El enano sujetaba su escudo al ver a su objetivo, casi no veía por sus compañeros ¡No veo! ¡No veo! - Protestaba, cuando sus compañeros comenzaron a hacer un desplante. Morwing, Losse y Ogna se retiraban. ​¿Qué haceéis? - Protestó de nuevo al ver como los dos elfos y la mujer se retiraban de sus puesto. Cobaaaarrrrdes. - Comenzó a encenderse por ver esa escena, no tuvo tiempo para que su furia comenzase a brillar. Uno de aquellos monstruos le atacaba... ¡HAS ELEGIDO MAL! - Gritó antes de retirar su escudo y asestar un golpe en el pecho a aquella criatura. El bicho parecía estar casi medio muerto pero aguantaba heroicamente el envite del enano.

Todo fue muy rápido, Davros estuvo pendiente de los gestos y movimientos de cada uno de los soldados de aquella torre, buscando en ellos un atisbo de nerviosismo, algo que pudiese delatar una posible traición, pero el peligro vino de fuera de la torre. ¿Cómo era posible que hubiesen sido emboscados en lo alto de aquella construcción sin siquiera una voz de alarma? No hubo tiempo de analizar la situación.

Sin muchas opciones, con aquellas criaturas prácticamente al lado, tras el aviso de Morwing de que algo pasaba en la orilla Norte, de que el ejército invasor se aproximaba, la reacción de Davros fue el sumirse en su furia, con tal cantidad de desconocidos enemigos no tenía otra opción, debían acabar con ellos lo más rápidamente posible.

Parecían unos temibles contrincantes, así lo demostraron al atacar a varios de los sufridos guardias, quedándolos gravemente heridos.

Davros avanzó un paso y asestó un enorme tajo a la primera criatura que se encontraba a su lado, la cual cayó muerta al instante, dejándole más espacio para combatir con las que se encontraban a su derecha, la siguiente más cercana también probó su acero. Ahora deberían comprobar en sus carnes lo realmente peligrosas que serían aquellas criaturas.

TURNO 2

Ogna tenía delante a uno de aquellos asquerosos seres, tan cerca que podía oler su fétido aliento.

Espera un poco más Vishna y nos haremos con su sangre.

Pero aún no era lo suficientemente poderosa, ni ella ni los pobres soldados que se guarecían en la torre vigía y que caín como briznas de hierba contra los segadores.

- ¡¡Aguantad, por Crímmor!!- Trataba de infundirles valso la porta-antorchas mientras la inspiración le llegaba. Le hubiera gustado que Vishna le hiciera los coros pero no había podido ser, no aún.

En el corazón de Crímmor
existen demonios que la desgarran.
Crímmor es muy anciana.
Sufre ataques al corazón
—en sus entrañas—.
Sus volcanes,
laten demasiado
por exceso de odio y de lava.

La ciudad no está para muchos trotes
está cansada.
Cuando entierran en ella
soldados con metralla
le dan arcadas.

El pequeño Gnomo se movía gracilmente evitando los múltiples ataques de aquel bicho, uno tras otro los evadía, pero aún así no se libró de uno de ellos que cortó una parte de su cuello. - Mi turno...- Susurró aprovechando la inercia que llevaba con su movimiento de péndulo, la daga se clavó en la parte inferior de la mandíbula llegando hasta parte del cráneo de aquel repugnante ser, un fuerte chillido provocado por el dolor llegó acompañado de una nueva y rápida estocada en el mismo lugar, sus brazaletes emitían un leve brillo esmeralda, proporcionándole la velocidad suficiente para realizar aquella proeza, esta vez el demonio insectoide cayó patas arriba revolcándose en sus últimos segundos de vida para finalmente yacer inmóvil en el suelo. 
El rostro del Gnomo seguía sonriente y con aquella mirada sádica se giró para buscar un nuevo objetivo. - ¿Quién quiere ser el seguiente? - Decía en medio de susurros más para sí mismo que para alguien en particular, los combates vividos hasta el momento lo habían hecho más frío y calculador, aprovechaba los errores de sus víctimas, buscando reducirlos en un único y certero golpe.

