Partida Rol por web

El hombre marino croó una nueva retahíla de frases tan abominables como otras veces, seguían calando hondo en su espíritu, despertando terrores ancestrales al escucharlas. Pero su efecto fue mucho más efectivo que los terrores sin forma, el aire alrededor suyo, cubriendo a Aiden, Gogri y Hank que se apelotonaban junto a las piedras buscando ángulo para golpearle, empezó a cubrirse de un agua verdoso y urticante, un lodo marino ácido y letal que comenzó a deformarles la carne de una forma muy poco natural y de una forma que ningún ácido normal haría.

-¡Ay, la madre que te parió! ¡Renacuajo mal parido! ¡Te voy a pisar como a una larva! ¡Prepárate!

Gogri se golpeó la palma con el mango del hacha y se tiró a por el infame ser. Eso sí, aunque enfadado, el enano sabía controlar la furia bruta para tallar con ella el más fino final para sus enemigos.

La altura del enano combinada con las rocas dificultaban grandemente a Gogri el ataque, aunque bien le habían servido contra la expansión de mutágeno, pocos de sus golpes serían efectivos desde esa posición. Pero su precisión enana le sirvió bien y lo mismo que protegía al conjurador hacía que su vulnerabilidad fuera sólo en zonas peligrosas, el hachazo de Gogri, sin otro sitio mejor al que acertar, alcanzó en el pecho al hombre pez, que boqueó tratando de recuperar el aliento, medio ido, durante unos segundos por el tremendo golpe. Sin embargo su dura piel aguantó sin abrirse, salvando su vida, al menos a corto plazo.

No fue capaz de evitar el terrible conjuro que caía sobre ellos, pero no se detuvo. Gruñó, y siguió adelante. Levantó la espada y descargó un fuerte golpe sobre la criatura.

Aiden había quedado seriamente tocado tras disiparse la neblina verdosa, renqueante y a punto de caer, por lo que el conjuro de Rislân llegó con un bálsamo salvador. Decidido hincó la espada, certera y precisa entre las rocas protectoras, seguro de haber alcanzado la aorta de la bestia... Pero su anatomía no debía de ser tan exacta a la humana, puesto que aunque la espada se hincó ligeramente, la cantidad de sangre que brotó no fue tan espectacular.

Cansado por el esfuerzo tras liberarse del tentáculo, respira profundamente mientras observa como sus aliados luchan contra el conjurador.

Recogiendo su arco del suelo, se agacha sobre una rodilla intentando colar sus flechas por el mínimo hueco que dejan sus compañeros libres. Pero no consigue acertar en el blanco sin poner en peligro la vida de alguno de ellos.

Rislan suspira y vuelve a lanzar un conjuro de curar heridas con la esperanza de que Aiden recupere salud y no llegue a caer en los brazos de la muerte.
Pronunciando palabras de poder, un halo de luz cálida y azulada envolvió al paladín reconfortan dolo.
De repente Aiden pareció recuperarse de la.mayor parte de sus heridas, cerrándose los cortes más profusos. Permitiendole moverse con más agilidad.
Acabad con él! Ya está muerto pero aun no se ha dado cuenta.Exclamó el monje.

Ese maldito brujo estaba durando demasiado. Continuaba lanzándonos pútridos ensalmos mientras encajaba un ataque tras otro. Comencé a moverme deprisa a su alrededor, sin apenas detenerme, igualando la danza que Mara me enseñara hace años para despertar mis músculos y hacerme ágil como la brisa. De manera milagrosa, saltando de un lugar a otro, conseguí evitar la nube corrosiva que lanzó sobre nosotros. Finalmente afiancé mis pies y lancé un intento de estocada, pero mi esquiva me había dejado descolocado y la punta de la hoja chocó contra la pared de la estancia.-¡Maldito seas!

El hombre pez volvió a escudarse en las rocas y aprovechó la cobertura para lanzar otro ensalmo mientras Rislân terminaba su curación sobre Aiden, un tridente de pura energía oscura apareció junto a Gogri y trató de ensartarle, aunque su recia armadura enana lo impidió.

-Pinchitos a mí, comelodos, colitonto, fregalimos, mangonero. ¡Toma del frasco!

