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PARTE I: La partida de los elegidos.

Y por fin, el gran día había llegado. Aunque el cielo de Nirmathas se presentaba grís, casi al borde de la lluvía, la vida y el movimiento inundaban ya las calles de la aldea forestal de Kassen y en la plaza central centenares de aldeanos se congregaban expectantes por la ceremonía que en pocas horas se iba a producir. La plaza de Kassen estaba completamente adornada para la ocasión y dos largos estandartes con la heráldica de la aldea y de Nirmathas colgaban desde el tejado del Gran Salón,el edificio de gobierno, que se ubicaba frente a la plaza y frente a las puertas de éste había una gran tarima elevada desde donde el alcalde Uptal y los cuatros mentores de los elegidos darian sus bendiciones para el inicio del peregrinaje en busca de la LLama Eterna.

Entre el gentío que se iba congregando, algunos bardos alzaban versos en honor a Ekat Kassen, músicos tocaban con sus flautas de madera y algunos juglares ofrecían juegos y entretenimiento para los más pequeños. El ambiente que esperaba la celebración de las fiestas de la cosecha donde los cuatro elegidos partirian hacía la espesura en busca de la cripta de Ekat Kassen era totalmente alegre y festivo...

Paul acudía con una cara lo más parecida a un zombie. Sus ojeras eran patentes, de no haber dormido toda la noche. Únicamente los nervios del acontecimiento lo mantenían aún alerta. No tenía ganas de pararse ante ningún funambulista, ni ningún apresurado puesto comercial; tenía un objetivo claro, ..., era el día. Paul tenía todo preparado e iba bien pertrechado, y a medida que la gente lo reconocía como uno de los elegidos, le iban dando muestras de apoyo y le iban abriendo el paso.

Paul se acercó a la tarima, y más concretamente, al lado dónde el padre Prasst estaba. Lo saludó con una pequeña reverencia, y comentó algo con él, que la muchedumbre difuminó ente tanto griterío.

Para cuando Boris llegó a la plaza, el pueblo empezaba a desperezarse. Aguardó al otro lado de la plaza, observando con cierta conmoción los adornos que habían preparado el día anterior. Estaba ciertamente nervioso. Se percató de que Arnama había llegado junto a otros tres compañeros. Si la mujer había visto al joven, no hizo ademán de saludarle.

El gentío empezaba a congregarse, las grandes aglomeraciones siempre habían puesto nervioso a Boris. A punto estuvo de salir corriendo. De repente un joven llegó y se colocó sobre la tarima, junto al que debía ser su mentor. Conocía a ese muchacho, aunque era incapaz de recordar su nombre.

Rumió que había llegado el momento de hacerse ver. Tiró la manzana a medio comer y se dirigió a la tarima. Una vez arriba saludó con una inclinación de cabeza a su mentora, mostrándole una afable sonrisa que pretendía aparentar seguridad.

Se aproximó al otro joven y le tendió la mano: - Vaya día, ¿eh? Soy Boris, un placer.

Bronco entró con paso firme a la plaza de Kassen. A su espalda, descansaba un gran hacha, símbolo de fuerza y poder. Su rostro, se encontraba cubierto por el férreo bacinete que un día encontrara en unas ruinas del bosque. Aquel objeto, permitía al semiorco cubrir su cara, pues entre los humanos, sus recios rasgos causaba en ocasiones terror o incluso desprecio. Bronco era uno de los quince semiorcos que poseía aquella aldea, y como tal, a veces encontraba ciertos "contratiempos".

Mientras caminaba, un muchacho borracho chocó contra su musculatura de granito. Su cara palideció cuando observó que se trataba de Bronco, el leñador que era capaz de cargar dos troncos a la vez. El chamán del oso, ni siquiera se inmutó, simplemente miró al chaval y con voz seria dijo: - ¿Estás bien?- Tras el asentimiento del lugareño, Bronco prosiguió su camino hacia la tarima en la que había avistado a Olmira. 

- ¡¡Vamos bola de pelo!!- azuzó a su mascota. Un osezno garra de runas joven y juguetón, que no cesaba de ponerse en posición bípeda e ingerir cualquier dulce que hallara desperdigado en los diferentes tenderetes. Muchos eran los que se asustaban de Haggar, pero no se dignaban a reprenderlo. No en vano, sólo era una cría, pero pesaba más de cien kilos y caminaba junto a Bronco, el elegido del bosque.

Finalmente, ambos llegaron al escenario. Allí estaban un par de muchachos. Creía haberlos visto, pero era incapaz de asegurarlo.

- Hola...- dijo con voz hosca mientra alzaba su gran manota a modo de saludo.