El feroz ataque de aquel ser demoníaco había pillado por sorpresa a Losse, recibiendo dos fuertes heridas. El explorador se recompuso como buenamente pudo e intentó pasar a la ofensiva espoleado por la música que Ogna emitía. Sin embargo, Losse no había conseguido recuperarse del ataque y se sintió un tanto abrumado por la situación. Esa falta de concentración hizo que fallara sus dos primeros disparos, a pesar de que su enemigo se encontraba totalmente a quemarropa. El iniciado en la Orden del Arco debía despertar antes de que lo lamentara más y lanzó un último ataque a la desesperada. Esta vez la flecha sí logro impactar a la criatura que fijó aún más su mirada en él con la llama de la rabia ardiendo en sus ojos. Pero antes de recibir el ataque, aquel cristal que había adquirido recientemente trajo de vuelta un poder azulado capaz de absorver la vitalidad de su oponente para recomponer la suya propia. - Debo ser más certero para poder recuperarme -

Bien... - Se dijo Allen cuando vio como Zanc acababa con el segador que amenazaba al sargento y a Ogna. ¡Aguantad aquí, no rompáis el círculo defensivo! - Gritó a sus compañeros mientras evaluaba la situación a su alrededor. Estaba claro que el flanco sur iba a ser el más castigado ya que aquellos seres se abalanzaban hacia sus compañeros con las garras extendidas como águilas lanzándose sobre sus presas. Como estaba seguro de que Kormack aguantaría sin problemas contra más de uno y de dos dos enemigos a la vez optó por echar una mano a Davros quien, sumido en una vorágine de sangre negra, repartía espadazos a diestro y siniestro descuidando las defensas. 

Ya estoy aquí amigo. - Comentó al bárbaro cuando se situó a su lado esquivando la hoja de su compañero que pasaba en ese momento sobre sus cabezas. Tyr dame fuerzas... - El segador que tenía enfrente acababa de recibir un fuerte golpe lo que hizo que inmediatamente tuviese que retroceder y bajar los brazos hacia la herida. Alle no perdió la oportunidad y con un golpe en media luna saliendo desde su costado izquierdo partió a la criatura por la mitad. 

¡Vamos! ¡Son nuestros! - Gritó para infundir ánimo a todos aquellos que pudiesen escucharle.

El hechicero, viendo que no había ningún demonio amenazando su posición, se asomó a las almenas para asegurarse de que no recibiría ninguna visita inesperada por su espalda. Al comprobar que no había ningún demonio escalando la pared suspiró aliviado al menos en parte ya que sabía que aquellos seres podían caminar por el plano etéreo a voluntad y podían aparecer allá donde quisiesen. Viendo como Allen había acabado con aquel que amenazaba al bárbaro y que Zanc había hecho lo propio con el que tenía al lado, decidió echar una mano a Losse quien parecía un tanto apurado con uno de ellos. Echó mano de la varita de proyectiles mágicos y apuntó más por costumbre que porque lo necesitase realmente, pues sabía que aquellas bolas mágicas nunca fallaban el blanco. Sin embargo, Morwing vio con cierta desilusión como una tras otra, los brillantes proyectiles golpeaban al demonio sin ocasionarle más menor daño que un pequeño chisporroteo allí donde impactaron. Hijos de...

