Partida Rol por web

Nindra sacó de su mochila el estuche de pergaminos, aunque más bien parecía que fuese a golpearle la cabeza a alguien con el enorme cilindro que a conjurar uno de los hechizos que contenían.

-Necesitamos a... -Nindra sonrió.

Se iban a enterar estos malechores.

Alderic frenó su montura en seco y observó la situación -  Proteged a Esmeralda - dijo mientras desenvainaba sus espadas.

- Yo me encargo de que no le pase nada... - Dijo la guardaespaldas pegándose a Thyga y desenfundando sus armas. - No os separéis mucho, no sé si me veré sobrepasada.

- Tranquila... - Advirtió la mestiza. - ...mientras yo no caiga, nadie le tocará un pelo a la Infanta.

Estaban casi a las puertas de la capital. No era normal que una banda de asaltadores les emboscase en aquella región exponiéndose a que pudieran ser interceptados fácilmente por una patrulla fronteriza. Muy posiblemente sabían a quien estaban asaltando y tenían muy claro que la Infanta no se llamaba Esmeralda.

- ¡Otra vez! - Se quejó amargamente la Infanta. Ya había perdido la cuenta de las veces que habían sido emboscados. Se estaba convirtiendo en una costumbre, la cual no le gustaba para nada. Esperaba que en su nueva vida de cortesana, aquellos episodios violentos cesaran de una vez por todas. - ¿Cómo puede ser? - Exclamó entre preocupada e iracunda.

De pronto, escoltada por otros dos de aquellos encapuchados, surgió una figura conocida por algunos de ellos. Se trataba de una mujer, también encapuchada, pero su rostro se veía claramente. Alderic la reconoció con facilidad, al igual que lo hicieron Murron, Lurzca y por supuesto la infanta.

- Estáis rodeados. - Dijo entonces la mujer encapuchada. - Y ésta vez estamos mejor preparados. No sólo cuento con asesinos entre mis filas. - Sonrió confiada en sus posibilidades. - Entregadnos a la infanta y os perdonaremos la vida.

Nindra, que estaba detrás del todo, detrás del imponente Guideon con armadura, de la alta figura de Alderic, detrás de Lurzca y Murron, que se pusieron junto a la Infanta, metió la mano en una de sus bolsas de componentes y sacó una hebra de pegajosa seda. Allá detrás nadie la vio, ni siquiera cuando entrelazó la hebra entre sus dedos.

-¿Y tú quién narices eres? -preguntó de mala manera-. ¿Quién es esta? -exigió saber, mirando a Alderic y a los demás.

En su palacio mental, un libro saltó de la librería y Nindra se acercó a leer su entrada. ¿Era aquella mujer la asesina a la que se enfrentó a Alderic cuando ella estaba con Guideon en la intimidad de lso baños? Perra. Aplastó la hebra en su puño y levantó la mano.

-Te voy a enseñar lo que es estar preparada.

Con una palabra, una explosión pegajosa estalló frente a la mujer y una red se extendió por todo el puente.

De pronto, la mujer encapuchada desapareció de la vista de todos un instante para aparecer en un lugar totalmente diferente y alejado de la telaraña en la que había caído presa. De hecho, apareció al otro lado el puente y al hacerlo, luego corrió algunos pasos más hasta situarse junto a uno de los asaltantes.

- ¿Trucos baratos a mi? - Le preguntó a la arcana del grupo.

Uno de los encapuchados que se encontraba del otro lado del río, se movió de forma grácil y rápida, saltando acrobáticamente sobre una roca y luego sobre el tronco de un árbol caído y de ésta manera llegó al otro lado del mismo. Mientras tanto, uno de los encapuchados que había quedado pegado a la telaraña, trató de escapar de la misma sin éxito alguno.

Otro de los encapuchados, uno que estaba escondido entre los arbustos cerca del grupo, viendo que Nindra era una maga, decidió cargar contra ella. El golpe fue certero, pero por suerte, la herida recibida, tan solo fue superficial.

- Proteged a Thyga, es su objetivo - dijo Alderic antes de desaparecer en el aire. Un instante más tarde estaba mirando la espalda de la encapuchada invisible yen silencio.

Uno de los encapuchados que se encontraban del otro lado del río, se acercó hasta la misma orilla con una ballesta lista para ser descargada, apuntó hacia Guideon y disparó. Erró por bastante su tiro.

