Partida Rol por web

Con las tareas distribuidas, os despedís del resto del grupo. Habéis acordado que vuestra misión para esta noche sería buscar algún estudioso eclesiástico del que conseguir usurpar alguna información valiosa mediante vuestro ingenio o las dotes de Aricia.

Habéis estado un buen rato charlando y urdiendo un plan, por lo que ya deben ser las 9 o 10 de la noche.

Jäger os guía a ambos por las intrincadas calles de piedra de la ancestral ciudad hasta bordear las orillas del Tíber para alcanzar finalmente la altura donde se encuentra el ancho y majestuoso puente Aelius cuyos arcos recubiertos de mármol travertino cruzan las profundas aguas negras del río.

La contundente edificación que se erige en frente vuestro es el Castillo de Sant'Angelo, coronado por la figura del arcángel San Miguel, una exquisita filigrana del Toreador Rafaello de Montelupo que sin duda distingue el lugar como el mayor y más concurrido elíseo de toda Roma.

Tras la pesada muralla aureliana integrada en la misma fortaleza que se levanta en azafranada piedra travertina, divisáis el contorno no muy lejano de la cúpula de la basílica de San Pedro del Vaticano. Solo fijando la vista en ella unos pocos segundos sentís una extraña opresión sobrenatural en el pecho.

Ante vosotros las pesadas puertas del elíseo son franqueadas por unos guardias de uniforme que reconocen a Jäger a medida que avanzáis hacia ellos.

- Veamos a donde me conduces. - pienso mientras sigo a Jäger por las calles de la ciudad.

Al cabo de un rato una teoría va cobrando fuerza en mi cabeza. El Eliseo. Odio ese lugar así como todos aquellos lugares que tengan como propósito que la gente se reuna en su interior. No entiendo esa absurda manía de reunirse con todo hijo de vecino a cualquier hora y con cualquier pretexto.

A medida que nos acercábamos a nuestro destino mi desagrado interior va creciendo.

- Tan sólo espero que todo esto merezca la pena. - pienso.

Tu dirás, yo aquí soy extranjero y un infiel así que me pongo en tus manos .Sera mejor que hables tu y que yo te siga como si fuese tu guardaespaldas .Algo azorado continuo . Ejem, por cierto mi bolsa esta vacía amigo mío así que no cuentes con ella para pagar .No creas que lo digo porque no me fíe de ti o tenga perjuicios contra tu clan , es simplemente para que sepas lo que hay .

¿Dónde iba a conducirle con lo que había dicho que haría, sino al Eliseo?

No tenía que gustarle: a nadie le gustaba reunirse en un Eliseo, pero era mejor que muchas alternativas, incluso si el plural de "vampiro" era "guerra". Muchas sonrisas corteses, mucho distanciamiento y mucha civilización para lo que eran un hatajo de bestias sanguinarias... en resumen, no tanta diferencia con lo que había antes excepto en que de alguna forma se esperaba que participase en los juegos de los señores.

-Bueno, Sav, ya sabes cómo va esto... -dijo- Estás sólo. te aconsejo que te pongas en algún lado discreto y no hables hasta que te pregunten, porque te van a preguntar. Italianos son chismosas comadres muertos o no.

Milos sonrió al escuchar las palabras de User. Era curioso como se había conformado los grupos para llevar a cabo las diferentes vías de investigación... y, por azares del destino, el gitano y el pagano se habían juntado para registrar los bajos fondos.

- La realidad es bien distinta, amigo mío. Soy un gitano, ¿o es que no me ves? Alguien como yo con un guardaespaldas sería más sospechoso que una mujer en el Vaticano. - bromeó. - Que las gentes de nuestras castas frecuenten estos lugares no precisa de excusa o justificación. De hecho estamos dónde se supone que debemos estar. Además yo también soy nuevo en Roma. Viví hace años en Venecia y aprendí el idioma pero esta ciudad es tan nueva para mí como para ti. De cualquier modo, entremos... veamos qué nos depara la noche.

Dicho esto, se encaminó a la puerta de la taberna escrutando con los ojos en la noche. Buscando alguien a quien poder interrogar. 

Ante las palabras de Jäger me encojo de hombros.

- Que pregunten lo que quieran. - pienso. Veremos si les contesto.

Luego sin más me sitúo a su lado.

- Estaré cerca por si necesitas algo. - digo mientras nos seguimos acercando al Eliseo. No vaya a ser que las chismosas esas te den más trabajo del deseado. - añado divertido.

Disculpa, he estado ocupado en un finde largo de guardias y tardes xDD

Yo seguiré a Giani. No se de jerarquia monárquica ni de teología más de lo basico. Ya cuando tengamos de donde partir, me encargaré de sacar información.

Ninguno de los dos conocéis las calles de Roma ni os ubicáis para nada en el lugar, sin embargo Giani parece conocer el funcionamiento eclesiástico apostólico romano bastante bien, de modo que os ponéis a recorrer las calles de la ciudad eterna sin rumbo fijo.