Los gritos desgarradores de los soldados de los pisos inferiores formaban un terrorífico telón de fondo al mezclarse con la marcada cadencia de golpes de tambor que, desde la lejanía, se aproximaba lenta pero inexorablemente hacia Crímmor y su río Alandor, la última barrera junto con las murallas antes de que la roja sangre de sus habitantes se coagulase en las juntas de las baldosas de sus calles. En la azotea de la torre que durante años había vigilado el tráfico fluvial, el combate comenzaba a tomar forma y el primer empuje de los salvajes demonios de las profundidades de Phlegethos se hacía notar dejando a su paso el cadáver de otro de los imberbes soldados. Los aventureros, que durante cerca de dos dekhanas no habían dejado de combatir contra toda clase de monstruos, no se quedaron al margen de la sangría ya que tanto Losse como Davros recibieron múltiples cortes de los enemigos con que respectivamente luchaban. Las garras de éstos rajaban el aire a su paso levantando susurros de muerte que sólo de vez en cuando encontraban una superficie sólida donde impactar y detenerse o salir desviados. Kormack, con su enorme y sólido escudo, u Ogna, utilizando a la rápida Vishna, salieron bien parados de los envites que contra ellos se dirigieron desde todos los ángulos.

Los compañeros conocían a la perfección aquella secuencia que se había repetido en casi todas sus batallas, las cuales no habían sido pocas. Un primer momento de incertidumbre, el corazón redoblando su ritmo para adaptarse al cambio, la sangre tanto propia como ajena salpicando alrededor, la tensión y por fin, tras una tímida sonrisa al ver el posible desenlace del combate sin bajas, el control de la situación y con él un último golpe decisivo que devolvía la calma al lugar. ¿Qué cambió? Todo empezó con la súbita aparición de dos más de aquellos esqueléticos y contrahechos seres de abultados vientres. Se materializaron de la nada dibujando con sus afilados dientes una histriónica y macabra sonrisa. Sus bolsas submandibulares parecían al borde de estallar por la tensión que soportaban; no tardarían en volver a la normalidad para disgusto del enano ártico y el paladín de Tyr. De sus infectas bocas salió despedida a gran velocidad una espuma amarillenta que impactó contra ambos compañeros cubriendo casi en su totalidad a Allen y empapando por completo el escudo de Kormack. Aquella sustancia apestosa se solidificó tan pronto rozó las piezas de metal de sus armaduras llegando al punto de que Allen notó como ésta le constreñía hasta de dejarlo sin respiración e impidiendo su movimiento. Kormack, que había escapado a la mayoría de la rociada gracias al escudo pavés, no pudo evitar que parte de ésta acabase ensuciando sus botas así como el brazo que sujetaba el arma. Aquello haría que al menos durante un rato sus facultades quedasen disminuidas en cierta medida; aun así nada que asustase al autodefinido como El Muro del Norte.

La intensidad de la luz, pese a ser mediodía y no haber nubes cubriendo el sol, comenzó a disminuir y a fluctuar de una forma extraña. Al principio fue algo imperceptible, nimio, de no haber estado con los sentidos alerta pocos hubiesen reparado en ello si no fuese por los murmullos crecientes que lo acompañaron y que comenzaron a buscar un hueco para adentrarse en la consciencia de los compañeros. ¿Cómo hacían aquellas voces para captar la atención de todos y cada uno de los presentes? Su cercanía. Voces de conocidos, de familiares, de caídos en combate bajo sus espadas e incluso aquellas pertenecientes al mundo de los sueños, les increpaban de manera tan atropellada que era imposible distinguir con claridad qué decía cada una. Sin embargo, el sentimiento que transmitía calaba hondo buscando desgarrar su alma. 

Lord Hembelan Findoren, quien ya estaba muy acostumbrado a su aleatoria presencia, prácticamente no notaba cuando ésta comenzaba a resonar en su cabeza y comenzaba a alejarlo de la realidad. Ahora, una vez suspendida la revista de tropas en la isla central del Alandor, su cuerpo, pero no así su consciencia, reposaba en sus aposentos con la mirada en blanco clavada en una de las paredes. Cualquiera desde fuera de la habitación y que hubiese prestado atención hubiese pensado que el siempre metódico Lord Hembelan repasaba mentalmente sus planes así como los eventos del día, como un autómata, pero no...no había nadie que pudiese escucharlo que no estuviese en una realidad tan lejana como lo estaba él. Sus pensamientos, sus recuerdos, sus fantasías y certezas escapaban de su cuerpo como el aliento. Así, con cada palabra que escapaba de su cuerpo inerte, su recuerdo volaba con ella, viajando rauda hasta los seres sonrientes para quienes cada gota de información alcanzaba un valor que no podía medirse con oro. Volvía llegar así hasta el Heredero un nombre que debería haber desaparecido de cualquier plano de existencia muchos años atrás... 

