Partida Rol por web

El transporte esta listo señor - comunicó un enlace al propio Gaunt que acababa de entrar en la sala común. Llevaba pantalones de faena, el abrigo con la capa y su gorra reposaba entre su brazo y el torso. Asintió un par de veces meciendo su cabello rubio bien peinado y dedicó una larga mirada a la sala común del a fragata "Eurestes", la cual transportaba a los Primeros de Tanith.

La sala estaba atestada de gente, los reclutas sufrían toda clase de novatadas mientras los veteranos se reían compartiendo pequeñas botellas son sacra de dudosa calidad... pero al menos, era la receta de su planeta natal. Tanto los de Verghast como los de Belladon se acostumbraban poco a poco al fuerte licor y empezaron a aficionarse a su sabor y regusto... así era cuando uno empezaba a convertirse en un verdadero Tanith, haciendo de la sacra tu mejor amigo.

La nave era vieja, y se notaba, había varios servidores tratando de reparar un colector de aire estropeado en el fondo de sala, luces parpadeando, perdidas de potencia de vez en cuando por culpa de un generador que vio tiempos mejores... pero ni por asomo era la nave más vieja en la que habían viajado los Tanith por el espacio; por fortuna, al menos, aquella vez, no compartían la nave con otro regimiento, solo estaban ellos, y aquello, era un alivio.

Tona Criid abandonó el lugar seguida por su hijo, y Nessa se despidió de Zora con un guiño del ojo derecho y una leve sonrisa. Poco a poco el lugar se estuvo vaciando y Gaunt no se movió de su posición, sencillamente disfrutaba del espectáculo, de la camaradería.

Hacía un día que la flota había llegado al fondeadero de Ragnar, era la penultima parada del viaje, donde se encontrarían con otros elementos de la flota y varios regimientos de los Volpone. La enemistad y admiración entre los Sangre Azul y los Tanith era ya legendaria, pero ahí estaba.

En cierto momento, Gaunt se acercó al mayor Rawne y os señaló, primero a Logan, que estaba en un lado solo, disfrutando de un momento de introspección, después al doctor Baltar, el cual conversaba con unos colegas de su planeta natal, Stigga, que bromeaba entre carcajadas estruendosas y por ultimo a Zora, que jugueteaba con un cartucho de proyectil sólido.

Rawne vociferó cuatro nombres - ¡Doctor Baltar, Explorador Logan MkNeill, Especialista Stigga, Tiradora Zora! ¡Os quiero aquí ya mismo!

La moral seguía baja aunque nadie se atrevía a admitirlo, todos lucían otro tipo de armadura, una enorme fachada levantada como si de un muro se tratara para cubrir su interior, para no revelar el mal estar, el dolor y la congoja que se sentía... no, eran Sangre Azul de Volpone, solo había cabida al deber y el honor, nada de lamentos, nada de contratiempos, todo se superaba y se seguía hacía delante con fría determinación; esa era la vida de un Volpone.

La flota se había reunido en el fondeadero de Ragnar, era la penúltima parada que realizaría la flota y donde la nave que transportaba a los regimientos de Volpone, la "Nuerion", se acababa de reunir con el grueso de la flota, incluyendo la fragata "Eurestes" que transportaba a los Tanith.

Los Sangre Azul, la élite del planeta Imperial Volpone estaban aislados del resto de regimientos de su mismo mundo natal, se relacionaban entre ellos, pero lo cierto es que los humos estaban bajos y la necesaria re estructuración del regimiento no recibió muy buena acogida. Ilium Kostas acababa de ser traslado a los restos del escuadrón del Sargento du Plessis, el cual solo conservaba a dos miembros del grupo original, pero así era la guerra, o te adaptabas o morías.

Las presentación fueron sencillas, serías y frías, un par de saludos, ni una alabanza y el orden del día, cuando se entrenaba, cuando se comía, cuando se dormía y hasta cuando se cagaba; así era la vida de un soldado de élite, no había cabida para el tiempo libre ni el esparcimiento.

Antes de dispersar el grupo para cumplir con la orden de comprobación de equipo, entró un capitán del regimiento el cual señaló al Sargento du Plessis y a Kostas - tenéis un transporte esperando, tenéis que averiguar que coño esta ocurriendo con nuestros pertrechos, id a la nave "Fénix", hablad con un tal Sollus, está liando las cosas o que se yo, hacedlo deprisa, este tipo lleva el suministro de los Volpone y los Tanith, no quiero que les de nada de lo nuestro a esos zarrapastrosos ¿entendido? 

