INICIO DEL VERANO. AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y NUEVE.
DÍA VEINTICUATRO DE JUNIO, SAN JUAN.
AL COMIENZO DE LA NOCHE MÁS CORTA DEL AÑO. - SLOBOZIA Y CASA DEL SEÑOR FEUDAL.
CLIMA: HÚMEDO Y CALUROSO. TERRENO PREPONDERANTE: LODAZAL.
El siervo aguardó pacientemente a que terminara la reunión. E incluso cuando el amo Durius despidió formalmente a todos, permaneció todavía algún rato inmóvil en su lugar, esperando a que los últimos de los asistentes fueran abandonando el gran salón. Su rostro parco e inconmovible no manifestaba expresión alguna. Pero en su interior albergaba cierta sorpresa ante la actitud de algunos de los asistentes, que se habían retirado antes de que el señor lo autorizara.
¿Qué podía ser tan importante? ¿Acaso estaba ocurriendo algo afuera?
De todos modos, lo cierto fue que la sala nunca terminó de quedar completamente vacía. Pues el amo había solicitado a algunos de los presentes que se quedaran un poco más. Probablemente para darles algunas indicaciones particulares. Sin embargo, puesto que Aldriu no estaba entre los convocados, entendió que su presencia no era requerida, y podía entonces disfrutar de una noche libre.
No había avanzado más que unos cuantos pasos cuando se topó con la orgullosa figura del capitán Zarak, que volvía de cumplir alguna misión en el pueblo. Junto a él había un sujeto extraño, que Aldriu no había visto en su vida, y que de inmediato le provocó cierta sensación de preocupación.
No es que el misterioso personaje le resultara amenazante. O le impresionara de algún otro modo, más que por su fornida contextura. Pero lo cierto era que no habían tenido muchos visitantes desde que se llegaran a tan desolada región. Y este aparecía de repente en plena noche de San Juan, como salido de la nada, y viajando completamente solo...
En cualquier caso, antes de que la parsimoniosa mente del siervo pudiera terminar de esbozar alguna idea concreta, el tono imperativo del capitán le quitó el aire pensativo de un cachetazo.
- De inmediato, señor. - respondió el siervo con una leve reverencia. Y sin perder más tiempo, se internó por entre los embarrados caminos del poblado.
No demoró mucho en llegar hasta la frontera Oeste del pueblo. Y una vez allí, comenzó a patrullar las inmediaciones, caminando una y otra vez de Norte a Sur, y de Sur a Norte, mientras escrutaba la creciente oscuridad en busca de posibles amenazas. Los ruidos de los festejos sonaban apagados por la distancia. Y aunque de tanto en tanto estallaba alguna risotada perdida, o algún juramento destemplado, Aldriu podía mantenerse atento al silencio de la noche, pendiente de cualquier sonido que pudiera resultar sospechoso.
No tenía ninguna orden concreta respecto a la duración de su turno de guardia. Así que simplemente continuó con la vigilancia hasta que las primeras luces del alba comenzaron a asomar por sobre el horizonte. Quizás la Noche de San Juan era tradicionalmente tranquila por aquellas regiones. Pero en la precaria situación en que se encontraban, los desesperados habitantes de Slobozia no podían darse el lujo de tomar ningún riesgo...
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DÍA VEINTICUATRO DE JUNIO, SAN JUAN.
AL COMIENZO DE LA NOCHE MÁS CORTA DEL AÑO. - "CALLES" DE SLOBOZIA.
CLIMA: HÚMEDO Y CALUROSO. TERRENO PREPONDERANTE: LODAZAL.
Boru se quedó un rato mirando al joven Tiberiu tentar al azar saltando de un lado al otros de la fogata y esquivando a Tomescu con cierta habilidad. Era un espectáculo patético para el joven, desde el punto de Vista de Boru, y una burla para el guardia. Si el joven tenía que caer, caería.
