Partida Rol por web

Los demonios continuaron su ofensiva, pese a que habían sufrido bajas. Uno de los demonios se ensañó con Khorvin. Llegó a ensartarlo dos veces, produciéndole heridas de diversa consideración. Lo cierto era que el marinero se sentí debilitado y empezaba a ver borroso, posiblemente por la constante pérdida de sangre.

Que el disparo de Serge fuera otra vez un completo desastre, no ayudaba a reforzar la idea de una victoria por parte del bando humano. Menos cuando los otros dos demonios volvieron a golpear sobre Khorvin y sobre el monje. Tanto uno como otro empezaban a creer que ese sería el día en que se personarían frente a su dios patrón para dar cuenta de sus vidas, pues éstas se les estaban escapando.

Fue entonces cuando Loperick se movió veloz y grácil entre sus enemigos, llegando a colocarse a la espalda del que estaba encarando al monje. Un buen golpe produjo el efecto deseado. Una buena herida y captar la atención del demonio sobre él. Eso ayudó al monje a asestarle un buen testarazo por la espalda, dejando al demonio en una posición muy comprometida.

Era ahora o nunca. Si no se quitaba de encima al menos a uno de aquellos seres, su respuesta sería terrible. Debía matar ya al demonio o sería el quien acabaría con su vida. Eso lo tenía muy claro, pues no soportaría una nueva ronda de golpes como la anterior.

Khorvin se centró en el que parecía más afectado por el combate. Descargó con furia tres poderosos golpes con las armas prestadas. Dos con la espada larga, los cuales impactaron con dureza sobre su adversario y un tercero con la espada corta. El filo se introdujo por la boca del demonio saliéndole por la nuca. La suerte había estado de su parte, pues había matado a su enemigo in extremis.

- ¡Por Gorant! - Gritó el marino. - ¿Quién quiere ser el siguiente? - Preguntó en voz alta mientras mientras soltaba una caracajada de alegría insólita.

El demonio contra el que Cleon y Helga estaban peleando, no se olvidó de ninguno de los dos. Un primer golpe fue dirigido al cazador, no obstante éste, logró esquivar lanza acabada en una afilada hoja del demonio. No tuvo la misma suerte Helga, que pese a que no retrocedía ni se quejaba, era evidente que se encontraba contra las cuerdas. No aguantaría otro golpe como ese.

El que también se veía más cerca de la muerte que de la vida era Mester Frelaand. Por ello volvió a invocar el fin que Asthar había depositado en él. Tras realizar una breve oración, una luz iluminó su cuerpo y sus heridas comenzaron a sanar como por arte de magia. Aquello no pareció impresionar al demonio que tenía frente a él, pues lanzó un ataque con su extraña arma exótica contra él. Una nueva herida se sumó a las que ya había sufrido.

Ezard libró al monje de su enemigo. De nuevo,no erró en sus ataques. Dos poderosos espadazos acabaron con la existencia del demonio, librando a Mester de un poderoso adversario y elevando s aquel anciano al nivel de un héroe.

Llegó el momento en que Cleon se decidió a atacar. Tras un paso lateral atacó al demonio que estaba hostigado a Helga aunque por desgracia falló en su intento. No así Alsvid, quién acertó en hincarle el diente.

Markku cargado de furia asesina. Lanzó una serie de ataques rápidos contra el demonio que luchaba espalda contra espalda con el que peleaba con el cazador y su esposa. Markku fue letal, acabando en un momento cona vida de aquel demonio.

Tan sólo quedaba uno de sus enemigos en pie y aunque Helga trató de acabar con él, no pudo. No obstante, debían darse prisa, pues tan solo dos monjes malheridos evitaban que el resto de demonios se colaran al interior del patio atravesando la brecha. Lo mismo se podía decir de los monjes que todavía defendían la parte superior del muro. Cada vez quedaban menos monjes que derribasen escalas o dispararan flechas contra la horda que se había reunido a los pies de Pielati.

- ¡Morir, perros sarnosos! - Exclamó un Edzard cubierto de sangre y vísceras.

Aquel hombre había demostrado ser todo un guerrero. Un hombre con un coraje y una bravura como aquel no podía tenerle miedo a la muerte pues tendría el favor de Gorant y también el de Asthar al estar defendiendo uno de sus lugares sagrados.

