Partida Rol por web

Los oscuros caminos de la vida elegida por Kemura le habían llevado a muchas y muy distintas ciudades, había tenido oportunidad de conocer los mas altos rascacielos y las mas humildes chozas, sin embargo ni la riqueza ni la pobreza podían hacer mella en su determinación. Si el "cliente" había cubierto su cuota las preguntas sobraban. Black Water siempre había sobresalido por sus misiones difíciles, pero el Instituto Hoffmann usualmente requería cosas muy sencillas. Sacar de alguna zona de combate a sus investigadores, escoltar alguno de sus funcionarios...

El militar se ve varado en la terminal de autobuses de La Paz, Bolivia. Con la billetera llena y una jugosa cuenta en el banco, tan solo ocupa su mente el encontrar aquel lugar. Avenida Isabel Montes y Pisagua #235... El Instituto Hoffmann...

Ligero de equipaje y con vista segura tras unas modernas gafas de sol, Scott sale andando despacio de la terminal de autobuses, mirando su entorno como el que acaba de llegar a una ciudad extrangera, pero sin dejar de lado nunca cierta expresión altanera propia de la juventud.

Mirando de reojo la nota donde tiene inscrita las señas de su objetivo piensa durante un instante parado junto a la carretera. Al alzar la vista busca un taxi...

-Perdone... ¿Habla ingles?- Pregunta Sccot intentando aparentar un turista algo perdido.

El taxista, un hombre delgado y de raza negra te observa sonriente...

Claro Mister, necesita que lo lleve? El hombre esta parado justo al lado de su automóvil, una vieja caribe que debe datar de los 80...

Scott asiente y abre la puerta del Taxi para sentarse junto al taxista.

-¿Le importa si ocupo la plaza del copiloto?- La vista es mejor desde aquí... Dice, y con ello se sienta y echa un rapido viztazo al taxi y la visión desde dentro, observando su alrededor por si de camino pudiese memorizar el trayecto de vuelta, como siempre hace cada vez que llega a una ciudad nueva. -¿Vamos?-

No hay problema dice el taxista sonriente, el hombre arranca el auto y para sorpresa de Scott el motor se escucha en perfecto estado, aun cuando no es un conocedor queda claro que el auto esta en mejor estado de lo que su carcasa indica lo cual confirma finalmente cuando el taxista hábilmente esquiva autos para salir del trafico...

Y... A donde lo llevo míster?

-Al Instituto Hoffman, por favor.- Dice en tono animado y amigable, pero sin más intención de conversar. En cuanto el coche se pone en marcha Scott dedica su tiempo a observar las calles e intentar escrutar sus detalles, no como si intentara aprenderse el entramado urbano por si le hiciera falta, sino más bien como un ansia curiosa tan caracteríostica de él desde que nació.

El americano-japones cruza apenas una cuentas palabras con el taxista quien asiente y de inmediato se pone en marcha, no pasan ni dos minutos cuando el conductor sigue la tradición del gremio e intenta iniciar una charla...

Vaya men, así que te diriges al instituto Hoffmann, vaya tipo, no pares un doctorcillo de esos que abundan allí, si me permites una faltilla de respeto tu mas bien pareces raza como yo, si me entiendes no, un aborigen de la urbe, un tarzan del asfalto...

En el exterior el paisaje cambia muy poco, el transito es infumable, los autos avanzan bastante despacio aun que se ve que el chófer sabe lo que hace, ya que avanza algo mas rápido que el resto...

-Se sorprendería.- Dice sin mal tono, pero tan secamente que no parece tener ganas de charla. Tras ello retoma sus propias cabilaciones mirando a través de la ventanilla, con la vista perdida en la calles y edificios de la ciudad...

Al darse cuenta que el pasajero no tiene ganas de conversar, el taxista maneja durante cerca de 20 minutos por una hermosa y ancha avenida rodeada de parques y altos edificios, al tiempo que conversa casi para si mismo sobre cosas insustanciales hasta que por fin da vuelta en una de las calles y se detiene enfrente de un alto edificio gris. Sonriente estira la mano al tiempo que añade...

Hemos llegado... Luego de pagar lo que el taxista pide Scott se acerca al edificio en cuestión, entra por las bellas puertas de Cristal y se encuentra de inmediato en una enorme y austera habitación con apenas un par de plantas de ornato y un gran mostrador en el medio, detrás del mostrador se abre un largo pasillo y a izquierda y derecha un par de elevadores completan el cuadro. Desde el mostrador una bella recepcionista contesta llamadas y te observa sonriente esperando a que te acerques...

Con la bolsa de mano que lleva por todo equipaje colgando a la espalda sujeta por una mano, se acerca mirando curioso las estancias por las que atraviesa, y cuando se percata de que la señorita le mira, parece sorprenderse un poco. Un segundo más tarde ya tiene una afilada sonrisa cautivadora que le sirve para poder acercarse y abordar a la recepcionista con un minimo de complicidad.

-Hola, mon petite. Hasta que te ví andaba pensando donde podría tener que ír, ya que tengo una cita, pero poco más sé. ¿Podría ayudarme?- Dice casí como si se lo idiese a modo de favor personal más que si fuera la obligación de la mujer. Y, por supuesto, finge cierta cara de despiste inocente y una sonrisa algo estúpida.

La secretaria te observa sonriente durante un par de segundos, es evidente que esta acostumbrada a recibir todo tipo de personajes en el Instituto, ya que mostrando su blanca y perfecta sonrisa coloca coquetamente sus hombros sobre el mostrador y su rostro entre ambas manos...

Lo siento, Mr., disculpe, ¿Como me dijo que se llamaba?