Aquello era una bendición para Haggar... Comida y dulces a tutiplén... ¡¡Magnífico!!

Mientras Bronco paseaba entre aquellas gentes que se apartaban a su paso, el pequeño osezno fue degustando uno a uno, los exquisitos y deliciosos manjares apostados para aquel día festivo. Luego, cuando el semiorco llamó su atención, corrió hasta su vera con todos los morros manchados de nata y miel.

En la tarima, estaba Olmira. Sin perder un segundo se acercó hasta la anciana y se puso de pie para darle un lametón con su lengua pegajosa.

El gran día había llegado. Gracias al duro entrenamiento del Capitán Wisslo había dormido como un tronco. Se levantó temprano y engulló el desayuno que su madre le había preparado con cariño. Mientras lo hacía lo miraba con aire melancólico, otra vez se iba su niño. El año que Jalles se pasó viajando fue el peor para ella. Cada día se levantaba con la angustia de pensar que podría recibir la noticia de que algo malo le hubiese pasado a su pequeño. Cuando volvió se enfrentó con Renet a causa de la elección de Jalles para el peregrinaje.

Es pronto aún, acaba de llegar... Dejémoslo para el año que viene...

Amor mío, esa elección no es nuestra...

Jalles pasó gran parte de la mañana sacando brillo a la cadena y afilando sus puntas, debía mostrar el mejor aspecto para la ceremonia. Buscó sus ropajes del camino, preparó la mochila y junto a su padre caminó hasta la plaza del pueblo.

Cuando llegó ya se había congregado mucha gente y al principio tuvo que ir abriéndose paso lentamente entre la muchedumbre. Hasta que se percataron que era uno de los aspirantes y empezaron a facilitarle el tránsito.

Los otros tres participantes del peregrinaje ya estaban en la tarima que se había alzado al efecto. El aire ceremonial se respiraba en cada gesto. Subió al sitio que se suponía que debía colocarse, junto a su mentor, el capitán Wisslo y saludó uno a uno sus compañeros con un gesto de la cabeza. Tras la ceremonia llegarían las presentaciones informales....

A medida que los elegidos iban llegando fueron recibidos con multitud de saludos por parte de los lugareños. A la llegada del taciturno semiorco algunos se asustaron por la presencia dentro del pueblo del gran oso que aunque todos sabían de su existencia y extraño vínculo con el leñador, pocos lo habían tenido tan cerca. Más de un cazador congregado allí tuvo su arco en mano, por lo que pudiera suceder con aquella bestia...

Por otra parte, los mentores: el Capitán Wisslo, la exploradora Arnama, la druida Olmira y el padre Prasst hablaban entre ellos a un extremo de la tarima, al margen de los cuatro elegidos, dedicando sólo breves saludos a sus instruidos.

Aún quedaba un rato largo para que la ceremonia empezase, y ni siquiera el alcalde Uptal había aparecido en escena aún, por lo que los elegidos tenían la oportunidad de conocerse un poco,degustar alguno de los alimentos festivos que artesanos locales habían cocinado para la ocasión o simplemente escuchar alguno de los versos de los bardos locales.

Paul fue saludando a cada uno de los que serían sus compañeros en la misión de conseguir la llama eterna. Los conocía de vista, pero no conocía sus nombres. En el caso de Bronco, creía recordar quién era, y estuvo a punto de saludarlo en orco, pero como el bacinete le tapaba los rasgos, no se quiso aventurar por las dudas que albergaba. Igualmente procedió a presentarse a todos ellos:

- Encantado de conoceros. Mi nombre es Paul Smallholder, aprendiz del padre Prasst, ..., bueno, mejor dicho, seguidor de Erastil, ..., creo que ya he dejado de ser aprendiz. - Mientras decía esto, miró de soslayo al padre Prasst, pero rápidamente volvió a centrar la atención en sus compañeros - ¿A qué tareas os dedicáis?, ..., supongo que tendremos que ir conociéndonos para integrar nuestras habilidades en pos del éxito de la misión ...

Bronco cruzó su mirada con alguno de los cazadores de Kassen. Su rostro mostraba una mueca demasiado seria, que dejaba entrever que en caso de disparar a Haggar se meterían en un terrible follón. Luego, se acercó hasta su oso, y dándole una palmada en el lomo, consiguió que bajara de Olmira... ¡¡Cien kilos eran cien kilos!!

Luego se quitó el bacinete, dejando ver su rostro parduzco, y sus ojos profundos y oscuros. - Yo soy Bronco. Soy el hijo de Ernest, el leñador. Me dedico a talar árboles para venderlos al gremio. Muchas de las casas de esta aldea, han sido construidas gracias a los troncos que mi familia ha cortado a lo largo de los años.- Tras decir esas palabras, el semiorco se puso al lado de olmira. Su complexión era brutal. Casi dos metros de carne robusta y exageradamente musculada, mientras la visión del temible hacha era cuanto menos intimidatoria...

