Partida Rol por web

Dormísteis plácidamente, aun tras haber presenciados tensiones en el pasado día. Sin embargo, de madrugada, las innumerables voces del castillo en pasillos y salones os despertaron.

"¡¡ASALTO!!" , gritaban, y también "¡¡Doña Luisa!!", refiriéndose a la esposa de Diego Azuaga. "¡¡DESPERTAD, DESPERTAD!!", "¡Proteged al Barón!"

-¡¿Pero qué...?! -fue el acto reflejo, fruto de alguna que otra noche durmiendo a la intemperie a merced de bandidos, que salté de la cama (como mi forma física me permitía) y eché mano rápidamente de mi arma. Colgué la aljaba a mi espalda mientras notaba el frío tacto del arco recurvado en la noche, mientras mi mirada y mis oídos estaban alerta. Mis ojos buscaron los de mis compañeros antes de abandonar el dormitorio*.

Las caderas de aquella muchacha no dejaban de bambolearse rítmicamente al compás de una música dulce e hipnótica. Acostado sobre unos bellos cojines de hilo ricamente trabajados, disfrutaba de uno de los mejoras vinos que hubiese probado nunca.

Aquella joven se fue deshaciendo de las vestiduras que cubrían su cuerpo hasta quedar totalmente desnuda. Por mi parte, algo en mi entrepierna cobraba vida propia. La hembra se acercó a mi y me susurro al oído algo que no pude entender al principio. - DESPERTAD, DESPERTAD, ¡Proteged al Barón!.

Me desperté al instante sin entender nada. Poco a poco comencé a comprender lo que sucedía. Cogí mi hacha y me levanté esperando que de un momento a otro alguien o algo tirase la puerta abajo.

Lo que irremisiblemente se había venido abajo era aquello que con tanta ilusión se había alzado entre mis piernas en sueños.

- ¡¡DESPERTAD, DESPERTAD!! -Frunció el joven el ceño entre los alborotos del castillo. Calentito entre las sábanas.

¡¡Doña Luisa!! - Molesto entonces, giróse hacia el otro lado de la cama, resistiéndose a dejar la mullida et cómoda cama. A saber qué dramas acontecía a Doña Luisa para ir con tanto alboroto.

¡¡ASALTO!! ¡DESPERTAD! ¡Proteged al Barón! - Et la respiración del Zorro se entrecortó al momento que incorporabase de la cama ante la alarma. Los ojos abiertos en alerta, al poco volvieron a relajarse por el sueño, mas pronto fizo quanto debía fazer, preparándose para el asalto, o mejor dicho, preprándose para salir vivo del asalto. Tomó su capa negra et guardó el bracamante, asintiendo a los suyos compañeros para lo que se avecinaba. Non esperaba enfrentarse abiertamente a ningún mercenario, pero los dedos de la mano ya temblaranle ante el pensamiento de degollar a qualquiera por la espalda. -Detrás de ti, Lope....encontremos al Baron et a la suya esposa et fillo.

Sobresaltados aún, algunos blasfemando por lo bendito de sus sueños en contraposición con aquel vociferio, tomásteis instintivamente las armas, casi antes que las ropas (pues dormíais en el mismo cuarto con el hábito nocturno). A excecpción del joven zorro que se izó la capa sobre sí, salísteis a ver qué diantres pasaba. En los pasillos del castillo los criados corrían a través de él, sobresaltados. Fuísteis hasta donde había más expectación, y no era sino la alcoba de don Diego. Al asomar la cabeza, vísteis el cuerpo de la mujer de don Alonso. Doña Luisa yacía en la cama, degollada, en un mar de sangre.

A su lado, el barón de Villanache abrazaba a su desconsolado hizo (ambos embozados en lágrimas y gritos), apartándole la mirada de la horripilante escena para el infante. Los criados y los pocos soldados de que disponía el barón custodiaban de momento los pasillos.

-¡Válgame Cristo! -vociferé al ver aquella carnicería: que si bien era hombre curtido en la vida, aquel tipo de espectáculos me levantaban el estómago. Aparté la vista y observé al Barón, tan humano como el más bajo de los campesinos, llorando como todo hijo de vecino, roto de dolor. Lejos quedaba aquella dignidad implícita en la nobleza, diluida entre las lágrimas y sollozos de su llanto. Mis ojos se dirigieron entonces a cuantos había alrededor - ¿Qué ha sucedido? ¿Alguien pudo ver algo?

Aquello era tremendo.

- Barón vos y el infante estarían mejor en la estancia de al lado mientras los criados limpian todo esto. - Le dije con suavidad y tiento a don Diego mientras con intentaba ponerlo de pie.

La imagen de la baronesa en aquel charco de sangre podía traumatizar al crío y era mejor que no siguiese viendo aquello.

- ¿Alguien a oído algo?- Pregunte al aire a al vez que pasaba la mirada por la estancia por si descubría algo.

La respiración entrecortóse al ver a la noble degollada. Una imagen que poco plebeyos, ni siquiera los más vándalos, llegaban a ver en sus vidas.

Tragó saliva et sintió sus gónadas en la garganta quando dióse cuenta de cómo aquesto comenzaba a tonarse más serio de lo que esperaba. ¡Maldita fuera su crisma! qué mal tendría en Burgos como para haberse venido hasta aquí.

Con el bracamante en su mano, observó a su alrededor, buscando por dónde podrían haber fugido aquele que dio muerte a la baronesa. ¿Cómo ha sido? ¿Quién hallóla ansí?

Vísteis que a los pies de la cama, uno de los crucifijos que estaba colgado en la pared, yacía ahora en el suelo. Pertenecía a la Señora, et estaba quebrado y lleno de sangre.

