Partida Rol por web

Aquel virote apareció delante de los ojos de Hernán, y en menos de lo que canta un gallo se había producido un caos tremendo: Don Antón por el suelo, Samuel tratando de ayudarle, el tal Aleixo vociferando para que el malnacido que les había tendido aquella trampa diese la cara y Roderigo...

-¿Y Roderigo? -Se preguntó Hernán-. Mejor así, espero no volver a verle la cara a ese maldito. Era un incordio. Andará escondido, seguro que es un cobarde, no me extrañaría...

Entonces Hernán se dio cuenta de lo propicia que le era la situación y se sumó a los gritos del de Santiago:

-¡Salid! ¡Salid de dónde esteis maldito cobarde! ¡Venid y probad el filo de mi cuchillo maldito medroso!

Hernán agarró con fuerza la empuñadura de su cuchillo, aunque sin llegar a sacarlo.

Esquivé la acometida del caballo con la agilidad que me caracterizaba, convirtiendo un duro golpe en un leve topetazo, aunque el pobre animal estaba ya condenado. Don Antón había sido catapultado hacia unos matorrales por la furia del corcel, esperaba que no se hubiera hecho daño así que enseguida corrí hacia él para atenderle.

- Mi señor, estáis bien - dije arrodillándome a su lado.- He tratado de ayudaros pero el caballo estaba encabritado y por poco me atiza a mi también.

Le ayudé a levantarse y escuché al resto pegando gritos a los matorrales, como si hubiera alguien. No es que estuviera yo seguro del todo pero juraría que había escuchado un crujido antes de que se disparara el virote, vamos que decía yo que aquello había sido una trampa.

- ¿Qué hacéis? - dije extrañado.- Que ahí no hay nadie, que ha sido una trampa.

Perdéis momentáneamente de vista a Roderigo que se arrastra alrededor del lugar de la trampa, entonces escucháis un ruido y al mirar véis como una soga acabada en un lazo se eleva en el aire hasta la copa del árbol de la que estaba colgada. A continuación se hiergue Roderigo que estaba agachado, con semblante preocupado.

Parece que pisó una trampa y no le atrapó de milagro. Escucháis ruidos que provienen de algún lugar cercano.

Anton iba a decirles algo cuando le pareció escuchar algo. Sea quien fuere quien hubiese puesto las malditas trampas tendría que dar explicaciones, un camino no es lugar para cazar. El noble puso su mano izquierda en el costado, el golpe le dolía y había tenido suerte de que no hubiera sido peor pero podría aguantar.

En cuanto vi la soga que casi pilla a Roderigo ya estuve seguro de que era una trampa, que era yo hombre de campo y estaba familiarizado con ese tipo de tretas. Al parecer alguien había dejado el camino plagado de trampas para pillar a los intrusos o algo así, a partir de ahora iba a tener que abrir la marcha para detectar posibles amenazas.

- ¿Qué ha sido eso? - dije en voz baja cuando escuché aquel ruido extraño.

Enseguida comencé a mirar de eun lado a otro tratando de encontrar aquello que estaba sonando...

Al frente, a una docena de varas ves unos arbustos moviéndose, distingues a un hombre allí, alguien vestido con pieles de animales.

Entrecerrando los ojos distinguí una figura humana entre los matorrales, no muy lejos de nuestra posición. Cómo iba vestido con pieles me parecío que podía ser un cazador, y casi seguro el que había puesto allí todas aquellas trampas, que por otra parte, no parecían trampas preaparadas para la caza. Nadie caza conejos con flechas que se disparan solas.

"Con otro loco hemos topado... -pensé mientras echaba mano del arco.- Se va a enterar el mangurrián este"

Aún agazapado entre los matorrales coloqué una flecha en el arco y apunté hacia el tipo que nos acechaba. Parecía que no se había percatado de lo que iba a hacer y no estaba seguro si iba armado o no, pero ya estaba yo hasta las narices de que la gente nos hostigara continuamente. Esto era como la guerra, se ataca primero y se pregunta después, de modo que sin pensarlo más tensé el arco y le disparé.

A punto de atraparme -pensé. Sin duda alguna que ha salido corriendo quien fuera.

En esos momentos ví como Samuel cargaba una flecha y disparaba al matorral donde yo permanecía cerca ¿Habrá visto a alguien? -pensé yo.

Se escucha un grito

- AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH - y de entre varios bosquecillos y matorral bajo aparece un muchacho con el brazo derecho colgando con una saeta atravesándole el brazo, el muchacho parece más un mono que un hombre, es muy velloso, lleva el rostro cubierto de barro y mugre, de tamaño considerable, manos enormes y complexión fuerte, os da la sensación de que podría aplastar un cráneo con sus manos.

- ¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! GUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU - dice mientras os mira hostil, con el brazo izquierdo se agarra el brazo derecho, al ver que eso no le alivia el dolor se agarra la punta de la saeta - GRRRRRRGGG - intenta quitarse la flecha mientras una lágrima recorre su rostro.

Antón se sorprendió al ver a aquel...aquel muchacho pero en seguida su rostro cambió por completo al escuchar los gemidos de dolor que profería.

-La madre que... ¡Samuel! Cagonlaleche, ¿se puede saber que haces? Este debe ser el hijo de la b...la anciana-le dijo con enfado, aunque entendía perfectamente como podía haber confundido a aquel muchacho que parecía un ogro con algo peligroso. ¿Había sido el muchacho el que había puesto aquellas trampas?

¡Y tan bien que le ha acertado! -susurré. Sea quien sea, Don Antón, está justo detrás de la trampa, que es preciso apresarle y tomarle sus palabras por lo que nos pueda acaecer más adelante o con otras trampas.

Tras proponer cazarle de inmediato, Roderigo se preparó por si hubiera que correr tras el tipo, que no se le daba mal aquello (sobre todo si el que iba delante era él como en tantas ocasiones...).

El chico- bestia tras romper el extremo emplumado del asta- justo lo que no se debe hacer - levanta las manos en señal de rendición, parece que se le han quitado las ganas de luchar, aunque no es muy hablador el zagal.

Don Antón se acercó despacio al muchacho e hizo un gesto a los demás para que no hiciesen nada brusco. 

-Tranquilo muchacho- dijo sin saber muy bien como llamar a esa pequeña monstruosidad-ven aqui, no te vamos ha hacer daño.

Sabía que no podía confiar en el chico pero no podía dejar aquello así como así

- ¡Joder! ¿Qué queriáis que hiciera, mi señor? - dije levantándome de entre los arbustos, total, ya se había descubierto todo el pastel.- He visto a ese... uh... ¿hombre? acechando entre los matorrales, y después de las trampas no pretendía esperar a que nos clavaran un cuchillo en la espalda.

Nos acercamos a aquel engendro con cautela, a pesar de que nos había mostrado ya su rendición, pero por si acaso. Mientras Don Antón le hablaba yo tenía aún el arco preparado por si hacía alguna tontería o por si había otro compinche por allí escondido y al otro lado se colocó Roderigo impidiendo que huyese.

Cogí mi cuchillo avariento de cuellos, y con la protección que el arco de Samuel nos otorgaba, rodee al tipo para impedir que saliera huyendo por el otro lado. Me puse a una distancia prudencial para cortarle todo punto de escape.

Sin duda que éste rufián nos está retrasando -dije-. Es posible que la br... que nuestra misión se vaya al traste por perder más tiempo, pues seguro que nuestra presencia aquí no hace ecos vacíos. ¿Acabamos ya con este infeliz o queréis que juguemos al gato y al ratón, mis señores?

La actitud cobarde y defenestrable de Faderigo, al menos tras esas palabras, no hacían sino reafirmarle una vez más entre las decenas de ajustes poco limpios que había presenciado y la más veces protagonizado.

Samuel se había excedido en sus palabras. Pero aquel no era momento para una reprimenda. Además sabía que en parte tenía razón, pero ver a esa criatura aullar dolorida lo hizo concentrarse. Desde luego su madre, bruja o no, no estaría muy contenta con ello, aunque eso no fuera motivo de preocupación. Siguió avanzando hacia el chico despacio.

Aleixo torció el gesto. Si aquello era el hijo de la bruja era más que posible que hubiese venido al mundo fruto de algún aquelarre en el que el maligno tuviese especial protagonismo. Aquella criatura debía morir y regresar con el cabrón que lo engendró. Pero por lo pronto había dos problemas.

En primer término Don Antón parecía apiadarse del mostrenco a pesar de haber provocado que el caballo quedara para el arrastre y que el noble volase por los aires como un muñeco de trapo con la consecuente caída. Y para postre la vieja, para con la cual se esperaba una dura contienda si queríamos que nos revelase las verdaderas intenciones de la futura señora de Castrojeriz, se cerraría en banda a colaborar si se procedía a dar fin a tan aberrante existencia.

- Un inquisidor hacía falta aquí... - masculló el Caballero. - No le hagas mal y que nos lleve con su madre... luego ya veremos. 

Dicho esto volvió a colocar la espada en su vaina y se quedó en un lado esperando a continuar el camino.

El chico tras entregarse pacíficamente tras el intento frustrado de acabar con vuestras vidas, o quizás lo más probable, acabar con la vidas de todo aquel que se internase en el bosque, se quedó muy quieto como esperando a que le apresárais o le interrogárais.

Ni siquiera emitió uno de los gruñidos que antes emitiera, lo que sí notásteis es que respiraba muy fuerte, como haciendo un esfuerzo en cada respiración.