Mientras tanto, otro de los asesinos se movió rápido y en dirección a Nindra. Lanzó un ataque con su espada larga contra la arcana. Sin armadura ni conjuros defensivos activos, ya se veía en ella otro barrio, pero la suerte estuvo de suacuerdo parte pudiendo esquivar, casi de milagro el ataque.

Fue entonces Murron quien tomó la iniciativa. Armada con su espada larga corrió a defender a Nindra. Conocía sus virtudes y el combate cuerpo a cuerpo no estaba entre ellas. No obstante, iban a necesitarla más adelante.

- ¡Nindra atrás! - Alzó la voz.

Fue entonces cuando lanzó su ataque con similar resultado al que había experimentado el atacante de Nindra. Falló sin remedio.

Fue entonces cuando unos encapuchados, que se encontraba escondido entre los árboles, cargó contra Guideon causándole una herida, pues clavo su espalda entre sus costillas. El sacerdote gimió dolorido. La herida había sido bastante grave.

Otro de los encapuchados que se encontraban en la otra parte del río,  se acercó hasta la orilla con su ballesta cargada. Apuntó hacia Guideon y disparó una saeta. Por suerte para el malherido sacerdote también falló su disparo.

Nindra parecía una gran amenaza pues su magia podría hacer estragos entre los encapuchados. Quizás por ello se convirtió en un objetivo prioritario para estos. Otro de los asaltantes corrió hacia ella descargando un golpe contra esta. Tuvo suerte, pues en esta ocasión, su ataque no llegó a herirla.

Uno de los asaltantes que se encontraba en flanco izquierdo del combate, armando también con una ballesta unos pasos, apunto hacia Lurzca y descargó su arma. La saeta impacto contra el muslo de la mestiza. Lurzca, a punto estuvo de trastabillar,  pero se recompuso y siguió peleando como si nada.

Fue entonces cuando unos particulas rutilantes de color dorado aparecieron en la zona en la que el asaltante acaba de disparar a Luzca. Tanto este como otro compañero quedaron inmediatamente cubiertos de dorado, además de cegados. Todo el mundo me llama de donde había salido las partículas, uno de los asaltantes lo tenía claro.

- ¡Estoy ciega! - Alzó la voz la asaltante que acababa de disparar a Lurzca.

Mientras tanto, uno de los encapuchados que había quedado atrapado entre los hilos de la telaraña, trataba de librarse de aquella prisión pegajosa sin éxito. El resto de asaltantes, trató de promocionarse en mejor posición para el combate.

- ¿Pero que diantres haces, mago estúpido? - Alzó la voz uno de los en encapuchados mientras se retiraba la capucha y dejaba ver su rostro.

Acto seguido se concentró y conjuro un poderoso hechizo. Una poderosa energía realizó un barrido mágico en la zona izquierda del campo de.combate, donde las partículas rutilantes habían hecho su efecto y éstas, desaparecieron de inmediato.

- ¿Qué se supone que haces, mago? - Preguntó la mujer que había hablado momentos antes. - ¿En que bando estás?

Se trataba de la mujer que había disparado sobre Lurzca, la misma mujer que había sido objeto del conjuro cargador ya disipado. Una mujer con una voz inconfundible para Alderic.

- ¡Fallo mío, fallo mío! - Respondió el arcano desde la otra orilla.- ¡No volverá a pasar! ¡Ten por seguro que nadie quiere más a la chica que yo!

- ¿Qué se supone que haces, mago? - Preguntó la mujer que había hablado momentos antes. - ¿En que bando estás?

Se trataba de la mujer que había disparado sobre Lurzca, la misma mujer que había sido objeto del conjuro cargador ya disipado. Una mujer con una voz inconfundible para Alderic.

- ¿Qué se supone que haces, mago? - Preguntó la mujer que había hablado momentos antes. - ¿En que bando estás?

Se trataba de la mujer que había disparado sobre Lurzca, la misma mujer que había sido objeto del conjuro cargador ya disipado. Una mujer con una voz inconfundible para Alderic.

- ¡Fallo mío, fallo mío! - Respondió el arcano desde la otra orilla.- ¡No volverá a pasar! ¡Ten por seguro que nadie quiere más a la chica que yo!

Aquella voz era de hombre y también era inconfundible para Nindra. No sabía como la había encontrado, pero si sabía que quería de ella. Mediocrus había vuelto.

- ¡Fallo mío, fallo mío! - Respondió el arcano desde la otra orilla.- ¡No volverá a pasar! ¡Ten por seguro que nadie quiere más a la chica que yo!