Partida Rol por web

Cuando apuró las últimas gotas de su brebaje, llamó al posadero para entregar las monedas que correspondían a su consumición y a la de su acompañante. Luego se la quedó mirando y simplemente la dijo: ¿Dónde te apetece ir? ¿Quieres conocer a alguien más de la arena, o prefieres que nos vayamos a descansar?

-"En realidad estoy un poco cansada, creo que prefiero dejar el recorrer la ciudad para cuando haya dormido un rato, respecto a los demás gladiadores, algo me dice que no todos son amables y gentiles como tú. Creo que quiero conocerlos un poco mejor antes de abrirme a ellos. Una chica tiene que tener cuidado en sitios como éste." - 

Yemma parecía realmente agotada, probablemente ella no había llegado en caballo, realmente sus ropas no daban la sensación de que tuviera mucho dinero. Incluso su armadura era bastante sencilla y tenía toda la pinta de ser capaz de soportar una armadura más pesada, la misma pinta que tenía de no poder permitirsela.

Cuando Xera se quedó sola en el cuarto pudo entrever que la luz del día prácticamente se había extinguido, a pesar de que podía ver el cielo lejano por encima del coliseo. No era tampoco demasiado tarde, si quería salir; aunque era muy probable que Iñigo se hubiera quedado en la taberna bebiendo... o buscando alguna golfa que le aliviase el calentón que ella le había provocado.

Ya había examinado sus salidas antes y sabía que descender por la fachada no le sería excesivamente difícil, aunque sí algo arriesgado... pero a esas horas llamaría mucho la atención de la gente que aún había en la plaza.

Shail se ruborizó ante las palabras gentiles de su interlocutora. Tomó el cambio de las consumiciones que habían bebido y devolvió una amplia y sincera sonrisa.

Bueno, Yemma, pues no quiero molestarte más. Si quieres te acompaño a la celda, allí podremos descansar, hoy ha sido un día agotador para los dos. Dice concluyendo la conversación y marchándose a lo que durante ese período sería su hogar.

Shail y Yemma se despidieron en la zona común después de cenar un estofado demasiado aguado y tanto arroz especiado como pudieron comer; de beber había una cerveza muy suave, probablemente habría hecho falta para emborracharse más de la que serían capaces de ingerir. Varios de los gladiadores les miraban disimuladamente, sobre todo a ella. La celda del explorador era bastante común, aunque había dormido en sitios peores. El camastro era duro y la manta áspera, pero hacía calor y estaba limpio, estuvo a punto de cortarse al acostarse olvidando que Andrik le había advertido de que dejaría un par de dagas escondidas en la almohada, por si acaso.
 
Shail estaba dormido, era consciente, pero unas voces se filtraban en su sueño, una era de Yemma, que discutía con otras voces, decían cosas que él no entendía, de modo que su mente empezó a rellenar las conversaciones con sus propias fantasías y rostros para las demás, caras sacadas de las nuevas que había conocido, gladiadores que incluso, cambiaban de frase a frase.
 
Un ruido fuerte y seco le espabiló, aún aturdido por el repentino despertar, se dio cuenta de que la conversación surrealista que había en su sueño era una discusión en el mundo real. Había gente peleando al fondo del pasillo, reconocía como en su sueño la voz de Yemma, y otras cuatro – masculinas - que no le eran familiares. La mujer sonaba entre furiosa y asustada, las de los varones enfadadas y peligrosas y se oía forcejeo y quejidos de vez en cuando.
 
-“¡No! ¡Bastardos, dejadme en paz, os mataré a todos por ésto!” –   oyó decir a Yemma justo cuando recuperó del todo la consciencia.
 
-“Vamos, putilla, si seguro que lo estás deseando. Deja de resistirte, te irá mejor. Puede que si te relajas incluso lo disfrutes.” – oyó a uno de los varones.
 
Frases incluso más desagradables se escuchaban a la vez de los demás. En ese momento Shail oyó un golpe seco, un mazazo probablemente, y un fuerte grito de dolor de Yemma.
 

Shail se levantó empapado en sudor e inmediatamente llevó sus manos hacia las dagas que tenía bajo la almohada. Se puso en pie a gran velocidad, pero cuando estaba a punto de despertarse se dio cuenta de que lo más probable es que ya llegase tarde para salvar a Yemma. Así que, enfundó su daga en su bota y la otra en su cinto, tratando de que nadie pudiese ver que la tenía allí escondida.

Estaba sumamente nervioso, iba a tratar de ver lo que había pasado y procuró no ser ni oído, ni escuchado. Quería ver todo lo que estaba sucediendo, pues aquella situación no pintaba nada bien y quizá ella fuese una de las víctimas que estaban tratando de secuestrar. Quizá ella pudiese sumarse al número inconmesurable de gladiadores desaparecidos.

