Partida Rol por web

Tras un rato, al fin lograron atraer la atención del cura. Este ayudaba a los pobres, y no les vio en situación de necesitar de su caridad. 

-No padre, no venimos a solicitar vuestra limosna, sino en busca de información. Estamos buscando a un judío de nombre Eleazar Ben Jonas, y nos han indicado que tal vez usted podría ayudarnos. Así que ese es el motivo de nuestra presencia, rogarle sea usted tan amable de indicarnos el posible paradero, o lo que tenga a bien decirnos de Eleazar. ¡Muchas gracias por su tiempo!- No quería hablar demasiado para no errar en exceso, y en verdad que estaba cada vez más preocupado por el rastro que ellos mismos iban dejando tras las huellas del judío. Si no se andaban con cuidado, podrían meterse en un buen problema, de pasarle algo al judío. Y ya sabía de las intenciones de Don Lope, tendrían que andar con suma cautela. 

El párroco tenía pinta de ser un buen hombre, no como los violaniños de las catedrales. De esos sí que había que tener cuidado, más si eras una bella adolescente. Me puse al lado de él y le hice una reverencia en señal de respeto.

-"Tal cual ha comentado mi compañero, padre. Una persona que le conoce nos ha mandado a vuesa presencia para ver si podía ayudarnos. No vamos con malas intenciones, solo queremos hacer un trato con esa persona. ¿Tendría a bien ayudarnos, padre?" Le dije en tono quejoso.

Si este hombre ayudaba a los más necesitados, conocería a mucha gente. Incluso puede que ayudara al tal Eleazar, quien sabe...

Pablo se acerca al cura y con una expresión de cachorro extiende su mano hacia el cura.

-Una limosna no le vendría mal a este pobre hombre con familia.

La expresión de Pablo no fue suficiente como para ser donado con dineros, y más cuando sus compañeros ya habían desvelado lso motivos de su llegada. Cuando el cura escuchó el nombre del judío, su rostro cambió, palideció.

Será mejor... -os dijo, ahora entre balbuceos y algo de nerviosismo-, que hablemos ahí dentro -se refería el templo, y el tipo entró en la iglesia con paso firme-. ¿Qué tendría que contaros?
 

¡Vamos! -os ordenó don Lope-, por su gesto, parece que sabe de ese malnacido...
 

Afuera quedó atendiendo a los pereginos que llegaban al lugar el monaguillo del cura, y con paso presto seguísteis al párroco al interior del templo. En él pudistes contemplar la arquería interior del mismo, sus paredes encaladas y las varias imágenes dedicadas al apóstol Santiago. Ornamentación eclesiástica, ventanales barrocos, un ábside central que presidía el templo, y escasa iluminación acompañaban al lugar.

No tardásteis en acudir tras la figura del cura hasta una pequeña habitación, la sacristía, donde únicamente había un crucifijo en la pared y un baúl, donde guardaba la ropa clerical el tipo.

Aquí podemos hablar con tranquilidad... -dijo entonces-. Mi nombre es Pedro, por cierto, y a Eleazar lo conozco bastante bien, sí...

¿¡Ah sí!? ¿Y donde diab... dónde está? -don Lope se contuvo, dentro de lo que cabía-.
 

Eso quisiera yo saber... -respondió el cura-. No sé si saben lo que ocurrió en esta ciudad hace escasos seis días... -negásteis, puesto que no acabábais de llegar-. Ocurrió una vil desgracia, o mejor dicho, un vil acto del que, creo yo, el judío Eleazar está detrás de ello: un suicidio colectivo, ahí... -señaló con la cabeza-, en la orilla del río -se refería al Tormes, muy cerca de la iglesia donde estábais-, perecieron cincuenta personas bajo las aguas del puente romano del río -el que se veía desde el exterior-. Las víctimas estaban atadas y murieron... ahogadas. Por la mañana, antes de que vinieran los alguaciles a sacar los cuerpos, mi monaguillo y yo vimos el terrible espectáculo: los cuerpos flotando sobre la aguas. Jamás se vio algo así en esta ciudad, y seguro que en ninguna... -don Pedro se santiguó-.

