Partida Rol por web

Nindra pasó buena parte de la noche dando vueltas en el saco, pensando en Guideon, principalmente, y en cómo podría ayudar a Alderic a recuperar la vista. El trajín de su palacio mental no la dejó dormir, buscaba entre sus pasillos y estanterías la forma de quitar una ceguera mágica o impedir una bola de fuego. Pero no encontraba nada, no había leído mucho sobre las escuelas de nigromancia, un arte que su padre no había querido enseñarle, por razones obvias. Por otro lado, no quería admitirlo, pero era la primera vez que se encontraba con un mago que se oponía a ella. La magia era muy variada, sus efectos muy diversos y Nindra, aunque poseía un gran conocimiento, no lo sabía todo y tuvo que pensar en lo que haría ella si fuese enemiga de un grupo como aquel. 

Se acomodó en el interior del saco, con una luz convocada brillando cerca, pergaminos y pluma para escribir sus propias teorías y hacer sus cálculos. Si la maga usaba ese conjuro, ella podía usar ese otro. Si la maga les tendía una trampa, ella podía contrarrestarlo con otro conjuro. Así, elaboró una lista de posibilidades y porcentajes, aunque la dejó sin acabar de puro agotamiento y se durmió sobre los papeles. Cuando despertó, tenía un papel pegado en la frente y la nariz manchada de tinta, aunque de lo último no se dio cuenta. Recogió los pergaminos y hojas, abrió su grimorio y estudió los conjuros, preguntando a los demás qué era lo mejor que podían utilizar. Durante una hora, los memorizó y cuando acabó, lo primero que hizo fue remendar mágicamente su abrigo y dejarlo como nuevo. Ya no estaba quemado ni agujereado. 

-Este es el plan -dijo poniendo algunos papeles sobre una mesa imaginaria.

Había dibujado el paso, un montón de flechas, sus amigos y ella era monigotes con cuatro palitos y dos círculos, los enemigos unas cruces rojas. Sobre el dibujo había calculado tantas posibilidades que era imposible contarlas todas, como tampoco fue posible seguir el orden de pensamiento de Nindra cuando empezó a hablar hasta quedarse sin aire y sin saliva, analizando planes, vías de escape y demás ideas un tanto descabelladas. 

La noche de Alderic fue sorprendentemente pacífica, a medida que se concentraba podía reconocer los diversos sonidos de sus compañeros al dedicarse a sus tareas, y sintió alivio cuando alguien encendió una fogata para darle calor a Thyga. Despues de discutir planes para el día siguiente y cenar lo que le dieron se acostó y siguió con su juego de intentar adivinar quien hacía tal o cual sonido hasta que se quedó dormido. Se alegró cuando las toses disminuyeron de ritmo, al menos Thyga dormía.

Cuando despertó lo primero que escuchó fue la voz de Guideon, y tal como prometieran sus palabras la luz volvió a sus ojos. - Gracias - dijo a su compañero palmeándole el hombro con una sonrisa, y aún sin terminar de distinguir detalles salió del refugio e hizo su meditación matutina.

Cuando volvió Nindra terminaba de reparar su abrigo, y proponía un plan de acción que Álderic intentó seguir infructuosamente mientras desayunaba. Cuando se perdió en las diferentes ramificaciones se concentró en el plan que le pareció más sencillo de los que aparecían en el dibujo y que contemplaba una contingencia a la vez. Cuando la maga terminó su exposición Allderic señaló en el dibujo las opciones que conformaban su elección. - Creo, Nindra, que has hecho un trabajo excelente, este creo que es el curso de acción más sencillo de seguir y al tiempo el más versátil. - era el plan que lo usaba de señuelo, y que requería que él y la maga coordinaran un engaño mientras Guideon allanaba el paso para Lurzca y Murron.

La estrategia era arriesgada. Pese a las muchas opciones que tenían y que Nindra había estado estudiando una y otra vez, eligieron seguir una muy sencilla. Uno de ellos, quien menos tenía que perder de todos y que casualmente era a la vez el más versado en las técnicas de sigilo, se adelantaría al resto y el grupo le seguiría de cerca tratando de pasar desapercibido, pero sin dejar de verle por si las cosas se complicaban.

Así pues, el bueno de Alderic, con la vista recuperada gracias a la inestimable ayuda de Guideon y sus poderes divinos, fue el elegido para avanzarse y estudiar el terreno. Agazapado y tratando de pasar desapercibido sobre aquel enorme manto nevado, el discípulo de la espada, se fue aproximando poco a poco a la zona donde horas antes habían sido emboscados. Arrastrándose como una culebra, pero siempre atento a lo que tenía por delante y a sus flancos, el otrora servidor de Seyran y asesino de Maahn, se iba acercando a la zanja donde cayera junto a Guideon en su primera incursión.

