Partida Rol por web

AÑO: 783 D.

MES 2: METAGITNIÓN.

MENÓS PHTHINONTOS: LA DÉCADA DEL MES QUE SE ACABA.

DÍA: 29 ENÉ KAI NÉA.

HORA LOCAL: 04:00.

-¿Qué creéis que está ocurriendo? ¿Omnios o la Aniquiladora? ¿Habéis podido relacionarla de algún modo con esa sospecha que mantenéis acerca de su origen?

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"El sistema debe estar comprometido. El resto son conjeturas, aunque bastante probables."

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El grupo completo prácticamente, se inclina a favor de revisar los vídeos en conjunto y mantengo silencio pues Helicaón ya lo ha comentado en nombre de Arcadia. Poco más puedo aportar. Después de un rato en que las preguntas hacia el merc continúan pero prefiere guardar silencio acerca de su relación con la Commonwealth Terrana, el administrador pone a reproducir las imágenes que trajeron los persas.

En la reproducción, vemos claramente las escenas de tortura hacia un capitán merc de apellido Cortez. Mantengo la vista en la secuencia, completamente inmutable pues el tormento de un mercenario y probablemente pirata, no me causa el menor malestar. Arcadia es enemiga de cualquiera que intente hacerle daño y los techshacks han sido una molestia constante en nuestro sistema.

Finalmente, el interrogado confiesa haber sido enviado por Terra, al igual que pone como prueba el color blanco de la sangre de Melpurgis. Tuerzo el gesto y respondo lo mismo que todos han dicho:

 - "A Arcadia no le interesa en lo más mínimo la naturaleza o color de la sangre del Capitán Melpurgis pues en nada condiciona ello a sus lealtades. Tampoco apoyaremos que sea objeto de coerción para obtener una muestra pues está acá, como todos nosotros, y esta cumbre nos protege como agentes diplomáticos. El pacto de no agresión mientras dure esta reunión no puede ser ignorado ni siquiera en ese aspecto, por mínimo que alguno lo considere."

Una cosa es que no me agrade mucho el tipo y lo indigna de su asociación pero otra muy distinta es permitir que se falte al honor al dañar a una persona que está en una reunión diplomática de mandatarios, donde todos vinimos con la confianza de la inmunidad que esta reunión prometía.

Luego respondo al segundo asunto:

 - "No parece mucho mérito conseguir la confesión de cualquier punto a una persona sometida a tormento. Si esa es toda la evidencia que tienen, creo que su acusación que igual de sin fundamento que al principio."

Pero el hecho de que el capitán merc no me de confianza es algo que las sospechas persas solo acrecentaron. La verdad es que nunca he confiado en él y difícil sería de que algún día confíe, pero la posibilidad de que sea un enviado de Terra para preparar una invasión es algo difícil de creer. Le respondo a la Marquesa por la pregunta que hace:

 - "Volviendo al punto anterior, Marquesa. El Capitán Melpurgis goza de la misma inmunidad diplomática que todos los aquí presentes y, dejarle en sus aposentos sin su consentimiento es una falta a la palabra. Por poco que me guste que haya alguien sospechoso dando vueltas, y no digo que esté o no desconfiando de él, tiene todo el derecho de circular libremente como el resto de los presentes foráneos, entre los que me incluyo."

El honor no debe ser olvidado. Algunos dirían que es tonto recordarlo incluso en estos casos pero yo creo firmemente que es, sobre todo en estos casos, cuando las cosas deben hacerse bien. Por más que aumente el peligro, la palabra no debe ser rota ni nuestro honor mancillado. Atacar por la espalda es de cobardes y Arcadia puede ser muchas cosas, pero la cobardía no es uno de nuestros defectos mas el honor sí que es una de nuestra virtudes.

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Praxímedes se pone en alerta. Esto no puede ser bueno. Preparo mi rifle cuando observo los extraños preparativos de los persas.

¿Qué demonios significa esto? digo, apuntando directamente a Darío, dispuesto a abrir fuego en cualquier momento.

Marquesa, ¿qué sucede?

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Y tan pronto lo escribió... pareció suceder. O quizás no, pero el consejero, de inmediato, mientras veía la tribulación y nerviosismo de todos, a punto de dispararse unos contra otros, no dudo en mirar a uno de ellos y fruncir el ceño.

Maldita tostadora, pensó mientras extrajo su pistola pero la dejó bien pegada a su cuerpo, apuntando al suelo. Con la que sí apuntó fue con su mano. A la tostadora que estaba convencido, era la responsable de aquello.

- ¡Que nadie dispare! ¡Es la tostad... es Praxímedes! ¡Praxímedes, Omnios y la Aniquiladora son lo mismo! - acusó convencido - ¡Hay que detenerla! - exclamó dirigiéndose a todos.

