Volví a colarme entre las puertas, en esa ocasión para abandonar el recinto amurallado.
Parece que ha habido movimiento por aquí, afirmé. Hay algunos senderos entre las malas hierbas, pero no tengo ni idea de qué o quién puede hacerlos trazado, ni si sigue en el monasterio.
Me acerqué a los demás y los seguí mientras rodeaban el lugar. Suponía que, de haber alguien acechando, se habría ocultado ya entre la maleza de los alrededores, y no lo encontraríamos. En cualquier caso, no hacía daño dar una vuelta.
Tirada oculta
Motivo: Percepción
Tirada: 1d20
Resultado: 10(+6)=16
Rodeáis el monasterio sin demasiado problema. Véis varias zonas donde las paredes se han derruído y sólo quedan ruínas.
En la esquina suroeste de la edificación habéis visto, a través de la raja en la pared, una biblioteca. Las baldas están caídas en muchos lugares y hay moho en otros tantos, aunque pensáis que quizás algo pueda ser aprovechable. La apertura no es suficientemente grande para acceder al interior. La pared, al caer, ha hundido el terreno y se ha formado un charco putrefacto en el exterior del monasterio, justo en esa esquina, que ha penetrado parcialmente a través de la grieta.
En la esquina noreste, la pared de cascotes no os deja ver bien el interior, aunque véis que el techo de la habitación que ocupaba este lugar se ha desplomado parcialmente. No véis bien el interior de la misma y suponéis que quizás desde otro lugar podráis explorarlo mejor.
Nada de interés encontramos en la desolación que rodeaba el ruinoso monasterio. Los muros desgarrados nos ofrecieron imágenes de un interior conquistado por una naturaleza minúscula, casi invisible, que se alimentaba de la piedra y la madera que eran carne y esqueleto de ese edificio como un cáncer paciente e inexorable.
No eran lo bastante amplias esas grietas exhibicionistas para que nos coláramos. Ni siquiera para mí, que no levantaba siete palmos del suelo, y era tan delgaducha que se hubiera podido decir que no tenía bajo la carne un esqueleto humano, sino la raspa de algún pescado.
Habrá que entrar, dije a mis compañeros cuando alcanzábamos de nuevo las puertas.
Aquello no tenía nada de especial. No parecía a primera vista un terreno peligroso o que ocultara grandes males. Pero había sido mejor echar un vistazos.
- Sí - les digo - No parece que haya nada, aunque al menos ya lo sabemos y podemos entrar con más calma - les comento y avanzo hacia las puertas en alerta permanente. No hay que despistarse en ningún momento pues no sabemos lo que nos deparará ahí dentro.
Quarion caminaba alrededor sin ver nada del otro mundo, aunque intentó buscar lo que les faltaba, pues con suerte no estaría dentro. No quería tener que entrar en otro lugar y enfrentarse a un caldero viviente- Si no hay más remedio entraremos, pero con suerte está por aquí fuera lo que nos falta -comentó el druida.
Tirada oculta
Motivo: Saber Naturaleza
Tirada: 1d20
Resultado: 11(+7)=18
Si la planta no está por fuera, vamos a dentro directamente ^^
Los champiñones de hierro que buscáis no están ahí.
Aunque deberías haberme hecho una tirada de Percepción. Jajaja.
Esperaré a que les comentes que no has visto nada para postear.
-Vamos a tener que entrar, los champiñones no están aquí fuera -miró el Monasterio y suspiró ligeramente- ¿nos ponemos en marcha?
En las paredes del monasterio véis dos puertas. Una de dos hojas, con una de ellas semi abierta en el lado izquierdo del monasterio. Al frente, hay otra puerta abierta. Al sur, véis los establos semiderruidos y una torre con la puerta cerrada. En una esquina, un pozo de piedra.
Estáis más o menos sobre el punto 2.
Entré en el patio manteniendo alta la guardia, con el arco encordado y preparado en la mano. Nada de sorpresas, por favor, no quería que mi corazón envejeciera a trompicones, mucho más rápido que el resto de mi cuerpo, y me llevara a la tumba siendo todavía una joven.
El patio era pequeño, como todo el monasterio. No había allí espacio para un huerto ni para un corral, a menos que hubiera solo un puñado de monjes viviendo allí cuando todavía estaba en activo. Allíestaban los rastros que había visto antes, demasiado distorsionados para reconocer su origen, pero suficientes para evidenciar el paso de alguien o algo por la zona.
Dos puertas daban al monasterio, y una a la torre, un edificio independiente.
Por mí, encontramos el hongo y nos largamos a toda prisa. ¿Empezamos por la torre o el monasterio? pregunté.
Observaba su alrededor con cierta suspicacia, como si esperara que saliera algún tipo de ser en cualquier momento- Quizás deberíamos empezar por la torre, puede que lo encontremos allí y no tengamos necesidad de entrar en el monasterio. El tiempo es algo vital -comentó el druida mientras desenvainaba sus armas.
- Vamos. - Les digo a mis compañeros mientras con un brazo les invito a seguir adelante. Fuese lo que fuese lo que habría en el monasterio, pronto lo iban a descubrir.