Shail se acercó a la puerta de su celda sigiloso, ésta chirriaba más de lo que le hubiera gustado, pero al fondo del pasillo había un jaleo considerable y nadie se dio cuenta de que se asomaba. Había poca luz, procedente de uno de los candiles que iluminaba el fondo, pudo distinguir cuatro figuras arremolinadas en torno a otra en el suelo, que forcejeaba porque el resto la mantenían inmovilizada.

Oía claramente que la derribada era Yemma, que intentaba gritar sofocadamente porque la tenían amordazada, una de las cuatro figuras estaba tironeando, arrodillado entre las piernas de la chica que mantenían abiertas otras dos que además ayudaban a sujetar sus brazos a la cuarta.

Desde donde estaba Shail no podía percibir nada más, a causa de la semioscuridad imperante.

Shail pensó en un momento en su hermana Xera, sabía que ella no era. Ella jamás llegaría hasta ese punto, la chica tenía que ser Yemma, pero un par de sentimientos contrarios se cruzaron por su cabeza.

Por un lado debía proteger a la muchacha, había estado con ella hacía escasas horas y no podía dejarla allí, a merced de aquellos cuatro matones que podrían hacerla cualquier cosa. Solo de pensarlo, se le pusieron los pelos de punta.

Pero por el otro lado, si se arriesgaba a ayudarla y a luchar con los cuatro maromos, podría ponerse en peligro él y en peligro a la misión. Luego echó un ojo al resto de celdas ¿acaso era el único que estaba escuchando lo que estaba pasando? Quizá alguno de ellos podría ayudarle, pero uno contra cuatro, o en el mejor de los casos, dos contra cuatro, si es que Yemma estaba en condiciones de luchar, era demasiada desventaja como para arriesgarse.

Así que, Shail se acercó tocando la daga que había en su cinto, quería ver si había alguien más en el resto de celdas y si alguno había escuchado lo sucedido, y también debía acercarse un poco más, para ver si era capaz de distinguir si alguno de ellos poseía algún tipo de arma.

Xera había terminado por quedarse dormida, relajada con la tranquilidad de haber controlado la situación con facilidad. Estaba reposando tranquila cuando su sueño cambió. Era muy consciente de estar soñando pero, a la vez, sentía que había algo que no era normal en su sueño; había soñado antes que era otra persona o una ella que no era, exactamente, la misma. Pero esa vez soñaba que era su hermano Shail.

Estaba en un lugar muy oscuro, debía ser silencioso o silenciosa o... diablos aquello era confuso. Había gritos y pelea. No entendía bien qué pasaba, deseó acercarse y averiguar qué pasaba, pero no controlaba lo que ocurría o cómo evolucionaba ese sueño, era como si no fuera completamente suyo, como si fuera una pasajera.

Por fin la escena cambió y, en penumbras, pudo distinguir cuatro figuras, estaban alrededor de otra, a la que habían derribado y estaba inmovilizada. No sabía qué pasaba, y se sorprendió gritando ¡que la están violando, qué va a pasar! pero no podía hablar, ni comunicarse. Estaban en el pasillo de un cárcel, aunque las aberturas laterales a veces tenían barrotes y a veces eran las pesadas puertas con mirador que ella asociaba a los calabozos.

La figura inmovilizada... no tenía cara, sólo un cuerpo femenino vestido con armadura de cuero y... pelo, pelo rojo que le cubría no solo la parte de atrás de la cabeza sino la cara también. Las otras figuras eran masculinas, tres más grandes, la cuarta - que estaba ocupada intentando quitarle los pantalones a la mujer - más menuda y, por algún motivo, todas tenían la cara de Iñigo, aunque sólo veía la parte de atrás de sus cabezas, tenían su cara sobrepuesta a su cabellera.

Shail pudo acercarse un poco más sin ser percibido. Por el camino pudo asomarse a las celdas había entre la suya y la de Yemma, en cuya entrada es donde se estaba produciendo el lamentable espectáculo; algunas estaban vacías - la mayoría, de hecho - y en las otras, el ocupante parecía estar durmiendo. Shail dudaba de que los gritos no hubieran despertado a aquellos tipos, de modo que tenía que suponer que estaban asustados o eran indiferentes al destino de Yemma.

El explorador miró atento a los cuatro violadores; dos de ellos los que sujetaban a Yemma las piernas para que no se moviera ni las cerrara, eran fornidos y grandes, uno de ellos tenía un palo de considerable tamaño junto a las rodillas, el otro no parecía armado. Un tercero no era tan grande ni tan robusto, pero tenía el aspecto fibroso y fuerte de los gladiadores más ágiles y estaba sujetando a la chica los brazos a la espalda. Mientras el cuarto, que bajaba ya los pantalones de cuero de Yemma por debajo de las rodillas era pequeño y rápido, ligeramente encorvado. Ninguno de los dos últimos parecía tener armas, aunque no podía ver nada que hubiera a la espalda del que sujetaba los brazos de Arcerojo, porque pillaba justo en el extremo opuesto al suyo de la refriega.