Unas cuantas brasas en la cara no le harían daño, en el mejor de los casos quedaría sin cejas y en el peor sufriría una grave quemadura que lo dejaría marcado de por vida. Nada importante y una lección en ambas situaciones.
Mantuvo un ojo sobre la situación por si era necesaria su asistencia para sacar al muchacho de entre las llamas con rapidez.
Un movimiento repentino de su Dama le hizo voltear, la conversación que mantenía con aquel noble estaba muy fuera de su alcance, la observó por un momento decirle algo al oido y desvió la mirada en nuestra de respeto.
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DÍA VEINTICUATRO DE JUNIO, SAN JUAN.
AL COMIENZO DE LA NOCHE MÁS CORTA DEL AÑO. - "CALLES" DE SLOBOZIA.
CLIMA: HÚMEDO Y CALUROSO. TERRENO PREPONDERANTE: LODAZAL.
Comienza la celebración de la noche de San Juan y Dagu se encontraba con su familia. A decir verdad, con todo lo acontecido, una noche como aquella venía fenomenal para intentar levantar los ánimos de todos los allí presentes.
Escuchó a Pavetta, primero dirigiéndose a Lindor para animarle a jugar, y sonrió ante la respuesta de su primo.
Primo, podemos jugar un rato tu y yo si quieres. No tenemos que saltar en las hogueras ni acercarnos a ellas- no estaba de más que el muchacho se divirtiera un poco.
Escuchó las palabras que le dirigía Pavetta- espero serle útil en el trabajo que nos han asignado- responde. Ante la referencia a unirse a la milicia, Dagu asintió brevemente- ya he ido hablar con el Capitán al respecto, mas ahora ya la situación no depende de mi, sino lo que decida nuestro señor.
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DÍA VEINTICUATRO DE JUNIO, SAN JUAN.
AL COMIENZO DE LA NOCHE MÁS CORTA DEL AÑO. - "CALLES" DE SLOBOZIA.
CLIMA: HÚMEDO Y CALUROSO. TERRENO PREPONDERANTE: LODAZAL.
¡Saltó! ¡Vaya brinco!
De no ser porque, con las prisas, había saltado desde mucho antes de lo que debiera, y el brinco, más largo que los otros, pero realizado en condiciones de bastante fatiga y, por tanto, impreciso y un poco bobo...
...y acabó en medio de la hoguera.
Y el niño pegó un agudísimo chillido, de esos que solamente brotan de las gargantas infantiles y ponen en firmes a todo el mundo.
Rodó sobre las brasas y, al borde de la hoguera, realizó una especie de baile muy gracioso intentando apagar a lo loco la manga de su camisita, que se había prendido.
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DÍA VEINTICUATRO DE JUNIO, SAN JUAN.
AL COMIENZO DE LA NOCHE MÁS CORTA DEL AÑO. - "CALLES" DE SLOBOZIA.
CLIMA: HÚMEDO Y CALUROSO. TERRENO PREPONDERANTE: LODAZAL.
Había algo hipnótico en el fuego. En su lenguaje antiguo, hecho de crujidos, destellos y secretos danzantes. Valdav lo contemplaba desde la seguridad de su postura comedida, la atención dividida entre la llama y la palabra, entre Radovina y los ecos de la multitud. Pero no tanto como para no ver el instante fatal.
Tiberiu había saltado. Otra vez. Y esta vez no.
El grito fue tan agudo, tan animal, que congeló a los adultos y partió en dos el murmullo de la fiesta. La reacción de Valdav fue inmediata. El instinto, más veloz que el pensamiento, le arrancó de su sitio y lo lanzó hacia la hoguera.
- ¡Apartaos! -gritó, empujando a un par de espectadores paralizados.
