Partida Rol por web

Buaaaaaaah, horrible la tirada XD

8 más de poder

Ailnor bajó a Albur por orden de Á, seria el encargado de llevar la justicia en la misma tierra, en medio de la creación de todos sus hermanos, un caminante errante en aquel basto territorio. Ahora poseía la apariencia de una de las pocas razas que existían sobre Albur, los centauros.

Con esta forma podía pasar desapercibido por Albur, alejándose de los que eran como él, ya que estos aun no precisaban de sus servicios, se dedicó a vagar por las tierras de Albur admirando la creación, puesto que era demasiado pronto para ejercer sus poderes, busco un lugar en el que poder pasar los largos años que pasaría en aquella tierra.

Vago por todo albur, viendo las creaciones de sus hermanos, fascinado por sus progresos siguió caminando, hasta llegar a un continente, que estaba prácticamente vacío, esta imagen le choco ”Esto no puede ser” Pensó, y se propuso cambiarlo - Ya que aquí la tierra aun es virgen y no ha sido esculpida, aquí forjare un lugar prospero, con vida, pero a la vez protegido del mal, para que permanezca siempre puro y justo - Dijo Ailnor mientras pensaba miraba desde lo alto aquel amplio lugar y entonces introdujo las manos en la tierra firme, agachando sus patas, y pasando su poder a la tierra, aquella tierra fértil que ahora recibía el poder de Ailnor.

Poco a poco la tierra comenzó a hacerse verde, como la mas bella y pura hierva, floreciendo vegetación en abundancia y dándole vida a aquel lugar – Este lugar se llamara el Valle del equilibrio – Bautizo solemnemente al lugar. Entonces dio con sus patas en el suelo, para que este se resquebrajara, y se formo una fisura alrededor del valle, dejándolo solo libre por uno de sus costados. Y de las hendiduras de la tierra, comenzó a surgir rocas, que se agruparon alrededor del valle, creciendo hasta convertirse en una cordillera que envolvía el valle – Y esta sera la balanza – Dijo admirando su forma, que se asemejaba a una balanza, que podía equilibrar las fuerzas del bien y del mal.

Mi reserva pasa a ser 9. Cuelgo este post vacio para que lo veas tu y mi menor.

Turno 4

bueno, esto es el colmo, no he superado el 5 en ninguna tirada de poder

Los hijos de Aildor, los jueces de La Balanza.

Aildor descendió de nuevo de los cielos, para ver la creación de su maestro. Recorrió el valle del equilibrio, sintiendo en su férreo rostro la suave brisa. Sus pies palparon la verde hierba que crecía por todas partes. Cuan bella era la creación de Ailnor, pero estaba tan sola… No podía reservar el derecho de disfrutarla a los dioses.

Siguió avanzando, hasta que se topó con una gran masa de tierra que ascendía, tratando de llegar al cielo. La Balanza, imponente, era el lugar perfecto para comenzar a crear. Desplegó sus alas y remontó el vuelo, ascendiendo por la escarpada montaña desde los cielos. Dio vueltas y más vueltas a La Balanza, admirando su belleza. Cuando se hizo la noche se posó en un ancho saliente, para descansar.

Se tumbó en la fría roca, y observó el cielo estrellado. Se deleitó con la visión del cosmos del Gran Á, y se preguntó ¿Por qué no compartir esta bella vista? Descansó un rato más, y al alba se levantó para comenzar con su trabajo.

Las primeras luces del día reflejaron en su armadura brillos y formas luminosas. Y en la roca vio su sombra, y sus majestuosas alas. Sí, con mi creación compartiré mis alas.

Con sus manos desnudas escarbó en la dura roca. Sus hijos también serían resistentes, y de férrea voluntad. Cuando ya hubo reunido roca suficiente la dejó en el saliente. Apenas había salido el Sol. Con el fuego de su corazón fundió la roca, y la moldeó a su antojo, como había hecho antaño con su armadura. Un cuerpo fuerte, y cuadrúpedo, como los resistentes Kohiri. Y unas alas grandes y fuertes, como las mías.

