Partida Rol por web

Shalt se limitó a seguirla.

Cavatina se adelantó unos pasos sin esperar a Shalt. Sin embargo, el buscador de tesoros no quiso quedarse atrás y apresuró su paso para seguir a su espalda. Al fin y al cabo, desde allí tenía una buena perspectiva de su compañera. Las prisas no tuvieron una consecuencia en su sigilo. Al igual que la drow, aquel humano sabía bien cómo hacerlo para pasar desapercibido.

Ambos caminaron sigilosos hacia el final de aquel pasillo. La encargada de otear una vez llegados al final del pasillo fue de nuevo la elfa oscura. El panorama que se abría ante ella era esperanzador. Un trasgo que dormitaba sobre una roca abrazado a una espada parecía ser el encargado de vigilar a varios niños, los cuales estaban encadenados a la pared. La luz procedía de fondo de la cueva, pero para poder apreciar su procedencia, debían adentrarse un poco más.

Mientras tanto, Voran y Roht esperaban al regreso de sus dos compañeros. Trataban de hacer el menor ruido posible y aunque fuera absurdo, trataban incluso de controlar su respiración. No tanto porque no les oyeran a ellos, sino para estar totalmente concentrados ante el menor ruido extraño.

Lo cierto era que sólo se escuchaban gotas de agua lejanas caer contra el suelo. Así fue hasta pocos minutos después de que Cavatina y Shalt se alejaran hacia el pasadizo de la izquierda. Fue Voran el que creyó escuchar algo y enseguida alertó a Roht. El vigilante agarró la ballesta preparado para el combate.

Asintiendo a las palabras de Voran, el enorme Martillo Invencible guardó a Última Sombra en su espalda, mientras sujetaba su arco largo y colocaba una flecha, lista para usarla si era requerido.

- No soy tan bueno con el arco como con mi martillo, pero daré lo mejor de mí, Voran. - Comentó en voz baja a su compañero, el cual le indicó que usase el arco, de momento.

- Espero que Cavatina y Shalt traigan buenas noticias... - Añadió, expectante y dispuesto a disparar a lo primero que saliese del túnel de su derecha.

pasándose la lengua por los labios secos, desenvainó su filo. Sellando sus labios con el índice indicó a Cavatina que guardase silencio y, trartando de ser tan sigiloso como le fué posible, se acercó hacia el trasgo durmiente, dispuesto a degollarlo.

No necesitó seguir con la mirada a Shalt, ni que le dijese nada, para adivinar lo que pensaba hacer, así que le hizo caso y solo apunto con su ballesta al mismo trasgo, era solo uno y sabia que el humano podría ocuparse del trasgo sin problemas, pero nunca estaba de mas estar preparada por si acaso.

Aquel piel verde dormía como a pierna suelta e incluso roncaba. No podía esperarse el aciago destino que estaba a punto de caer sobre él. Quedarse dormido durante su vigilancia, podía ser suponer un motivo de castigo o represalias de aquel que estuviera al mando. Lo que seguro no esperaba era un final precipitado a su miserable existencia.

Shalt se acercó de manera muy sigilosa hacia el trasgo con su espada larga desenfundada. Cuando le tuvo a pocos centímetros alzó su espada y con un rápido movimiento, la incrustó en el cuello de aquel detestable ser. Éste abrió los ojos. No había muerto tras el golpe de gracia de Shalt y sin duda gritaría para dar la alarma.

Un virote surcó el espacio entre la elfa oscura y la frente del trasgo. A punta de la saeta penetró entre ceja y ceja haciendo que aquel mal vigilante cayera de su silla golpeando su cocotera contra la pared, en la misma zona en la que la punta del virote emergía tras atravesar su cerebro y darle una muerte rápida

En ese preciso momento, los niños que se encontraban encadenados a la pared fueron testigos de la llegada del humano y la drow y como era de esperar abrieron la boca, dos de ellos esperanzados en su rescate y una tercera aterrada por la visión de la extraña mujer de piel color azabache, cabellos blancos y orejas picudas.

- ¡Socorro! – Gritó uno.