El enano vio como aquellos bichos se inflaban hasta que escupieron, por suerte pudo interponer su escudo, pero para su desgracia todo estaba vomitado con aquella viscosa pasta amarillenta. Ahorrrra lo tendrrrrá que limpiarr... - Decía hasta que el recuerdo de la muerte del kobold reaparecía en la mente del enano. El escudo se apartó como parte de la continua táctica del enano para dar paso a su hacha que se clavó en el cuello de la criatura. El enano retiró el hacha para volver a dar en el mismo sitio haciendo que la criatura cayese inerte con una herida horripilante. El elfo de cabellos de plata podía respirar aliviado brevemente. La ira del enano no había acabado pues su hacha se clavó en el compañero segador del muerto. Su pecho aún no había asimilado la herida cuando otro hachazo se clavó en su pecho dibujando una X. ​Os llevarrrré al mismo infierrrrrno y os converrrtirrrré en mis perrras! - Decía el rostro congestionado y enfado del enano.

¿PERO QUÉ DEMONIOS ESTÁ PASANDO? - Preguntó contrariado el sargento a la vez que escrutaba los cielos buscando una explicación a aquella suerte de voces. Tlemar había sido testigo en su juventud de toda clase de hechizos, ya que por aquellos entonces las leyes de Amn con respecto a la magia eran mucho más laxas, sin embargo algo le decía que aquel suceso no era obra de un mago. Lamentándolo mucho, no tenía tiempo suficiente para detenerse en conjeturas pues veía como sus hombres estaban siendo asesinados por los segadores a cada cual de una forma más lamentable. Decidió por tanto acercarse allí a donde sus habilidades podrían hacer más daño a los demonios. Kormack acababa de mandar a los infiernos a uno de ellos que había osado atacar a Ogna y otro había quedado herido por otro golpe del enano, decidió que aquel sería su presa. Colocándose entre el enano y la joven cantante descargó un potente golpe con su espada sobre la cabeza del demonio. Los huesos de su cráneo crujieron pero aún así la criatura seguía viva y moviéndose a su antojo amenazándolos con sus garras. Otro de sus soldados, viendo ésto, optó por intervenir también. Hizo pasar la alabarda por encima de la cabeza de Kormack justo en el momento en que el demonio levantaba una de sus garras. El impacto contra el brazo fue certero sin embargo la alabarda no era lo suficientemente fuerte como para atravesar la dura armadura natural de aquellos seres y cercenar el brazo. ¡Vamos!

TURNO 3

El combate era un completo caos, como siempre. Ogna había conseguido repeler los ataques de los segadores haciendo uso de su pequeño broquel y su estoque. Sin embargo Losse no parecía desenvolvérselas tan bien en un espacio tan reducido y llenos de enemigos.

- ¡Losse!- Gritó preocupada para que el elfo buscara un lugar seguro donde tomarse un respiro. Mientras durara el efecto de su hechizo podría enfrentarse a varios de esos demonios, o al menos eso pensaba Ogna. Buscó con la mirada donde colocarse para hacer uso de todas sus habilidades pero el destrozo que provocaba Kormack en combate había echado al traste su plan. Decidió ocuparse de alguno de los demonios que permanecían enteros y que habían acabado con la vida de los valientes soldados.- ¡Ese es mío!- Lanzó su ataque teniendo cuidado de no tropezar con los cadáveres, esquivar golpes traperos de enemigos, o resbalar con la sangre derramada.Tan débil fue su estocada que más que un ataque parecía que señalaba la pieza que iba a a ser suya.

