Partida Rol por web

Delfine te mira fijamente con las mejillas coloradas, no parece darse cuenta de que tiene la boca entreabierta, se queda así casi un minuto entero hasta que asiente de nuevo y se te acerca despacio. Cuando llega frente a ti inclina la cabecita y cierra los ojos para que puedas darle la bendición de la diosa, su expresión no varía, pero está tiritando de la emoción; colocas las manos sobre ella, tiene un pelo tremendamente liso y sedoso y una frente preciosa que su lacito ayuda a exponer orgullosamente.
—Gra... gracias —te dice en un murmullo apenas audible, aunque podría tal vez estar dirigido a Orphea.
—Tampoco es que la necesitase, esta niña es un prodigio —comenta la diosa—. Creo que voy a tenerla muy en cuenta, no todos los días te encuentras personas con este nivel de entendimiento.
Luego se dirige a ti:
—Tú podrías aprender mucho de ella, ¡es una conjuradora! Y de los Doce, nada menos.

Miro a Orphea, luego a Delfine y finalmente vuelvo a mirar a la diosa.

—¿Puedo aprender a conjurar cosas? Creía que eso solo podrían hacerlo los magos.

Si es cierto que podría aprender cosas de Delfine, podría ser muy útil.

—Depende de lo que quieras conjurar. Tú sabes cuál es la principal diferencia entre un clérigo y un mago, ¿verdad?

Delfine te está mirando fijamente, entiende que le estás hablando a Orphea, así que guarda silencio y no interviene.

—Los magos usan energía arcana, mientras que los clérigos usan energía divina, la magia requiere de una de las dos, a veces ambas, para funcionar. Tu energía divina viene de mí, pero necesitas saber canalizarla y entender lo que estás haciendo, ya has experimentado fallos, ¿no es así? En el caso de la conjuración, debes conocer la entidad que quieres traer, cuanto mejor la entiendas, más fácil te será.
Luego hace un gesto señalando a Delfine.
—Esta niña tiene perfecta sincronización con cuatro de los Doce Caballeros, parcial con otros seis, es increíble.

—Sí, basta con aprender sobre ellos para traerlos al mundo en tu ayuda, como mínimo saber sus nombres —se adelanta a responderte antes de que le preguntes—. Te tocará estudiar si quieres tener esa clase de poder en tus manos.

Sobre esos Doce, no, no te suenan de nada, es la primera vez que oyes hablar de ellos desde que aparecieron ustedes aquí.

Reflexiono sobre lo que me comenta Orphea y miro de reojo a Delfine.

—Sabía que ella era como una especie de prodigio, pero caramba...

No sé nada sobre esos doce caballeros, pero por su número me viene a la mente el zodíaco. No sé si será eso o no, pero sí que necesitaré saber cosas sobre ellos ya que nunca se sabe cuándo nos puede venir bien el poder invocar a uno de ellos.

Miro a Delfine y le dedico una sonrisa amable. Podría preguntarle sobre los Doce Caballeros, pero la prioridad ahora es informar a los demás de que ella esté aquí y poder resolver los problemas que se plantean.

—Bueno, Delfine. ¿Cómo te encuentras ahora?— le pregunto.

—Bien —se limita a responder, con un hilito de voz.
Orphea ya no está visible en el cuarto, pero sigues sintiendo su presencia. Se produce un silencio incómodo estando los dos solos allí mientras Delfine te mira de reojo de a ratos, se le han ido un poco los nervios, pero sigue siendo imposible saber lo que piensa, no mediante sus expresiones, al menos.

Una llamada a la puerta la sobresalta y se lleva una mano al pecho, es la primera vez que la ves reaccionar así a algo, el ruido la tomó bien por sorpresa.

—Somos de servicio —oyes una voz femenina al otro lado—. Venimos a dejarles las toallas y recargar el hielo mágico.

Ves girar la perilla.

Ese momento incómodo lo rompe alto que me aterra: el servicio del hotel. Rápidamente le hago gestos a Delfine para que se esconda (aunque no sé si lo entenderá o si me hará caso) y acto seguido voy a la puerta para tapar la visión antes de que se abra.

—¡Ah, sí, sí, muchas gracias! Ya me encargo yo de las toallas y el hielo mágico, no se preocupe— busco mi bolsa de oro para darle una moneda como propina, con una sonrisa nerviosa fruto más de los nervios que otra cosa.

