Partida Rol por web

Al día siguiente, el señor Curly, el tipo trajeado alojado en el hotel, se levantó, bajó a desayunar y se encontró con Belle. Ésta le comunicó su intención de ir tras ese tipo llamado Calahan, el líder de la banda que sembró de terror el pueblo el día anterior. Afuera ya esperaban Davis el Flaco y un mexicano de nombre Pancho. Por lo visto, los cuatro bien podrían hacer frente a aquellos bandidos de tres al cuarto. 5000$ era una grata recompensa por coger a un tipejo como aquel.

Lo único que sabíais por boca del barman era que se escondían al norte, más allá del desiero que se extendía, justo en las primeras montañas que se veían. De momento, y sin ninguna pista más, todos acordásteis dirigiros hacia allí en la mañana soleada que os amparaba.

Tal vez no todos habíais empezado con buen pie, pero al menos teníais una meta común: la captura de ese malnacido de Calahan. Por ello, tras pertrecharos lo suficiente con agua, alimentos y como no, vuestro caballo y vuestas armas, pusísteis rumbo septentrional. Lo primero que vísteis fue una gran llanura de desierto, el de Chihuahua, por supuesto. Tras unos diez minutos de cabalgada rauda vísteis las primeras estribaciones montañosas en el horizonte, y en medio de ellas una humareda elevándose tras un par de montes rocosos a unas millas de distancia.

El caballo de Belle era un animal joven pero tranquilo. Tenia la capa parda y los cascos negros. La muchacha lo habia bautizado "Newton" pero raramente se dirigia a el por aquel nombre ni ningun otro. El animal resoplo al detenerse junto al resto.

-Humo-señalo Belle en la distancia-Podrian ser los hombres que buscamos o un puesto de vigilancia. Habra que andar con cuidado: despues de que perdiesen un hombre estaran alerta.

O distraidos. Los forajidos raramente eran disciplinados: despues de una incursion, lo normal era que se emborracharan y se divirtieran con sus prisioneros. Belle reprimio un estremecimiento de horror.

-Por lo menos no es una mujer -Valoró el flaco al ver al recién llegado, sin embargo su pulcritud y elegancia desentonaba en lo que representaban la mayoría de los que allí estaban-. Sin embargo... Os veo muy limpio para lo que vamos a hacer, la iglesia está por allí, ¿estás seguro de no haberte equivocado? -Le preguntó casi sin esperar respuesta.

Tras incorporarse sobre su equino picó espuelas y siguió el ritmo que la mujer decidió imprimir. Aquella mujer parecía emperrada en sobreesforzarse y pretender demostrar algo a alguien. Era absurdo quitarle aquella idea de su cabeza pues es bien sabido cómo puede ser la cabezonería de las mujeres.

Una columna de humo les dio la bienvenida a aquel erial escarpado

-No creo que sean los de antes, no serían tan idiotas de anunciar su posición cerca de donde han actuado.- Opinó contraviniendo a la que había hablado.

Acudieron al encuentro con la mujer del parche, que decía llamarse Belle, a las afueras del pueblo. Una vez allí, descubrieron quien era el cuarto compañero con el que repartirían la suma de la recompensa. Por sus pintas no tenía el aspecto de alguien que se dedicara demasiado a ganarse la vida con misiones como la que estaban llevando a cabo. Pero fue su nuevo y flacucho amigo el que puso voz a sus pensamientos, con algo de ironía. Le caía simpático aquel tipo, esperaba que un par de balazos no se lo llevaran a las primeras de cambio.

Al poco de internarse el grupo en pleno desierto de Chihuahua, divisaron una columna de humo que automáticamente puso a todos en alerta. Pancho puso todo su empeño en vislumbrar desde aquella distancia todo tipo de información que pudiera serles útil. Pero justo cuando intentaba esforzar su vista, un golpe de aire lanzó una buena cantidad de polvo sobre su cara, haciendo que el mexicano pronunciara una serie de maldiciones e improperios a media voz, antes de dirigirse a sus compañeros.

-Estoy con el flaco, señora. No encontraremos a esos tipos tan cerca del poblado, a estas alturas deben haber puesto buena tierra de por medio. Estarán bien escondidos, no al raso haciendo una fogata.

-¿Qué sugieren entonces? ¿Acercarse a esa hoguera con una bandera blanca y confiar en la buena voluntad de quien quiera que haya acampado ahí? Debo advertirles, caballeros, que en este tipo de trabajo se reciben balazos por menos de nada...

Belle suspiró en silencio. Novatos. Se había juntado con novatos para dar caza a unos bandidos peligrosos. Aquello tenía visos de acabar muy mal. Esperó con todas sus fuerzas que cuando las cosas se pusieran feas no salieran corriendo. 

PNJOTIZADO.

Gracias, joven -respondió Curly subido en su caballo-, aún me faltan rezar en el templo un par de Padrenuestros, uno por usted y otro por su caballo*, si Dios quiere. Yo reparto balas sin mancharme tan siquiera el traje. Y dicho lo cual, con tal presentación ante Flaco y el resto, Curly se unió tras la estela de Davis al grupo de viaje.