Tendrás que aguantar un poco más para lucirte Vishna la Matademonios.

El fugaz ataque de aquellas criaturas perdía fuerza a cada momento, no sin que antes pagasen el precio los guardias más novatos de la torre.

Los violentos enemigos enseñaron sus trucos rápidamente, como Allen pudo comprobar, quedando literalmente inmóvil ante el viscoso y amarillento líquido que los enemigos excretaban.

Davros se apresuró a librarse del horror, que estaba junto a él y a Allen, con dos potentes mandobles que cercenaron ambos brazos izquierdos de la criatura y acabaron penetrando en su duro y extraño cuerpo.

- ¡Libérate rápido Allen! - Gritó al paladín, que ni siquiera podía girarse para encarar al resto de monstruos. Desincrustó su bastarda del cuerpo muerto y se colocó espalda contra espalda con Allen, dándole así un tiempo precioso para deshacerse de aquel apestoso pegamento.

La dulce y triste voz de Ogna resaltaba sobre todos los gritos y sonidos metálicos de la cruenta batalla, como siempre, acompañamiento ideal para desplegar todas sus habilidades, golpear, defenderse y matar. Los ruidos y gritos de las plantas inferiores indicaban que había aún más criaturas... Una vez más, el tiempo era esencial.

Por si eran pocas las preocupaciones que debían tener, el flanco opuesto a Davros había quedado al descubierto, y podría ser aprovechado para llegar a los que no eran tan duchos en el combate cerrado. Ogna, Losse y Zanc ya estaban midiendo fuerzas con alguno de ellos, si un par más llegasen hasta ellos... - ¡Aguantad ahí! ¡Kormack, CÚBRELES! -. El rostro de Davros parecía grabado en piedra, un gesto serio se dibujaba en él, pero el hecho de que no sonriera no significaba que no estuviera disfrutando, cada movimiento, cada gota de sangre o sudor, cada grito arrancado de sus enemigos, le proporcionaba un placer inigualable, sólo el peligro en que se encontraban sus compañeros evitaba que se dejara llevar por completo ante el frenético ritmo del combate. Aunque, nada más comenzar el asedio, sólo durante un instante, se había encontradoa sí mismo esforzándose por no mostrar una sonrisa de oreja a oreja, por aparentar el control que tanto deseaban, sus compañeros más que él, que no perdiera.

Tras derribar a una de aquellas inmundas criaturas el paladín se giró hacia los nuevos enemigos que se acercaban al combate, aunque con lo que Allen no contaba era con las habilidades sobrenaturales que poseían aquellos seres.

Aguardó paciente a que se acercasen creyendo que, como había ocurrido hasta el momento, caerían rápidamente ante los envites de sus compañeros pero en esta ocasión mostraron al servidor de Tyr que contaban con otras armas aparte de sus cuatro afiladas garras.

De repende, y sin que el paladín tuviese tiempo de reaccionar, uno de los segadores pareció regurgitar algo y para sorpresa de todos, una sustancia amarillenta salió disparada de la boca de la criatura y acabó impactando sobre él. Al principio no sabía de qué se trataba aquello hasta que tuvo la intención de moverse. -¡Maldita sea!, Davros, estoy inmovilizado, ¡ten cuidado!-, advirtió así a su compañero para que este supiese que no podría apoyarle en el combate durante algunos segundos pues antes tendría que liberarse de sus pegajosas ataduras.

Intentó zafarse por medio de su espadón, cortando con cuidado pero con rapidez la parte inferior de aquello que parecía una telaraña pero no consiguió librerase del todo, tan solo ganó movilidad con una de sus piernas, la izquierda, que la ofreció en dirección a los segadores para que, llegado el caso, pudiese tomar una posición defensiva e intentar evitar así sus ataques.