La nieve estaba blanda, eso quería decir que había nevado durante la noche y hacía frío, mucho frío. Tanto que le temblaba el pulso por la tiritera, pero logró controlarse y avanzar sigiloso un buen tramo. Todo estaba en silencio y calmo. Nada se movía a su alrededor, ni tan solo el viento soplaba en esos momentos. Podía estar siendo observado desde muchos sitios, o podía ser que no, no lo sabía. Lo único cierto era que al menos de momento, todo parecía ir bien.

Fue entonces, que la vara que utilizaba para ir marcando el camino se hundió en la nieve mucho más que hasta entonces. Alderic se detuvo y alzó la mirada. Hubiera jurado que se encontraba en esos momentos en el preciso lugar donde la zanja le engullera horas atrás y por el momento nada. Si les habían detectado como en la primera ocasión, nadie parecía querer salir a su encuentro. Todo seguía en calma. Todo seguía en silencio.

Lurzca observaba muy atenta desde la retaguardia. Iba escoltando a Thyga, a la cual arropaba con una manta y abrazaba por encima de los hombros. La Infanta había pasado una mala noche. Posiblemente había tenido fiebre y no se había levantado mejor. Podía ser que Guideon pudiera hacer algo por ella más adelante, pero por el momento, suficiente tenía con tratar de sortear aquel paso de montaña, sin que se produjeran bajas entre los suyos.

- Parece que todo está bien... - Susurró la mestiza. - Alderic es muy valiente... - Suspiró.

- ¿Avanzamos? - Les preguntó entonces Murron. 

La guardaespaldas de la Infanta iba junto a ésta. Había desenfundado su espada larga y estaba preparada para el combate. Combate que podía llegar en cualquier momento. Lo cierto era que no se fiaba ni un pelo del clérigo y la maga responsables del asalto que habían recibido horas atrás.

- ¿Creéis que nos observan? - Preguntó entonces. - ¿Y si han preparado algo? - Era evidente que Murron estaba asustada.

- Sólo espero llegar pronto... - Dijo Thyga con un hilo de voz. 

Su tono de piel era mortecino. Casi no podía abrir los ojos y moqueaba constantemente. Su tos, que durante la noche había mejorado, ahora que habían regresado a la intemperie, sonaba con fuerza. Aquella tos, podía desvelar fácilmente su posición si no lo había hecho ya. Lo cierto era que Thyga era una molestia constante para el grupo. Aunque no era su culpa, pues ella no era una aventurera y no estaba acostumbrada a ese tipo de penurias.

- ¡Cof, cof, cof! - Tosió bien alto. - Lo siento... - Se disculpó.

Guideon contenía el aliento, estaba tenso como la cuerda de un arco mientras Alderic se jugaba la vida explorando el mismo el paso en el que fueron emboscados, y casi perecen, unas horas más atrás. Gruñó disgustando ante las continuas toses de la Infanta. Terminó sacando un pergamino del estuche cilíndrico que pendía de su cintura.

Pronunció la oración que estaba escrita en él y el papel se deshizo en cenizas.

—Eso os hará sentir mejor, Infanta —le dijo Guideon, antes de volver toda su atención a Alderic.

Alderic recorrió el borde de la zanja tanteando con la vara el contorno de la misma, buscando un lugar seguro por el que cruzar.

Alderic buscó con la vara un lugar por el que cruzar a zanja sin hundirse en la nieve. Tardó algunos minutos en revisar todo el ancho de aquel paso de montaña, para finalmente determinar que la zanja iba de lado a lado del mismo y que no había nada similar a un puente por donde cruzarlo. No obstante, también se percató de que el ancho de la misma era muy escaso. Tan solo unos cinco pies habría de lado a lado, por lo que saltarlo, no iba a ser algo muy complicado. 

No obstante, el problema residía en pasar a los caballos al otro lado. Quizás montando sobre ellos y haciendo que saltaran en el momento oportuno, podrían sortearlo sin mucho problema. Y luego estaba Thyga. Un salto de cinco pies no era una proeza para casi ningún humano, aunque ella había demostrado ser una humana bastante torpe.

Alderic saltó un par de veces de un lado al otro para demostrar que el cruce no sería difícil. Y luego siguió avanzando, tanteando el terreno delante de él. Dónde había una zanja podía haber dos, o más.

Del tanteo se encargaba la vara, su vista recorría el paso en busca de una señal de sus enemigos.

Alderic se fue alejando del resto, siempre tanteando el terreno con la vara. Llegó hasta la zona donde habían aparecido el clérigo y la arcana sin encontrar más zonas de zanja. Al parecer, tan solo había una trampa en aquel paso. La necesaria únicamente para llevar a cabo aquella emboscada de la que fueron víctimas.

