INICIO DEL VERANO. AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y NUEVE.
DÍA VEINTICUATRO DE JUNIO, SAN JUAN.
EL SOL SE PONE SOBRE SLOBOZIA.
CLIMA: HUMEDO Y TEMPLADO. TERRENO PREPONDERANTE: LODAZAL.
En agosto de novecientos cincuenta y ocho, el Duque Gyula Kadar ordena a toda la Corte Ducal el repoblamiento del abandonado señorío de Slobozia. Muchos siervos de la Corte fueron ejecutados por tibieza en el cumplimiento del deber, otros tantos fallecerían durante el peligroso trayecto desde Alba Iulia hasta las tierras cubiertas de fango de Slobozia.
A finales de noviembre de novecientos cincuenta y ocho, la comitiva de supervivientes de la Corte Ducal, junto con veinticinco familias campesinas, menos de trescientas personas en total, arriban a Slobozia en carromatos.
En los meses siguientes buena parte de los carromatos se utilizan como material de construcción para reconstruir casas de madera, pues en Slobozia no quedaba apenas nada en pie. Tan sólo ruinas y leprosos dementes que fueron expulsados a golpes por los caballeros y guardias feudales.
Posteriormente, se descubrieron pastores nómadas, huraños y medio locos, que llevaban sus rebaños de cabras o de ovejas de un lado para otro. Las negociaciones con los pastores fueron exitosas, y accedieron a vender sus productos a precios razonables.
Conforme se acabó el otoño, el clima se fue volviendo cada vez más inhóspito y frío. Todo fue quedan cubriendo por una capa de hielo. Varios siervos descubrieron que era posible pescar en el río helado. Los guardias conseguían ocasionalmente cazar en los llanos algún algún cerdo salvaje, liebres y conejos.
Los comienzos fueron difíciles, aunque la mayoría consiguió sobrevivir. Algunos sufrían palidez y debilidad, pues aparentemente recibían visitas nocturnas de las que luego no hablaban.
Se construyó, en una zona central del pueblo, y junto al río Ialomita, una casa de madera mayor que el resto. La casa del señor feudal, que en buena parte era una gran casa comunal, para el señor, su familia y sirvientes de mayor confianza. La casa era de madera, como el resto, pero estaba dotada de un sótano excavado en piedra.
El gran salón en que consistía mayormente la casa del señor estaba dotado además de una silla feudal. La antigua silla de madera, algo ennegrecida por el fuego, había pertenecido al anterior señor de Slobozia y tío del actual, el señor Sidor de la Selva Negra. El señor Sidor había hallado un destino aciago, pero su silla feudal seguía siendo ciertamente señorial, y todos esperaban que su nuevo ocupante tuviera mucho mejor destino.
INICIO DEL VERANO. AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y NUEVE.
DÍA VEINTICUATRO DE JUNIO, SAN JUAN.
EL SOL SE PONE SOBRE SLOBOZIA.
CLIMA: HUMEDO Y TEMPLADO. TERRENO PREPONDERANTE: LODAZAL.
Le hubiera gustado estar metido detrás de cualquier falda, porque le gustaba mirar fijo, fijo a quien hablaba, y ya le habían dicho que era de mala educación. Sin embargo estaba junto a su madre, tieso como una vela, con ropa limpia (¡cómo picaba!), hambre y zapatos. ¡Zapatos! ¡Fíjate tú! Lo normal era unas simples fundas de cuero, o zuecos si había demasiado barro.
Todo el mundo tenía una cara muy suya, reflexionaba. ¿Cómo hacía una cara para ser tan "suya"? ¿Qué la hacía tan así? Por otro lado, pensaba: "yo pienso" y se quedaba por completo alelado y, para cuando ocurría eso, ya escuchaba decir su nombre y el de su amigo Lindor. ¿Qué había dicho de ellos?
¿Cuándo acabaría? ¿Le dejarían saltar la hoguera de San Juán? Tenía rondando una canción todo el día en la cabeza:
"Ya vino San Juan verde
ya vino, ya se vuelve"
Era algo muy misterioso. ¿Por qué era verde? El estómago hizo un ruido muy poco educado. ¡Huy! ¡Se le iba a escapar un pedo!