconstruir el puente de acceso, una de las torres ha caído y un incendio consumió gran parte de la zona de nuestros aposentos, acto seguido mi mirada se pierde por un segundo a través de la ventana cerrada de la habitación de Sighard, el feudo ha sufrido mucho y me han contado que ya no queda aldea en pie... me temo que Cavestone como tal ya no existirá, de hecho los supervivientes se están refugiando ahora mismo en la iglesia junto al padre Wybert. Por último le miro directamente a los ojos y añado, Fridda y Jutta nos han abandonado, una de ellas falleció en el derrumbamiento y la otra en el incendio... mis ojos se vuelven cristalinos por el brillo de las lágrimas que se esconden tras ellos y se llenan de desánimo, ha sido un golpe muy duro, Sighard... Me callo en un intento consciente de contener la emoción.

cuando dicen Cavestone sus ojos se vuelven platos de golpe, sus pupilas se contráen Hermana... se mueve como para bajar de la cama... hermana, ayúdame a vestir... a a ayúdame a bajar y montar en mi caballo, una vez sobre él no necesito mi pierna... su cara se ilumina mostrando una locura mezclada con la certeza de que nadie más que ella le puede ayudar y a la misma vez y por primera, ves amor en sus ojos ojos. Su cara se ha tornado roja como un tomate y lentamente se hincha al tiempo que te pilla de la ropa. Ahogando el llanto, que se le ve tratando de salir del lagrimal de sus ojos ahora brillantes, se doblega hacia delante, tocando su cabeza con tu brazo Hermana, ayúdame... ahora su voz es un sollozo repetido Ayúdame

Sin hacerle daño, pero mostrando fuerza y autoridad, le tumbo en el lecho de nuevo, Sighard, no podéis caminar y menos aún subiros a un caballo... eso sólo conseguirá empeorar vuestro estado... Después tomo su rostro entre mis manos y analizando la mirada y las lágrimas ocultas que se reflajan en sus ojos, aprendo de ellos que mi hermano, intransigente, caprichoso, intolerante y arrogante, guarda para si mucho más de lo que todo el mundo piensa o adivina.
Algo en mi interior me dice que lo que va a contarme no me va a gustar, pero ese mismo algo me recuerda que en nada me ha ayudado a mí misma ni ser intransigente, ni caprichosa, ni intolerante, ni arrogante... ¿Qué es lo que necesitáis? Sinceráos conmigo... ¡Somos de la misma sangre, Sighard! ¿Qué es eso que os hace alzaros de un lecho cuando es imposible ahora mismo para vos? No os juzgaré, lo prometo... He descubierto que en verdad no soy quién para juzgar a nadie... Le beso en la frente de nuevo, cuando teníais 13 años me dijistéis que siempre podría contar con vos, aunque para ello os vieráis obligado a cercenar cientos de vidas... Rememoro la escena a la perfección y ambos reímos ante semejantes recuerdos suavizando la tensión. Espero que no se trate de algo semejante, no me veo a mí misma empuñando una espada, la verdad... Esta vez simplemente sonrío, contadme lo que tanto os conmueve y verémos qué se puede hacer...

Sighard débil por su estado no puede hacer nada para parar a su hermana y esta acaba por poder tumbarlo de nuevo en la cama... se nota débil, más que nunca... frunce el ceño por todo ello y guarda de nuevo sus lamentos para hablar ya con una voz seria y calmada, que no encuentra hasta respirar profundamente un poco. es una mujer hermana.

me da mucho corte pero es cortes visitar al hermanos de mi amiga Se puede pasar ,vengo a visitar a Sighard para ver como se encuentra si vengo en mal momento ,vendre mas tarde

Como salida de la nada, he ido por los pasillos preguntando por el hermano de Ghela y he llegado aquí.
Llamo a la puerta y con un poco de timidez paso diciendo Se puede? Buenos días Ghela, Terrazia. Bueno...la cosa es que yo...estoy sóla...y quería venir a veros y a ver que tal se encantraba tu hermano. De pronto abro mas la puerta y veo a Sighard Bue-Buenos días señor, como está? Tanta timidez es anormal en mí, pero todo lo que he vivido tampoco es que entre en la normalidad

Una mujer... de Cavestone me imagino... ¿Por qué sino iba a preguntar por ese lugar en concreto? De pronto recuerdo una escena del patio del castillo que mi amiga Terrezia me había relatado días antes, una plebeya que había hablado a mi hermano con descaro e incluso a ella misma y que había sido enviada a los calabozos. Todo parecía encajar de golpe, seguramente mi hermano y ella ya se conocían sobradamente... ¡Has dicho que no ibas a juzgar a nadie, Ghela, contente!
Oigo a Terrezia en la puerta de los aposentos de Sighrad ante lo cual y con celeridad tomo un trozo de pergamino y una pluma del escritorio de mi hermano y le indico con un gesto que me anote lo que crea conveniente mientras le ayudo en la labor y añado en voz alta: Querida Terrezia, pasad, vuestra compañía siempre es un placer... Recojo el escrito de manos de Sighard y me lo guardo convenientemente. Acercáos y tomad asiento, amiga mía... le señalo el lugar en el que estaba sentada yo misma con anterioridad. Me alegro de que os hayáis acercado hasta aquí... mi ánimo ha mejorado sensiblemente gracias a Dios y todo se lo debo a que Sighard se encuentra mejor.
Escasos segundos después observo como Letta penetra en la habitación y no puedo evitar sonreír: bienvenida, veo que por fin habéis despertado y os encontráis estupendamente, pasad. Sonrío a mis amigas y le guiño un ojo a Sighard, trataré de llevar a cabo las pesquisas que me habéis encargado lo mejor que pueda, hermano.

En un papel escrito por sighard y que es recogido disimuladamente por su hermana Ghela...

I- Cavestone -> Yda

II- Caverna escondida en Frogg Trees -> Leránide puede curarme

III- Destruye este escrito

Sighard disimula ante la visita que llega, aunque su cara avatida y sus ojos rojos delatan el haber estado llorando. Estoy bien queridas, estoy bien, gracias por visitarme la voz del caballero no es tan vigorosa como siempre. Me vendrá bien vuestra visita, pues Ghela ahora mismo me decía que debía irse, y no tengo ánimos para quedarme solo.