Partida Rol por web

Cuando Quarion abre la puerta me sorprende. La verdad es que no pensé que fuera a ganarme en fuerza algún día. Me encojo de hombros y espero a que Berhanu nos de las indicaciones. Cuando hace eso con la piedra sonrío y espero con paciencia. Una vez ha hecho su numerito sonrío y me asomo por la puerta para observar.

O bien las telarañas eran obra de cientos de arañas minúsculas, o bien mamá araña estaba en otro lugar, o yo me estaba quedando cegata.

Con todas esas telarañas, me temía el ataque de otro bicho con ganas de comerse un bocado de Berhanu, dije, girando el cuello para encararme con mis amigos, pero no veo nada, ¿y vosotros?. Aunque creo que si subimos, se nos van a deshacer las escaleras bajo los pies.

-Todos los que vivimos en el bosque tenemos que ser fuertes -comentó a la chica el elfo- y yo viví con una manada de lobos durante una década -rascó entre las orejas a Skoll. No pudo evitar sonreír cuando vio a Berhanu realizar un encantamiento tan sencillo, la verdad es que creía que con lo indisciplinada que parecía para algunas cosas fuera capaz de realizar algunos sortilegios. Se equivocaba.

Quarion entró y comenzó a observar la sala buscando la planta que les faltaba mientras que Skoll olfateaba el aire- Puede que se puedan caer, pero si quieres subo yo primero.

Miró a Skoll un momento y le rascó la cabeza al lobo, tras lo que alzó la vista a sus compañeros y se llevó un dedo a los labios pidiendo silencio. Señaló al piso de arriba un momento y desenfundó la espada con el mayor silencio posible. Solo esperaba a que sus compañeros estuvieran listos para subir hacia arriba y enfrentarse a lo que fuera. 

No quería atacar primero por si era un animal inocente, pero si era atacado se defendería.

Me quedé mirando al druida y al lobo. Uno primero y luego el otro, no a los dos a la vez; no me cabían las dos caras en el campo visual. Algo habían visto, u oído, probablemente Skoll, que yo no había sido capaz. Podía no ser nada, pero ya iba escarmentada, así que saqué una flecha de la aljaba y seguí a Quiarion en silencio al interior de la torre.

Me quedo atento mirando al elfo. Parece que ha visto algo. Intentando ser sumamente sigiloso avanzo junto a ellos hacia el piso de arriba. 

Me adelanté de nuevo y recogí mi piedra luminosa. No tenía ni la menor idea de por qué seguían vendiéndose lámparas cuando cualquiera podía acercarse al Círculo de Druidas y darles la murga hasta que te enseñaban algunos trucos para que les dejaras en paz. O a un mago. Tenía entendido que los magos también podían hacerlo, pero eso de tener que llevar siempre un libro encima y estudiar por las mañanas no iba conmigo.

Quarion había señalado hacia arriba, así que eché hacia atrás el brazo y tiré la piedra a la segunda planta, haciéndola rebotar contra la pared para que hiciera ruido y no volviera a caer a la planta baja.

La piedra lanzada por Berhanu hace que algo se mueva en el piso de arriba pero, desde luego, no es suficiente para que véais qué es. La estancia superior está ahora algo iluminada, pero la luz se muestra ténue. Al menos, es lo que parece desde el piso de abajo.

Skoll mira con ansiedad a Quarion, esperando a ver qué hará el druida. Todos contenéis la respiración durante los segundos que pasan desde que la pequeña exploradora lanza la piedra hasta que esta deja de moverse. Nada pasa. Aunque algo hay arriba. De eso no os cabe ninguna duda. La pregunta es: ¿Váis a subir? ¿Os merece la pena?

Me quedé mirando la pared con el cuello torcido hasta que me hizo daño. Me rasqué el sarpullido con un movimiento nervioso de los dedos y roté la cabeza, haciendo que crujieran mis vértebras y se me relajaran los músculos. Me veía subiendo, la escalera haciéndose pedazos bajo mis pies y, agarrada a los tablones para evitar caer, incapaz de defenderme de lo que fuera que estaba arriba. Que podían ser ratas, pero con todas esas telarañas por ahí, esperaba algo más desagradable.

Vamos al edificio grande, propuse. Los champiñones no van a estar ahí, y siempre podemos volver más tarde.

Asiento a las palabras de Berhanu. Parecen bastante lógicas. Realmente me mata de la curiosidad averiguar lo que hay al otro lado. No puedo evitarlo y miro repetidas veces. 

Pero la lógica de mi compañera se impone y el tiempo apremia.

- Está bien, volveremos más tarde si es que no encontramos los champiñones - digo dirigiendo mi mirada hacia nuestro nuevo camino.

El elfo miraba la parte de arriba con desconfianza- No me gusta dejar un posible hostil detrás -comentó- pero aquí no se ve lo que buscamos así que miremos en otro lado.

¿No has visto eso? dije, señalando las densas capas de telarañas que se enredaban a paredes, techo y cajas de trastos. Era normal encontrárselas en lugares que llevaban tanto tiempo abandonados como aquel, pero eran demasiadas. Me apuesto la cena a que es un montón de arañas, o una demasiado gorda.

Más asqueroso que peligroso, a menos que te encontraras con sus fauces rodeando tu cuello y el maldito veneno dejándote para el arrastre.

Vamos tirando.

Con un ojo en el techo y otro en la puerta, salí de allí y me acerqué a la puerta del monasterio abandonado. Abandonado si éramos afortunados; algo que dudaba.

Berhanu sale al patio y se acerca a la puerta del monasterio más cercana al pozo. El cadáver apoyado en el pozo sigue con su mirada vacía, sin ojos; hace ya tiempo devorados. Un amasijo de huesos y restos de ropa, mayormente.

Los otros miráis a la pequeña exploradora acercarse a la puerta, decidiendo qué hacer. El día avanza y aún no tenéis los champiñones.

Las nubes han empezado a ocultar el sol. El gris tiñe todo, como si de un presagio se tratase. Comienza a soplar una ligera brisa y la humedad del ambiente empieza a aumentar de forma perceptible. Las altas hierbas se mecen y el viento silva entre las rocas caídas del monasterio en ruinas.

Me acerco con sumo cuidado y miro dentro del pozo. Es poco probable, pero quien sabía lo que podía haber allí. Observo como mi compañera el cadáver y busco en sus manos, tal vez portara algo. 

Arrugué la nariz cuando pasé junto al cadáver. Por aparentar, más que nada. Había visto unos cuantos a lo largo de mi vida, incluyendo de los que se levantaban y trataban de comerte —¿os he contado alguna vez el asco que les tengo a los no muertos? Jodido asco—. No quedaban de él más que un puñado de huesos pelados, así que ni siquiera olía.

Haizti se quedó a inspeccionarlo. Yo seguí hasta la puerta y me dediqué a comprobar que nadie le hubiera puesto alguna trampa para incautos antes de tratar de abrirla. No esperaba nada, pero con un cadáver y rastros en el patio, más valía asegurarse que encontrarse con un tronco de árbol afilado precipitándose hacia desde el otro lado del umbral.