Partida Rol por web

Aërengoll se giró con un rápido movimiento y trató de entender qué era lo que se movía allí cerca de la iglesia. Las cosas se estaban volviendo un tanto oscuras a medida que ellos se iban internando más y más. Desde luego, a quién fuera, no le gustaba que metieran las narices en sus asuntos.

Después se quedó unos instantes pensando, tratando de recordar si habia visto algo parecido antes. Eso le hizo perder unos minutos mirando fijamente el mismo sitio... Entonces, recordó...

La figura tenía un rostro indefinido, era desgarbada y lucía un traje talar. Y lo que más os llamó la atención fue una curiosísima tiara que coronaba su cabeza. Eso sí, la habíais podido contemplar tan sólo un instante.

Os volvéis a estremecer al escuchar de nuevo las campanadas desafinadas del templo. Aërengoll las reconoce como llamadas al culto y a la oración, pero no eran como las que oficiaban en los templos de Ulmo o Uinen, allá en su tierra. Erandil también mira extrañado. Y Atandil tiene el culo pegado a la pared de una casa, mirando en todas direcciones, pues cree haber oído pasos cercanos, o algo así murmura. 

- Creo que si están llamando al culto será el momento perfecto para meterse dentro de la casa. -Susurró a sus compañeros.  Sentía que lo que quería hacer era ir dentro del templo y acabar con cada uno de los feligreses como si de una santa limpieza o una santa inquisición se tratase. Pero había cosas más importantes que hacer. Alertado por Atandil, miró en derredor buscando el origen de las pisadas, sin parecer nervioso, pues no quería levantar más sospechas. Ya averiguaría más tarde quién era el pontífice pagano.

Sí, se oye el arrastrar de pies viniendo hacia vosotros. O eso parece. Esperáis un poco para corroborar la información del bardo. Y efectivamente, al rato, como materializándose desde la negrura de la noche, van apareciendo unas figuras furtivas calle abajo. A las que se unen otras procedentes de otras callejuelas paralelas o perpendiculares. Era imposible distinguir sus facciones desde donde estabais, pero sus andares encogidos arrastrando los pies resultaban abominablemente repelentes. Dan escalofríos. Erandil y Atandil, instintivamente, desenvainan sendas armas. Y de repente, como si Ulmo y Manwë se batieran entre las nubes, rompe a llover de nuevo.

-¡Pardiez, si no somos unos insensatos! -murmura Atandil- deberíamos habernos movido acechando. Sin que nadie pudiera vernos. La insensata seriedad y el pavor del viejo Zadok le habían contagiado una inquietud cada vez mayor, incrementada de repente al contemplar esas sibilinas figuras.

- Si nos hubiesen querido matar ya lo hubieran hecho, Atandil. Mas no deben percatarse de nuestra presencia cuando comenzamos a meter el hocico en plato ajeno. - El clérigo parecía seguro de sí mismo y de su escolta. Estaban llamando a oración y allí se dirigían todos. Era posible que fueran a hacer un sacrificio y eso no le agradaba en demasia. Quizás debieran echar un vistazo antes de nada.

-¡Que Melkor me lleve si esos hideputas no vienen a por nosotros, Aërengoll!-masculla Atandil. 

-Sí -corrobora Erandil-, me parece que ya hemos metido el hocico en plato ajeno...

- Por "aquel que todo lo sabe" que ésto se está complicando mucho. Si éstas gentes vienen a por nosotros, poco vamos a poder hacer. - dijo Aërengoll echando a andar.-  Vayamos a las afueras del pueblo, aprisa. Tratemos de escondernos allí y cuando todo amaine un poco, consigamos ese artefacto maldito.

Se hallaba un poco confuso. Él no era hombre de acción y aún no habían hecho demasiado para llamar la atención, salvo hablar con ciertas personas y nombrar ciertos nombres paganos.

La respiración del hombre comenzó a acelerarse progresivamente, y su preocupación aumentó considerablemente.

-Si pardiez, sera mejor abandonar el lugar de momento, y buscar alguna otra entrada a la casa, pues de seguro, Obed tendra alguna salida para huir en caso de peligro.. Id vosotros delante que os cubro las espaldas por si la cosa se pusiera aun mas turbia... vayamos a la cala o a las ruinas del templo del todo sabedor Ulmo...

Mientras mis compañeros van delante yo  me apresuro apara no perderlos sin perder de vista mis espaldas , mantengo el ritmo  que ellos lleven aunque de seguro se fatigarian antes que mi merced, por lo menos Aerengoll que aun no siendo una persona de avanzada edad si algo mas mayor que yo y no esta tan acostumbrado a estos ejercicios... intento estar pendiente de ellos por si necesitasen una mano para algo (muchas cosas a las que estar pendientes).