Cuando hubo acabado de moldear a la criatura se dio cuenta de algo. Su criatura, creada de la roca, no tenía unas alas apropiadas para volar. Así pues, arrancó de sus propias alas las plumas necesarias para dotar a su hijo de la capacidad de viajar por los cielos.

El Sol ya se encontraba en lo más alto de Albur. Era mediodía, y hacía calor. Aildor hizo una pausa para descansar. Había trabajado incesablemente, sus alas se resentían de su donación. Pero no se dio por vencido. Volvió a alzarse cuando el Sol amenazó con irse.

Con sus manos siguió moldeando a la criatura, pero cayó en cuenta de que, viviendo en una montaña tan escarpada, su hijo necesitaría garras con las que aferrarse a la roca. Así que volvió a escarbar en la montaña. Y no se detuvo hasta encontrar resistente y duro mineral, con el que moldeó unas garras para su hijo.

El Sol ya se ponía, y Aildor dio 5 vueltas exactas, admirando su creación. Sólo le falta una cosa… vida…

Se arrodilló ante su hijo, para estar a su altura. Tomó con delicadeza su cabeza entre sus férreas manos, y le susurró.

- Tú, hijo mío, serás el primero de los grifos. Las criaturas aladas que servirán a la causa de Ailnor, la Justicia. A ti te bendigo con el mayor don de todos, la vida. – dicho esto, exhaló su aliento de fuego divino en el rostro del grifo, dándole el soplo de vida necesario para despertarlo. Aildor se levantó y extendió sus alas, listo para marchar.

- Y antes de irme, te ofrezco un segundo don de mi parte. Tú serás Ailbathros, el primero, el grifo de Aildor. A ti y a tus descendientes os bendigo con la visión verdadera, que os permitirá ver la verdad en el corazón de aquellos seres que se crucen con vosotros, para que podáis juzgar, y vuestras decisiones sean justas. Pues a ti y a tus descendientes os encomiendo un deber. Usaréis vuestro don para juzgar, y protegeréis La Balanza y el Valle del Equilibrio de los injustos que osen pisarlo. Sólo los “elegidos” tendrán el derecho y el deber de erigir un templo de la Justicia en estas puras tierras. Y cuando lleguen, vosotros lo sabréis. Adiós, hijo mío.

Y al caer la noche, remontó el vuelo. Dejando que su hijo comenzase a experimentar con el mundo por sí solo. Pero no lo dejó desprotegido, no… Siguió observándolo desde los cielos, velando por él como un atento progenitor.

Naras, Grifos, Orkhan, el gran Behemoth...
Bestias tan poderosas como bellas recorrían Albur, pero los designios de
Madre eran otros...

Los Kohirin...

Desde los cielos, observé al Dios Ailnor, como uno más de ellos, pero lejos
de cualquier grupo de tan fantásticas criaturas...
Mi deber era guiar en el conocimiento a tales seres...

Bajando a su encuentro, deje un rastro de luz en el cielo, llamando la
atención del pueblo Kohirin, cuando al llegar a Albur, un gran numero de
ellos aguardaba a una distancia prudente, aunque espectantes por el
acontecimiento...

De un destello sobre la pradera surgió una gran bestia temible,su
presencia parecía traer catástrofes consigo. Algunos Kohirin huyeron,
otros se quedaron, preparados para defender lo que su Creador les había
otorgado. Solo entonces les hablé:

Tranquilos, he visto vuestro nacimiento, hijos de Él, y vuestros primeros
pasos tras la sombra de Jeldhor...

He venido para enseñaros que no todo es lo que aparenta, y que el tiempo
difumina las historias como el agua el fondo de los lagos...
Mio será el honor de daros el don de la escritura y su representación,
para que vuestro saber permanezca, al igual que el recuerdo de Tal-kohiri
permanecerá sobre vuestra Kohiri-kand...

Así las futuras generaciones aprenderán de sus ancestros, y dejarán
constancia del devenir que guarde el transcurrir del tiempo para ellos...