Por otra parte, todo seguía tranquilo y en silencio. Demasiado tranquilo y demasiado en silencio en realidad. Aunque nada indicaba que fueran a emboscarles de nuevo, como tampoco tenían la sensación de que les estuvieran vigilando. Aunque claro estaba, que podían estar completamente equivocados respecto a sus impresiones.

Nindra estuvo en tensión todo el tiempo que Alderic empleó en cruzar el maldito paso donde los habían emboscado. Se mordió el labio inferior con bastante saña hasta que acabó haciéndose sangre de los nervios que tenía. Cuando su compañero llegó al otro lado, ileso, Nindra suspiró, pero no se relajó en ningún momento.

-Bien, era previsible que esto pudiera suceder -dijo la maga-. Propongo que crucemos, pero no todos a la vez, debemos evitar que nos embosquen o que nos quedemos aislados unos de otro. Cruzaré yo con Thyga y con Lurzca, en caso de emboscada puedo convocar la ayuda de alguna criatura, Alderic estará en el frente y vosotros dos en la retaguardia. Cuando nosotros hayamos cruzado, Murron lo hará con Guideon. ¿Os parece bien? -preguntó a todos en general, pero especialmente al clérigo, al que miró con mucha atención, esperando tanto su aprobación como un gesto tranquilizador por su parte.

"Todo saldrá bien, ¿verdad?"

Guideon alzó la mano para pedir paciencia a Nindra.

—He pedido a Saule un hechizo que nos permitirá pasar el banco de nieve, pero no podemos arriesgarnos a pasar todos juntos. El conjuro tiene límites en cuanto al peso que puede aguantar y podrían volver a lanzarnos una bola de fuego, si aún siguen escondidos. Deja que yo pase con la Infanta primero, no quiero comprometer la retaguardia.

Esperó la aprobación de la presentes antes de ofrecerle el brazo a la Infanta y dirigirse al paso.

El plan trazado por Guideon funcionó de maravilla. Aunque el plan de Nindra también lo hubiera hecho. De hecho, de no haber habido plan, tampoco hubiera pasado nada, pues o bien no le estaban vigilando, o bien simplemente decidieron no intervenir. Fuera como fuera, muy pronto superaron aquella zona en la que fueron emboscados y continuaron su ruta. Pocos pasos después tanto Alderic, como Guideon fueron conscientes de algo.

En la parte derecha de la pared de roca que flanqueaba aquel paso, localizaron algo oculto. Se trataba de una entrada hacia una cueva en la montaña. Era evidente que alguien había tratado de ocultarla de forma burda. Una serie de ramas tapadas por una manta cubierta de nieve, hubiera dado el pego para la mayoría de mortales, pero aquellos dos guerreros, no eran unos mortales normales, sino unos muy observadores.

Se trataba de un pasadizo estrecho, no más de un metro y medio de alto, por un metro ochenta de ancho, pero era evidente que conducía a algún lugar y que en ese lugar encontrarían la guardia de sus asaltantes. Podían equivocarse, pero era una posibilidad muy probable. Sin embargo, se les planteaba ahora la opción de olvidar aquello y seguir su camino. No parecía que fueran a emboscarles de nuevo, o quizás sí, más adelante.

Nindra lanzó un bufido ante la opción que se les presentaba. Se frontó la frente, le dolía la cabeza y tenía frío. Estaba cansada y solo quería terminar la misión para echarse a dormir al menos una semana antes de salir en busca de nuevas aventuras, más interesantes y menos peligrosas. Seguro que por esta región tan inhóspita había alguna ciudad con una gran biblioteca que poder consultar y perderse entre pasillos llenos de libros. También podía buscar una casita en mitad de la nada para compartir unos días con Guideon sin la presión del viaje o la misión, tiempo para los dos solos, para aprender el uno del otro, para el placer. Pero quizá el sacerdote no podía dejar de lado su misión divina y esa idea acabó relegado a una habitación de su palacio mental.

-Seguro que los enemigos salieron de aquí, deben tener su base de operaciones aquí dentro. Esto es lo que provoca que se dejara de usar el Paso y que tenga este nombre tan pintoresco. Un grupo de bandidos se dedica a asaltar a todo viajero que pasa por aquí. Bien, pues vamos a tapiar esta entrada -dijo la maga, señalado algunas rocas sueltas y grandes por los alrededores-. Murron, Lurzca, ¿podéis transportar piedras grandes y vamos formando un muro para sellar esta entrada? Por dos razones, no nos podrán atacar por la espalda y les costará mucho volver a salir. Podemos llegar hasta la capital, entregar a Thyga, y volver más tarde a darle su merecido a esta gente. ¿Qué decis?