Oh! señor Ulmo, protegenos de todo mal que contra ti se fuere a levantar, tus humildes siervos necesitan de tu proteccion...y con la espada en una mano y la otra en el pecho, como sujetandose algo (el medallon), murmura estas palabra sin alzar la voz como si solo lo escuchara el, aunque el aire que sopla en estos lares sera suficiente para que Ulmo escuche sus plegarias.....

La situación había cambiado, de repente, muchos ojos saltones, llorosos y que no parpadeaban, os miraban fijamente desde la sombras de sus estameñas; caminaban hacia vosotros con paso poco seguro, intercambiando algunas palabras guturales casi imperceptibles. Se había puesto a llover de nuevo y un relámpago -que había caído en la playa- ilumina todas esas siluetas siniestras que ya habían alcanzado vuestra posición. Debían ser una decena, aunque sólo a cuatro o cinco los teníais encima. La mayoría llevaba palos y cuchillos. Erandil esbozó media sonrisa: ¿Palos y cuchillos? -pensó- es hora de hacer sushi*.

-Cuidado -murmuró el bardo -no podemos dejarnos atrapar, pero tampoco masacrarlos. No podemos permitirnos que sepan que somos diestros, o demasiado peligrosos. Quizás tomaran más precauciones. Y estos engendros seguro que tienen hermanitos mayores. Un escalofrío recorre la espina dorsal de Atandil.

»Quizás deberíamos salir de aquí. No parecen muy rápidos, y si intentan cercarnos en las callejuelas de este malcarado pueblo, siempre puedo tratar de confundirlos con mis sortilegios-concluye sin dejar de asir el arma por delante suyo.

- Justo pensaba en algo parecido, maese Atandil - dijo Aërengoll mientras daba un paso adelante colocándose al lado del paladín.

Con un gesto de la cabeza, llamó su atención. - Ve, Erandil, pues por delante quizás haya más peligros que yo no pueda controlar. - entonces sonrió.

Esperaba que su compañero comprendiera que lo mejor era irse de ahi antes de hacer nada excesivamente llamativo. Comenzó a mover las manos. - Arrrhhh sceeletas osscuriteee kaleass - dijo subiendo progresivamente el tono de voz. 

De su mano salió despedido un pequeño rayo negro que en cuanto hizo contacto con el primero de los enemigos estalló en todas direcciones. Pronto, todos los hombres reptilianos se encontraron dentro de un círculo mágico de oscuridad.

- Eso les entretendrá. Corramos ladera arriba.

Lo dijo mientras se giraba en dirección a la colina que ascendia hacia la casa de Obed. Es necesario que nos demos prisa en conseguir nuestro objetivo.

   Al ver la espesura negra que empezó a cercar a esos pobres (pero peligrosas) criaturas, decidió hacer caso a las palabras siempre sabias de su amigo Aerengoll.

  Pues claro rediez, iré abriendo paso calle arriba, pero por Ulmo os lo pido no os rezaguéis en demasía, pues aunque sean lentos, mucho están y si por dios no quisieran os cercasen, en gran aprieto estaría su merced, digo mientras tomo la cabecera del grupo.

   Con paso rápido y firme avanzo calle arriba, mientras que descuelgo de mi espalda mi escudo que embrazando firmemente, me dispongo para la más que probable lucha….oh! Astaldo* que de tu gracia y poder sabedor soy, cédeme un atisbo de esa valentía en estos lúgubre momentos de desesperación…

De repente, una niebla negra surge de los dedos de Aërengoll, y serpenteantes jirones de oscuridad van avanzando hacia las figuras, y envolviéndolas, ante su estupor. También caéis en la cuenta de que el caserón de Obed estaba ubicado en la punta de un promontorio, si no habíais oído mal al muchacho. Y aprovechando la confusión causada por el sortilegio, hacia el mar os dirigís. Erandil tiene que golpear con el escudo a un par de individuos de esos, que os cerraban el paso, y que nota asquerosamente blandos. 

Cuando llegáis a la zona oeste del pueblo notáis indicios de vida escuálida -almadrabas que parecen todavía en uso, tejados remendados aquí y allá, algún que otro ruido de origen indeterminado y raras figuras que arrastraban los pies por sombrías callejuelas embarradas y sin pavimentar en dirección a vosotros, aunque siempre por detrás-, mas se os antoja más agobiante que el abandono del sur y del este, pues las figuras -cuyo número iba en escalofriante aumento- son más repelentes que las que habéis visto hasta ahora. ¡De dónde carajo salía tanta gente si parecía un pueblo casi abandonado!