Los Kohirin asintieron, aun dubitativos ante aquel extraño ser, pero sin
dar un paso atrás... Tras ver que su corazón ansiaba conocimiento, me
marché...

Aquellos Kohirin me buscaron durante dias por todo Albur, día y noche,
mientras desde el cielo contemplaba satisfecho su curiosidad y firmeza...

Tras 33 días volví a presentarme ante ellos, ya como Ghiskhaft, y los que
me reconocieron vinieron a mi encuentro...

Durante 33 días les enseñé a tratar las hojas de los árboles que les daban
frutos, así como las pieles que les daban calor.
Mezclando las primeras, después de triturarlas, con agua, comprimiendo la
mezcla bajo rocas lisas y dejándolo secar, así aprendieron a crear
papiros, mientras que con rocas calientes les enseñé a curtir las pieles,
bañándolas con savia y polvo de roca, y así, rígidas como la voluntad de su
raza, protegerían sus conocimientos...

33 caracteres representarían el mundo en vuestros escritos, siendo cada
uno de ellos pronunciado de manera diferente, y así, en el primer
rudimentario libro que confeccionaron, escribí bajo la atenta mirada de
los Kohirin la primera historia que el tiempo conservaría, como, bajo
designios de Knhoss, me presenté ante ellos y les enseñé a leer y
escribir...

Les guié en el proceso de aprendizaje, mientras copiaban y leían aquel
libro a sus semejantes, y cuando la mayoría supo hacerlo, les dije unas
últimas palabras:

Ahora será tarea vuestra compartir esto, así como escribir nuevos hechos
que sucedan en esta tierra, y los sueños que la noche os muestre con su
manto...

Tras lo cual, entregué el primer libro, que duraría para siempre, a Él,
como principio de la historia de los Kohirin...

 Libro de los Artesanos

Y Korag miró a los dioses, miró a Albur. Miró toda la creación, y los monstruos y bestias que comenzaron a caminar sus tierras. Supo que eso es lo que quería hacer, y encaminó sus manos a un nuevo rumbo...

¿Que más que rocas, podría crear un dios de las rocas? Rocas fueron sus criaturas, cristal, derretido y forjado por las rocas en profundidades inimaginables, únicos testigos del sol que hay en el centro del mundo, a los que Korag, con su poder, imbuyó del aliento de la vida...

Pero solo eso fueron, simples cristales, abrigados por el sol de las profundidades y movidos por las corrientes, pensaban, sentían, hablaban si estaban cerca, pero no se movían ni creaban, ni destruían, pues eran solo roca, enterrada en lo profundo de las montañas...

Solo eso pudo hacer el dios, pues era un dios menor, y su padre y maestro sería el que completara la transformación, y el que le diera la idea que necesitaba... Así como el aprendiz, busca que su maestro complete lo que el empezó a tallar...

 El libro del vagabundo

Por largo tiempo Jeldhor viajo con los Kohiri por la ancha tierra de Kohiri-Kand, a uno y otro lado de las montañas de Kraag, conociendo los bosques creados por Pyaray e incluso subiendo las montañas de la reunión por estrechas sendas, ya que los Kohirin no eran buenos escaladores.

En ese tiempo Kraag ofreció sus dones a los seres que habitaban la superficie, en las montañas se abrieron múltiples cuevas, pero a los kohiri no les gustaba permanecer demasiado tiempo lejos del rostro de Él y no se internaron demasiado en ellas.

Aparecieron también entonces múltiples bestias por cielo, mar y tierra, criaturas temibles que llenaron de terror a los primeros kohiri que con sus arcos y lanzas de madera difícilmente se podían defender. Entonces buscaron a Jeldhor y le preguntaron si los otros dioses pretendían castigarlos y como podrían defenderse.

Comprendiendo lo que Kraag les ofrecía el errante enseño a los Kohiri a usar la piedra, aunque no era un artesano les enseño a crear herramientas y armas con la piedra

Shenkis observo a el gran Behemoth caminar lenta, pero firmemente por las llanuras, ya habia terminado, asi que ella y Eria tendrian que ponerse en marcha en otros asuntos, tenian mucho que hacer aun y al parecer los demas dioses ya habian empezado a crear tambien diferentes formas de vida, las cuales, tendria que supervisar una a una, o almenos, eso intentaria, para mantener un equilibrio.