—Bien —asintió Guideon —, salvo por la parte de volver. Por mi se pueden quedar sepultados en su sucio agujero lleno de muertos vivientes. Tengo... tenemos... un destino más elevado que ir persiguiendo bandidos por tierras abandonadas de las manos de los dioses.

Alderic observó la entrada y escuchó a sus compañeros, no estaba de acuerdo con ellos pero lo cierto era que tenían razón, Thyga no estaba en condiciones de meterse en las cuevas. - No me gusta dejar enemigos a mis espaldas, y tampoco me gusta la idea de dejar que estos dos se aprovechen de la gente del paso y alimenten su ejército de no muertos con sus cuerpos, pero es cierto que la prioridad es llevar a la Infanta a la capital y que no está en condiciones de acompañarnos en semejante aventura.

Observó el terreno un poco más y observó el pasadizo - Seguramente tendrán otras salidas, y lo más probable es que intenten emboscarnos más adelante. Propongo que además de encerrarlos los ahumemos, si la cantidad de humo es suficiente podremos saber donde están y prepararnos para recibirlos... y si no tienen otra salida tendrán que toser y esforzarse para escapar.

Palmeó la espalda de Guideon y le guiñó un ojo - Con respecto a volver, si es que no nos los cruzamos más adelante y los eliminamos, estoy de acuerdo con Nindra ¿Quien dice que no han sido nuestros dioses los que nos han puesto aquí para exorcizar los demonios del paso? - dicho esto comenzó a buscar leña entre las provisiones.

—Yo lo digo —respondió Guideon a la última aseveración de Alderic—. Saule me ha encomendado una misión, y no se trata de matar ratas en su madriguera de montaña.

Guideon convenció a Alderic de dejar atrás aquel paso. Cualquier acción podía dar al traste con su misión principal, la de llevar a Thyga hasta la capital del Imperio. Quedaba muy poco para lograrlo, tan solo la etapa final del viaje y si perdían el tiempo con aquellos asaltantes, podían retrasarse y finalmente no llegar a tiempo a su destino, lo que acabaría por provocar la guerra entre Ultar y el Imperio Umnio. 

Alderic a regañadientes se conformó con bloquear la entrada a la caverna, como había sugerido Nindra y partir hacia destino. Así lo hicieron y sin contratiempo alguno. Quizás, los asaltantes habían huido o si se habían escondido en su guardia, habían preferido mantenerse al margen. Su ejército de lobos y muertos vivientes había sido muy mermado y ya conocían como se las gastaban aquellos viajeros, que por otra parte, no eran mercaderes y a menos que portasen objetos mágicos, poco iban a robarles de valor. ¡Y eso si conseguían salir vivos de un enfrentamiento!

Fuera como fuera, al medio día ya habían atravesado el paso. Es más, se encontraban a los pies de la montaña. No tardaron en dejar aquella carretera, ahora secundaria, para coger una principal. Una calzada adoquinada bien ancha se dirigía a la capital, un cartel así lo decía. Los seis extraños compañeros, montaron sobre sus caballos y comenzaron a cabalgar hacia su destino final esperando y deseando, que no hubiera más contratiempos.

Al caer la noche acamparon. Encendieron una hoguera, pues aunque ya no estaba todo cubierto de nieve, por la noche hacía realmente bastante frío y además, el camino parecía seguro. Montaron guardias de dos en dos y amanecieron sin contratiempos. De nuevo retomaron la marcha. Según sus cálculos, de avanzar a buen ritmo durante toda la jornada y sin excesivos parones, llegarían a la capital al anochecer, todavía en plazo para que pudiera celebrarse la unión matrimonial, que uniría a las dos casas y los dos reinos, evitando así una guerra.

Para la media tarde, ya comenzaron a vislumbrar las más altas cúpulas de los templos de Gorant el Gris y de Murant el Azul o como también era conocido, el oso hechicero, así como las torres de defensa de la muralla de la capital y alguno de los tejados de los más altos palacios de la ciudad. Su destino estaba más cerca que nunca y nada hacía indicar que fueran a tener más contratiempos. Demasiados habían tenido ya. Fue entonces cuando en el camino se interpuso un río, que por suerte, estaba franqueado por un puente de piedra.

Fue entonces cuando Guideon y Alderic de nuevo, percibieron algo. Se trataba de un movimiento extraño entre los arbustos que había a ambos lados del camino. Pero no sólo en el lado del río donde ellos se encontraban, sino también del otro lado. Nindra y Lurzca se percataron segundos después de que algo no iba bien. Tan solo Murron y la Infanta, las cuales iban charlando tranquilamente, se mantuvieron ajenas a lo que estaba sucediendo a su alrededor.

—¡Esperad, aquí hay algo raro! ¡Es una emboscada, preparáos!