- ¡Acabas con él! - Le gritó al resto refieriendose evidentemente al demonio que se enfrentaba a Cleon y Helga. - ¡Nuestros compañeros parecen tener problemas, iré a ayudarles!

- ¡Descuida, Ed! - Le respondió Markku. - ¡Le tenemos controlado! ¡Acabaremos con él!

Markku alzó la cabeza. Helga estaba ciertamente maltrecha. Si el demonio decidía ensañarse con ella la perderían. En ese caso, no sólo le fallarían a Cleon, sino que su viaje hasta aquel horrible lugar no tendría ningún sentido.

- ¡Mester, por lo que más quieras! - Casi le suplicó al clérigo de Asthar. - ¡Usa tu magia con Helga!

El monje asintió. Ahora que el demonio que tanto le había mermado físicamente, había sido destruido, podía centrarse más en lo que mejor se me daba; utilizar su magia para ayudar a sus compañeros y mermar las aptitudes de sus rivales.

- ¡En cuanto pueda! - Le respondió finalmente a Markku.

- Por si no salimos de esta... - Dijode improviso Helga. - ... gracias por venir en mi busca, Cleon. Nunca podré agradecértelo como es debido.

Tragó saliva. Empezaba a sentirse mareada. Estaba exhausta y su cuerpo le decía basta. No obstante, rendirse significaría muerte y ahora que Cleon se encontraba a su lado era algo que no debía permitir.

- Quiero que sepas que siempre te he querido y que no he dudado ni un instante de que me estuvieras buscando. - Aquello parecía una despedida en toda regla. Algo que Cleon querría enviar a toda costa.

¿Qué le había hecho él a los dioses para que le trataran de esa manera? ¡Que se había quedado a ayudar en vez de salir por patas!

 -Bon sang! ¡Morid de una vez!

Cargó su arco una vez más, dispuesto a acabar con al menos una de aquellas abominaciones antes de que sus amigos entraran en la fortaleza para hacerlos picadillo. Si iba a morir, sería escupiendo en el ojo a la parca.

El ladrón estiró la cuerda del arco mientras se mantenía en posición de flanqueo al monstruo al que apuntaba. Soltó la flecha y ésta cayó sin fuerza al suelo, haciendo que la cuerda del arco le golpeara en el brazo. No, en serio, ¿a qué dios había cabreado ese día?

La llegada de Loperick, provocó que uno de los demonios que se estaba cebando con el monje y Khrovin, desviara su atención hacia el batidor. Descargó un potente golpe con su lanza, que Lope pudo desviar, no así un segundo golpe que se incrustó en su muslo, provocándole una dolorosa herida.

Fue entonces cuando la mala suerte y el desacierto de Serge se convirtió en rutina. Descargó un flechazo contra el demonio que estaba hostigando a Khorvin y la flecha en vez de ir en dirección a su objetivo, acabó estrellándose y haciéndose añicos contra el muro del bastión. Los dioses parecían efectivamente, estar riéndose de él.

Lo peor no obstante, estaba por llegar. La lanza del demonio que se hallaba a la derecha de Khorvin se clavó en el cuello del marino. Khorvin soltó sus armas tratando de agarrar el arma que se había incrustado en su cuerpo. Trató de gritar, pero no pudo. Un intenso dolor se estaba ensañando con él.

Khorvin hizo toda la fuerza que pudo para desclavar el arma de su enemigo de su cuello, pero fue inútil, hasta el momento en que éste decidió hacerlo. Aterrado ante el chorro de sangre que manó de la terrible herida de su cuello, Khorvin se supo muerto. Tan solo un milagro conseguiría que volviera a ver su tan querida patria y sintió que ya no volvería a ver el mar. No obstante, ese milagro no llegó, pues de nuevo, el demonio cargó contra él.

Su lanza lo atravesó por el pecho, saliendo la punta de su arma por la espada del guardia. Khorvin sintió gran dolor, pero pronto remitió. Una profunda oscuridad de adueñó de su mirada y acto seguido, su cuerpo cayó inerte sobre el suelo polvoriento y blanquecino de la fortaleza. Todo despareció a su alrededor, pero entonces sucedió algo que le reconfortó. Una luz pareció abrazar su alma. Estaba a punto de emprender su último viaje y en ese momento supo que la muerte podía ser una gran aventura.