Fantasmas y Volpone... las peticiones de equipo, las copias, el papeleo se amontonaba sobre la enorme mesa que tenía Liam frente a si mismo, tanto los Tanith como los Volpone habían cumplimentado mal las ordenes de petición de equipo y pertrechos, y así no se hacían las cosas, al menos no con el Munitorum, aquí las cosas se hacían bien, por triplicado, rellenando los formularios y esperando los dos días de rigor de revisión... pero no, cuando había prisa se hacían las cosas mal, y puede que en el campo de batalla la cosa funcione, pero con el Munitorum no.

 - Señor - la enjuta figura del ayudante Solius acababa de entrar en la estancia mal iluminada que Liam usaba como oficina. Estaba a bordo del "Fénix" un carguero pesado que llevaba de todo, desde armas, municiones y vehículos, hasta pertrechos médicos e instrumental de precisión. La nave era tan vieja como el Imperio, pero el capitán de la nave tenía unos contactos con el Mechanicum que eso suponía prioridad en los astilleros y materiales de primera - Se acercan dos transportes... bueno, uno ya ha atracado y el otro esta en camino... son de Volpone y Tanith y os están buscando - se masajeó las manos en señal de nerviosismo y añadió - parecen cabreados...

Logan ya había comenzado a moverse en dirección a Gaunt y Rawne en cuanto vio que el primero le señalaba. Al fin y al cabo, su trabajo era estar atento a todo, y si quería volver a brillar como explorador, no podía descuidar sus obligaciones ni un sólo momento... Aunque estuviera descansando. Además, llevaba mucho tiempo de descanso en aquella maldita nave. 

Con unos pocos pasos rápidos y largos, llegó a la altura de los dos mandos, saludando marcialmente antes de quedarse en posición de firmes, a la espera de órdenes. Pues sólo podían ser órdenes, ya que él no había hecho nada extraño en el tiempo que llevaban viajando. Se preguntaba cual sería el encargo que les asignarían. Y, como durante el resto del viaje, también se preguntaba como de jodidos estarían los Sangre Azul... Eran unos capullos insufribles, pero al final se les cogía cariño. Incluso conocía personalmente a uno o dos...

El doctor oyó su nombre y buscó el origen del mismo: Rawne. Lanzó al suelo su varilla de lho ¿había descrito una espiral al caer?, le había dado cuatro caladas exactas, y lo pisó con la bota. Tosió ruidosamente y se acercó a...¿ese punto verde en el aire era de verdad? Pestañeó un par de veces para comprobar si...sí, se movía.

¡Ignorálo! No es real.

Dio largos pasos hasta ponerse junto al hombre, los pasos más largos que había dado en su vida, o eso le pareció al médico; no iba muy fino de pulso aquella mañana, ni muchas otras mañanas, siendo honesto consigo mismo. Carraspeó, pestañeó y, moviendo la cabeza en un giro lento que estuvo a punto de marearlo, miró a los otros tres convocados.

¡Ja! Convocados, tiene gracia. Ni que fuéramos entes demoníacos. ¡Ay, no! El Emperador no lo quiera.

¿Qué se le ofrece?

Un nuevo regimiento... un nuevo sargento.. nuevos compañeros pienso mientras meto mis últimas pertenencias en la mochila. Me aseguro de que estoy solo y resoplo. Miro mis chapas de identificación y las aprieto en mi mano hasta hacerme sangrar. La rabia que sentía era inmensa e impropia de un Volpone, impropia de un Sangre Azul, propia de un vulgar humano. 

Cierro la mochila con la misma rabia y me aseguro de que todo está preparado para el cambio. Salgo de la tienda y antes de reunirme con el oficial que me llevará a mi nuevo destino me despido de mis dos camaradas. Los dos hombres junto a los que había conseguido salvar la vida en aquella batalla, en Joilen II, tras la traición de nuestro querido sargento. Nuestro sargento, Reinhard Elceus, siempre nos había guiado con cierta temeridad e imprudencia llegado el caso. Era nuestra determinación la que nos salvaba siempre... y mi manejo del rifle de plasma, para que negarlo. Pero aquel día el enemigo compró a nuestro sargento y este no dudó en vender a todo el regimiento. Entraron por nuestro flanco.. y fue una masacre. Acaricio mi cuchillo. Lo tengo reservado para él, para su garganta, aunque me cueste tres vidas, vengaría a mis camaradas perdidos. 

