Partida Rol por web

Cada vez el invierno estaba mas lejano, y vuestros nuevos sirvientes tenían claro que finalmente podrían ser capaces de atravesar las montañas heladas.

Os había hecho demoraros unos días solamente, aun que la misión debía ser en el tiempo mínimo, sabíais muy bien que perder vuestros pocos recursos por culpa de una mala planificación, sería mucho peor.

Cae la noche, y sentíis que debeis despertaros. Al hacerle veis que estais cerca de una pequeña ciudad, no tanto como Buda-Pest, pero mayor que las pequeñas aldeas que habíais encontrado durante estas tres semanas.

Los Ghouls y sirvientes están completamente agotados, y os fijais, que los caballos también lo parecen, ya que apenas siguen el ritmo.

Lo que más os llama la atención, es que todo el publo está cubierto por una muralla, y solo hay una pequeña entrada, la cual está custodiada por dos guardias, los cuales os observan desde la lejanía sin acercarse ni decir nada, solo una mirada desconfiada.

Ramírez se asomó levemente por la ventana del carruaje y le susurra a uno de los sirvientes -- ¿Donde estamos?

Uno de ellos, se acerca rápidamente a Ramirez.

Klausenburg señor. Es la única "ciudad" de la zona.

Finalmente Ramírez bajó del carruaje y se encaminó hacia los guardias.
--Buenas Noches-- saludó en eslavo alzando la mano derecha a modo de saludo.
--Veníamos buscando refugió para esta fría noche en nuestro camino al Este.-- comienza dando información a los guardias pero tampoco demasiada...--Hemos procurado llegar antes del anochecer, nuestros sirvientes se han esmerado forzando a los caballos casi hasta la extenuación, pero estos endiablados caminos embarrados...-- niega con la cabeza mientras mira al suelo y lo pisotea.
--En fin-- dice encogiendose de hombros y sonriente --Confío en que aún quede sitio en la posada y que podamos llenar los buches con algo caliente-- dice mientras se acaricia la panza --Espero que un caldo bien calentito me haga entrar en calor no estoy acostumbrado a este clima y el frío se me cala hasta los huesos por mucho que me abrigue-- se relame como a quien se le hace la boca agua.
-- Y bueno, a nuestros animales tampoco les vendria mal algo de eno fresco-- concluye

Escucho con atención la conversación de Ramírez, no pensaba inmiscuirme en las "negociaciones" con la guardia, estoy seguro de que mis compañeros de fatigas son más capaces en dichos menesteres.

- Por fin una ciudad decente 

exclamo para mi mismo cuando divisamos el recinto enmurallado. "Ya va siendo hora de salir de esos estercoleros de campesinos y recuperar el decoro de la civilización."

Esta vez es Ramírez quien se avanza a convencer a los guardias para que dejen entrar la manada de lobos en su corral.

"Bien, bien... menos trabajo para mí."

Me reclino en el asiento del carruaje con el codo apoyado en la ventanilla.

"veamos como se las apaña el corsario"

al fin y al cabo, si la situación se torcía podría intervenir, pero lo cierto es que ahora tenía curiosidad por ver qué hacía en caso que surgiera algún imprevisto o resistencia por parte de la guardia.

Tras las palabras de Ramirez, uno de los guardias se adelanta y comienza a inspeccionar vuestros carros desde fuera, sin encontrar nada inusual en un viaje de esas caracteristicas. Regresa a su posición y hace un gesto para permitir vuestro paso.

Desconozco el estado de la posada. Está en la calle principal, con un cartel que dice "La Enseña de los Viajeros".

Matei llevaba desde el anochecer caminando junto al carruaje, sobre su corcel había montado a Sherezina en un gesto de impoluta caballerosidad, y él llevaba las riendas del animal. Cuando la guardia les hace parar, él no dice nada, viendo como sus compañeros saben manejar la situación con comodidad. Al encontrar todo correcto en su inspección, el guardia les permite el paso y asiente firmemente a su paso junto a los soldados en un gesto de respetuoso saludo.