El cuerpo del niño giraba en las brasas como un muñeco mal arrojado. Valdav no sabía si era un reflejo inconsciente por el dolor, o un movimiento a propósito hecho por Tiberiu para apagar las llamas. La manga de su camisa ardía como estopa y Valdav no dudó. Se echó encima, cubriendo al chico con su propio cuerpo, sofocando con las manos y el torso las llamas menores, arrastrando al pequeño fuera del círculo ardiente.
El Guardia Boru llegó al instante, y entre los dos, como dos rescatistas sin acuerdo pero con idéntica urgencia, lograron ponerlo a salvo, magullado, pero vivo.
Y entonces llegó el olor.
No el del niño, sino el de su propio abrigo. El brocado oscuro de su chaqueta humeaba. El puño izquierdo estaba chamuscado, y una manga se había rasgado al engancharse con una de las ramas del montón ardiente.
Valdav no dijo nada al principio. Se incorporó con lentitud, todavía jadeando, y sujetó a Tiberiu por los hombros.
- Estás bien... -dijo, más para sí que para el niño-. Estás bien.
Le pasó la mano por el cabello, suavemente, como comprobando que era real. Luego miró su manga. Suspiró. Con cierta resignación, con una mueca de ironía silenciosa.
- La estofa era francesa -musitó con sequedad.
Y se volvió hacia la multitud, hacia Radovina, hacia el resto de adultos, con voz firme:
- ¡Un cubo de agua! ¡Y un trapo limpio! ¡Y que alguien avise a quien sepa de vendas! -ordenó, volviendo de golpe al presente.
Y entonces, por fin, volvió a mirar al niño, sin estar seguro de si sollozaba o no... pero que parecía agotado.
- Las hogueras están para purificar. No para cobrarse vidas. Recordadlo, Tiberiu. Y haced que lo recuerden otros, si vos salís ileso de esta.
No fue un reproche. Fue una plegaria. Y una advertencia.
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DÍA VEINTICUATRO DE JUNIO, SAN JUAN.
AL COMIENZO DE LA NOCHE MÁS CORTA DEL AÑO. - "CALLES" DE SLOBOZIA.
CLIMA: HÚMEDO Y CALUROSO. TERRENO PREPONDERANTE: LODAZAL.
Algo no estaba bien. Lo percibió tan pronto salió de domus de Durius tras escoltar al Pater ante la presencia del señor feudal. Buscaba con la mirada a su esposa, entre las rojas llamas que lanzaban al aire su rojo ardor, en una calurosa y rojiza noche, que proyectaba sombras entre bailarinas luces rojas.
Rojo sofoco.
Pero no se trataba tan sólo de su roja incomodidad. Se trataba de una premonición. Y localizó de inmediato a los protagonistas. La intuición de que el frenético crío de Dubieta iba a terminar como un gorrín asado y de que la sirvienta Enrietta, como hipnotizada por las llamas, caminaba lentamente hacia una enorme hoguera sin intención de saltar, sino de inmolarse. Algo le decía que detuviera a esos dos, pero fue la mujer a quien tenía más cerca y por quien corrió para agarrarla del brazo en el último momento, tirando de ella y alejándola del fuego, haciéndola caer al suelo.
- ¡Condenación! ¿¡Qué hacéis, Enrietta!? - le exigió saber por su loca conducta, soliviantado por su insensatez. Entonces observó aquel rostro demacrado, entristecido, derramando lágrimas.
¿Qué significa esto?, se preguntó, cortando cualquier intento de reprenderla. La sirvienta de Durius tan solo se levantó del suelo, sin decir nada, miró una vez más al capitán con un rostro de desconsuelo y caminó fuera de las hogueras, tomando la calle del Oeste. Estuvo tentado de seguirla para intentar hablar con ella, sonsacarle qué le ocurría y evitar que no hiciera locura alguna. Entonces el vástago de Dubieta comenzó a chillar como un chochinillo mientras se quemaba, llamando su atención.