Por encima de todo voy a intentar tapar a Delfine y, si puedo, impedir la entrada al personal del hotel.

—Hehe, muy chistoso, señor. —Asomándote por la puerta entreabierta ves una bonita mucama de más o menos tu edad—. ¿De verdad tiene usted ahí con qué recargarlo? ¿quién viaja de vacaciones con esa clase de instrumentos?

Echando un vistazo atrás, ves que Delfine sigue tiesa en el mismo lugar, no se ha movido de ahí.

—Déjeme hacer mi trabajo, por favor.

Suspiro. Tendré que improvisar.

—Vale, lo siento. Es que mi hermana se pone nerviosa ante la gente desconocida— digo apartándome al ver que Delfine no ha hecho nada —Adelante, pase.

Cuando entre y haga su trabajo le daré una moneda como propina.

—Tome, por las molestias.

—¡Ay, pero qué linda es!
Cuando pasa y se fija en Delfine, queda maravillada y se inclina apoyando las manos en las rodillas para quedar a su altura.
—¿Cómo te llamas? —le pregunta y se vuelve a ti—. No se parecen en nada, verdaderamente.
Delfine se esconde nerviosa detrás de ti cuando la empleada le dirige la palabra.
—Ya quisiera yo una hermanita así de tierna, mira cómo te quiere.
Se pone a canturrear mientras saca de un maletín un aparato extraño que parece un sifón de soda, que usa en el recipiente de hielo mágico y se queda alrededor de un minuto esperando.
—Un momento.
Mientras pasa el tiempo, ella seguía mirándolos a ustedes dos con detenimiento.
—¿Tú no eras de los que vinieron en la fragata crucero? Con ustedes venía un niño rubio, no una niña. Qué extraño. La otra niña era una nekojin, de aspecto muy diferente.
Interrumpiendo sus pensamientos, le ofreces una moneda como propina, que ella observa en tu mano sin tomarla.
—¿Por qué me das eso? No necesitas pagarme, soy empleada del hotel, esto ya viene en mi salario.

Tengo que improvisar y mentir como un cosaco.

—Es que se había separado de nosotros. ¡Menudo susto que nos dio cuando entramos en el hotel y no la veíamos!— me giro hacia Delfine —Mira que te dije que no te separaras de mí, ¿verdad?

Cuando me rechaza la propina me quedé pensando... a ver, sé que donde vivo está mal recibir propinas, pero en Europa es una forma de premiar el buen servicio. ¿Será este mundo en ese aspecto igual a Japón?

—Lo siento, quería premiarla su buen servicio y compensarla por lo de antes. ¿Cómo se llama? Es para poder mencionar el buen servicio que nos ha dado cuando se acabe nuestra estancia.

—Ya veo... —la joven termina de recargar el hielo y guarda su instrumento—. ¡Pero qué irresponsables son! ¡Miren si la secuestran! Si una criaturita tan encantadora como esta fuera mi hermana menor la cuidaría con el recelo de una mamá osa.

—Mi nombre es Carol —te responde sonriente, pero se le borra esa sonrisa cuando explcias la razón de tu propina—. ¿Me premias? Yo no soy mejor que el resto del personal, deberías en ese caso darle una moneda a cada compañero mío, ¿no te parece? Deja, guarda eso.

Notas una ligera presión en la espalda, es Delfine que todavía sigue allí escondida y te está agarrando la ropa.

—Muy bien, esto ya está. ¿Necesita algo más?

—Tiene razón, y mire que normalmente tengo mucho cuidado pero supongo que por llegar a este hermoso lugar me relajé un poco. Créeme que no me volverá a pasar— pongo la mano sobre la cabeza de Delfine para que se tranquilice —Vale, Carol. Me acordaré de tu nombre y permíteme que te tutee, que me has caído bien. No necesitamos nada más, muchas gracias y nuevamente perdona las molestias.

Y la muchacha se va, dejándote de nuevo solo con Delfine. La tensión del momento empieza a bajar poco a poco.

Tu nueva hermanita sigue sin decir nada, aunque ahora resurge de su escondite y se aparta un poco. Te mira a ti, luego a la puerta, a ti de nuevo, después va y coge una petaca de agua fresca y se queda mirando la estantería de hielo mágico. Observa entonces que en la de más arriba hay un bol con caramelos y pone todo su empeño en llevarse alguno, pero ni estirando su bracito todo lo que puede y poniéndose en puntillas los alcanza.