Todos sabemos que podemos morir en el campo de batalla. Pero nuestra fuerza reside en la confianza que tenemos unos con otros. Peleamos para salvar la vida del que hay a nuestro lado, sabemos que el que hay a nuestro lado daría la vida por la nuestra. Esa es la fuerza "no hay nada más bello que dar la vida por alguien que sabes daría la vida por ti" o eso había leído en algún libro cuando era pequeño. Pero morir a causa de una traición... traición a tu raza, a tu sangre.. a tus amigos. Aquello no tenía perdón posible.

Escupo al suelo y lo piso, de nuevo con rabia y tras asegurarme de que nadie me presta atención. Tiendo la mano a mis dos camaradas Luium Admes y Demetrius Admes. Hermanos de sangre. 

- Manteneos con vida - les digo cuando nos están esperando para llevarnos a nuestro nuevo destino - Volveremos a vernos - les aseguro y me doy la vuelta para seguir al oficial que me llevará al nuevo regimiento.

Es exactamente como lo esperaba. Un nuevo sargento. Se me eriza el pelo. Nos dicen siempre que debemos obedecer a los sargentos, que son superiores... mejores. Incorruptibles. JA! por obedecer a mi sargento... por obedecerle aquella vez.. casi morimos todos. Traidor. Pero tal vez este sea mejor, o tal vez no. 

Saludo a aquellos que se me acercan y me cuadro ante el sargento. Tendría que pelear con ellos como peleé por mis amigos. Tendría que olvidarme de todo y empezar de nuevo. Pero aquello no era posible. 

- Soldado Kostas - le digo al sargento con respeto - Espero serle útil, sargento - le digo y le muestro mi rifle de plasma para que vea cual es mi especialidad. Luego miro al Capitán y asiento - Entendido. Los Tanith siempre dando por culo - digo con rabia. En realidad tampoco odio tanto a los Tanith... pero es una buena forma de canalizar la rabia.

Estaba sentada con unos pocos compañeros de regimiento de los diferentes origenes mientras gastaban bromas y compartían anecdotas. Stigga estaba contando una que tenía que ver con un obrero industrial y algo sobre la absorción del calor de los metales- y al muy imbécil se le olvidó que el metal tarda en enfriarse por sí solo, y se sentó encima -las carcajadas y palmadas surgieron del grupo- desde entonces le llamábamos "Nalgas en Llamas" -en ese momento escuchó su nombre y se extrañó- ¿que querrán de mí? -al fin y al cabo, era solo una operadora de lanzallamas.

Con paso seguro se dirigió hacia el lugar donde estaba Rawne y no pudo evitar acordarse de lo nervioso que se ponía al principio cuando tenía mujeres cerca, pero bueno, poco a poco se había acostumbrado y a Stigga como a muchas otras se les había acabado la fuente de bromas. Una vez en su sitio miró a los otros convocados, no conocía muchos a esos, salvo por el hecho de que compartían regimiento, pero eran muchos soldados y en Verghast se percató de que morían los que más conocía, así que desde entonces optó por no conocer demasiado a mucha gente.

La victoria había sido dolorosa, más aún, dramática. A decir verdad es ridículo hablar de victoria,  fue una catástrofe. El relativamente nuevo regimiento del sargento du Plessis conservaba únicamente a los hermanos Admes, el resto de sus miembros habían sido aniquilados, así de literal. A pesar de los esfuerzos de du Plessis por poner a salvo a sus hombres aquello había sido una carnicería, no hubo nada que hacer. Habían sido traicionados, vendidos, por uno de los suyos, por un hermano, sangre de su sangre.

Un sargento se debe a sus hombres, y yo les he fallado – comentaba compungido el sargento du Plessis a los dos hombres que formaban su regimiento – Traté de ponerlos a salvo y no lo conseguí. ¡Cuatro veces!, cuatro santas veces solicité la confirmación de la orden de acceso al objetivo, y cuatro santas veces me instaron a entrar. Aún así no debí haber entrado, no con el regimiento al completo, quizá yo con otros tres hombres... – Una pausa tensa. Dolido, con lágrimas en los ojos el sargento les explicó – Créanme, hubiese preferido un consejo de guerra, incluso la ejecución sumaria antes que esto.