Tras las palabras del cura, le siguió hasta el interior del templo, pensando en si ya habrían por in dado con el paradero del judío. Y no era el único impaciente, a Don Lope, a punto estuvieron de traicionarle las prisas.

Pero las palabras de Pedro, que era el nombre del cura, le sumieron en un pozo de desconsuelo e incertidumbre. Np sabía donde estaba el judío, y hablaba de un terrible acto en el que podía estar implicado, la muerte de muchos inocentes.

Nacho se santiguó tras escuchar aquello, y como acto reflejo de verlo hacer al cura. Tras lo cual, le tomo unos instantes serenarse, antes de poder preguntar.

-Señor Pedro, y ¿Qué papel jugo Eleazar en tan terrible suceso? ¿Dónde podríamos tratar de encontrarle, pues grande es nuestra urgencia? ¿Sabe usted de alguien que tal vez conozca su paradero?- Tan cerca de haber obtenido alguna respuesta, pero de nuevo tan solo preguntas, donde estaría aquel escurridizo y peligroso judío. Aun no sabían nada de su paradero. 

Me quedé mirando a Pablo, incrédula ante lo que hacía. El cura lo despachó enseguida, obviando su pedigüeño comentario, y conminándonos a seguirle a la sacristía. Allí nos relató un escabroso suceso que había ocurrido hacía seis días en la orilla del Tormes, a escasos metros de la parroquia. ¿Sería cierto que el judío era un brujo, como contaban las malas lenguas?

-" Santa María, madre de Dios." Dije santiguándome y poniendo cara de sorpresa. "¿Cómo es eso posible, padre? Cuéntenos todo lo que sabe de Eleazar y de cómo se conocieron?" Le pregunté angustiada por lo relatado.

Estaba claro que el maldito judío iba a ser un pez difícil de pescar.

Pablo horrorizado da unos pasos para atrás y mira a Don Lope al saber tal acontecimiento.

-Don Lope tenia razón, ese hombre es un brujo adorador del diablo... Como pretende actuar ante tal aberración?

Pablo mira preocupado a los demás con una mirada baja mientras espera al respuesta de Don Lope.

El cura trató de responder ante las preguntas de todos vosotros, que apuntaban en la misma dirección: el origen e información del tal Eleazar.

Tiempo ha que le conozco. Hace casi dos años que hube de acudir varias veces a Ciudad Rodrigo, a oficiar misas y otros procesos -el rostro de don Lope cambió, al nombrar a su ciudad-. Eleazar estaba al servicio de don Isidoro, un buen hombre, de cierta edad, a quien éste le ayudaba... como un mayordomo.

Don Lope le interrumpió para hacerle saber que era su padre, y que le buscaban por una cuestión familiar: un abuso de tal poder y cercanía a don Isidoro.

Entiendo... -respondió Pedro-. Pues no fueron las malas lenguas, sino la gente de aquel pueblo, quien desconfiaba del judío. Le veían salir del castillo de noche, relacionarse con gentes extrañas y hacer ausentarse a don Isidoro de sus quehaceres, cuando habría de cumplirlos. El rebaño de Dios no miente, y vinieron a pedirme consejo. Yo no podía hacer mucho, ya que enseguida hube de volver aquí, a Salamanca... Ocurrió entonces que, meses después, las habladurías de Salamanca citaban a un tal Eleazar, un judío que, por lo visto abarcaba muchos malos negocios: robo, engaños, estafas y sobre todo... -el cura tragó saliva-: brujería. Eso dicen, que ese tipo es el patrón de unas malas gentes, y yo creo que los sucesos que han ocurrido en esta ciudad, como el del puente, es cosa suya. Ahora, son los peregrinos de ahí afuera y las gentes pobres de la ciudad quien me informan de las posibles noticias que van haciéndose a la luz en la ciudad, a cambio de un plato de comida y cobijo... Quizá así pueda encontrar a ese hombre.