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Todo fue rápido. Los hombres de Ziro entrando, las alarmas, el pedestal y el escudo... Lo que llamó su atención fue la ausencia de armas en el embajador persa. Sabía que las naves exteriores no dispararían contra la estación orbital, y aquel movimiento parecía responder a la nueva amenaza y no a ellos directamente.

Aun así, su lana pareció materializarse en sus manos, al tiempo que su voz se imponía sobre el tumulto existente.

-¡QUIETO TODO EL MUNDO! QUE NADIE ATAQUE O YO MISMO LO ATRAVESARÉ CON MI LANZA -y su gritó quedó claro que abarcaba a todos los presentes, aliados y persas.

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Los intercambios de acusaciones, los dimes y diretes se disaparon y dieron lugar al estallido de la evidente tensión. Cuando el caos comenzó a prevalecer en la sala a Helicaón le vino a la cabeza un viejo dicho arcadio "donde no deben haber armas, es bueno ir armado". Con tranquilidad colocó el casco, que se había retirado para la reunión, y lo ajustó mientras hablaba a su hermano.

—Listo para recibir órdenes señor.

Acarició el largo mástil de su lanza con confianza, casi podía recordar el momento en el que la había forjado. Pese a la complicada situación en la que se encontraba y a desconocer la afiliación de los presentes se sentía más preparado para un evidente conflicto físico que para continuar con aquella maratoniana reunión.

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En el mismo instante en que suenan las alarmas, Exedor, uno de los guardaespaldas del embajador Persa, recoge un dispositivo que tiene colgado a su espalda. Es una especie de círculo de aproximadamente 50 centímetros de diámetro y un grosor de unos 30 centímetros. Lo despliega en el suelo y Ziro sube encima sin titubear. 

Instantáneamente una especie de energía cubre la figura del embajador... Para todos los habituados al combate está claro que debe tratarse de algún campo de fuerza protector.

Aun así, la voz de Ziro parece escucharse a través del campo protector.

- "Marquesa. ¿Qué ha decidido?" - Pregunta mirando fijamente a la anfitriona. Luego su mirada pasa por todos los presentes, en especial deteniéndose brevemente en quienes se han reunido en privado con él. - "Es el momento de demostrar vuestra lealtad recién hallada al Rey-Dios Jerjes." -

Su atención vuelve a la Marquesa y al Administrador Caoban. - "Abran fuego contra la Fragata de Ritea Hydra y contra el Crucero Espartano Conquista de Escila." - Ordena sin atisbo de duda en su voz.

Alza luego una mano señalando a la Marquesa. - "Que sus tropas ataquen de inmediato a las fuerzas Atenienses y Espartanas, en especial en la cubierta inferior de la Estación." - Vuelve a ordenar.

Mientras habla, el brazo izquierdo de Exedor se desmonta mecánicamente, convirtiéndose en un lanzallamas pesado, al tiempo que su mano derecha se abre, mostrando una escopeta de gran calibre.

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Tras la rápida actuación del Embajador Ziro y sus guardaespaldas, la figura de Praxímedes desenfunda una pistola láser y dispara con ella contra Ladi Meyers.

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Y por si no hubiera el suficiente caos, una nueva voz se añadió a la algarabía. Aparentemente provenía desde la posición de Perséfone, pero su sonido artificial hacía imposible aquella posibilidad por lo que el candidato más fiable era su guardaespaldas mecánico.

- ¡ERROR!. Risa: ¡JAJAJAJA!. Fragata: Capturada. Fragata: Capaturada. Acorazado: Capturado. Risa: ¡JAJAJAJA!. Objetivo. Embajador: Ziro Serchus. Objetivo: Sugerencia Propuesta: Rendición inmediata.

Sin embargo aquella voz y, especialmente, esa forma tan peculiar de hablar no era tan desconocida para todos los presentes.

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- Omnios. Temo que es Omnios- murmuró Hades respondiendo a la pregunta mientras su concentración trataba de encontrar, a su alrededor, pruebas que desmintieran o confirmaran esa teoría. En ese momento todo estalló a su alrededor.

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Y allí estaba el momento que sabía que iba a llegar desde que los persas pusieron un pie en aquella estación. Puede que incluso desde antes. No había forma de saber si aquello entraba dentro de los planes del monarca ateniense, pero su reacción fue rápida y enérgica. El rifle de neomarine casi voló a sus manos, mientras echaba mano del comunicador.

-Soldados de Atenas, ¡¡estamos en guerra!!-proclamó, con energía-armas listas y a punto, y busquen posiciones. Den la opción a los marqueños de demostrar que son aliados, y destruyan a todo persa que encuentren. ¡Almirante Pirena, listo para el combate!-añadió, para luego decir algo más en voz baja.

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-Soluciones de disparo, abordaje y, de ser necesario, embestida. Ya.

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Parapetándose tras Octo en cuanto empezaron a mostrarse claramente las posiciones hostiles, Perséfone aún tuvo tiempo de volverse hacia su Rey, y esta vez sin bajar tanto el tono respondió a su comentario.