--Muchas gracias, y buena guardia.-- se despide Ramírez.
Pero antes de darse la vuelta y volver al carruaje se aproxima al guardia mas cercano, le susurra algo al oido para después, tras guiñar un ojo al otro, darle da la mano al primero despidiéndose finalmente de el y regresando al curruaje al que sube con un saltito.
--Rumbo a la "Ensaña de los viajeros"-- exclama dando un par de golpecitos al techo del carruaje.

--Tomaos algo a mi salud que os caliente tras la guardia. -- le susurra al guardia, mientras que cuando le da la mano le deja un par de monedas, lo suficientemente para un par de jarras de licor.

El hombre te muestra una sonrisa, seria, pero queda claro que te mira bastante agradecido.

¿¿"La enseña de los viajeros"?? ese nombre sonaba a tugurio lamentable. Esperaba equivocarme, pero la denominación de "viajeros" sonaba indudablemente a excusa para dar un pésimo servicio a los transeúntes a sabiendas que los inquilinos no iban a repetir otra noche de estancia.

En mi diccionario, Viajeros: los que se conforman con cualquier cosa distinta a una tienda en el bosque o un carruaje en el camino.

Con una mueca de altiva disconformidad, dejo que nuestros transportes se pongan en marcha de nuevo.

"Supongo que al fin y al cabo será algo mejor que dormir aquí encajonados, y se podrá cazar con más facilidad"

Tras pasear un poco por la "ciudad", la cual no deja de ser una calle principal, rodeada de casas. La mayoría de madera o paja, llegais a lo que es la posada, que es la única con dos pisos, además de otra más alejada del "nucleo".

En una de las colinas cercanas veis un baluarte, desde el que se podría facilmente observar toda la ciudad.

Al entrar en la taberna, el tabernero os cuenta que están hasta los topes, tanto de camas como de establos, y os recomienda que cruzeis el bosque que sigue a la ciudad, que seguramente haya lugar para vosotros en el siguiente pueblo, situada a la salida del bosque.

Ramirez se había encargado con facilidad de la entrada en la ciudad sin necesidad de que nadie más interviniera.

Las complicaciones se sucedían. La taberna llena, la propuesta de atravesar un bosque en plena noche… en algún lugar de su mente unos aullidos sonaron despertando el miedo instintivo de los cainitas a viajar. Aquel pueblucho aunque poco mejor que una aldea al menos tenía un muro. Un muro entre ellos y las bestias que habitaban en los bosques.

- Caballeros – se dirigió a sus compañeros – Sugeriría ejercer nuestra influencia para que nos hagan el sitio necesario. La bolsa bien puede facilitarnos la tarea y nuestros criados y monturas bien necesitan el descanso. ¿Están de acuerdo?

Me encojo de hombros ante la proposición de Markus.

Lo hubiera dicho o no, mi ser no albergaba dudas de que aquella noche la pasaríamos en el pueblo y no en ningún otro lugar; vamos, es que ni se me pasaba por la cabeza hacerle caso a aquel tabernero de tres al cuarto.

- A ver, majete...

me acerco al tabernero y le doy un par de palmaditas en la mejilla

- Llevamos a cuestas un viaje muy largo y queremos descansar. - una sonrisa sardónica se ensancha de oreja a oreja.- Así que me da igual si echas a tus actuales inquilinos, les invitas a marcharse o nos alojas en tu domicilio privado. 

Hago una mueca con la cara del estilo: "¿Queda claro?"

- Hazlo como quieras, pero más vale que muevas cielo y tierra porque esta noche estas atendiendo a los huéspedes más importantes que jamás vayas a ver por estas tierras.

No puedo evitar una media sonrisa ante las formas de Lazar, estando de acuerdo con lo expuesto, nunca lo habría expresado tal cual.

Asiento hacia Markus en señal de conformidad y voy buscando un lugar que me permita observar la sala.

El hombre se dirige a Lazar.

No se preocupe señor, voy a buscar una manera de solucionar el asunto. Tras eso, sube las escaleras y veis que va llamando a alguien. Al poco baja de nuevo y se vuelve a poner en el mostrador.

Ya están sus habitaciones listas. Además ahora avisaré al mozo para que os prepare el establo. Espero que pasen una buena noche en Klausenburg.