Lo esperadamente inevitable, convino. Quiso acercarse para ayudar al crío pero Valdav y otros ya lo atendían y apagaban el fuego. El niño, más allá de asustado y con una manga de la camisa quemada, estaba mayormente bien. Pequeñas quemaduras leves en el brazo. Le vendrá tan bien como los consejos del maese.
Se acordó de Enrietta, giró el rostro y ella ya no estaba. Creía que se dirigía por el camino del Oeste. Se vio tentado de ir tras ella cuando localizó cerca de él a su esposa y a Boru que debían estar esperándolo desde hace un rato. Sus dudas se disiparon y caminó hacia la Dama de Bram.
- Boru - lo saludó conforme con un suave asentimiento de cabeza por estar donde debía estar. Después observó a la dama junto al veterano.
Ojitos de fuego. El uno de los pocos rojos que no me agobiaba.
- Amor mío - saludó después a su esposa con una suave sonrisa, mirando a la preciosa mujer, tomando su mano y besando el dorso de esta con suavidad -. Disculpad la demora, mi señora. Han pasado cosas... insólitas y extrañas - confesó mientras mostraba su antebrazo para que ella pudiera tomarlo y desde ese punto caminaran juntos -. Espero no haberme perdido nada interesante en el domus de nuestro señor. Los bostezos que escuché y el atronador mutis que me ensordeció cuando abandoné el salón para reponer la vigilancia, sin duda, debieron ser excitantes - comentó con sonrisa sardónica, dirigiendo la mirada a los acompañantes cercanos de Radovina y acercándose junto a esta a ellos.
- Dama Dubieta - saludó con una suave inclinación de cabeza mientras la mujer se interesaba por el estado de su hijo y parecía no haber percibido lo que hiciera su sirvienta -. Mi buen Valdav - volvió a saludarlo, acuclillado este mientras ayudaba al niño -. Joven señor Tiberiu - mencionó al lloroso pequeño -. La única ventaja de jugar con fuego es que uno aprende a no volver a quemarse - dijo el Capitán, animando al pequeño a sacar algo positivo de aquella experiencia. Los quemazos que tendría durante días serían un buen recuerdo y lección.
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DÍA VEINTICUATRO DE JUNIO, SAN JUAN.
AL COMIENZO DE LA NOCHE MÁS CORTA DEL AÑO. - "CALLES" DE SLOBOZIA.
CLIMA: HÚMEDO Y CALUROSO. TERRENO PREPONDERANTE: LODAZAL.
Y ocurrió lo que esperaba.
Lo que no esperaba fue que Valdav se moviera a la par que él en el rescate del chico. Ambos llegaron abriéndose camino entre los espectadores, Boru con su brazo envuelto en su capa roja.
Lo cogió de los pies y lo arrastró fuera de la fogata sin mucho cuidado. Había pensado echarle su capa encima para sofocar las llamas, pero Valdav ya lo estaba haciendo con su propio cuerpo.
Observó las piernas del chico, los brazos y decidió que no había nada más en que pudiera ayudarle y dejó al noble ocupándose de los de su clase mientras él se devolvió dónde su Dama.
Se plantó a su lado y sacudió su capa con cuidado, procurando apagar cualquier brasa que pudiera haber quedado en ella..
—El Señorito Tiberiu estará bien —le dijo observando al muchacho y previendo las preguntas de su Dama—, probablemente solo le queden algunas marcas de quemaduras, las que seguramente se borrarán luego.
Siguió observando la escena mientras Valdav pedía algunas cosas para atender al niño. Su señor llegó por un lado y Boru correspondió su saludo poniéndose firme..
—Nada que informar, Señor. Salvo lo evidente.
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DÍA VEINTICUATRO DE JUNIO, SAN JUAN.
AL COMIENZO DE LA NOCHE MÁS CORTA DEL AÑO. - "CALLES" DE SLOBOZIA.
CLIMA: HÚMEDO Y CALUROSO. TERRENO PREPONDERANTE: LODAZAL.