Entonces vais también tras sus pasos -habló don Lope, muy nervioso tras el relato del cura-.

Así es... y sé algo más -continuó Pedro-. Algo verdaderamente casual: ayer mismo llegó a mis oídos que en estos días algunos hombres que trabajan para Eleazar van a viajar a Cantalpino, a visitar allí al cerero del pueblo. Algo está pasando en todo este asunto...

Don Lope os explicó que Cantalpino era un pueblo cercano a Salamanca, de unos trescientos cristianos viejos.

Ante tales noticias, no pude menos que sorprenderme. Todo el pueblo sabía de las tropelías de Eleazar en Ciudad Rodrigo, menos los propios perjudicados. Miré a don Lope con pena. Estaba claro que el judío le daba a todos los palos.

-"Pues no sé a qué esperamos en ir a ese sitio a por sus esbirros. Seguro que saben dónde está el rufián de su jefe." Les dije a los demás.

Puse las manos en las caderas, esperando a ver qué opinaban. Si no estaba muy lejos, podíamos ir ahora mismo hacia allí y trincar a sus lacayos con las manos en la masa. Nos podríamos enterar de sus diabólicos planes.

Tras la mucha información recibida, estaba claro que este brujo era el judío al que estábamos buscando, y aunque no supo decirnos donde podría encontrarse, si que nos dio una importante pista del lugar al que irían sus esbirros.

-Pienso igual que Julia, vayamos a Cantalpino, y esperemos a ver cuando llegan sus esbirros a ver al cerero. Es la mejor oportunidad que tenemos de capturar a alguno de ellos, o de seguirles para que nos lleven hasta Eleazar.- Dijo a sus compañeros, el pueblo no quedaba lejos, y no había ninguna otra pista. Una vez llegado el caso, ya se vería si tendrían que capturar, matar o seguir a los esbirros. Pero al menos necesitarían a uno con vida para poder encontrar al jefe. 

Pablo con expresión de duda miro a sus compañeros.

-Alguien sabe como sabremos cuales son los hombres del brujo? Y si vamos a asaltarlos... Ustedes tienen experiencia en combate?

Cantalpino distaba casi un día de viaje,al noreste de Salamanca, pese a ser terreno plano entre ambas poblaciones. Tal vez la distancia se recortara con unas monturas de por medio. Don Lope escuchó la pregunta de Pablo, a lo que el cura aludió que "tal vez fueran gentes normales, en apariencia, por eso de guardar la discreción".

Hemos de acudir allí cuanto antes -coincidió el noble-. ¿Necesitáis hacer algo más en esta ciudad? Puesto que nos iremos de inmediato... -no tenía don Lope la más mínima intención de perder el tiempo-.

Ante la pregunta de Don Lope, Nacho pensó unos instantes y contesto.

-Supongo que lo mejor será ir cuanto antes a Cantalpino, y estar preparados para ver quien llega a ver al cerero.- Y luego trató de contestar a Pablo.

-Pablo, aunque no sabemos el aspecto de los secuaces del judío, pero si que son varios y que irán a ver al cerero de Cantalpino. Respecto a combatirles, esperemos que no sea necesario, pero habrá que ir pensando en que tal vez opongan resistencia a ser interrogados. Que otra posibilidad, es luego seguirles sin que nos vean para ver si nos llevan hasta Eleazar, pero no creo que eso resulte nada sencillo.- Esta última sería la mejor de las opciones, pero no era sencillo que no se diesen cuenta de que les estaban siguiendo, de hecho sería muy difícil. Así que habría que pensar en que tal vez fuese necesario usar la fuerza.