Haggar se acercó hasta Paul. Lo hizo de forma tímida, pues era un desconocido. Comenzó a olisquear al sacerdote de Erastil, hasta que por fin se atrevió a lamerle la mano.

Era su forma particular de saludar...

De modo que ellos serían sus compañeros...

Desde que supo que iba a ser uno de los elegidos había estado abrumado por el día en que conocería a los demás. No solía sentirse cómodo en compañía de otras personas, salvando a sus pocos amigos. Sin embargo, estos tipos parecían agradables. En seguida se sintió atraído por el oso, imponía muchísimo respeto, pero al verlo aparecer con el hocico lleno de miel Boris no pudo reprimir una sonrisa.

Al fin se decidió a tomar la palabra: - Ho...hola, mi nombre es Boris y... bueno, voy de aquí para allá, ya sabéis - Boris esbozó una tímida sonrisa al percatarse de que realmente, él no tenía ningún oficio propiamente dicho. -Creo haberos visto alguna que otra vez, pero nunca habíamos coincidido, ¿verdad? -Mientras hablaba, iba masticando un pastelillo que había cogido de una mesa cercana.

La curiosidad semi-infantil venció al miedo y acercó otro pastelillo al oso mientras sopesaba los pros y los contras de ser un arquero manco.

Al cabo de un rato se acercó un chaval hasta Haggar. El oso continuaba olisqueando y lamiendo al clérigo -llegando incluso a hacerse algo pesado- pero la tentación de devorar un nuevo pastelito fue superior. Rápidamente corrió moviendo su cuerpo hacia Boris y cuando llegó a su altura, cogió con suavidad el dulce para que el humano no se asustara.

Acto seguido se sentó sobre sus enormes posaderas -como lo haría un bebé que juega con un sonajero- y saboreó el pedazo de pastel mientras se le dibujaba una sonrisa en la cara.

Paul no hizo ascos a que el osezno, por llamarlo de alguna manera, ya que era más grande que él, le pasara la lengua por la mano:
- Hallo, wie geht es Ihnen? - Le comentó al oso, pero en clara alusión a su dueño, ahora que había visto los rasgos de este - Möchten Sie einen kleinen Kuchen? - Y acto seguido se fue en busca de un pastel para el goloso animal.

Jalles no era de los que prejuzgaban a las personas sin conocerlas y aunque trataba de no tener ideas preconcebidas era difícil no sentir cierta desconfianza hacia todo lo relacionado con el mundo orco. En sus viajes había visto lo que eran capaces de hacer aquellos malvados seres.

Hola a todos, yo soy Jalles Oldshield, hijo de Renet Oldshield, el herrero... - dijo el joven acercándose al resto de integrantes del peregrinaje. - Intento parecerme a él pero me temo que no lo conseguiré.... Es muy bueno. Me marché en peregrinaje al lejano Xian durante un año y aprendí muchas cosas... Cosas que ya os enseñaré...

Entonces Paul Smallholder, fiel seguidor de Erastil, empezó a hablarle al oso en un idioma áspero y gutural....

¿Qué pacha boca? - dijo Jalles entre asustado y curioso.-Si tenemos tiempo durante el viaje... ¿podrías enseñarme a hablarlo?

Las ansias por aprender cosas nuevas le hacían lanzarse a la aventura sin pensar en las consecuencias. Era de natural temerario.

Bronco escuchó las palabras de aquel joven ataviado con ropas propias de una persona acostumbrada a vivir rodeado de naturaleza. Debía ser algún tipo de sacerdote del Viejo Ojo Muerto, pero le sorprendió que se acercara tan dicharachero a su osezno garras de runa...

- Eine mollige Bär, Süßigkeiten liebt, aber vorsichtig sein, wenn Sie versuchen, sich ihr zu nähern einen kleinen Kuchen ... Manchmal vermisse ...- Añadió mientras una sonrisilla se dibujaba en su parduzco rostro. Luego, una carcajada escapó de sus labios al tiempo que aclaraba. - Fürchte dich nicht. Ich bleibe bei dir.- 

Luego miró a Jalles y hizo un gesto con su gran cabeza a modo de saludo -Un honor compartir misión con todos vosotros- finalizó con tono solemne.

Paul sonrió al gran leñador. Mientras dirigía una mirada al exótico guerrero, y en lenguaje llano añadía:
- Será un placer enseñarle el idioma.