Shail no podía creerse lo que estaba sucediendo, y no tenía muy claro si iba o no a poner en peligro la misión por la que había venido a luchar allí. Estar sin su hermana cerca, ahora que por fin volvían a estar juntos, le hacía sentirse un poco vulnerable y perdido. Ella siempre había sido la cabeza pensante y la que le decía como actuar en cada situación.

No es que Shail fuese un autómata, o no es que tuviese personalidad, pero normalmente Xera tenía razón y las cosas así parecían más sencillas. Pero ahora, con Yemma en aquella situación y a punto de ser violada, Shail desenfundó las dos dagas que afortunadamente le habían dejado debajo de la almohada, si apuntaba bien y seleccionaba un punto crítico, era más que probable que lograse acabar con uno de ellos. Pero por otro lado, ¿y si no era suficiente para matarles? Uno de ellos estaría herido, mientras que los otros tres podrían estar preparados para la lucha al momento.

Fuera lo que fuese, debía actuar. No podía permanecer más tiempo quieto contemplando lo que estaba pasando, si tuvieran algún tipo de arma, esperaba al menos deshacerse de ella, o bien que Yemma fuese capaz de tomarla y luchar con ella. Eso si no salía corriendo.

Shail respiró profundamente y moviéndose despacio y en silencio y aprovechando las sombras que había entorno a la aberrante escena, se acercó con ambas dagas en las manos preparado para encajar un golpe, supuestamente fatal, al hombre que tenía a Yemma aferrada por los hombros.

En cuanto Yemma cayese al suelo y con las manos libres, ya podría hacer gestos más rápidos para salvar sus piernas, y entonces podría escapar o ayudarle a acabar con ellos.

Llegar al violador más alejado resultaba imposible sin llamar la atención, tendría que usar su ventaja contra el que desnudaba a Yemma o contra uno de los que le sujetaba las piernas. Por suerte estaban tan enfrascados en su tarea y la pelea con la norteña que ni siquiera le vieron venir, el más lejano estaba fuera de su alcance inmediato, pero un último movimiento felino podía llevarle a acuchillar a cualquiera de los otros tres antes incluso de que supieran que estaba allí.
 

Xera en el cuerpo de Shail, o Xera-Shail o quien quiera que fuera ella en el sueño seguía acercándose a los Iñigos, o la gente con la cara de Iñigo en la parte de atrás, de al lado o encima de la cabeza según ésta se movía. Oía claramente la voz de la mujer de la cara de pelo rojo, pero no entendía las palabras, aunque sabía que protestaba y se quejaba, lógico – se dijo – yo también lo haría si me violaran. Había mucha gente a su alrededor, pero por algún motivo, se sentía muy solo… sola… lo que fuera. Se echaba de menos a ella misma y sentía muchas dudas porque  la están violando, se dio cuenta muy preocupado, ¡pero si ella ya sabía que la estaban violando! Pero ¡estaban violando a Xera!… Eso sí era nuevo y no lo sabía… pero no, en realidad a ella no le pasaba nada, se daría cuenta si la estaban violando ¿no?; era a pelo-rojo – y ya lo sabía desde hace un rato, no se había dado cuenta ahora – no sabía ya nada era muy confuso, sólo sabía que la preocupación había dado paso a la furia.
 
Y, con la furia, todo se volvió rojo, y el rojo era sangre, sangre que le cubría las manos.
 

El objetivo más claro era el hombre que estaba desnudando a Yemma, estaba suficientemente cerca como para acabar con él de un solo golpe, si había suerte, el segundo sería eliminado en ese mismo instante, y con más suerte aún, el tercero se iría corriendo de allí.

No le hacía ninguna gracia la situación que estaba sucediendo, y aunque quizá luego tuviese que explicar lo ocurriido, y aquello podría provocarle más altercados con la guardia local, decidió que no dejaría que deshonrasen a la única persona con la que había tenido algo de contacto al llegar allí.

Y sin dudarlo más, se acercó al violador para poder clavarle sus dagas por detrás, como si el otro fuera un animal, y Shail el cazador que le daba presa.

Shail se acercó al hombre por la espalda, éste, de forma casi sobrenatural, pareció presentirle, dejando de tirar de los pantalones de Yemma y dándose la vuelta, Shail tajó con las dagas el cuello del hombre de forma superficial, ocasionándole un ligero desgarro que sangraba peligrosamente.  