- ¡Estamos aquí! – Alzó la voz un segundo.

- ¡Aaaah! – Chilló la niñita desconsolada.

Los trasgos avanzaban hacia su posición. Pese a que debieran de extremar precauciones, dada la situación en la que se encontraban, parecían algo distraídos o despreocupados. Quizás por ello, tras doblar la esquina fue normal que les pillara desprevenido las dos saetas que volaron hacia ellos.

La flecha de Roht se clavó en el torso de uno de los trasgos, mientras que el virote procedente de la ballesta de Voran, pasó roznado la cabeza del segundo trasgo llegando a rasgar su mejilla. Sin ser una herida de consideración, le dejó helada la sangre. Unos centímetros más hacia su cabeza y habría muerto sin demasiadas dudas.

En ese momento Roht y Voran escucharon gritos precedentes de la zona en la que Cavatina y Shalt se habían internado. No eran gritos de ninguno de sus compañeros. Tampoco eran gritos procedentes de las guturales gargantas trasgas, sino que eran chillidos de niños. Niños asustados que pedían ayuda. Aquella era buena señal, aunque sin duda daría la voz de alarma a los trasgos que los habían secuestrado.

Nada más recibir el impacto del virote en su mejilla. Aquel malnacido gritó en su idioma algunas palabras, que sin duda correspondían a la voz de alarma y salió corriendo por allí por donde había venido perdiéndose de la vista de los dos agentes de la autoridad, un guardia de Nav Hidad y un Vigilante de los Caminos.

Voran cargó rápidamente un segundo virote en su ballesta. Apuntó cerrando un ojo y cuando tuvo el blanco a tiro, presionó el disparador. La flecha salió rodando a gran velocidad en dirección a su blanco. Traspasando armadura y ropa, se incrustó en su pecho a escasos centímetros de su corazón. Había sido un golpe muy certero y sin duda altamente doloroso.

Por su parte, aquel dolorido trasgo, no se acobardó como si lo había hecho su compañero. Alzó su ballesta apuntó con seguridad hacia la cabeza de Voran y al apretar el disparador, el virote se partió antes de salir disparado. Aquel fallo provocó que la ballesta saliera disparada de las manos del piel verde y quedase atascada e inservible hasta que pudiera repararla. En ese momento desenfundó su espada mellada. Sí o sí quería plantarles cara y parecía muy convencido de sus posibilidades.

- ¿Qué hacemos Roht? - Le preguntó el vigilante. - ¿Permanecemos aquí o nos reunimos con los demás? ¿Alguna idea?

Bien, no había sido demasiado difícil y por suerte no había llegado a dar la voz de alarma, aunque los niños casi estaban haciendo más ruido, sobre todo la niña cuando la vio, realmente ha Cavatina le encanto que la viese como un amenaza, sin duda historias que le contaban sus abuelos o padres de su raza, pero no era momento para eso.

-¡¡Haz que se callen!!- susurro a Shalt -o vendrán todos los malditos goblin de esta cueva- dijo mirando hacia atrás

El enorme Martillo Invencible giró unos segundos la cabeza hacia Voran, justo en el momento en que escuchó como este le preguntaba sobre que hacer a continuación. Roht le dontestó porque lo tenía claro.

- Esos gritos son de niños. Debemos protegerles e ir a por ellos. Lo mejor será ocuparnos de este trasgo y después ir a buscar a los demás, podrían necesitarnos. Además, no creo,que tarden en llegar refuerzos enemigos. Mejor será reagruparnos... - Contestó.

Acto seguido, dejó caer su arco al suelo y salió en carga, sacando,su martillo de su espalda en el trayecto, en dirección al enemigo que les disparaba.

LLevándose el dedo índice a los labios chistó en dirección a los niños, a la vez que les mostraba una espléndida y confiada sonrisa.

-Chhsss, silencio pequeños. Nos han enviado vuestros padres para llevaros a casa, pero necesito que nos ayudéis y estéis bien calladitos. Yo soy el famoso guerrero Shalt el valiente  y ella es mi ayudante y novia Cavatina la malhumorada... no le hagáis el contrario o ¡os reñirá!

