Partida Rol por web

Frog Cavern, supuesta guarida de bandidos y fieras. Para el maltrecho Rether, la oscura boca que se abre ante él es la salvación. Ni se molesta en comprobar si hay huellas o excrementos de algún animal potencialmete peligroso. Ahora mismo, el peligro está fuera. El dolor de los golpes, por lo menos, le ha hecho olvidar el hambre que estaba empezando a sentir.

-Vamos, Tizón. ¡Estamos salvados! - le dice al perro mientras se interna en la cueva.

BRRRUUUUUUUUUUUAUFFF GRRRRRRRRRRRRRR BBRRRRGRRRRR BUUUUF BUFFFF BUFFF GRRRRRRRRRR ladra y gruñe tizón a la persona que acaba de aperecer tras adentrarte en aquella cueva a la que nunca habías entrado antes.

Una mujer vieja, de aspecto demacrado y horrendo se acerca. Con una voz áspera y aguda habla ¿buenas noches chiiico, qué puedo hacer por ti? empieza a andar rodeandole lentamente en un andar lento. La mujer va encorvada.

Bien la cueva es profunda, incluso por el sonido que hace al fondo de todo el caer de gotas de agua te indica que incluso más adentro puedo haber un sistema de cavernoso. Ves poco, puesto que todo está oscurecido fuera y como mucho ves algunos reflejos azulados en la roca bañada por el agua que te indican donde hay una pared o donde está vacío. El suelo de piedra está mojado. Y la mujer parece bastante seca. En cuanto a objetos pocos ves en el rellano de la entrada, la mujer parece que haya venido a recibirte.

Rether da un respingo ante la aparición de la extraña anciana. Luego, intentando calmarse y acostumbrar sus ojos a la oscuridad de la caverna, acaricia la cabeza del perro para que se calle.

-Yo... - carraspea para aclararse la voz y disimular el ligero temblor- ...no quería molestar. Solo buscaba un sitio donde refugiarme de la tormenta.- El hilillo de sangre que desciende por su frente y su rostro amoratado por el frío corroboran que fuera se ha desatado un verdadero infierno. - Aunque si tuviese algo para comer, le estaría muy agradecido. Puedo pagarle - hace sonar los feudos que lleva en la bolsa- o cuando todo esto pase le puedo traer algo que necesite del pueblo.
Pese a la sonrisa con la que acompaña sus palabras, ese caminar alrededor suyo no le gusta nada. Le recuerda a cuando un lobo acecha a una oveja buscando el modo de hincarle los dientes en el cuello.

Tranquilo hombre, solo es una anciana...que vive en una cueva.- piensa inquieto.

Acercándose al tipo y cogiéndolo débilmente del brazo... acompáñeme, acompáñeme... algo se podrá hacer con su problema, si ha llegado hasta aquí no es casualidad, sinó necesidaddddddddddd alarga la última D durante unos segundos mientras su voz se va apagando...

Llegáis a una piedra grande que hace de mesa, y unas piedras todas ellas talladas para ser entre lo austero de lo más cómodo que sirven de asiento, están frías como el hielo. Hay un caldero en una punta, ahora enciende unas antorchas que cuelgan de la pared; una cueva austera, al fondo pasadizos que delatan otras galerías o quizá llegarán a cavernas desde donde esas gotas de agua se oyen caer, aquí dentro apenas se oye la lluvia externa a la cueva.

¿dime joven Rether, cual es tu problema?

-¿Cómo sabe mi nombre? - se sorprende - Mi problema...el de todo el condado. La tormenta. - sentándose a la mesa, recorre con la mirada el hogar de la anciana - Esta es la casa que ha salido mejor parada. Hay aldeas enteras inundadas, casas derrumbadas, campos anegados, animales ahogados. Y quiera Dios que no haya que lamentar la muerte de ningún vecino.

Luego Rether desvía la conversación hacia su anfitriona. Por un momento, ha estado a punto de hablarle de su hijo, pero algo le ha refrenado.

-¿Nadie sabe que usted vive aquí? ¿No está demasiado sola?- baja la mirada - Perdone, soy un bruto. Eso no es de mi incumbencia.

Llegando a la boca de la cueva, Heimlich echa un vistazo al interior. Y adentrándose para resguardarse del granizo avanza cuidadosamente.

Al entrar no ves a nadie, pero oyes una voces en el interior de la cueva. Parece que alguien más ha decidido resguardarse en el lugar.

Avanzando por la cueva, Heimlich decide ser precavido y desenfunda su scramsax. Armado y con más confianza avanza por la cueva al encuentro de la voces que suenan.

Llegas hasta donde empieza a iluminarse la sala y asomas la cabeza oyendo toda la conversación, hay una mujer anciana y muy desgarbada y horrenda sentada frente a un hombre empapado de pies a cabeza.

jijijijjjijijijijiji ríe la vieja con una risa inquietante que retumba por la estancia... yo se mucho joven Rether, mas no puedo hacer más que lo que aquellos me piden... le mira bien ¿como viniste a parar aquí siendo de drillstoke, la iglesia no estaba más cerca?

Tras pensarlo unos instantes, decide finalmente hablarle de Hessel.

-Buscaba a la herbolaria de Woltown. Necesito algún remedio para la fiebre porque mi hijo está enfermo. - contesta a la defensiva.

mmmmmmm, el pequeño Hessel, un buen chico ¿verdad? bueno... no todo es el fin, a veces el fin es el comienzo. Ahora tumbate ahí, estarás caliente y podrás dormir, cuando pare la tormenta te despertaré te señala un rincón Y ahora Helmich Mcludden puede dejar de acechar en la sombra cual rufián y cobijarse junto al fuego al igual que nosotros hacemos.

¿Hay alguien más en la cueva? - la idea de no estar a solas con ese mujer resulta tranquilizadora.

Fingiendo obedecerle, se levanta y pasa junto al caldero para echar un vistazo a lo que está guisando. La exagerada amabilidad y la manera en que elude las preguntas comienzan a levantar sus sospechas.

¿No será capaz de...?

Avanza unos cuantos pasos hasta desaparecer en la oscuridad en busca de aquel que se esconde pero no aparece.

- Hola señora. ¿Cómo sabe mi nombre?.

Heimlich sale de la oscuridad avanzando hasta el fuego que le atrae irremediablemente. Sus ropas mojadas, y la herida de su cabeza le piden descanso y calor. Así Heimlich avanza hasta la hoguera, para sentarse junto a ella. Con precaución aún deja su arma de afilada hoja junto a él, y frotándose las manos las expone al fuego para entrar en calor.

- Mal tiempo¿no?.- Comenta Heimlich al hombre que se calienta enfrente suyo con la misma hoguera.

-Veo que Dios también te ha apedreado.- bromea Rether mientras se toca la cabeza para ver si todavía sangra la brecha producida por el granizo.

- Me llamo Rether, de Drillstoke. No sé si ya nos habíamos visto alguna vez. Eres uno de los soldados del castillo, ¿verdad? - le ofrece la mano tras limpiársela en el jubón. Lo hace con disimulo, pero permanece atento a los movimientos de la anciana al tiempo que habla con el recien llegado.

jijijijijijijiaaaaaaaaaaa ríe sonoramente con esa risa chirriante y desagradable a todo oído yo se mucho, el ojo del águila todo lo ve y el sapo que croa cerca del lago sabe que todos somos parte del pecado, igual que es pecado afanar ahora solo dibuja una mueca amarga en su cara aquí todos somos vivos de entre los muertos.