Tras preguntar a unos cuantos viandantes solitarios sobre la ubicación del Pontificio Colegio de San Nicolás, donde según Giani se ospedan los grandes doctores en teología y futuros cardenales vaticanos, obtenéis finalmente algunas vagas indicaciones, no sin antes recibir algunos comentarios groseros y miradas sospechosas dirigidas especialmente a Aricia cuya presencia femenina a altas horas de la noche buscando la residencia de los religiosos hacía pensar lo peor.

Finalmente llegáis ante un enorme edificio de varias plantas cuya entrada y fachadas están decoradas en mármol travertino. Una docena de ventanas dan a la calle que habéis visto señalada como "Vía Giulia" en la que os encontráis, y no parece haber luz en ninguna de ellas.

Los bajos relieves sobre la puerta cerrada de madera de arce rezan las palabras: 

Asperges me, Domine, hyssopo et mundabor,
Lavabis me, et super nivem dealbabor.*

Una extraña sensación de embotamiento en la cabeza os hace sospechar que las fronteras de la ciudad vaticana se encuentran cerca o que quizás el edificio que tenéis delante emana algunos remanentes de peligrosa fe.

Reconoces el fragmento de texto sobre la puerta como un verso de la antífona procesional del "asperges me" (Sal. 50, 9)

Una tradición cantada mientras el preste rocía con agua bendita a los fieles antes de dar comienzo a la misa solemne del domingo y que sin duda señala el edificio como una sede católica de educación e iluminación.

No cabe duda de que se trata del colegio episcopal que andabas buscando.

La aparente ilusión de categoría que rezumaba el local des del exterior desaparece poco a poco al entrar. Mercenarios con botas, espadas y pistolas se apoyan en la barra o se sientan en torno a gruesas mesas de roble.

Atractivas mujeres, muchas de las cuales son obviamente prostitutas, revolotean por la sala o se acercan a los parroquianos. Camareras cuyas siluetas se recortan contra el fuego de la pared trasera van y vienen con bandejas llenas de jarras de barro, esquivando las atenciones indeseadas y las largas manos de los lascivos bebedores.

A la derecha, una pulimentada escalera conduce al piso superior y tras la barra se alza la mole de una figura que parece más la de un oso que un hombre, con rizada barba negra y brazos como ramas de árbol. Vestido con un mandil manchado de vino, vigila sonriente la relativa paz y quietud de su establecimiento.

Podéis notar como varias miradas se han percatado de vuestra entrada y sin embargo, pronto las gentes del local parecen volver a sus quehaceres sin prestar demasiada atención.

Los ojos de Milos bailan buscando alguien fácil de interrogar. Había múltiples opciones, des de un par de grupos de caballeros animados en varias mesas, los mercenarios de la barra, hasta las prostitutas siempre dispuestas a arramblarse por unas monedas o un hombre alto y delgado de facciones angulosas y curtidas cuyos movimientos parecen entorpecidos por el alcohol, sentado a solas en una de las mesas del centro de la sala.

Los guardias os franquean el paso y saludan a Jäger con un movimiento de cabeza.

Una vez pasadas las murallas llegáis a un amplio patio de armas bañado por la luz de la luna, en un rincón bajo la penumbra se dibujan dos figuras oscuras charlando. Sus ojos resplandecientes centellean en la negrura cuando atravesáis el espacio delante suyo.

Tras cruzar otro recibidor en línea recta, finalmente llegáis a una gran sala de altos techos que al igual que las paredes, están completamente recubiertos por fabulosos frescos llenos de color e imágenes de impactante realismo. El suelo hecho de mármol pulido dibuja intrincadas cenefas y unas cortinas de terciopelo se despliegan ante la ventanas y puertas posteriores.

Veis a varios vástagos en la sala: el viejo Tadeo lee unos pergaminos en un banco y Folieri, el guardían del elíseo parece estar teniendo una agradable conversación con Dispenio y la dama Meníva, de pié a un lado de la estancia.

Me llevo la mano a la frente, hastiada.

- Creo que quizás ha sido una mala idea venir aqui. No conozco la ciudad, pero dudo que esta sensación venga sólo de la cercanía de la Santa Sede. Quizás deberíamos buscar un sitio menos pío, como una taberna o un burdel.

Y si, por qué no, tenía miedo. Morir a causa del poder de la fe no era algo que entrara en mis planes a corto plazo. No tenía el más minimo interés en ello, para ser sinceros.

Puedo entender la actitud de Aricia, pese a mis contactos con las diversas iglesias actuales, la fe que emana de este sitio me resulta tan molesta como a cualquier otro cainita

-pero si ese es el siguiente paso querida. Los siervos de los altos hombres de la iglesia tienen las mismas necesidades que el resto de los mortales. Sin duda por aquí cerca habrá algúna taberna o burdel a la que acudan los sirvientes de esta casa. Ahora es cuestión de encontrar este establecimiento. Los hombres hablan al beber, alguien allí podría saber algo de lo ocurrido en la biblioteca vaticana. Y si no tarde o temprano se presentará algún siervo de cierta relevancia que podamos aprovechar en nuestra tarea-