Todo había ocurrido tan deprisa que a Radovina no le dio tiempo más que a dar un respingo sin ni siquiera gritar. Tiberiu, finalmente, no lo había conseguido, a la enésima vez que saltó. O por cansancio, o mal cálculo, o lo que fuera, el salto erró por mucho, y el chico cayó en plena hoguera.
Por suerte el noble Valdav sí reaccionó, y casi a la par también Boru. Todo acabó con algunas quemaduras, en carne y en tela. Radovina se giró enseguida hacia su prima Dubieta para darle su soporte, y vio llegar al Capitán.
Lo que éste le dijo la extrañó, ya hablarían de ello, ahora lo primero era que el muchacho estuviera bien. Boru lo confirmaba, así que ella se limitó a acuclillarse junto a Dubieta.
MEDIADOS DEL VERANO. AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y NUEVE.
LUNES, DÍA QUINCE DE AGOSTO, ASUNCIÓN DE LA VIRGEN. - LUNA HACIA CUARTO CRECIENTE.
ALDEA DE SLOBOZIA. - POR LA NOCHE, POCO DESPUÉS DEL OCASO. CASA SEÑORIAL ABIERTA.
CLIMA: SECO Y CALUROSO. TERRENO PREPONDERANTE: SECARRAL POLVORIENTO.
La Dama Dubieta se había sentido furiosa con su hijo la noche de San Juan, ya que se había quemado con su imprudencia. Otros parecían haber sufrido quemaduras también, o haberse aficionado posteriormente a quemarse la piel. La Sama Szantovich y viuda del Conde de Covasna se sentía preocupada por la sirvienta Enrietta, a la que veía cada vez peor, confusa, deprimida, y sumida en el pecado de la envidia y la lujuria. Procuró cuidar de Dama Radovina, con la conversaba a menudo, esperando señales que indicaran que pudiera está encinta.
La campesina Pavetta, madre de Lindor y viuda de Lisander, era buena conversando y socializando con todo el mundo. Su familia había sido influyente en el pasado y puede que ella estuviera deseando que volviera a serlo. A menudo resultaba una madre bastante permisiva para Lindor. Además, el pequeño era un niño muy bueno, que incluso estaba aprendiendo a tocar el viejo laúd que perteneciera a su difunto padre. Pavetta deseaba formarse como partera. Pensaba que, en un asentamiento sin iglesia, nadie en su sano juicio querría tener hijos, pues los niños no podrían ser bautizados y, caso de fallecer, sus pobres almas estarían perdidas para la eternidad. Deseaba también aprender a vendar heridas y tal vez entrenar un poco con un arma.
Aldriu el Siervo se ha unido de facto a la milicia de la aldea, liderada por el Capitán Zarak, siguiendo sus órdenes, montando guardia y patrullando la aldea. Se acostumbra a portar su Maza, aunque sin ninguna clase de armadura. Se hace con algunas antorchas, aproximadamente una para cada noche. Cree que posiblemente sería bueno instalar antorchas grandes o braseros en los cuatro puntos cardinales del pueblo, y encenderlos por las noches. Vigila la zona, sin captar amenazas ni huellas de bestias. La noche en que la Sirvienta Enrietta desapareció, la vio marchar de la aldea, pero asumió que cumplía órdenes para su señor Durius. Es su deseo en días y meses venideros seguir las órdenes del Capitán Zarak y entrenar en combate.
El Guardia Boru permanece siempre que le es posible junto a su señora, Dama Radovina. La noche de San Juan ayudó a Valdav a sacar a Tiberiu del fuego. Estableció sus futuros entrenamientos a mediodía.
Dagu el Lisiado se encontraba en busca de un oficio, y se entrevistó con unos y con otros.
El señor feudal había ordenado la exploración de los posibles baños romanos del Lago Amara. Carcelero dirigiría la expedición, a la que también se unirían el lacayo Mikail, el ayudante Igor, y el tutor Valdav. Todos se habían preparado a su manera para la misión y esa era la noche de su partida.