En ese preciso instante hizo su aparición el nuevo soldado asignado a su regimiento, un tal Ilium Kostas, apoyo pesado, rifle de plasma – Soldado Kostas. Encantado de recibirle. Como verá será útil – dijo estas palabras con rabia y amargura – pues el regimiento entero ha sido borrado del mapa. Estos son los hermanos de sangre Admes, Luium y Dem, Demetrius vaya... – Comentó el sargento señalando a sus hombres

Es usted más que bienvenido hijo, necesitamos superar estos tiempos juntos, apoyándonos los unos en los otros, como siempre han hecho los Sangre azul – Puso las manos en los hombros de Kostas y de uno de los hermanos – Hay que volver a caminar, a avanzar. Quiero mi venganza, quiero que la muerte de mis muchachos no sea en vano.

Hizo una larga pausa para cambiar de tema, y adoptó una actitud más dinámica, menos dolorosa – Tenemos que reponernos del golpe, cuanto antes, y comenzar a trabajar de nuevo. Formaré un nuevo regimiento con ustedes como base, tres disciplinas y su sargento, cuatro. Armamento pesado señor Kostas, unidad de tiradores señor Dem, y una potente carga cuerpo a cuerpo Luium. Construiremos un nuevo regimiento, por los caídos.

El capitán Augustos Louvier entró en la sala con paso decidido. Tras cuadrarse, el sargento du Plessis saludó al capitán y esperó sus instrucciones.

Así se hará mi capitán. Partimos inmediatamente, Kostas hijo, sígame. Iremos a ver qué cojones está pasando con nuestros pertrechos – Comenzaron a andar hacia el transporte asignado, cuando de repente el sargento du Plessis cayó en la cuenta de algo – Lo olvidaba mi capitán, aquí tiene mi informe de la misión – dijo entregando una placa de datos.

El sargento Armand su Plessis siempre ponía excesivo empeño en sus informes, disfrutando mientras redactaba el texto de los momentos vividos en el campo de batalla, con su puro y su licor bien cercanos. No obstante, aquel informe no le tomó ni dos minutos, y no saboreó con él el dulzor de historias pasadas. Se limitó a enumerar los hechos...

• 17:43 Comunicación con el mando. Recibida la orden de entrar en el objetivo.
• 17:44 Comunicación con el mando. Solicitud de confirmación de orden anterior.
• 17:46 Comunicación con el mando. Sugerencia formal de cambio de curso de acción, fundamentada en un conocimiento de campo de primera mano. Rechazada.
• 17:48 Comunicación con el mando. [Discusión] Sugerencia formal de cambio de curso de acción, fundamentada en la no conveniencia de entrar en el objetivo. [Discusión] [Discusión] Rechazada.
• 17:51 Entrada en el objetivo.
• 18:03 Imposibilidad de avance, retirada.
• 18:18 Retirada completada. Bajas y heridos en el archivo #128EDJ4329# Supervivientes 3.

"Tiradora Zora", aquellas dos palabras seguía llenandola de orgullo. Había trabajado mucho para obtener la bien merecida promoción, pero sabía de sobra que los veteranos como Larkin o Banda no la tomarian en cuenta hasta que no lo demostrase en combate. La joven estaba decidida a conseguirlo y a no defraudar a Nessa (Y ya de paso a hacer que Banda se tragase todas las pullas y menosprecios de los últimos años).

Y tal vez se la diese la ocasión perfecta para ello. Zora acudió tan pronto como oyo la orden del mayor Rawne, mirando con curiosidad a los otros soldados convocados. Ninguno formaba parte de su mismo pelotón, pero le sonaban algunos nombres. Los Vergashitas tendian a hacer piña y hablar unos de otros, aunque muchisimo menos que antes, y tarde o temprano todo el regimiento acababa enterandose siempre de las noticias concernientes a sus reputados exploradores. Pero sin duda lo más curioso de todo era la presencia del coronel-comisario en persona.

 - Presente, mayor - la joven saludo militarmente, deseosa de evitar problemas con sus superiores. Especialmente con Rawne.

Liam levantó la cabeza de su mesa de trabajo al escuchar la voz de su ayudante, al que dedicó una sonrisa cansada, sin humor.- Eso es porque son soldados. Deben estar preparados en todo momento para combatir, y eso incluye la mala cara. - Terminó de revisar el documento con el que trabajaba antes de frotarse los ojos bajo las lentes y ponerse en pie.- En fin, veamos qué necesitan, ya que la documentación que me han entregado no se molesta en explicarlo.