Con aquel segador delante, las defensas de Losse se habían visto seriamente comprometidas. A pesar de que lograba esquivar algunos de sus ataques, otra gran parte de ellos estaba dañándolo cada vez más y sólo el cristal que ahora portaba su arco, capaz de captar la vitalidad perdida de su oponente y devolvérsela a él, estaba permitiendo que no se encontrara prácticamente al borde de la muerte. A pesar de que Ogna veía cómo estaba sufriendo el elfo, ésta lanzó un grito de preocupación para después largarse hacia uno de los que se estaba enfrentando a Kormack, y sólo la presencia del pequeño Zanc le daba esperanzas de no volver a sufrir más daños de aquel con el que se enfrentaba.

Según recibió el último de los ataques, Losse pasó a la ofensiva. Una vez más, sus fuertes heridas le hacían perder la concentración y la debilidad de sus músculos también permitían que su puntería fallara. De esta forma, la primera de sus flechas se perdió en el aire cuando parecía tener todo para impactar en su adversario. El explorador, sin embargo, continuó atacando, pues era la única forma de poder restablecerse de sus heridas ante más amenazas que se acercaban hacia ellos en forma de susurros por el aire. - ¿Qué coño es éso? - Dijo esperanzado de que alguno de sus compañeros tuviera la respuesta. Mientras tanto, otra flecha más salía de su arco y, esta vez, sí logró impactar en el blanco. Ahora sí, con su destreza restablecida, disparó, de nuevo, a aquel ser demoníaco y logró alcanzarlo de nuevo, haciendo que su extraña sangre regase las piedras de aquella torre. - ¡Acaba con él, Zanc! -

Pero, a pesar de todo, para el explorador no pasaba desapercibido que más demonios se encontraban bajo sus pies y, al abandonar Ogna su posición, la trampilla permanecía cerrada gracias a que él la mantenía y que otro de los guardias ahora permanecía también sobre ella. - Ogna, ¡no abandones la trampilla! -

La sincronía de Elfo y Gnomo volvió a relucir cuando Zanc esperó el momento justo en que el Explorador impactara sus flechas en aquel demonio, quien dejó expuestas sus defensas sólo un segundo debido al dolor de los proyectiles penetrando sus carnes, -Ahora!...- el pequeño bribón ya había lanzado su estocada en el momento justo en que Losse le incitaba a acabar con su atacante, el filo de la daga encontró su objetivo fácilmente, clavándose profundamente en el abdomen para después girar abruptamente dejando una fea herida abierta, las losas del piso quedaron cubiertas del viscoso líquido que salía a borbotones del agonizante demonio, quien dejó escapar sus últimos alientos de vida y se dejó caer inerte al suelo.

-Hecho!- Exclamó al Explorador para después moverse ocupando el espacio que ogna había abandonado en la trampilla que daba al nivel inferior, quizás su peso no ayudara de mucho, pero al menos algo aportaba a mantener cerrado, al menos por el momento, aquel acceso. Los murmullos en el viento empezaron a impacientarlo, sus ojos miraban de un lado a otro intentando encontrar la fuente del sonido en vano. -Algo me da mala espina.... ¿Alguien tiene idea de quien rayos son esas voces?- Aquel evento escapaba a su conocimiento, pero estaba seguro que era algo relacionado con magia, ¿quizás algún truco de aquel siniestro shaman orco?, ¿Demonios jugando con sus mentes?, en definitiva algo no andaba bien.

Hasta ahora la aportación del hechicero al combate había sido nula. Contemplaba como sus compañeros luchaban contra esas horribles criaturas mientras que intentaba golpearlas sin éxito alguno con su varita de proyectiles. Eso hizo que Morwing mirara la varita con cierto resquemor, - Esto no me servirá de nada aquí…, pensó impotente.

Las visiones anteriores habían dejado sobre Morwing un escalofrío en su espina dorsal que no hizo más que acentuarse cuando una serie de susurros fantasmagóricos gobernaron la azotea de la torre acompañados de una tenue y preocupante oscuridad. – Esto no me gusta…, susurró casi para sí mismo mientras se mantenía alerta.