Camino nuevamente por los continentes, hasta que descubrio a los extraños hominidos medio caballos, al no haber prestado la suficiente atencion al resto de sus hermanos, distraida en su creacion, no sabia de su existencia, mas que eran una simple nueva raza que caminaba por el mundo, Curiosa, se acerco a sus asentamientos, y oculta entre la naturaleza, les observo con detenimiento, parecia que el resto de dioses les estaban otorgando grandes habilidades para todo tipo de cosas, y al parecer, tambien conocian a algunos dioses, por enseñanzas, o simplemente, presentandose ante ellos, y eso, le dio grandes ideas a la diosa, sin duda, eran una raza fuerte, veloz e inteligente, quizas, con un toque de la mano de la naturaleza, podrian llegar a ser grandes protectores y ancestros, pero, al parecer, otros dioses tenian planes para ellos, y sin duda, ella mas que nadie, sabia la importancia de cada proyecto, asi que los olvido, y se decicio a observar, que otros seres habian nacido en el albor de los dias.

Busco por los rincones del mundo, y encontro, en las extrañas islas flotantes de Arezos, a unos extraños seres voladores, quizas, demasiado aterradores para este mundo, quizas... paseo cerca de ellos, la miraban con respeto por ser la diosa de la vida, y a la vez con desconfianza, por no ser su diosa creadora... - para vosotros, extraños seres, tengo planes futuros...- dijo alejandose ce su refugio, seguramente, Arezos no los creo por nada, y tampoco parecian criaturas demasiado estupidas....

Camino de nuevo, esta vez por las montañas  y cordilleras, y de nuevo, encontro criaturas capaces de volar, demasiadas criaturas grandes que pueden volar, penso, no me gusta nada todo esto....  y frustrada, se retiro de aquellas montañas, sin prestar gran atencion a los majestuosos grifos, estaba claro que tenian que actuar de nuevo, pero, hasta que Eria no estubiese lista, no podrian hacer mucho.

Entonces, mientras esperaba a que Eria lo tubiera todo listo, se le ocurrio como podria preservar lo suyo, camino de nuevo hacia la ciudad de los Centauros, los volvio a observar, comprendian que la naturaleza formaba parte del entorno, pero no la entendian, eso iba a cambiar, y seguramente, tendria una gran repercusion en el mundo entero.

Se situo entre los bosques de Eria y el sullo, y empezo a danzar, esparciendo esporas, que salian de ella misma, y se situaban por todo el paramo que quedaba entre los dos bosques, haciendo crecer musgo, arboles tupidos y humedos, y un sinfin de plantas verdes y frondosas, enredaderas, sauces...etc

La primera parte ya estaba casi terminada, cuando dejo de danzar, observo el lugar complacida, era lo suficientemente cargante, como para que ningun ser no acostumbrado, pudiera vivir alli, pero le faltaba algo, clavo el baston en el centro de entre los dos bosques, y se concentro en el, moviendo las manos con movimientos misticos, espero, a que el gran Á le otorgase lo que los dos sabian que querian, y de donde estaba el baston, un altar salio, con la forma de la diosa esculpida en el.

Estaba todo listo, tan solo tendria que ir a la ciudad de los Centauros por ultima vez, y llamar su atencion. Asi que eso fue lo que hizo, llego hasta la ciudad, con la forma de una Driada, un ser como ellos, pero imbuido por la naturaleza.

Rapidamente, llamo la atencion del pueblo, e intento, mostrar, lo que la naturaleza ofrece a los que la siguen, enseñandoles, el rapido cultivo de las plantas para los que sirven en una vida eterna de devocion a la naturaleza, utilizo el nombre de Silvhen hija de la naturaleza y de Shenkis, la diosa de la vida.