-¡No! Esa voz... ¡es Rigodeleon! ¡Y lo que dice! ¡Creo que se refiere a que o él o Omnios han capturado la flota persa! Dos Fragatas y un Acorazado: tienen que ser las naves de Jerjes. ¡Y le sugiere a Ziro la rendición!

O estaba en un error fatal, esta vez ella y no la IAR, o lo estaba entendiendo bien... y entonces eso significaba que...

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HORA LOCAL: 04:00.

Omnios, Rigodoleon, quien sea que fuera ese, Marquesa por aquí y Marquesa por allá. Que precisamente el Sargento Winston se dirigiera a ella para preguntare qué pasaba ya era el colmo. A punto estuvo de soltar una carcajada cuando el embajador Persa, Zirus Serchus, se dirigió a ella de forma muy directa y se le secó la boca y la risa se ahogó en su garganta. ¿Le parecía a ella o la estaba convirtiendo en una diana en movimiento? El enorme cuerpo de Trescaras la protegía, pero no creía que pudiera aguantar la ira de todos los miembros de la Alianza. Sin embargo ella también tenía ira dentro. Estaba furiosa. Empezaba a hacerse una idea de lo que estaba pasando y se sentía utilizada, por decirlo suavemente.

- No tenemos control del armamento de la Iculisma.- Informó con asombrosa tranquilidad, respondiendo al Embajador y desechando de paso su orden. ¿Moverse entre dos aguas? Corría un riesgo, estaba claro, pero no se le daba mal y no era tonta. Cualquier IA que hubiera podido tomar control de las naves persas bien podía haberlo hecho de la Iculisma. Con respecto a las tropas...Si Laertes no hacía movimiento ofensivo, como así parecía ser, no tenía necesidad de atacar primero. Habría que ver qué hacía el otro gallito del corral. La tensión podía cortarse con un cuchillo y cualquier disparo hecho a la ligera podía desembocar en la ruina total.

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HORA LOCAL: 04:01.

++Señora Marquesa. El cibermundo local orbital es un completo caos. Creemos que por un fortísimo intercambio de ataques entre Ritea y los Persas. Todavía tenemos armamento y sensores, aunque nos cuesta rastrear a algunas naves, en particular a la Fragata Riteana. Las comunicaciones están interferidas y no son seguras. ¿Órdenes?++

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HORA LOCAL: 04:01

Mi mente trabaja rápida, viendo, analizando y calculando. Sólo una frase:

—Leónidas, a por Praxímedes.

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HORA LOCAL: 04:01

Mientras que la tostadora lo quemaba como si fuera una tostada, las piernas de Ladi temblaron cayendo de rodillas por el intenso dolor. Aparte del dolor se sintió estúpido. Por muchas cosas, pero por la principal el no haberse dado cuenta hace días que el falso cyborg filósofo, acorazado como un cyborg de combate asesino, no podía ser otra cosa que un cyborg de combate asesino como demostraba su descomunal puntería.

Estás perdiendo facultades, Ladi, pensó el dolorido consejero, poniéndose a cubierto. Maldita tostadora.

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HORA LOCAL: 04:01

La mirada de Leónidas adquirió el brillo del acero, gris y frío, ante el disparo del riteano y la caída del ateniense. Fiel a su palabra, la lanza materializada en la mano del rey de Esparta voló en busca de aquel que no había obedecido su orden de no atacar.

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HORA LOCAL: 04:00.

Mientras la Marquesa trataba de descifrar la locura de luces y datos en la que se habían convertido las consolas de la Iculisma, Praxímedes, aquel mudo filósofo, abría fuego contra Ladi Meyers, a todas luces por haberlo acusado de aquella manera.

- ¡A mí, Trescaras!- Ordenó a su Campeón que la protegiera, aunque no debería hacer falta.

Ahora sí que ya no había vuelta atrás. ¿De verdad el Gestor Omnios se había tomado tales libertades? Desde luego la larga conversación mantenida a su llegada con él bien podía significar lo que ahora creía entender que estaba pasando. Aquel ser de lógica incomprensible tomaba sus propias decisiones sin importarle aliados o enemigos, tan solo basándose en lo que él creía que era el beneficio de su pueblo, y su pueblo no eran los marqueños, desde luego. Alguien tenía que haber inutilizado sus comunicaciones y armamento y, si no eran los persas, los cuales le habían solicitado que los usara, sólo quedaba Omnios. No podía pensar con semejante jaleo y aún le quedaban cabos sueltos. ¿Quién demonios había cerrado la puerta del Laberinto?

- Perséfone, Baronet William Ashbury de Devon, acompáñenme , si lo desean.- La Marquesa se movía con tranquilidad a pesar de ir totalmente desarmada. Era evidente que trataría de buscar un refugio ante lo que iba a acontecer en su Iculisma.