Cuando los cuatro nominados se presentaron ante el Mayor Rawne, el Coronel Comisario se llevó la mano al oído, asintió dos veces y se fue iniciando una conversación con alguien; a vosotros os dedicó un asentimiento de cabeza y una ligera sonrisa, divertido, ya que os acababa de dejar con el despreciable de Rawne.

Vamos a ver niñas - fue lo primero que dijo con una sonrisa cargada de suficiencia mientras se acercaba a una mesa y apoyaba la pierna sobre el asiento de una de las sillas - Los del Munitorum nos están jodiendo, y hemos averiguado quien es el que esta retrasando todo lo pedido. Hay un transporte que os llevará directamente hacía el carguero pesado Fénix, que es donde esta ese despreciable hombrecillo que no nos entrega ni los putos suministros médicos. - os miró uno a uno sin perder esa sonrisa, pero lo cierto era que a Zora la miró menos que al resto - El tipo se llama Liam, Liam Sollus. Apretadle las putas tuercas para que nos de lo que nos debe. Tenéis diez minutos para prepararos. Moved el culo niñas

El capitán cogió el informe con mala cara, le iba a reprender por haberse demorado tanto pero optó, por una vez, no hacerlo. Sin más, dejando todo claro y sonriendo cuando el soldado Kostas habló de aquella manera de los Tanith. Todos lo sabían, eran una panda cabrones zarrapastrosos, pero una panda de cabrones zarrapastrosos con una cantidad de victorias imposibles que era la jodida envidia de todo el sector, pero claro, un sangre azul jamás reconocería ese hecho.

Un servidor os guió después de dar unos diez minutos para prepararse. El servidor lobotomizado que cumplía ordenes de servicio y guía por la nave, os condujo hacía el hangar donde un transporte os esperaba. Los sacerdotes estaban ultimando los detalles del prevuelo, las mangueras de combustible seguían adheridas a la nave, vapores eran emitidos por las toberas que ronroneaban placidamente y el piloto realizaba las ultimas comprobaciones. 

En cuanto Kostas y el Sargento se introdujeron en el reducido espacio que hacía de bodega de carga, las puertas se cerraron y el motor empezó a rugir en "in cresccendo" adquiriendo potencia mientras las pesadas grúas arrastraban el transporte hacía el exterior de la nave. Con un ruido metálico y sordo la nave paró de bambolearse y los motores aceleraron hasta el máximo de potencia. Una cuenta atrás y ya estaban volando a través del vacío, directos hacía el carguero pesado "Fénix".

El vuelo fue algo largo, cerca de veinte minutos, pero según informó el piloto, la nave destino empezó a bombardear con ordenes, con códigos y demás con tal de ralentizar el aterrizaje, pero aquello, era inevitable, nadie le tocaba las narices a los Sangre Azul y salía airoso. Al final, la nave abordó a la "Fénix" y aterrizó con suavidad sobre la superficie del hangar.

Nada más salir del transporte, un ordenanza con uniforme del Munitorum esperaba a la pareja. Saludó cortésmente e indicó que lo siguieran. La nave era enorme, demasiado grande, con pasillos tortuosos, con enormes zonas de carga donde podría caber hasta varios titanes de la clase warhound... era apabullante en tamaño pero ahí estaban, recorriendo la nave en dirección al despacho de Sollus.

La puerta estaba abierta, y Liam estaba con su ayudante, esperando a quienes habían oído que llegaban gracias al repiqueteo de sus botas sobre las pasarelas metálicas. 

Liam estaba detrás de su enorme escritorio de madera, atestado de informes y papeleo, sus pequeñas y redondas gafas brillaban bajo la luz de los globos de iluminación que estaban a media potencia para no afectar demasiado a la maltratada vista del oficial del Munitorum.

Cuando llegaron todos, el ordenanza que encabezaba la marcha se quedó en el pasillo - Es aquí - y después de decir eso, cumpliendo ordenes de arriba, por encima de Liam, se marchó a buen paso des andando del camino y corriendo.

¿Suministros médicos? -preguntó el médico, andaba mareado, pero sospechaba que eso tenía que ver con él. Algo le sonaba.

Buscar a un tipo, "apretarle las tuercas", ¿aquello era torturar? ¿Le dejarían usar una lombriz ciropeana para eso? Siempre se había interesado por esa criatura. Conseguir juguetes del Monitorum, tal vez hacer algún amigo.