Se había ido acercando hacia los niños con tal de que le pudiesen ver bien y de no tener que levantar apenas la voz.

-Ahora haremos una cosa... vosotros quedaos aquí más silenciosos que las patas de un gato, y Cavatina y yo iremos a dar su merecido a esos pielesverdes malvados. Antes de que os deis cuenta estaremos aquí de vuelta junto con el ejército que me acompaña y nos espera fuera.... pero lo más importante de todo es que no podéis hacer nada de ruido... ni una palabra ¿eh?- todo aquello lo dijo lentamente y con un tono confiado, acompañando la explicación de algún guiño y sonrisa cómplice hacia los infantes.

No pudo evitar mirar a Shalt y reír por lo bajo -jajaja famoso y valiente- y luego abrió los ojos como platos -¿¿Ayudante y novia?? ¡¡pero que cara mas dura!!- habría seguido discutiendo, pero parecía que los niños finalmente le hacían caso.

La espada mellada de aquel valiente trasgo de poco le sirvió ante la impetuosa carga de Martillo Invencible. Malherido como estaba, al ver que aquel ser acorzado cargaba velozmente contra él, tan solo pudo alzar su espada tratando de interceptar el golpe de aquel poderoso martillo. Sin embargo y aunque la espada logró en un primer momento interponerse entre él y el martillo, la fuerza con la que iba aquel ataque, provocó que no sirviera de nada.

El martillo del gran trasgo golpeó en la cara del trasgo. En su impacto se escucharon como se fracturaban varios huesos de la cara y una nube se sangre, colmillos y baba salió despedida de su boca. El trasgo salió despedido chocando contra la pared de roca desnuda y resbalando hasta el suelo, dejando una mancha de sangre en la pared.

- ¡Ja, ja! – Sonrió Voran ante aquella demostración de fuerza y poderío. - ¡Vamos, Shalt podría estar en problemas! – Exclamó mientras seguía los pasos de sus dos compañeros. La misma dirección de donde provenían los gritos.

Avanzaron sin demasiado cuidado a través de aquel estrecho pasadizo. Al final del mismo, se abría una pequeña gruta y justo en la entrada se hallaba el cadáver de un trasgo. Hacia el fondo de la cueva se encontraban Shalt y Cavatina junto a tres niños encadenados contra la pared.

Aquella cueva no terminaba allí. Unas cortas escaleras excavadas en la misma roca, daban acceso a otra sala contigua. Era de esa sala desde donde parecía provenir aquel extraño fulgor. No obstante, desde su posición poco o nada podían vislumbrar de lo que se hallaba en el interior de la segunda estancia.

Los tres niños entendieron de inmediato que no tenían que seguir alzando la voz. Habían venido a rescatarles y eso siempre eran buenas noticias. No obstante, la niña seguía mirando con recelo a Cavatina. Era evidente que no se fiaba de ella y con razón dadas las historias que se contaban acerca de los de su raza.

Mientras Shalt se acercaba lentamente a los niños, observó que las cadenas que portaban y les anclaban a la pared, tenían una cerradura de buena calidad para su sorpresa. Desde luego no esperaba que aquellos primitivos seres, se preocuparan en fabricar o adquirir las mejores cerraduras para sus cautivos, aunque todo podía ser.

Fue en ese momento cuando escucharon pasos por su retaguardia. Cavatina y Shalt alzaron la cabeza y prepararon sus armas, listos para lo peor. Cuando vieron la reluciente armadura de Roht  el parche en el ojo de Voran, respiraron tranquilos. No obstante, aquella tranquilidad tan solo duró unos instantes, pues un rostro, visible para todos, asomó desde la caverna adyacente.

Se trataba de un rostro de piel cetrina y de color amarillento oscuro. Un maldito trasgo que asomó fugazmente, para avistar lo que estaba pasando y que entonces salió huyendo por donde había venido y alzando la voz para dar la alarma.  