Carcelero realizó diversas visitas, dio instrucciones a sus hombres para empezar a acondicionar algo parecido a una cárcel, aunque priorizando siempre ayudar en lo que se les pida (transportar maderas, cortar leña, recoger agua, etc...). Se preparó para la expedición al Lago Amara. Durante el verano había estado ayudando en los entrenamientos milicianos y practicando él mismo.
El Caballero-Capitán Ferenk Zarak tuvo una audiencia con el señor feudal después de que éste aceptara al Forastero Misterioso como nuevo párroco de Slobozia. La noche de San Juan observó las hogueras con sentimientos encontrados. Esa noche de San Juan evitó que Enrietta se arrojara a las llamas, pero no pudo evitar su desaparición posterior. Durante todo el verano sufrió de calor excesivo, que le tenía muy irascible.
El Lacayo Vasilov se acostumbró a portar su Daga al cinto. Permaneció la mayor parte del tiempo en la casa del señor, o cerca, pendiente por si se precisaban sus servicios. Procuraba, en la medida de lo posible, estar atento a los sucesos de la aldea. Era su deseo trabajar en los establos, cuidar de los animales y los carros. Entrenar. Prefería no pensar demasiado las cosas.
El Sargento Itsvan pasaba las noches montando guardia y patrullando el asentamiento. Decidió no utilizar armadura durante el verano, pues durante esa estación sus inconvenientes superaban con creces a sus beneficios. Hizo vigilancias, entrenó con los demás guardias y con Carcelero, instruyó a los aldeanos, en la medida en que pudo. También quiso tratar de aprender sobre hierbas y remedios con la ayuda de Pavetta. Obedeció las órdenes del señor Durius y del Capitán Zarak, poniéndose a las órdenes del caballero Dvy en ausencia de su Capitán.
El Caballero Durius Tremere de Slobozia mantuvo conversaciones con el Pater Shigraat, quien le parecía una persona fuerte, tanto física como mentalmente, y con un intelecto vivo y capaz. Le había invitado a establecerse en Slobozia, ofreciéndole su ayuda para establecer una iglesia sencilla de madera, con objeto de convertirse en el párroco oficial de la aldea.
La Sirvienta Elena sentía muy a menudo deseos de morir. Empezó a autoflagelarse por las noches, infligiéndose a sí misma daños series cuando nadie la miraba.
El Chambelán Otto de Sajonia observaba de tanto en tanto al nuevo párroco de la aldea, sintiéndose desconcertado. Decidió invertir el verano en elaborar un censo, mientras procuraba aprender los rudimentos de las artes del comercio y extender su influencia a toda la aldea.
El noble menor Valdav Krevcheski disfrutó de ver las hogueras de San Juan. Aquella misma noche, trató de salvar al joven Tiberiu del fuego cuando ya había caído a las llamas. Él mismo se quemó un tanto las irremplazables y preciadas ropas nobles. Siguiendo órdenes, se preparó para la expedición al Lago Amara. El verano y el resto del año, se lo pasaría tutoriza y enseñando a los niños, y a cualquiera que deseara aprender más sobre letras y números.
El Pater Shigraat de Tartaria había observado con atención la aldea y a sus pobladores. A veces se sentía extrañamente observado por el Chambelán Otto de Sajonia. Durante el verano se entregó en cuerpo y alma a la construcción de su inglesia. Sería un edificio muy sencillo de madera, al norte de la aldea. Además de ello, desde el segundo día tras su llegada ya estuvo oficiando todos los ritos que podía realizar para el pueblo, cumpliendo su deber como párroco.
El Guardia Tomescu jugó al escondite con Tiberiu sin demasiado éxito, en la pasada noche de San Juan, siendo así derrotado por un niño de siete años. Pasaría el verano acompañando a la Dama Dubieta y al joven señor Tiberiu, así como cumpliendo sus órdenes. Entrenaba de madrugada. Durante la estación cálida no portaría armadura, pero siempre se le vería acompañado de su hacha a dos manos.