Mientras unos criados levantaban al barón junto a su hijo y los llevaban a una estancia anexa (como Lope apuntó), el resto comentó que dos doncellas llamaron a la puerta tras oir varios chasquidos, y no obtuvieron respuesta. El niño dormía en otra habitación y don Diego, al no poder conciliar el sueño por el problema de los mercenarios acampados, bajó al comedor, se sentó junto a la chimenea y comenzó a leer un poco. Según los criados, había ocurrido todo ello hacía pocos minutos, justo antes de dar la alarma.

¡Mi esposa! -se oía al barón de Villanache maldecir por la terrible pérdida-. Fuísteis entonces a la habitación donde lo habían alojado, y al pequeño se lo llevaban a su dormitorio.

Un guardia en su habitación, ¡et dos en la puerta! -ordenó a sus criados-; no quiero que le dejen sólo... -estaba sentado en un lujoso sofá, con la mano en la frente tapándole unos ojos empapados en lágrimas-. ¡Señores! -os dijo entonces, al percatarse que estábais allí-, buscad por el castillo, por si anduviera aún dentro de mi casa, ¡et luego!... ¡et luego decidle a tres soldados que vayan al pueblo a ojear! ¡Maldita sea! ¡LUISAAAA!

El barón acabó por derrumbarse en el fino asiento.

-Non separémonos -dije a mis dos compañeros, pues creo que aparte de Lope ni Zorro ni yo éramos demasiado duchos en el combate-. Busquemos por el Castillo mientras los omnes del Barón registran el pueblo.

Un vistazo me bastó para observar la devastación que asolaba el corazón del pobre don Diego.

-Mexor será que empecemos cuanto antes, et dejemos que don Diego lleve el suyo duelo tan bien como pueda.

Mis ojos buscaron los de Lope.

-Vos cubro las espaldas.

Asentí a Alvar y me agaché para recoger el crucifijo. Con curiosidad me fijé en posibles detalles y, cuando hube terminado, lo posé encima de la cama.

- Creo que esas doncellas que descubrieron este crimen deben dar sus explicaciones de lo que viesen. Ya después podremos decidir que pasos seguir. - Dije a Alvar y Zorro.

- ¡Traed a esas doncellas!- Ordené a uno de los criados que estaban en la habitación.

Frunció el ceño al escuchar a sus compañeros, sin saber muy bien el qué podría fazerse agora. Pues el asesino podría ser qualquier en verdad o haber fugido faze mucho como para encontrar culpabe. Pese a todo, trató de pensar en qué podría ser la razón para el ataque a la Señora, et non al propio Barón. Et entonces buscó et preguntóles.

-Las Joyas de la Señora donde se encuentran? ¿podría tatarse de un...o una ladrona? Tendríamos a bien descartar qualquier posibilidad. -Comentó al servicio lo suficientemente alto para que el Barón lo escuchara.

-Más bien inclínome por la cábala judía, joven Zorro, et por los mercenarios con los que fablásemos aquesta tarde -dije, en voz queda, para que sólo mis compañeros pudieran escucharme-. Aunque como bien decides, non deberíamos descartar ninguna posibilidad,  mucha casualidad sería un robo justo aquesta mesma noche...

Los criados oyeron también aquella pregunta del joven zorro, et dijero que no, que no faltaba nada de valor. Luego, don Diego confirmó aquesta información, diciendo que habían empeñado también ciertas joyas de doña Luisa, et que poco o nada de valor tenían. Et así era.

-Non habemos de demorarnos más -dije, viendo que aquello no iba a ninguna parte. Para mí era evidente que no se trataba de ningún robo, si no un ataque directo contra el Barón-. Como dije, busquemos por el Castillo mientras los omnes de don Diego registran el pueblo. Puede que el agresor (o agresores, sepa Dios) aún ande por aquí, o haya dejado alguna pista de la suya identidad.

Fue entonces que salísteis de la sala donde aguardaba el barón, todo destrozado, et que mientras los sirvientes limpiaban el cuerpo de doña Luisa, bajásteis al piso de abajo. Registrásteis la cocina, las alacenas, el comedor y varios cuartos y celdas de la servidumbre. Ningún rastro hallásteis por allí. Es por ello que no sabíais, al no tener pista alguna, si tratábase de robo, venganza o cualesquier otro motivo. Al cruzar el patio de armas vísteis ciertas huellas, en la gravilla de la misma. Las cuadras y las torres estaban vacías de cualquier peligro también.

Veíais pues, mientras buscábais por cada rincón de la casa de don Diego, que los hombres de la servidumbre (el herrero y sacamuelas, el mozo de cuadras o el aguador) os ayudaban en las tareas de búsqueda. Era de noche, y cuantos más ojos anduvieran en batida, más posibildades habría de encontrar al culpable de tan horrible muerte. Sin embargo, aparte de esas huellas, que se perdían en una zona de muralla bastante baja, poco percibísteis.

Al poco tiempo, bajó uno de los criados del castillo. El rumor comenzó a decir, según habían examinado arriba (donde estaba el cuerpo), que la cuchillada del degollamiento había sido hecha, probablemente, con un arma pequeña y muy afilada. Un estilete, quizá.

El rastreo estaba siendo infructuoso. Nada encontrábamos que pudiese delatar la presencia de los posibles asesinos de la baronesa. 

Lo único que se encontró fueron unas huellas que se perdían en una de las partes en las que las murallas eran más bajas. Decidí buscar alguna pista más en esa zona mientras comenzaban a llegar rumores de que el asesino había usado un arma pequeña. 

- Non es la forma de facer de esos energúmenos que ahí fuera están acampados. Aquí hay algo más. - Pensaba mientras buscaba alguna pista en la zona de la muralla.