El explorador escuchó con atención las instrucciones. Lo cierto es que no se esperaba tener que actuar como un matón, pero no podían permitir aquello. Aún se acordaba de Fantine, y de como les habían jodido bien con la munición a la hora de retomar esas condenadas ciudades. Muchos fantasmas murieron sin necesidad, y aquello estuvo a punto de ser la perdición de todo el regimiento, como sí lo fue para otras de las unidades desplegadas. 

-Sí, señor-respondió cuando Rawne terminó de hablar, saludando al mayor, para después volver rápido a su catre. De allí, cogió aquellas cosas que pensó que serían útiles para intimidar, o aquellas que formaban parte de él y de las que no le gustaba separarse mucho. El uniforme de faena, salvo en ocasiones oficiales, acostumbraba a llevarlo puesto, así que aquello no le retrasó. Se colocó su armadura, echó mano del rifle y la pistola con algo de munición, y por último su querido cuchillo. Todo ello completado con la capa de camuflaje, orgullo del regimiento, y con su boina de explorador. 

Se sentía como en casa, literalmente. Ahora tenían que amenazar a un tipo del munitorum para que les diera lo que era suyo, y encima tenían que ir unos cuantos. Podía preveer lo que iba a pasar, y pensaba en dientes saliendo de sus bocas.

-Sí, señor -dijo a Rawne mientras se ponía firme. Estuvo pensando y muy tentada de no llevar todo el equipo, pero, ¿sin su pequeño "mechero"? No, lo llevaría, solo por si lo necesitaba. Era como los condones*, prefería llevarlo y no utilizarlo que necesitarlo y no llevarlo. Así pues, cogió casi todo su equipo oficial y se dispuso a partir, simplemente porque podía pasar cualquier cosa.

Me pongo al lado derecho del Sargento pero un paso por detrás de él. Me cruzo de brazos mientras mantengo mi mochila al hombro.  Al parecer tenemos que asegurarnos de que los Tanith no se lleven nuestras armas... perfecto

Tras el tedioso paseo habían llegado a su destino, por fin. Era la espera la peor enemiga del soldado, el aburrimiento, la desidia, la falta de acción. El sargento du Plessis así lo pensaba, suponía, como la inmensa mayoría de la Guardia imperial.

Llamó con sus nudillos, utilizando el marco de la puerta a conciencia, un sonido firme e imperativo.

Sargento Armand du Plessis, 4º de Volpone. Usted debe de ser Sollus, del Monitorum. Disculpe que no use su nombre de pila y rango, pero no me han informado - No pretendía ser descortés, eso únicamente constituiría un problema - He sido enviado hasta aquí para informarme acerca de los pertrechos de los Sangreazul.

Haciendo una pausa Armand cambió el tono, sabía ser un animal político en ciertas ocasiones - Mera labor de información, por supuesto. Supongo que evidentemente su trabajo es minucioso, preciso y no da lugar a error, pero heme aquí por órdenes de un superior. Ahora bien, si fuese tan amable, ¿podría usted proporcionarme el inventario y las órdenes de envío?

Armand intuía que no iba a ser tan sencillo, pero quería probar las buenas maneras.

Aquello sonaba importante. Vale, tal vez no fuera ninguna misión vital de alto riesgo, pero la falta de suministros medicos podía llegar a ser un autentico problema.

Lo que Zora no entendía era porque la habían escogido precisamente a ella para tal cometido. No es que tuviese mucha labia, y desde luego resultaba poco intimidante. Y dudaba mucho de que "apretarle las putas tuercas" incluyese el meterle un tiro entre ceja y ceja al tiparraco en cuestión. Pero no pensaba discutirle una orden a Rawne.

 - Si, señor -

La joven se preparó rapidamente, tardando solo en decidir que armas llevarse. Finalmente, tras considerarlo detenidamente, dejó su querido laser largo a buen recaudo. Incluso en el peor de los casos dudaba que la fuese a servir de mucho.

Liam esbozó media sonrisa. Esperaba la habitual bravata de la soldadesca, no una solicitud educada. - Precisamente estaba revisando el papeleo de dichas solicitudes, Sargento. Me temo que debido a las múltiples irregularidades en la cumplimentación del mismo, todavía no puedo darle el informe completo que espera. Estoy empleando mi mejor ojo crítico para intentar agilizar el proceso y tener el inventario listo en el menor tiempo posible. Entiendo las necesidades de reabastecimiento de su pelotón, así que también espero que entienda usted mi necesidad de garantizar que reciben el equipo solicitado.