Gogri era uno de esos enanos que hablaba durante las contiendas, una subcultura muy apreciada durante las peleas de taberna, pero algo engorrosa en las trifulcas feas, ya que, mientras que él sabía entenderse y no se desconcentraba con su propio parloteo, a veces los compañeros de fatigas prestaban atención innecesariamente a sus comentarios, pensando que quizá contenían un consejo o una orden útil en el trance.

Aiden empezaba a sentirse gotado por el largo combate, por los golpes recibidos y la lucha contra el tentátuculo. La opresiva atmosfera de aquel impío lugar no le hacía tampoco ningún bien. Quizá fuese ese ansia por acabar aquello, por descansar, lo que hizo que su golpe no fuese todo lo preciso que podría haber sido.  

Intentó, una vez más, colar sus flechas a través ver minúsculo hueco que dejaban las piedras de la pared y sus compañeros. Sin embargo, no era capaz de acertar a su enemigo sin poner en riesgo la vida de sus compañeros.

Un muro mágico parecía haberse cernido sobre el hombre pez, o quizás simplemente la mala suerte se cebaba ahora con los compañeros, pero todos los ataques parecían entorpecidos por las piedras tras las que se defendían el abominable ser de las profundidades.

Los golpes llovían sobre el hombre-pez brujo sin que ninguno de ellos lograra acabar con sus embrujos. Afiancé de nuevo los pies y probé una estocada hacia sus piernas tratando de desequilibrarlo. El golpe fué certero, pero dudaba si lo bastante potente como para hacerle un daño serio.

El conjurador, distraído por la lluvia de golpes que arreciaba contra su cobertura se distrajo, la cuchilla de Hank cortó con profundidad y el monstruo hincó la rodilla, demasiado débil para sostenerle y dejándole vulnerable temporalmente. Desde ahí se concentró en un intento desesperado por deshacerse de sus enemigos, mientras el tridente fantasmal se hundía entre dos placas de la armadura rasguñando seriamente el pecho del enano.

Su croar obsceno invocó de nuevo fuerzas arcanas y arcaicas, que brotaron de sus manos en forma del limo grosero, cáustico y mutágeno que deshacía la carne que alcanzó a Aiden y Hank, por desgracia era lo bastante duradero como para seguir hacia atrás de ellos y Rislân, que estaba en segunda línea, también fue salpicado. Por suerte Hugh había tenido la precaución de no alinearse con ellos, aunque sólo fuera para tomar ángulo de disparo porque no estaba tan lejos como para no haber sido un objetivo posible.

Maldijo mientras trataba de apartarse de corrosiva sustancia que se echaba sobre ellos. Pese a estar rápido en la reacción se encontraba demasiado cerca para evitarla por completo. Gruñó mientras notaba arder la piel y se dispuso a golpear con fuerza a la criatura para acabar con ella de una vez por todas. Pero puede que por el dolor, o por la rabia excesiva, su golpe acabó muy lejos de donde pretendía. 

Gogri se ladeó. Aunque no era propio de un enano buscar resuello, ya llevaban mucho rato a trompicones, y él no era ya el ávido de aventuras que había sido en su primera juventud. Estaba cansado, más de espíritu que de cuerpo, se entiende, pero una cosa lleva a la otra. A pesar de ello, giró el hacha sobre su cabeza, dispuesto a descargar tormento.

El golpe de Gogri, todo potencia y nada precisión, hendió una roca por la mitad de parte a parte, pero ni siquiera la que tenía detrás al hombre pez. Sus ojos acuosos, malignos y sabios eran imposibles de leer, si la exhibición de fuerza le intimidó, no se notó lo más mínimo.

El ataque me pilló absolutamente desprevenido. Al ver a la criatura hincar la rodilla, pensé que la victoria ya era nuestra y me dispuse a rematarlo juto a mis compañeros. Craso error, que pagué con creces mientras la sustancia corrosiva me alcanzaba de pleno, adheriéndose a mi cuerpo y quemando la carne bajo mis ropas.

El dolor casi me supera, las fuerzas empezaron a fallarme por las terribles heridas y todo se volvió negro durante un instante. Pero apreté los dientes, y abrazando el recuerdo de Mara y el resto de mujeres que de nosotros dependían, me lancé en un vengativo ataque dispuesto a mandar a ese monstruo de vuelta a los infiernos.