La Dama Radovina estuvo contemplando las hogueras en la noche mágica de San Juan. Observó con preocupación lo sucedido con el joven Tiberiu, aunque el rapaz, afortunadamente, no sufrió daños permanentes. Socializó con los nobles de la aldea, particularmente su prima Dama Dubieta. Deseaba aprender diversas habilidades bien vistas entre la nobleza magyar, bajo la supervisión de su señor esposo.
El Mayordomo Visany se ocupó de sus tareas, que a menudo incluían transmitir mensajes y órdenes del señor, y mediar entre unos y otros. Procuró ayudar al Pater a asentarse tanto como le fue posible. Su deseo era dedicar a los siervos feudales para que la casa feudal sea limpia y funcional. Buscaba establecer contactos con artesanos y comerciantes locales. Ejercitó su cuerpo en entrenamientos de arco y armas de mano, a poder ser a primera hora de la mañana.
El Caballero Schaar Dvy sintió el intenso deseo de arder en los fuegos del infierno. Siempre que pudo, se produjo quemaduras a sí mismo.
El joven Lindor de Slobozia se instruyó en el uso del laúd dos noches por semana. Continuó con sus estudios con el Maestro Valdav y leyendo cuanto pudiera. Continuó sus entrenamientos de combate con el Caballero Schaar Dvy y también se sometió a todo entrenamiento físico que este le proposiera para aumentar sus capacidades físicas.
El niño Tiberiu Radomir Szantovich se lo pasó en grande en la noche de San Juan, jugando al escondite y saltando las hogueras. Lamentablemente, acabó cayendo al fuego tras muchos saltos y se quemó un poco.
El Sargento Hakir se despojó de la armadura para el resto del Verano, consciente de que, con el calor, su beneficio era menor que la impedimenta que proporcionaba. Observó que las hogueras eran buenas para la moral, aunque suponían un excesivo consumo de leña, lo que era un despilfarro completo en verano. Le gustaría contar con un barracón bien ordenado, aunque la realidad era que no disponían de nada parecido a uno. Deseaba hacerse con un baúl, lo cual de por sí sería complicado, conseguir además una cerradura resultaba algo casi imposible en Slobozia.
La sirvienta Enrietta huyó del pueblo una tarde, cuando nadie la miraba.
MEDIADOS DEL VERANO. AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y NUEVE.
LUNES, DÍA QUINCE DE AGOSTO, ASUNCIÓN DE LA VIRGEN. - LUNA HACIA CUARTO CRECIENTE.
ALDEA DE SLOBOZIA. - POR LA NOCHE, POCO DESPUÉS DEL OCASO. CASA SEÑORIAL ABIERTA.
CLIMA: SECO Y CALUROSO. TERRENO PREPONDERANTE: SECARRAL POLVORIENTO.
De la noche de San Juan quedaba solamente el recuerdo. Y un recuerdo maravilloso, en la mente de Tiberiu. No debiera ser así, a decir del común de los mortales, que dice (con razón): "la mano quemada es el mejor maestro".
Pero es que no había cicatriz. Ni "mano quemada". Ni siquiera un solo vello de su piel de niño afeitado en seco, como podría suponer cualquiera. Ni una rojez. Nada.
Solamente que el niño debía haber comido algo en mal estado pues, durante el episodio de la hoguera, se había repetido ese apestoso olor a huevos podridos, que casi había asfixiado a la concurrencia durante el discurso del Señor.
Unas ligeras lágrimas; y nadie pudo decir que no venían de las que estaba llorando antes de caer (por culpa del calor abrasador, no de ningún daño).
Y, en su recuerdo, la llama roja, roja, roja y caliente, caliente, caliente. Tanto que solo se podía igualar con la sensación que tenía de cuando, una vez, visitó una forja y vio metal líquido siendo vertido en el molde.