Suspiro aliviado al ver que la chica se marcha. Miro a Delfine, quien parece calmarse, y veo que trata de coger unos caramelos que hay en un bol. Me acerco y cojo un buen puñado para dárselos a ella todos menos uno, el cual me lo quedo yo.

—Toma, espero que te gusten. ¿Puedes esperar aquí? Voy a buscar a Koko, espero que se encuentre en la habitación de al lado.

Una vez Delfine esté conforme voy a la habitación de al lado para llamar, esperando que Kokoro se encuentre allí.

Tu puñado apenas cabe en las manitos de la niña, quien asiente levemente y en silencio, confirmando tu solicitud.

Al salir te encuentras con un pasillo vacío, salvo por la figura de Carol alejándose a unos cuantos metros por la derecha. La puerta de la otra habitación está justo en frente a la de ustedes y basta con dar medio paso adelante para golpearla.

Me miro reflejado en cualquier superficie

¿Soy de las personas a las que le gusta tirarse a quemarse al sol, con un puñado de arena en la nariz? ¿Acaso renunciaría a la diversión de subirme a la tabla y hacer surf?

Entonces pienso en las chicas en traje de baño.
¡¡¡¡ DESDE LUEGO QUE SI !!!!  ¡Desde luego que soy ese tipo de persona!

Así que me aseguro de llevar el traje de baño, la toalla, refrescos, algunos oros... Le pregunto a Durandal si se quiere venir, y ¡A las playas! Aunque sea de noche ¡HAY PLAYAS QUE VER!

—¿Y no te molesta que sean tan...?— me mordí la lengua para no decir una palabrota. Pero no, ese no era mi estilo —¿... malos?

Los niños podían llegar a ser realmente crueles y Vastin se veía que tenía un gran corazón.

Unos golpes en la puerta me desconcertaron, llendo a abrir para ver quién era. ¿Servicio de habitaciones? ¿Nos darína chuches?

—¿Quién eeeees?— pregunté mientras abría la puerta de par en par, viendo a Soji ahí. —¡Oh! ¡Ey!

—Hola Sojiro, ¿no está Kei contigo?

El clérigo puede ver al asomarse que de un lado de la habitación toda la ropa está prolijamente ordenada en el armario, mientras que en el otro las maletas están aún en el suelo sin tocar. No es difícil adivinar quién duerme en qué lado.

—Hola, chicos. ¿Se puede? No, Kei se fue a las piscinas de inmediato.

Al entrar veo que Vastin lo tiene todo ya preparado y organizado mientras que Kokoro ni ha tocado sus cosas. Bueno, sinceramente no esperaba nada diferente de ellos dos. Cierro la puerta y los miro con cierto nerviosismo.

—Veréis... ha surgido un imprevisto del que ni siquiera Kei sabe nada... Delfine se ha venido con nosotros, se coló dentro de una maleta. Una empleada del hotel nos sorprendió y dije que era mi hermanita para que no pensara nada raro (como por ejemplo que soy un secuestrador lolicon que la retiene). Así que Vastin, si te preguntan nosotros 3 somos hermanos y estamos de vacaciones con nuestros amigos Kei y Kokoro. Ah, y tendrá que dormir con vosotros, porque no es plan de que comparta habitación con dos tíos adultos como Kei y yo. Lo siento, no se me ha ocurrido otra cosa y me ha "pillao" por sorpresa.

La playa más cercana está a pasitos del hotel, sólo debes seguir el camino tras salir, todo derecho, hasta llegar a un barranquito donde termina el césped y empieza la arena.

Está sorprendentemente cálido en la costa, para la hora que es, así que no sientes nada de frío, pese a estar en shorts. Naturalmente no hay un alma allí, salvo por algunas personas aisladas echando caminatas, estás tú solo, los puestitos donde probablemente vendan comidas durante el día ahora están todos cerrados.

El mar está muy calmado, las olas más grandes tardan en formarse y apenas se notan antes de romper, no hay absolutamente nadie bañándose.

Lo lindo es que puedes ver claramente gracias a la luz de las dos lunas y sopla un viento agradable.