Os acercáis a la torre con cuidado, mirando a todos lados. Una brisa de aire helado de las montañas se cuela entre los huecos de las paredes derruídas y mueve la hierba crecida del patio del monasterio, poniéndoos a partes iguales en alerta y haciendo que un escalofrío os recorra la columna vertebral.
La puerta es de madera maciza aunque no tan gruesa como podría parecer. Sin embargo, los intentos por abrirla son inútiles. No es la cerradura. No. Miráis la misma y está destrozada. Parece que la puerta está atorada y sólamente empujándola seréis capaces de abrirla.
El tiempo pasa.
Pues la torre, repliqué. Lo mismo me daba lo mismo uno que otro, pero bien cierto era que al ser un lugar más reducido, lo registraríamos con más rapidez. A menos que tuviera un sótano inmenso y tenebroso, o que estuviera llena de terribles monstruos, o ambas cosas.
Me acerqué a echarle un vistazo como experta local en cerraduras y otros mecanismos más o menos complejos, algo que podría considerarse extraño para una chica criada en una cabaña en la ladera de una montaña, pero a papá le vino a bien enseñarme vete a saber por qué razón. Cuando volvía de la ciudad, me traía candados y cerrojos de diferentes tipos, y me mostraba cómo abrirlos usando una ganzúa y un tensor. Nunca quiso decirme cómo había aprendido él. Como era alguien que se enorgullecía de actos que a otros hubiera hecho enrojecer de vergüenza admitir, nunca le presioné para que lo relatara. Ciertos aspectos de tus padres es preferible ignorarlos.
En cualquier, no había cerrojo que forzar. El óxido y algún golpe con objeto contundente se la habían llevado al paraíso de las cerraduras. Desgraciadamente, la maldita puerta estaba encajada en los goznes, y mi cuerpo de adolescente no era suficiente para sacarla de ahí.
Echadme unos hombros aquí, pedí a mis compañeros. La maldita no se quiere abrir.
- Sí - digo y me acerco a Berhanu para ayudarle a empujar la puerta. Toco la puerta y doy unos golpecitos. Luego intento agarrar la puerta para levantarla.-Quarion - le digo - échame una mano.
No me gusta un pelo la brisa y me mantengo alerta.
Hace falta tirada?
Sí, tendríais que hacer una prueba de 1d20 + Modificador de Fuerza con CD 13. Recordad que podéis hacer la misma tirada con CD 10 para darle un +2 (por Ayudar a Otro) a quien haga la tirada inicial.
O sea, que dos podrías tirar a CD 10 (como si estuviéseis ayudando al tercero) y el otro hacer una Tirada con CD 13 (modificada por los +2 que le podáis haber dado).
Motivo: Fuerza (ayudar)
Tirada: 1d20
Dificultad: 10+
Resultado: 4(+1)=5 (Fracaso)
Bleh.
Motivo: Ayudar
Tirada: 1d20
Dificultad: 10+
Resultado: 2 (Fracaso)
-¿No tiene cerradura? -preguntó cuando la chica les pidió ayuda y a su vez, Haizti también hacía lo mismo- Venga, ya voy. A la de tres, ¿vale? -dijo mientras se apoyaba- uno... dos... tres -y en ese momento empujó con todas sus fuerzas, intentando apartar esa maldita puerta que no parecía querer permitirles pasar a la torre.
Motivo: Fuerza
Tirada: 1d20
Dificultad: 13+
Resultado: 20(+2)=22 (Exito)
La puerta cede ante el empuje de Quarion con un ruidoso crugido. El interior, en penumbra, acoge un montón de barriles de madera y restos de otras cajas cubiertas de una espesa capa de telarañas. Algunos mantienen su integridad, mientras que otros tienen agujeros en el mejor de los casos y están, simplemente, rotos en el peor. Pegada a la pared, una escalera de madera en mal estado asciende hasta un segundo piso.
Mi pobre hombro recibió más daño que la puerta. Afortunadamente, Quarion le dio un empentón con tanta fuerza que a punto estuvo de arrancarla de los envejecidos goznes. En su lugar, se estampó contra al pared y levantó una nube de polvo de aroma rancio.
¿Has estado haciendo ejercicio a escondidas? le pregunté al elfo. ¡Que era un elfo! Los habéis visto, ¿no? Delgaduchos y membrudos, como los adolescentes. No tanto como una chica de catorce años, pero tampoco mucho más. Estoy convencido de que si la puerta hubiera tenido sentimientos, se hubiera sentido muy herida
Me disponía a entrar cuando me fijé en las telarañas que lo cubrían todo. Y me acordé del maldito árbol y el lagarto gigante que casi se me merienda. ¡Nunca más!
Extendí un brazo hacia un lado para evitar que los demás entraran y me llevé el índice de la otra mano a los labios pidiendo silencio —como si no hubiéramos hecho ya bastante ruido—. Una vez estuvieron quietos, agarré una piedra del suelo, la apreté en los dedos susurrando las palabras de uno de los conjuros que había aprendido de los druidas, haciéndola brillar como una linterna.
Apartándome de la puerta, tiré la piedra luminosa al interior de la torre.
Lanzo luz, tiro la piedra al interior en penumbra y tomo 10 en percepción (16).