Con una velocidad increíble, acuchilló el hombro del tipo y alzó la otra daga dispuesto a hacerle una cruz en el pecho pero el hombre había puesto los ojos en blanco y se desmayaba, de modo que retrucó las muñecas y la cuchillada acabó tajando la muñeca de uno de los que sujetaban abiertas la piernas de la (futura) gladiadora, obligándole a soltarla con lo que ella empezó a repartir patadas en todas direcciones.

Como un torbellino, Shail no dejó que la cuchilla perdiera inercia y la clavó en el hombro, usándola para mantener una ligera presa que le facilitase desgarrarle el pecho con la otra daga.

Los tipos miraron a Shail con ojos aterrados, soltaron a Yemma, que estuvo a punto de romperse las piernas cuando sus patadas se desviaron y se estrellaron contra los barrotes de la puerta de su celda. Los tres violadores salieron corriendo, espantados, abandonando no solo a su presa sino a su compañero malherido, que se desangraba en el suelo.

El explorador miró un segundo a Yemma para estar seguro de que estaba bien y, colorado, apartó la mirada, cuando vio... bueno, digamos que acababa de comprobar que la chica era pelirroja natural. Mientras se recomponía, se dio cuenta de lo que acababa de hacer... ¿Se habrían dado cuenta de su tormenta de dagas? Shail no conocía a mucha gente capaz de mostrar ése nivel de habilidad y, de algún modo, dudaba que fuera lo que se esperaba de un aspirante a gladiador.

El velo rojo se disipó y uno de los Iñigos estaba tirado en el suelo, en medio de un charco rojo cada vez mayor. Pero no era un Iñigo, era aquel hombre que intentó violarla en un sucio callejón de su ciudad natal. Otros muchos - sabía que tres, aunque no sabía cuantos veía - corrían despavoridos alrededor de ella por todo el callejón, aunque si intentaba tocarlos se alejaban y, además, no estaban ¿ya? en el callejón sino en una cárcel, o en un sitio con barrotes, al menos.

Estaba más relajado pero había algo que le preocupaba, algo relacionado con ser un gran guerrero ¿por qué podía ser un problema ser un gran guerrero? No lo sabía, pero lo era, o había algo malo en ello. Mientras el hombre tirado en el suelo se desangraba haciendo más y más grande el charco rojo que se confundía con el pelo de la mujer que estaba tirada en el suelo pataleando ¿o no era el cabello?

La sensación era muy frustrante. Por mucho que supiera que no era yo, al mismo tiempo sí lo era. Intentaba hacer movimientos, pero mi cuerpo (no, no era mi cuerpo) no me respondía. Me notaba angustiada y al mismo tiempo enfadada. ¿Cómo podían violar a la mujer del pelo rojo? ¡Debía evitarlo! Pero yo no era, sólo lo veía...

¡Íñigo! intenté gritar al ver a todos esos hombres con su aspecto. ¿Qué podía significar? ¿Estaría viendo mi futuro? No, no podía ser... ¿Pero entonces qué?

Quería salir de esta experiencia, pero no podía. Tampoco lo intentaba, había algo que me empujaba a quedarme allí.

Shail, shail... intentaba comunicarme con mi hermano. ¿No era él, acaso? ¡Sálvala como me salvaste a mí! grité, sin esperar ser escuchada.

Ese recuerdo inundó mi memoria. Sentía lo mismo que entonces, pero... ¡Estaba viendo como aquel hombre me intentaba violar! Intenté moverme, pero sólo veía como no podía hacer nada por liberarme. Una angustia creció en mi interior, se tornó roja como la ira...

Y pude respirar tranquila cuando vi, a través de los ojos de Shail, a ese hombre desangrándose. ¿Qué significaba todo aquello?

Shail volvió a agobiarse por la situación, esperaba que esos tres gladiadores fueran algo más poderosos, pero parecía que no. Eran simples aldeanos que tenían intención de violar a una pobre muchacha. Había logrado evitarlo, aunque ahora podría meterse en un grave problema.

Shail miró a Yemma tratando de cambiar de tema por haberle visto... bueno, por haberle visto lo que le había visto. Así que trató de alzar la mirada, pero prefirió no hacerlo. No quería incomodar más a la muchacha. Así que, mientras observaba las heridas de su enemigo le pidió a Yemma que fuera a por algunas vendas o algún trapo o sábanas para estabilizar a aquel desgraciado. No era muy buena idea verle morir en aquel momento. Luego miró sus dagas y le dijo; por favor, busca un sitio para esconderlas, temo que venga la guardia y las descubra, están prohibidas pero las escondí en mi celda pues me habían dicho que dormir aquí podría ser muy peligroso. Escóndelas y tráeme algo para sanar a este tipo. Y tras esas temblorosas palabras, preocupado por lo que pudiera suceder a partir de entonces, se dispuso a analizar las heridas del caído y ver qué podía hacer por él.

Shail se arrodilló mientras esperaba que Yemma volviera,