Aunque muchos se interesaron en ella y sus habilidades, pocos creian que fuera realmente útil lo que ella enseñaba, y solo unos pocos kohirin se interesaron realmente en ella, asi, que a los pocos años de estar entre ellos, decidio, que por fin, era hora de llevarlos a su verdadera ciudad, hizo una llamada a los interesados en ser debotos de la naturaleza, les cito cerca del bosque gigante, y espero alli durante dos semanas y media, hasta que kiri-thor uno de los lideres de una aldea, aparecio con su pueblo alli, esperando poder aprender de la Naturaleza, y de su diosa, y ella, les guio hacia el bosque primaveral, donde esperaba el altar de la diosa, y alli, empezo las enseñanzas, para convertirlos en lo que mas tarde se conocerian como los Silvhos, los kohirin descendientes de Silvhen y Kiri-thor, un sub-raza, capaz de controlar los bosques y guiar a la naturaleza, con una longevidad sorprendente.

Los Silvhos, tendrian apariencia de kohirin, pero con tonos de piel verde y morada, una de sus manos, seria de raices, las cuales conectarian a la tierra para poder comprobar su estado de pureza y como se encuentra la zona del bosque, tendrian cuernos de ciervo y algo mas de pelo que un Kohirin normal.

turno 4: Año 1501 de la creacion de Albur. Episodio IV del libro de Él.

Él, dejo que su pueblo andase el camino hasta la costa, donde los poderosos marinos debían de aguardar. Pero Él, vigilaba el lugar indicado y las bestias no llegaban.

Corría el año 1335 cuando la larga marcha hubo concluido, las grandes montañas habían resultado ser un inconveniente.

Cuando el pueblo vio la costa y a esas grandes criaturas sintieron temor. Él que se percato de tal sentimiento les hablo.

- No temáis - pero los centauros se sentían inseguros en el mundo.

- Padre - respondió uno de ellos - sentimos miedo, somos los mas débiles y los mas pequeños, somos presas fáciles para los hijos de tus hermanos.

Esto Conmovió a Él. Que con un gran pesar trato de darles consuelo. Un consuelo que no cuajo. El miedo era demasiado fuerte en ellos y Él que solo quería que su pueblo viviera en paz y se dedicaran a transcribir al mundo sus sueños y recolectar los secretos de todo Albur, dejo caer un cometa que se estrello contra la tierra y siguiendo su curso, empujado por la fuerza de Él, abrió un paso subterráneo que unió los dos continentes y cuando hubo terminado, se abrió camino hasta la superficie y con un nuevo impulso fue devuelta al celeste.

Allí dentro la visión de Él no era tan clara y durante los cien años que exigía el paso, se sintió incomodo y se alejo del mundo. Pasado ese tiempo, aquel lugar paso al olvido en la mente del Dios y la salvaje naturaleza lo acabo camuflando con su vegetación.

Fue entonces cuando la encontró, la isla mas lejana y remota de toda la creación. Esta poseía una montaña alta y grande. Escavo hondo en ella, hasta que el mar empezó a abrirse paso. Entonces le devolvió a la montaña tanta tierra como necesito para hacer retroceder el mar.

Sus cambios trajeron la lluvia y nutrió la tierra con tanta intensidad que la volvió fértil y llenos los agujeros creando estanques de agua dulce y en poco tiempo aquel espacio, era salvaje y lleno de vida.

Volvió a buscar a su pueblo, que andaban perdidos por tierras que no conocían, siempre guiado por las estrellas. Y Él, los vio llegar, aun estaban lejos, pero descendió sobre la montaña y desde ella siempre vigilante espero su llegada hasta su hogar.

El mundo seguía siendo una balsa de aceite, y salvo el mar, donde los Orkhan eran capaces de despertar la imaginación, desde donde por vez primera, eran capaces de infundir las primeras pesadillas. Pero aún los reinos de Pyaray estaban en peligro, sin embargo y aunque parezca contradictorio, no era su pretensión que estos fueran inexpugnables, inalcanzables o imposibles de acceder, pero sí difíciles, quería que solo aquél de corazón valiente, voluntad temeraria y fuerza sin par pudiera llegar hasta los atesorados recursos que el mar y las selvas escondían.