Paul empezó a sentirse a gusto en esta nueva compañía. Sentía que empezaba a forjarse unos lazos fuertes en poco tiempo. Bien fuese el objetivo común o simplemente la naturaleza altruista y sociable de los integrantes, ..., eso poco importaba. Empezaba a sentirse bien junto a ellos y eso hizo que se tranquilizara, ..., por fin.

Paul volvió de sus pensamientos y recordó algo:
- He prometido un pastel a tu oso, ..., y no quiero que me lo tenga en cuenta y luego me coma. Jajajajaja. - Dicho esto se fue raudo a por el dulce elemento para el osezno de cien kilos ....

Boris miraba alternativamente a sus compañeros mientras hablaban en un idioma totalmente desconocido para él. ¿Podía ser posible? No hacía ni una hora que los conocía y ya se sentía otra vez excluído; la historia de su vida.
Decidió que esta vez sería distinto, de modo que se aproximó a Paul y con cierta timidez se dirigió a él:
- Bu...Bueno, si no es molestia, a mí también me gustaría aprender a hablar "así".

Tras un buen rato en el que los cuatro elegidos pudieron conocerse el sonido de un toque de trompeta rasgó el ambiente y las grandes puertas del Gran Salón se abrieron de par en par. A través de ellas apareció una comitiva encabezada por el alcalde Jonark Uptal seguido de un desfile de soldados con el tabardo de Kassen que hacian sonar varias trompetas a un ritmo melódico y alegre. El alcalde presentaba un aspecto elegante, ataviado con una especie de abrigo rojizo de botones y una capa que le cubría la mayor parte de los hombros, acompañada de unas botas brillantes y una espada enjoyada en su cinto. Uptal subió a la tarima, donde los cuatro mentores ya se habían colocado uno al lado del otro de forma paralela.

Avanzandose delante de ellos y encarandose a la multitud que aplaudia y gritaba que en un momento se concentró frente al escenario Uptal alzó ambas manos pidiendo silencio a todos y tras unos segundos y que las trompetas de los soldados músicos cesaran, habló.

- ¡Ciudadanos y ciudadanas de Kassen! ¡Vecinos y amigos! Hoy por fin ha llegado el gran día en el que honramos nuestra forma de vida y nuestra historia con el inicio del peregrinaje hacia la cripta de Ekat Kassen! - tras estas primeras palabras la multitud aplaudió durante unos instantes. - Hoy, cuatro de nuestros heroicos y audaces jovenes nos honraran a todos consiguiendo la LLama Eterna... pero no será un viaje fácil - añadió alzando un dedo aleccionador a todos y manteniendo una sonrisa en el rostro. En ese momento uno de los trabajadores del Gran Salón, ataviado también de forma festiva con el tabardo de Kassen, subió a la tarima portando en una gran bandeja de plata un recipiente adornado que servía a modo de linterna y que todos sabéis que era el candil que cada cuatro años debía encenderse con la llama eterna y traerlo de vuelta al pueblo.

- Nuestros jovenes aprenderan en este viaje acerca de muchas cosas, pero me gustaría resaltar el significado del trabajo en equipo y la lucha por un bien común.... tal y como hace 200 años Ekat Kassen y nuestros antepasados vivieron cuando lucharon contra la horda de mercenarios que asediaron nuestro hogar... y del mismo modo que durante años hemos contenido las hordas orcas de Belzken y a esos perros colonialistas de Molthune... - tras estas palabras la multitud explotó en aplausos y gritos de jubilo, muchos de los cuales hacian referencia a las "madres" de Molthune entre otras consignas, era patente el rencor y desprecio por ambas regiones vecinas, tradicionalmente en guerra contra toda Nirmathas.

Tras unos instantes más, el alcalde volvió a tomar la palabra. - ¡Bien! ¡Que suban ya a los elegidos y se situen junto a sus mentores! - dijo el alcalde moviendose a un extremo de la tarima, momento en el que los músicos volvieron a hacer sonar sus trompetas de forma solemne. El alcalde extendió sus brazos hacia los cuatro mentores en fila, esperando que cada uno de los elegidos se situe junto a su mentor para que este le entregara la mochila de viaje y le diera sus bendiciones.

Bronco contempló como el orondo alcalde de Kessen, salía del Salón de Ceremonias con su abotargada papada y su bamboleante caminar. Luego, cuando Olmira se puso a uno de los lados de Uptal, decidió que era el momento de subir y colocarse a su lado. Sus labios chasquearon con un silbido, y Haggar dejó de rascar su espalda contra la madera de la tarima.

Ambos sea acercaron solemnemente hasta colocarse junto a la anciana druida. El chamán del oso esperaba la bolsa que su mentora había confeccionado para él.