Otro detalle que os incomoda bastante es la distribución de los escasos y débiles sonidos que escucháis. Lógicamente, todos tendrían que venir de las casas manifiestamente habitadas -de algunas surgía una leve luz por entre las rendijas de las ventanas, tapiadas con maderos- pero a veces sonaban más fuertes en las casas oscuras y abandonadas, atrancadas tras gruesos postigos en las puertas-. Se trataba de crujidos, carreras apresuradas y ambiguos ruidos roncos. Y no os podíais quitar de encima la sensación de estar siendo observados desde todas partes por esos taimados ojos fijos que nunca se cerraban.

Y parece que algo había llamado la atención de Atandil, porque llegados a una sinuosa callejuela anexa ya a la playa, os frenó, echándose contra la pared. 

-¿Han oído esos vuestras mercedes? -susurra con el dedo índice pegado a los labios sugiriendo silencio- espere un momento, Don Aërengoll. Con el ruido de la lluvia era difícil oír nada.

- Estoy seguro de que tiene que haber alguien - dijo Aërengoll nervioso - mas nosotros somos los únicos que salen a la luz del sol. El resto permanecen parapetados, seguramente tras los tablones. - decía mientras caminaban con paso raudo.

El clérigo se agarraba la túnica, elevándola por encima de los tobillos para poder trotar más cómodamente.

Al llegar a la callejuela y escuchar a Atandil, trató de prestar atención para ver si conseguía oir lo mismo que el bardo.

Atandil susurra una meliflua y breve salmodia. Parece que realiza algún tipo de sortilegio* que aumenta su percepción auditiva, y ahora, una serie de abigarrados sonido cuya fuente ignoráis son captados por el bardo con inusitada nitidez. 

-¡Ya le parecía a este hijo de su madre!¡Pardiez, si este pueblo no está horadado de corredores subterráneos o algún tipo de catacumbas!. ¡Y vive Eru que hay más actividad en sus entrañas que al aire libre! -hace una breve pausa, y entonces, se le ensombrece el semblante- Y a parte de guturales aullidos -imposibles en una garganta humana e incluso orca-, he oído pesadas formas que reptaban y un gruñido cavernoso y chirriante que me ha helado la sangre -corrobora taciturno- ¡Debemos salir de aquí o darnos prisa!. Esos sonidos iban en la dirección que nosotros llevamos... pero por debajo de nosotros.

Catacumbas bajo nuestros pies dices Atandil???. raudos y prestos, pues no hay que perder ni un segundo , si cierto es lo que mentas a pocas varas estan de nuestras mercedes... Rapido consejo te pido Aerengoll, nos dirigimos a la cala o a las ruinas de Ulmo?...con la cara alterada por lo dicho  por Atandil, un sudor frio empieza a recorrer mi frente segun a segun en este eternizanete dilema... Ulmo nunca no trato mal y el templo no parecia mal lugar al que estar a resguardo (digo en voz queda, sólo para los oidos de mis cercanos). y mientras termino mis palabras, mis piernas ya se encaminan con paso ligero hacia el camino elegido

- No queremos resguardarnos. Queremos llegar antes que ellos. Sin embargo, bien sería buena idea esperar a mañana para buscarlo. - Aërengoll cambió de dirección sobre la marcha - Vayamos pues a las Ruinas de Ulmo y tratemos de resguardarnos haciendo hechizos de protección.

Pese a todo el clérigo no tenía miedo. No sabía porqué razón, pero no sentía miedo alguno. Avanzó al lado de su compañero paladín y se dirigieron al templo de Ulmo mientras se decía a sí mismo lo importante que sería que sus enemigos no pudieran entrar allí, pues eso significaría que estarían perdidos y que habrían perdido su oportunidad de conseguir el artefacto.

-¿Al templo?... -balbuce Atandil mientras un escalofrío le cruza la espalda- pero sería meternos en el centro de todos esos demonios. No dudo del cuajo de vuestras mercedes pero yo... -veis como mira nervioso hacia la playa y hacia las afueras del pueblo como queriendo salir de aquí cuanto antes. Y lo más lejos posible.

Imitando a Atandil en su nerviosismo os giráis para captar la perspectiva del mar. Allá lo lejos, pasado en promontorio se alzaba borrosa la silueta del Arrecife de Ossë y, al vislumbralo, no podéis por menos que rememorar en todas aquellas horribles leyendas que os había contado el pobre Zadok... leyendas que describían aquella roca recortada como una verdadera puerta de acceso a regiones de horrores ignotos y monstruosidades inconcebibles.