Partida Rol por web

—Ñiiiiiii— se me podía oír trajinar con mi trasero y mis piernas, intentando arrastrarme hacia atrás hasta que finalmente solo tuve que dejarme caer. —¡Qué voy!— solo esperaba que estuviese alguno de los dos ceporros para cogerme en al caída.

Una vez de nuevo en el cuarto solté un bufido. —Nada, el conducto se estrecha y por ahí no pasamos ni de broma— si no podía pasar yo, mucho menos ellos. —¿Entonces qué?

— Pues lo primero es lo primero, supongo

Con un poco de papiroflexia empiezo a doblar y redoblar una hoja de papel de llamativos colores que he tomado para que haga de bolsita, y con unos cordelitos le ato la vela, de forma que quede siempre bajo la boca de la bolsita de papel. Ni demasiado lejos ni demasiado cerca.

Y ya sea con algun material que tuviese el mago, o frotando piedra contra acero -o implorandoos magia- intento que la velita se encienda. Con parsimonia, y una exagerada y melodramatica pose, sacada de algun teatro teatreso, declaro

— Y contemplad! Por primera vez en este mundo de chiflados primitivos, deleitad vuestros ojos con esta gran maravilla de las ciencias ¡El Globo!

Casi me echo a reir. Pero dejo salir el globito por la rendija

— Vale, mi idea es simple: El globo esta hecho con la hoja de colores mas llamativos que he encontrado. Si nos la encontramos cerca de algun agujerito, una chimenea o algo, sabremos que ese agujero conecta con este lugar.

Y sin más opciones, lo dejo volar, y deberemos ir a la puerta que queda ¡Que si no!

Kei lanza el globito hacia arriba y éste se precipita hacia el piso. Al caer, el pergamino se enciende con el fuego de la vela y termina quemado. Nuestros héroes deberían agradecer que el suelo es de piedra.

La puerta al otro lado del pasillo está más podrida que la otra y se desencaja cuando la abren. Inmediatamente después de hacerlo les corre un viento helado que los deja tiritando, pero a la vez les quita el sopor de la humedad y el calor que venían recibiendo, además de ser una clara indicación de que si avanzan un poco más encontrarán una salida. A los lados de la puerta hay uans cajas de madera rotas y barriles, todo medio cubierto de nieve, a medida que avanzan se vuelve más y más frío, hasta que el pasillo se abre y desemboca en la intemperie, salen de una gruta a un espacio abierto que no sólo está nevando, sino que la ventisca les congela los huesos.

Dejando de lado el frío, la vista es bastante bonita, tienen delante de ustedes el borde de un acantilado y el mar u océano se extiende hasta donde pueden ver. El sol está llegando al horizonte por la izquierda.

Tras salir, empiezo a notar el frio calando en mis huesos

— B... brbrbr... la última vez que estuvimos aqui, era VERANO ¿No? Salvo Inam (el marido de Sophia) y Ozax, todo el mundo iba fresco —
Por dentro pienso en Selina, que iba MUY fresca.

— Os juro que esta vez no he hecho nada. Aparte de cagarla con el globo ¡El próximo me saldrá mejor! ¡Lo aseguro!

Buscar una salida por el hueco del techo había sido del todo inútil. Miré con cara de póker cómo la idea de Kei se deshacía en el suelo, quemada... como sus sueños (modo dramático).

En fin... Habría que seguir.

La siguiente puerta que nos tocaba por investigar era la que estaba más podrida, no tardó en desencajarse y permitirnos pasar al otro lado. Conforme avanzábamos el frío se iba haciendo más intenso, haciendo que me rodease el torso con un abrazo mientras frotaba los antebrazos con las manos. —Sí que parece que el tiempo ha cambiado drásticamente...— ¿tan grande era la cueva? Había leído acerca de un lugar en el que el tiempo cambiaba bruscamente de un punto a otro. —Quizás estamos en un sitio parecido a Australia— me aventuré a decir.

Aunque el frío era incómodo, prefería la salida inmediata a continuar haciendo los cafres y pudrirnos en la cueva. Al menos habíamos encontrado cómo salir al exterior. Caminé por el acantilado sin acercarme mucho al borde para ver si había algún camino de bajada o por dónde continuar.

Me quedo impertérrito al ver cómo fracasa estrepitosamente el plan de Kei.

—Tronco, ¿qué intentabas hacer? ¿Prenderle fuego al suelo? Es de piedra, ¿sabes?— suelto con cierta ironía, tampoco es plan de cebarse con él, al menos ha intentado pensar algo.

Cuando abrimos la puerta que queda (o más bien la tiramos abajo) siento un frío que pela. Instantáneamente me arrimo a Kokoro buscando algo de calor.

—¡Hostias qué frío!— exclamo tiritando.

Kokoro expresa su teoría y miro a mi alrededor.

—¿Insinúas que hay canguros árticos o algo así? Tía, esas cosas tengo entendido que pegan buenas patadas. Nos van a reventar.

Sigo a mi compañera nekojin con cautela, ya que parece que hay una buena caída. Sin embargo por un momento me quedo prendado por las vistas.

— Ostras, qué paisaje más bonito...