Una enorme boca apareció sobre el suelo de los bosques templados, pronto surgieron de él las extremidades necesarias para su movimiento, y un enorme y desproporcionado corazón que bombeaba litros y litros de sangre, del primero, como si Karak fuera un azaroso alfarero, surgieron más, a pesar de ser moldeados por el dios de la belleza los susurros del dios del mar hacian que su obra surgiera deforme, violentamente desigual

La monstruosa criatura lanzó un rugido, el más fuerte que aún hubiera sonado el Albur, el rey de la tierra

Un enorme saco de dientes de 16 metros de longitud, cubierto de una piel acorazada, suponía en estos momentos el mayor y más voraz depredador terrestre, de movimientos rápidos toda su fuerza se concentra en su boca y sus piernas, la huida.... será complicada.

Karak se llevó ambas manos a la cabeza, cuando los susurros de Pyaray dejaron de ser emitidos sobre su cabeza, y vió su creación, trató de encontrarle el lado bello, pero no lo tenía, "El Rex" era otra criatura de pesadilla, surgida de un pensamiento cambiante, surgido de cien susurros que durante la creación de Karak infundieron de manera entrópica, las mil variaciones necesarias para que esta, fuera una criatura al agrado de repugnante dios de las Profundidades

Turno 4

El Libro de las Almas: De cuando Albur se extremeció (Cap 3)

Yoonel, el Nacido Muerto, alzó su inerte mirada a las montañas que hacían frontera con el primer reinado de Knhoss, sobrevoló su hogra y oteó el horizonte de nuevo.

Padre invocó nuestro hogar es pequeño y muchas son las almas que han de acompañar al que fue el mesias de los centauros. Eras y eras, guerras y enfermedades llenarán la llanura de nuevos hijos para ti y yo los guiaré para que así sea.

Si hubiese sido capaz de sentir, Yoonel habría notado el terrible cambio de temperatura que se produjo cuando la presencia de Yradarkos se hizo presente.

Muertos. Asesinados, enfermos, heroes y ancianos, todos han de habitar éste que es tu hogar, su hogar, mi hogar. Ningún vivo ha de perturbar vuestra paz, vuestro tormento. Solo el mar debiere acariciar nuestra tierra.

Un brusco, nuevo y radical cambio de temperatura azotó La Llanura de las Almas. Tal vez fue la misma esencia de El Señor Cambiante la que provocó este extraño fenomeno o simplemente su furia, pero todo Albur se extremeció. Dharma, la isla que alvergaba el hogar de los muertos fue absorbida por una ola de calor y frio, por un poder desbocado, por una sensación que ningún vivo podría soportar. Las montañas se pulverizaron, el suelo se congeló para después arder hasta quebrarse, las torres de marfil cayeron y el desierto se extendió hasta el mar del norte de la isla.

Nada quedó en Dharma, nada exepto El Templo de las Almas, nada excepto los que ya estaban muertos, nada excepto tierra y cielo, nada excepto un vacio que solo la muerte y la desolación llenaban.

Hijo mio, este será tu nuevo territorio, ahora, aquello que se llamaba Isla de Dharma ya no existe, ahora tu hogar será La Isla Muerta

Albur no dejaba de cambiar. La forma plana y vacia del principio ahora estaba llena de altibajos, de bosques y llanuras, islas nuevas y algunas que incluso flotaban.

La vida también empezaba a hacerse notar. Los Kohiri fueron los primeros, y a estos les siguieron el Behemoth, los Orkhan, los grifos y muchas más criaturas impresionantes que daban aún más color a Albur.

De entre estas criaturas, Kraag no pudo evitar interesarse por la última creacion de su hijo Korag. En apariencia simples piedras, pero capaces de sentir y razonar. Kraag cada vez admiraba más a su hijo. El dios se sentó junto a estas rocas vivientes y allí permaneció durante años y años, conversando y observando.