- Nunca debí haber abandonado el mar… - Y ese fue el último pensamiento que pasó por la mente de Khorvin, antes de abandonar aquel plano con un incierto destino.

Cleon contestó al instante a Helga.

- No te despidas aún. - le sonrió - Queda batalla de sobra y te aseguro que después de tanto tiempo buscándote no te voy a abandonar ni aunque la muerte se presente a reclamarnos. De esta salimos juntos, de una forma u otra.

- Así que ¡ luchemos ! No es la mejor perspectiva, pero si he de morir, prefiero que sea a tu lado.

Tras darle ánimos a su mujer Cleon intentó rematar al demonio que quedaba cerca, con una furia redoblada que le proporciono un gran golpe, aunque no hizo mucho daño.

Loperick vio caer a su amigo, se temió lo peor, pero se negaba a darlo por muerto a su amigo. Tenía que sobrevivir. Si se refugiaban quizás podrían ayudarle.

- ¡Monje coge a mi amigo y refugiaos en la torre, yo os cubro! ¡Ya habéis luchado suficiente por hoy! - Dijo interponiéndose entre los demonios y ellos para que se refugiaran.

El monje, exhausto como estaba y a punto de exhalar su último aliento, escuchó una bendición en las palabras de Loperick. Agarró con fuerza el cadáver de Khorvin por debajo de los hombros y sin mirar en niguna otra dirección más que en el rostro sin vida de aquel valeroso hombre, tiró de ñel arrastrándolo hacia el interior del torreón.

Fue entonces cuando el demonio que había dado muerte a Khorvin dio un pequeño paso lateral hacia su derecha, ganando cierta ventaja táctica y entonces lanzó un fuerte ataque contra Loperick. El batidor se había situado en aquella posición por tal de asegurar la retirada del monje y fue quien recibió entonces un fuerte impacto en el pecho que atravesó armadura y piel, quedándose muy cerca del corazón. Fue una herida dolorosa, pero sobreviviría.

Pese a aquella herida Lope empezaba a tener cierta fe en salir airosos de aquella batalla, al menos de momento. Pues Helga, Edzard y Mester se encontraban muy cerca de él, los demonios contra los que se enfrentaban el resto de sus compañeros estaban a punto de capitular. En contra tenían que tan solo un monje impedía en esos momentos el acceso del grueso del ejército a través de la brecha del muro. Debían replegarse con premura.

El demonio emparejado con Cleon, Alsvid y Helga aun viéndose acorralado, decidió no rendirse. Su sed de sangre y muerte parecía estar por encima de su instinto de supervivencia, pues en las condiciones en las que estaba y rodeado por un sinfín de enemigos, la única conducta lógica habría sido la de huir corriendo.

Sin embargo, lanzó dos ataques. El primero sobre Cleon, hiriéndole en la pierna, aunque no revestía gravedad. El segundo ataque fue contra Helga, que esta vez interpuso su escudo con el símbolo de Asthar inscrito en éste y detuvo el golpe. Y a partir de ese momento, el demonio ya nada pudo hacer por seguir luchando.

Primero Cleon acertó a clavar su espada en el estómago de aquel ser. Dolorido, perdió el arma mientras aullaba de dolor, pero aun así se mantenía desafiante. Marrku lanzó un fuerte golpe descendente que le cercenó un brazó. Un segundo golpe fue detenido por la armadura del demonio, pero el tercero con su espada corta, acabó por rajar el cuello de aquel ser, devolviéndolo al abismo de donde salió.

- ¡Cleon, acabemos con esos monsturos y encerrémonos en el torreón! - Exclamó Markku. - ¡Ya pensaremos luego como salir de esta!

- ¡ Corramos !

Empujó ligeramente a Helga tomándole el brazo. Habían conseguido deshacerse de los enemigos que les rodeaban pero estaban heridos y seguramente no serían capaces de aguantar otra embestida similar.

De camino miró con disgusto a los pobres monjes que aguantaban el grueso del ataque enemigo y que sucumbirían en apenas unos instantes más. Por una parte deseaba ayudarles, pero por otra era su sacrificio lo que les permitía llegar a la torre y refugiarse en ella.

Iban todos juntos a la carrera hacia la torre.