Después de acabar con su adversario trasgo, el enorme guerrero recogió su arco del suelo antes de proseguir la marcha siguiendo al bueno de Voran, que iba camino de encontrarse con el resto del grupo.

- Maldición, esto está lleno de trasgos... Por todos los dioses, son los niños sanos y salvos. Tenemos que sacarlos de aquí. - Dijo Roht, cuando llegó donde se encontraban Shalt y Cavatina, al tiempo que veía las cadenas que atapan a los pequeños. - Shalt, Cavatina, ¿Podéis abrir estos candados? Si no, yo mismo les daré martillazos hasta romperlos. - Dijo sacudiendo contra su mano abierta su martillo de guerra.

Después, Martillo Invencible sopesó la posibilidad de subir por la escalera de piedra que tenían junto a ellos. Al parecer daba acceso a otra sala de la cueva.

- Creo que si vamos por ahí estaremos mejor. Tenemos dos posibilidades: Una es que al subir por dichas escaleras encontremos otra ruta para salir de aquí. Y otra, no encontrarla. Aunque si no tiene salida, también nos servirá para defendernos mejor del enemigo. No podrán subir todos a la vez por la escalera y les reduciremos en número. Además, una posición elevada siempre es ventajosa. ¿Qué decís? - Propuso.

El Shaltiano se situó junto a la Drow con las armas desenfundadas y en cuanto la tuvo al lado le susurró a la oreja puntuntiaguda.

-Discúlpame las licencias poéticas,Plata,  pero la niña me pareció recelosa de tu presencia y me pareció que si te otorgaba lazos afectivo laborales conmigo quizás se tranquilizaría un poco. y mira, al menos ha dejado de gritar, ¿no?- tras lo que le guiñó el ojo.

-Pero vayamos a lo que importa. Sin que sirva de precedentes estoy de acuerdo con Aplastacráneos, lo prioritario ahora es tratar de desarmar ese candado. ¿me echas una mano?- preguntó sin esperar respuesta, puesto que se dirigió directo a aquella cerradura de una calidad fuera de lo común para unos simples pieles verdes.

Se acerco a Shalt -no me importa ser tu novia... si me tratas bien- dijo con un dedo pasándoselo por la barba, a saber que significaba en su lengua tratar bien.

Luego se dirigió a la cerradura -deja a la profesional cariño- dijo esa ultima palabra con rintintíi pues era su "novia". 

No pudo evitar que se le escapase una ligera carcajada ante el comentario de Cavatina.

-Confiamos en ti, cielo mío.- respondió con un deje cómico en tono de voz.-Deja que te ayude, cuatro manos mejor que dos...

Y junto a la drow se dispuso a tratar de desarmar la cerradura

Cavatina con la ayuda de Shalt pudo abrir la complicada cerradura de aquel candado en menos de lo que canta un gallo. El primero de los tres asustados niños había sido liberado. Sin embargo, todavía quedaban otros dos candados por ser forzados y el tiempo apremiaba. Nada más ser liberado, aquel niño se apartó de la pared acercándose el pasillo de salida, pero al toparse con la armadura andante que era el gran trasgo y con el vigilante tuerto, se detuvo dubitativo.

- ¡Buen trabajo, bruj…! – Exclamó Voran sin acabar de llamar a Cavatina por aquel recurrente adjetivo despectivo.

Cavatina alzó la mirada para cruzarla con el único ojo de Voran, pero entonces se percató de algo. No estaban solos. De aquellas escaleras que daban a la habitación iluminada, habían surgido tres figuras con una silueta inequívoca, trasgos. Para cuando la elfa oscura fue a dar la alarma ya era demasiado tarde, tres proyectiles salieron disparados en la dirección en la que se encontraban.

Una de las flechas impactó contra el antebrazo de Shalt. La herida que le provocó fue muy leve, pues tan solo le rozó. La segunda de las flechas se clavó en el muslo de Cavatina. Realmente tan solo cogió piel, pero fue doloroso sentir como aquella punta de flecha penetraba en su organismo. La tercera flecha pasó rozando la cabeza del niño recién liberado. Era evidente que no tendrían piedad con aquellos niños.