Partida Rol por web

Los tres comandos avanzaban por la espesura cerca de la pista forestal. Al pisar la hojarasca hacían mucho ruido* e iban dejando un rastro que podría seguir un ciego borracho, pero con una pose de comando profesional muy entrenado, por el qué dirán.

Tras unos minutos por entre los árboles, los tres comandos vieron un claro en el que se alzaba un pequeño pueblecito neozelandés, con sus casitas de madera, sus vallas de piedra y sus rebaños de ovejas pululando alrededor. Al fijarse, descubrieron que no eran más de 5 o 6 casitas, una de las cuales parecía una taberna, atravesada por una carretera pero los nazis habían establecido un puesto de control a la entrada del pueblo en el que un grupo de soldados montaba guardia y vigilaba las calles. Así mismo, varios pastores alemanes vigilaban a los perros pastores y ovejas neozelandesas que pastaban en los campos.

Al otro lado del pueblecito se alzaban las inmensas montañas de Nueva Zelanda con sus cumbres perdiéndose entre las nubes.

Dustin contempló la bucólica escena del pueblecito vigilado por los nazis y sus perros. Viendo que aquellos imbéciles ni siquiera se habían percatado de que un cohete se había estrellado a un par de millas de allí se le cayó el alma al suelo: su plan iba a fallar porque los alemanes eran unos completos ineptos. Quizás sería mejor pasar al plan B, en el que Boris simplemente los mataba un poco y así podían ser capturados.

Pero ¿merecían tanto esfuerzo esos alemanes? No lo creía.

- Escuchad, creo que tengo un plan mejor.- dijo como siempre solía decir cuando se le pasaba cualquier idea por la cabeza - Le robo la ropa a uno de los pastores, me acerco al bar y sonsaco información de los lugareños. Vosotros me cubrís desde aquí por si pasa algo. ¿Qué os parece?

A él le parecía genial porque después del viaje tenía muchas ganas de tomar una cerveza bien fresca, por supuesto.

Boris se pasó una mano por su descuidada barba mientras examinada el plan de Dustin.

-Aburrido. Perro puedo organizar una distracción mientras tanto, cargándome a unos cuantos de esos teutones hijos de puta. De ese modo te serrá más fácil quitarle la ropa a uno de esos pastorres.

Dustin propuso un plan. Boris propuso crear una distracción. Nicolas no propuso nada, pero se encendió un cigarrillo. Las ovejas pastaron, los perros pastores neozelandeses observaban a las ovejas y los perros pastores alemanes a los perros pastores neozelandeses. Las nubes cruzan el cielo, los pajarillos cantaban...

Bueno eso, que muy bucólico y muy neozelandés todo. Excepto por los nazis, claro.

Al cabo de un rato un nazi bastante maltrecho y al que le faltaba un brazo apareció por la pista forestal pegando voces. Algo así como "¡Achtung! ¡Alarm!" Los soldados del control se pusieron tensos e hicieron sonar la alarma. Los perros pastores alemanes ladraron a los neozelandeses que, de mala gana, comenzaron a reunir a las ovejas y las condujeron hacia unos grandes cobertizos situados en el extremo del pueblo.

-Vaya, parece que alguien se me ha adelantado. Siendo así, aprovechemos la distracción para sembrar el caos.

Aprovechando el alboroto, Boris se acercó hasta donde pudo ver mejor la escena. Hizo unos gestos como dando instrucciones a sus compañeros, pero lo cierto es que eran absolutamente incomprensibles. Por el camino, si se cruzase con algún centinela, intentaría acuchillarlo por la espalda con su cuchillo de combate y ya desde una posición más cercana, decidiría qué hacer. Si atacar con su subfusil si los nazis estaban dispersos o si lanzar una granada en caso de que los nazis estuviesen en grupos.

- Bueno, dado que esta es una situación militar... ¡tú mandas!

Ninguno de los planes de Dustin había resultado efectivo. De hecho ni siquiera habían resultado. Bueno, que no los habían puesto en marcha. Así que tampoco se podía considerar un fracaso.

Asintiendo ante las órdenes sin sentido de Boris como si las comprendiera Dustin se lanzó a la carrera entre los matorrales para intentar salir cerca de los edificios. Su objetivo era alcanzar la taberna y atrincherarse allí. En el entrenamiento de comandos siempre hacían hincapié en que lo más importante era capturar los sitios vitales durante el ataque. ¿Y qué era más vital que el sitio donde se guarda la cerveza?

Nicolas siguió fumándose el pitillo con calma mientras sus compañeros se desplegaban cada uno por su lado.¹

Dustin se lanzó, rodó, dio volteretas y se arrastró por entre los matorrales, zarzas y piedras que aquí y allá adornaban los pastos. El despliegue físico fue impresionante, pero más impresionante aún fue que lo hizo sin un solo ruido. Ni los perros pastores le olieron siquiera.