¿El castigo? ¿Quién se acuerda del castigo?
Estos días dichosos, calurosos, donde el suelo, por fin, podía pisarse sin que cediera, eran de entrenamientos con el tío Schaar y con Lindor. Sus armas de madera habían mejorado mucho, hasta tener el peso que debían tener, merced a pesos en la punta y en el pomo (así estaban equilibradas y fortalecían sus brazos).
Esos días dichosos, tormentosos, los pasaban bajo algún reparo (por si el nublado les granizaba las cabezas) en aburridas y largas clases con Krevcheski.
Y las noches, antes de dormir, recordaba el fuego de San Juan.
Pasaba una y otra vez la palma de la mano por la llama de una vela con la velocidad suficiente como para no quemarse. Excepto porque una o dos veces se olvidó de moverse por el paso de una mosca, por cualquier cosa, y no se quemaba.
MEDIADOS DEL VERANO. AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y NUEVE.
LUNES, DÍA QUINCE DE AGOSTO, ASUNCIÓN DE LA VIRGEN. - LUNA HACIA CUARTO CRECIENTE.
ALDEA DE SLOBOZIA. - POR LA NOCHE, POCO DESPUÉS DEL OCASO. CASA SEÑORIAL ABIERTA.
CLIMA: SECO Y CALUROSO. TERRENO PREPONDERANTE: SECARRAL POLVORIENTO.
No había motivo particular para salir de noche, excepto que tal vez las temperaturas se volvían considerablemente menos sofocantes al caer la noche. Seguía haciendo calor incluso de noche, por supuesto, en particular si se usaban ropas pesadas o cualquier clase de armadura, aunque fuese una de cuero, pero era ligeramente más soportable.
Tampoco los que partían aquella noche hacia el Lago Amara eran especialmente alérgicos a la luz del sol, pero no les incomodaba la penumbra, o al menos parecían acostumbrados a ella. Igor y Valdav habían pasado años viviendo en las catacumbas subterráneas debajo de Alba Iulia. Carcelero había pasado mucho tiempo en las lóbregas mazmorras bajo el castillo de Balgrad. Mikail llevaba toda su vida adulta sirviendo a señores que parecían preferir la noche al día para celebrar sus reuniones y las sesiones de la corte, algo que no era tan inusual entre la nobleza transilvana.
Valdav probablemente podría guiar al resto, pues parecía ver casi tan bien en la noche como un gato. Montaba a lomos de Secreto, su caballo pesado de monta de calidad noble. También había "requisado" de la casa de su señor feudal comida y agua, así como una caja con material de escritura. Su única arma parecía ser una daga de buen acero.
Igor, el sirviente de macabra apariencia, montaba sobre un caballo de tiro de calidad corriente, e iba seguido de una perra de muy mala raza y temperamento. También llevaba un gato. También llevaba una daga como única arma, pero al menos había tenido la precaución de llevar herramientas, pues no sabían qué se iban a encontrar.
Mikail montaba sobre un caballo de monta de calidad media y portaba una armadura de cuero. Ahora se arrepentía de aquello, pues daba un calor horroroso, incluso en la noche. Portaba una buena daga y varios cuchillos arrojadizos.
Carcelero había intentado llevarse uno de los caballos propiedad de Dama Radovina, pero a última hora ella había retirado su permiso al ver que no iba acompañado de su señor esposo. Así que, pese a ser el líder de aquella expedición, iría el último y a pie. Por suerte para él, estaba acostumbrado a moverse por sitios mal iluminados, por lo que no temía meter una pierna en algún hueco del terreno. Portaba una maza pesada, un escudo de jinete, una daga y algunos cuchillos.
// Salen de escena: Carcelero, Igor, Mikail, Valdav. - Siguen en: El Anfiteatro de los Huesos.
// Sale de escena: Sirvienta Enrietta. - Sigue en: Desconocido.