Cuando más tarde el Flaco oteó el horizonte oteó en esas millas de distancia de la columna de humo, lenguas de fuego. Fuera lo que fuera que estuviera "cociéndose" en aquel monte, sin duda que era un incendio (pues el humo tornaba a veces negro y bastante irregular como para ser de chimenea u hoguera). Tal vez fuera el rastro de los maleantes de Calahan, tal vez no.

-Nada de banderas blancas. -Opinó el flaco- Es un fuego, de hecho bastante grande... Así que es bastante probable que sea parte del rastro de los comancheros. -Valoró oteando en el horizonte.

-Deberíamos confirmarlo con los supervivientes. Puede que sepan hacia dónde han ido.

Después de su frustrado intento, Pancho se quedó más tranquilo al observar que nadie parecía haber observado su torpeza, o al menos no habían querido comentarla. Por si acaso, prestó atención a las palabras de Davis con algo de disimulo y decidió aportar su opinión como si también él hubiera divisado con facilidad el incendio.

-Sean víctimas de esos desgraciados o no, deberíamos aproximarnos a ver que ha sucedido en el lugar para que se produjera semejante incendio. Pero deberíamos ir con precaución, no sabemos lo que vamos a encontrar.

Miró a sus compañeros, como esperando a ver la reacción que causaban en ellos sus palabras.

-Adelante entonces-dijo Belle-Si eso es un incendio provocado, puede que sepan algo.

Y espoleo su caballo colina abajo.

Todos espoleásteis vuestros queridos caballos para dirigiros a las montañas. Cruzáteis el ancho desierto de Chihuahua hasta comenzar a elevaros por las primeras estribaciones de tales montes. Tras una media hora de cabalgada en la que subísteis por una vereda polvorienta y rocosa, llegáteis a una explanada en la que se alzaba el origen del humo. Allí había un pueblo (o más bien lo que quedaba de él). Se trataba de un campamento de colonos (básicamente tiendas de campaña y algunos carros) calcinado ya casi por completo...

El campamento se ubicaba junto a una estructura de extracción de mineral, donde había varios vagones de cobre, algunos raíles, y un par de agujeros rudimentarios en la propia montaña. Era una pequeña explotación local. En medio de la aldea los colonos (hombres, mujeres y niños) apagaban afanosamente el fuego que aún se elevaba con mantas, escobas y cubos de agua, de la manera que podían. Estaba claro y era visible que un gran destrozo se había causado allí no hacía mucho, pues tiendas, casetas, carros y todo tipo de aperos de labranza y minería yacían esparcidos por doquier.

-Saludos buenas gentes. -Acompañó sus palabras con un leve movimiento de sombrero sin descabalgar de su montura-. ¿Qué ha pasado por aquí? -Preguntó antes de aventurar falsamente confiando en que le iban a corregir- ¿Cheyenes?

No, señor -dijo uno de ellos dejando por momentos una pala con la que estaba arreglando una zanja-. Unos tipos a caballo llegaron con malas intenciones, abofetearon a un par de mujeres, saquearon la tienda de provisiones y se llevaron varias cosas. Luego los malnacidos lo destrozaron todo, ¡todo! -extendió los brazos para que viérais la farragosa situación de incendio y destrucción-.

Una vez se acercaron, comprobaron que el estado de aquel poblado era como si un huracán hubiera pasado por allí arrasando con todo a su paso. Se dirigieron a alguno de los hombres que parecían atareados tratando de arreglar los destrozos. Davis preguntó por los responsables de aquello y una vez el tipo les respondió, decidió animarse él también a hacer alguna pregunta.

-Vaya, lamento mucho lo ocurrido. ¿Pudieron llegar a contar cuantos eran? ¿Y podría decirnos en que dirección se marcharon?

Puede que a aquel pobre hombre le sorprendiera tanto interés en los tipos que habían desencadenado todo aquel desastre, pero era de suponer que tenía asuntos más urgentes ahora mismo de los que preocuparse.

El tipo miró luego al mexicano.

Pues llegué a contar a ocho desgraciados... -dijo-. Y luego cabalgaron por allá -señalando con el dedo en una dirección-, marchando al norte. Debieron bajar por el otro lado de la montaña...

Luego volvió a sus quehaceres.

-No sé qué opináis... Creo que son los nuestros-. Valoró seriamente el Flaco. 

- Actúan igual, dejan el mismo rastro de destrucción y parecen ser el mismo número de desgraciados.- Como si quisiera reforzar su teoría movió la brida de su montura para orientar su cabeza en la dirección que les indicó aquel pobre diablo al que le habían dejado sin nada.

El mexicano escuchó atentamente las palabras de aquel pobre hombre. La información que les había proporcionado no era mucha, pero más que suficiente para hacerse una idea, las cosas tenían la misma pinta que lo que habían visto el día anterior en el pueblo. El flaco habló, y el también quería compartir sus impresiones.

-Parece que son los mismos, si señor...-Hizo como que calculaba el número de hombres que les habían dicho, contando con los dedos-Sin duda, deben serlo. Y ahora tenemos una dirección para seguirles, al norte tras esa montaña. Cuando les parezca bien, salimos para allá.

-No creo que haya muchos más grupos de bandidos por aquí-dijo Belle-En cualquier caso, seguro que hay recompensa por cualquiera de ellos.

Y picó espuelas en la dirección que les indicaban.