Al llegar al pequeño muro de piedra junto a la cantina, con su uniforme impecable y sin despeinarse, echó un vistazo por encima y a su alrededor. Los perros estaban terminando de recoger a las ovejas hacia su izquierda, al extremo del pueblo. A su derecha, el puesto nazi. Al otro lado del muro una calle con las casitas desparramadas a cada lado de la misma. La más cercana era la cantina de la que surgía una música marchosa². Un puñado de nazis iban corriendo hacia posiciones preparadas en ambos extremos del pueblo.

Por su parte Boris, sin tanta acrobacia pero con misma efectividad, se fue acercando poco a poco al puesto de guardia nazi. Sin hacer ningún ruido logró acercarse a un matorral situado a menos de un metro de la garita. Desde allí pudo contar un total de 8 soldados desplegados tras sacos terreros a ambos lados de la carretera. Al tipo manco se lo estaban llevando hacia el pueblo unos camilleros.

Nicolas aplaudió el despliegue de habilidad de sus colegas.

Dustin entró en la taberna. Le gustaba la música, prometía diversión. Estaba seguro de que ese mismo pensamiento le pasaba a Boris por la cabeza al ver a los alemanes. Así que cada uno a lo suyo.

Boris asintió con una sonrisa cuando vio a Dustin dirigirse hacia la taberna. Hizo algunos gestos incomprensibles a Nicolas, como indicándole que tomase posiciones para hacer "nosequé" y luego se dispuso a a actuar.

Parapetado detrás de un obstáculo, lanzó sendas granadas contra las dos posiciones de los nazis.

Dustin se coló en la taberna. La música seguía sonando y apenas reparó nadie en su llegada. Tras pasar la pequeña entrada en la que había un ropero del que estaban colgados un par de chaquetas civiles y varias ametralladoras, cascos y mochilas nazis, y en la que un poster indica que "The Afro-Cuban Rythm society" lleva dos semanas tocando en el local se asomó a la sala.
 

Dustin se quedó un momento en el umbral. El local era lo bastante grande como para que media docena de mesas ocuparan el amplio espacio que servía de salón y comedor. Del techo pendía un gran candelabro con bombillas que imitaban velas y que recordaban inevitablemente a la decoración de una taberna pirata. Al fondo una barra de piedra con un mueble detrás muy bien surtido, era atendido por un mozo bien parecido de prominente mostacho. El liante se quedó un momento mirándolo. Podía ser su tipo. No tenía preferencia específica por hombres ni mujeres, lo cual siempre era una ventaja para lograr una pareja. Tenía el doble de posibilidades y eso sumado a su buena presencia y saber estar era casi una garantía de éxito al cien por cien en cada aventura. Y no pensaba permitir que el estar en medio de la nada al otro lado del mundo le fastidiase la estadística.

Pero antes había que ocuparse de lo que había que ocuparse. En una de las mesas había un grupo de cinco nazis evidentemente borrachos que insultaban a los músicos. Dustin no entendía mucho del negocio musical pero al genio que se le ocurrió contratar una banda de músicos negros cubanos para amenizar la velada de unos nazis no debía tener mucha idea del tema tampoco. La verdad es que eran buenos. Quizás por eso habían sobrevivido durante dos semanas. O quizás porque la cantante era un bellezón rubio que parecía tan cubana como él mismo. 

Ahora mismo tenía que tomar una decisión: ¿el mozo del mostacho o la rubia de curvas desmesuradas? Ah, no. Los alemanes y la misión. Bah, ¿quién tenía prisa? Seguro que Boris se estaba divirtiendo ahí fuera a su manera.

Así que el liante atravesó la sala por detrás de los alemanes para llegar a la barra donde se apoyaba el adonis bigotudo. Primero una birra, algo de conversación, ver como está el tema. ¿Y un trío? Como decía un colega suyo español: si la vida te da cartas hay que envidar por grandes. Nunca supo lo que significaba eso pero sonaba bien.

El barman miró a a Dustin de arriba a abajo, incrédulo. -Tiene usted mucho valor entrando aquí con un uniforme aliado forastero. Solo por eso le invito a lo que quiera. ¿Qué toma?

Mientras tanto la banda seguía tocando, aunque la rubia parecía algo distraída y echaba miraditas en dirección al comando.

Los nazis seguían a lo suyo sin reparar en el recién llegado, al menos por ahora.

Boris echó mano de su macuto y tiró dos granadas en dirección a los puestos nazis... Sin embargo, el soviético no pudo evitar pensar que había algo raro en las granadas mientras las veía volar hacia sus objetivos, tras un microsegundo cayó en la cuenta: eran piñas. Se miró las manos para comprobarlo y, efectivamente, en vez de arandelas tenía las hojas de las piñas.

Los nazis se quedaron perplejos al ver las piñas y miraron hacia el cielo incrédulos.

Mientras tanto, lejos de allí, un granjero también miraba al cielo mientras se rascaba la cabeza al ver como un torpedo había reducido a escombros su pajar y un paracaídas, una pistola y un machete habían caído sobre su pozo, su invernadero y uno de sus cerdos respectivamente. 

¿Y aquello que picoteaban las gallinas que eran? ¿Granadas? ¡Mierda!